Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
SUJETO A LA MISIÓN
...SANDRA:...
Le serví los platos a ambos hombres y también un poco de vino, el general agradeció. Me senté en junto a mi padre y empezamos a comer, noté que el General Itans comía de forma fina y refinada, manejando los tenedores con elegancia, noté también la coincidencia, yo sostenía los tenedores del mismo modo. Se había quitado los guantes y no pude evitar fijarme en el detalle de que no llevaba ningún anillo de compromiso o de boda. ¡ Qué extraño! un hombre tan guapo y de tan elevado puesto debería estar casado.
Aparté la mirada hacia mi comida. Lo estaba observando mucho.
— General Itans, quisiera hacerle una pregunta — Dijo mi padre, cortando el silencio.
El General se tragó bocado y se limpió la barbilla con una de las servilletas de la mesa.
— Adelante.
— ¿ Cuál sería la primera inversión que haría para recuperar unas tierras? — Mi padre solo estaba tratando de alardear y pisotear al general con su conocimiento.
Por un momento pensé que preguntaría por Liliam, desde que el rey se la llevó mi padre parecía ignorar su existencia, no la nombraba casi.
Él no se mostró perdido ante la pregunta.
— Las herramientas, no se puede comenzar sin eso.
— Por supuesto...
— General Itans — Interrumpí a mi padre, no me gustaba que hablara de negocios en la mesa, él se mostró irritado pero esperó a que yo hablara — ¿ Cómo está mi hermana ? Supongo que la ha visto en el palacio.
El General Itans se mostró sorprendido ante mi pregunta, me observó, con detenimiento.
— Su hermana está bien y no solo ví en el palacio también hablé con ella en algunas oportunidades... Ella y yo somos buenos amigos — Dijo con cautela y alcé mis cejas, Liliam con un amigo, eso era nuevo, me alegraba, sonreí — Se está adaptando a la nueva vida.
— Oh, me alegra tanto saber que está bien — Dije y mi padre.
— Está en buenas manos, no debes preocuparte Sandra, después de la comida guía al general a su nueva habitación y la acondicionas — Me ordenó mi padre.
...ITANS:...
Era de esperarse que el Señor Cuper me tratara tan cortésmente como si estuviera ante el Rey Evans. Cuando su hija se marchó a cocinar, me puso al tanto de que ninguna sabía que las piezas habían sido un préstamo, él inventó que era un obsequio por haber entregado su hija en matrimonio al rey.
Después de un viaje corto de unas horas estaba ante las tierras de los Cuper y me sorprendió al encontrar el lugar diferente a como era cuando la pisé por primera vez, ya no estaba descuidado, ni maleza, el lugar ante mí estaba limpio, se podía visualizar el camino y también la casa. Ese día entré en la propiedad y até el caballo a un árbol. Observé los muchos campesinos que trabajaban y me sorprendió de nuevo. Al parecer el Señor Cuper no perdió el tiempo para aprovechar el préstamo.
Me acerqué por el camino y llegué al patio, lejos del sol bajo un techo de tejas y con columnas descoloridas, me sentí más fresco.
Escuché el sonido de una pala raspando contra una superficie, una señorita estaba agachada en el suelo, quitando el musgo y quejándose por los insectos que salían, incluso soltó un pequeño grito cuando se le subió uno. Casi me río pero aproveché que estaba allí para preguntarle. Me respondió sin siquiera dejar su trabajo de lado, parecía estresada, me contestó como si yo fuera algún campesino pero se lo aclaré de inmediato.
La señorita detuvo el sonido de la pala y me observó desde el suelo. Era pelirroja, el cabello más rojo que había visto en una mujer, su piel blanca y sus ojos verdes realizaban el color. Al verme se enrojeció, estaba sudada y con ondas de cabello saliendo de su trenza y rozando su rostro.
Se levantó y se quedó petrificada, observándome como si fuera visto una aparición. Pareció no escuchar lo que dije, rápidamente salió de su trance.
Aquella señorita se llamaba Sandra, me trató con cortesía, invitando a pasar.
Era muy diferente a Liliam, quién era morena, de cabello café rizado y también al Señor Cuper quién tenía la piel oscura pero Liliam ya me había mencionado que eran adoptadas y que cada una era diferente a las otras.
Después de comer la Señorita Sandra me guió por detrás de la casa hacia un pequeño cuarto anexado cerca de unos establos.
Caminaba estilizada pero con prisa. Noté que los campesinos dejaban su trabajo de lado para observar a la señorita, incluso escuché algunos silbidos y piropos.
— ¿ Cuándo nos traes el almuerzo preciosa ? — Preguntó uno.
La señorita se mostró incómoda pero los ignoró ¡ Qué falta de respeto ! unos hombres acosando de esa forma a una señorita, les dí una mirada que los hizo volver al trabajo y eso que no llevaba mi uniforme.
Se detuvo frente a la puerta y colocó una llave en la cerradura, la giró y tiró de la manilla pero aquella puerta parecía estar atorada.
— Permítame — Me ofrecí.
— No, gracias, yo puedo sola — Dijo con mirada firme y le dió un empujón tan fuerte que se abrió de par en par, elevé mis cejas sorprendido.
Al parecer la fuerza corría por las hermanas Cuper a pesar de no tener la misma sangre.
El polvo le hizo toser cuando entramos.
Me quedé observando aquel lugar mientras entraba con mi valija en mano. Era pequeño con una cama pegada a la pared de enfrente, una mesa pequeña y una repisa dónde había algunos frasco vacíos.
Coloqué mi valija sobre la mesa después de soplar el polvo.
— Está un poco sucio pero yo me encargaré de limpiarlo — Dijo la señorita mientras tomaba las sábanas de la cama y las quitaba.
— Le ayudaré con eso.
No objetó como con la puerta.
Me acerqué a una puerta y la abrí. Había un baño allí, abrí la llave del lavabo, estaba un poco dura pero al fin se movió y el agua salió sucia, la dejé correr hasta que se aclaró. Me lavé las manos y salí de nuevo.
La señorita había colocado las sábanas en una cesta y había encontrado una escoba.
— ¿ Qué le parece? — Preguntó mientras empezaba a barrer.
— Es más que suficiente.
— Dispense la suciedad, los socios de mi padre se quedaban aquí, hace mucho que no se usaba — Murmuró ella.
Era más refinada que Liliam, incluso al barrer parecía hacerlo con delicadeza.
— Yo haré eso — Dije y me acerqué para tomar la escoba de sus manos.
— No es necesario, es mi deber limpiar, usted es el huésped y sería descortés que limpie el desastre — Dijo mientras se detenía, su naríz estaba roja, su piel era tan blanca que parecía delicada.
— Es lo menos que puedo hacer, dormiré aquí y debo mantener limpio éste lugar — Objeté mientras me quitaba la capa junto con la chaqueta, las colgué en un gancho que sobresalía de la pared y me recogí las mangas.
— Voy a buscar mantas limpias para la cama — Avisó mientras tomaba la cesta con las sábanas polvorientas y salía del cuarto, dejó la escoba en el suelo, la tomé y empecé a barrer.
El polvo salió en gran cantidad pero poco a poco empezó a cambiar. Recogí el sucio con una pala que encontré y también usé la escoba para quitar las telarañas en las esquinas de las paredes del techo.
La señorita volvió con mantas nuevas y se sorprendió al ver lo que había adelantado. Me acerqué y la ayudé con la cesta, la coloqué sobre la mesa, se quedó igual de sorprendía, no comprendía su actitud, como si fuera la primera vez que un hombre la ayudara. Desde pequeño aprendí de mis padres que siempre había que tratar con respeto a las damas, ayudarlas y tratarlas bien. Eso siempre lo tenía presente.
Me recordó a cuando ayudé a Liliam con su problema de las zapatillas, eso fue tan solo unos cuantos días atrás, pero el pensamiento saltó a Anabella, la única dama que no se merecía ni una pizca de cortesía así que lo aparte de inmediato.
Ella sacó las mantas de la cesta y se acercó a la cama.
Fue inevitable notar que su vestido era más corto de lo acostumbrado, se le veían las pantorrillas, no traía medias y me tensé, eran igual de pálidas que toda su piel y estilizadas, como caballero no debería ver pero ella como señorita no debería enseñar las pantorrillas y más con esos campesinos indecentes acosandola allá afuera.
Aparté mi mirada en seguida cuando se agachó para tender las mantas y recoger las esquinas.
Abrí mi valija, saqué mi uniforme y tomé unos ganchos de ropa que había traído la señorita en la cesta y colgué el uniforme.
Sentí una mirada detrás de mí.
La Señorita Sandra observaba el uniforme, especialmente a las medallas y condecoraciones.
— ¿ Todos son reconocimientos ?
— Todas lo son.
— ¿ Qué lo identifica como general ?
— Las condecoraciones en los hombros son las que me acreditan como el líder, es un compromiso, una responsabilidad de guiar, mantener disciplinado al ejército a mi cargo, llevo cuatro años como general — Dije y me observó sorprendida.
— Es muy joven para comandar un ejército.
— Siempre dicen lo mismo, pero no es el tiempo lo que define la posición en el ejército real, es la dedicación, disciplina y obediencia — Dije mientras me cruzaba de brazos.
Sinceramente no quería ésta misión, mis obligaciones estaban en el ejército, no en esas tierras pero yo no era quién para cuestionar las decisiones del Rey Evans, sólo me restó obedecer a su mandato, era sumamente difícil ganarse la confianza del rey y yo lo había logrado, así que no podía defraudarlo, no me quedó de otra que ceder mis obligaciones de general mientras estaba ausente.
— ¿ Cuántos años tiene ? — Preguntó la señorita.
— Veintiséis años, díez años en el ejército.
Se quedó desconcertada por un momento.
— ¿ Es la mayor de sus hermanas? — Me atreví a indagar.
Se tensó y frunció el ceño como si la hubiese ofendido.
— No, tengo dieciocho, Liliam es la mayor.
— Disculpe, no quise ofenderla.
— No se preocupe, espero que se sienta cómodo aquí, tengo cosas que hacer — Dijo, parecía enojada.
— Muchas gracias.
Salió del cuarto.
Dieciocho, aún era una niña pero parecía mayor que Liliam, no debí decir eso en voz alta.