En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 15
Iván estaba solo en su despacho. Las luces tenues y el silencio de la noche envolvían la habitación en una atmósfera densa, cargada de tensión. Se inclinó hacia adelante en su escritorio, frotándose las sienes con las manos. El caso que tenía entre manos era ya suficientemente complicado, pero lo que lo atormentaba no era la evidencia, ni las declaraciones confusas. Era ella.
Helena.
A cada instante que pasaba con ella, a cada cruce de miradas, sentía cómo su resolución como juez empezaba a tambalearse. Iván había construido su vida sobre un pilar inquebrantable: la justicia, fría y objetiva. Nada ni nadie debía interferir con su juicio. Y, sin embargo, cada vez que veía a Helena luchando por su padre, con esa pasión que la consumía, él también empezaba a perder el control.
El teléfono vibró sobre el escritorio, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de Helena. Simple y directo: "Necesito hablar contigo".
Iván soltó un suspiro. Sabía que debía cortar todo contacto fuera del tribunal, que la situación se volvía insostenible. Pero no podía. Algo en ella lo atraía de una forma que no podía ni quería entender.
Finalmente, se puso de pie y se dirigió hacia la ventana. Las luces de la ciudad se extendían bajo sus pies, pero por primera vez en años, no encontraba consuelo en esa visión de orden y rutina. Todo dentro de él era caos.
—¿Qué me pasa? —murmuró para sí mismo, cerrando los ojos.
Sabía exactamente lo que le pasaba, pero admitirlo significaba aceptar que estaba rompiendo sus propias reglas, esas mismas que lo habían definido durante toda su carrera. El dilema era claro: si seguía permitiendo que sus sentimientos por Helena crecieran, ¿podría seguir siendo imparcial en el caso de su padre? ¿Podría seguir siendo el juez que siempre había sido?
El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Cuando la abrió, ahí estaba ella. Helena, con la misma determinación que lo había cautivado desde el principio, pero con una vulnerabilidad en los ojos que lo desarmó.
—No puedo seguir ignorando esto, Iván —susurró, sus palabras cargadas de emociones que ambos habían tratado de negar durante demasiado tiempo.
Iván cerró los ojos un segundo, sintiendo cómo el peso de la decisión que debía tomar recaía sobre sus hombros.
—Yo tampoco puedo —confesó finalmente, admitiendo lo que había intentado enterrar durante tanto tiempo—. Pero esto... lo que siento por ti... está complicando todo.
La mirada de Helena se suavizó, pero en sus ojos había una mezcla de tristeza y entendimiento.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó en un susurro.
Iván no tenía una respuesta. Pero en ese momento, sabía que su vida, y todo lo que había creído intocable, había cambiado para siempre.
Helena lo miró fijamente, sus ojos buscando respuestas en el rostro de Iván, pero solo encontró el mismo muro de frialdad que había sentido desde el principio. A pesar de todo, había algo diferente esta vez; era como si esa barrera que él mismo había levantado comenzara a resquebrajarse.
—Iván, no puedo seguir luchando sola. Esto va más allá de lo que imaginé —dijo, con la voz entrecortada.
Él apartó la mirada por un segundo, como si enfrentarse a sus propios sentimientos fuera más difícil que cualquiera de los casos que había manejado. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea que nunca debería haber existido entre juez y parte, pero no podía seguir ignorando lo que su corazón le gritaba.
—Helena... —murmuró, tragando saliva. Era la primera vez que pronunciaba su nombre con tanta vulnerabilidad—. Esto no es solo el caso. No es solo tu padre. Esto... eres tú.
Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una verdad que ambos habían evitado. Helena dio un paso hacia él, acercándose lo suficiente como para sentir la tensión en su cuerpo. No era solo atracción, era la lucha entre lo correcto y lo que ambos deseaban.
—¿Y qué harás al respecto? —preguntó en un susurro, desafiándolo a admitir lo que ambos sabían.
Iván cerró los ojos un segundo, buscando fuerzas para mantenerse firme, pero en ese momento entendió que no podía continuar siendo el juez frío y distante que había sido hasta ahora. Se inclinó hacia ella, su frente tocando la de Helena, y susurró:
—No lo sé. Pero ya no puedo seguir pretendiendo que no me importas.
Helena sintió cómo su corazón latía con fuerza, sabiendo que estaban a punto de cruzar un umbral del que no habría vuelta atrás. Las palabras de Iván, por primera vez, no eran de un juez, sino de un hombre atrapado entre sus deberes y lo que sentía por ella.