Corazón De Cristal

Corazón De Cristal

UN HOMBRE EN LA HACIENDA

...SANDRA:...

La última vez que ví a mi hermana Liliam estaba sobre el hombro del rey, siendo obligada a marcharse. Al principio no comprendíamos lo ocurrido, Clara y yo fuimos directamente a confrontar a nuestro padre, quién nos dió una explicación increíble, el Rey Evans había decidido tomar a la fuerza a Liliam como esposa, ambas no podíamos asimilarlo. Clara se alteró y grito, diciendo que era mentira pero mi padre desmintió tan convincente que le creímos. Ninguna se alegró, solo él.

Ambas lloramos por la partida pero más Clara, sabía que el día en que un hombre nos separara una de la otra llegaría pero no pensé que Liliam fuera la primera y menos con el rey, eso significaba que ella sería Reina de Adalania, así que mi padre ya no estaba deprimido, mostró una desconcertante emoción y más cuando un mensajero del rey llegó con unas piezas de oro, le exigí una explicación, le pregunté si había vendido a nuestra hermana para pagar su deuda pero lo negó, dijo que ese era un presente del rey por darle a Liliam.

Me ordenó ir a comprar mucha comida mientras me aventaba una de las piezas, sinceramente no tenía hambre con todo lo que había pasado pero fuí obligada a ir y Clara no quiso acompañarme, no dejaba de llorar, pidiendo a Liliam de vuelta.

Liliam se veía tan aterrada, en manos de ese hombre y yo también lo estaría pero una parte de mí deseó estar en su lugar ya que los siguientes días fueron los peores de mi vida.

Mi padre me obligó a ayudarlo, ya que no estaba Liliam yo tendría que asumir sus obligaciones. Salí de mi zona de confort para trabajar alimentando animales, limpiar y cocinar a los campesinos recién contratados. Por primera vez estuve en los zapatos de Liliam y me percaté de que ella era la más fuerte de las tres.

Rezaba todos los días para que su prometido la estuviera tratando bien, eso era lo único que importaba.

Yo no tenía descanso.

Clara se había vuelto rebelde ante mi padre, no le hablaba y si lo hacía era para reclamar que había sido su culpa que se llevaran a Liliam. Se encerraba en su habitación y solo salía de allí para comer y bañarse, en las noches dormía conmigo. Jamás le gustaba dormir sola en su habitación, Liliam siempre le había hecho compañía.

Mi rutina empezaba antes del amanecer, haciendo el desayuno para mí padre y los diez campesinos contratados. Luego debía lavar toda la ropa e ir a alimentar los nuevos animales comprados, los cochinos, vacas, gallinas y caballos. El primer día el olor me daba náuseas pero tuve que acostumbrarme.

Ya no me quedaba tiempo para pintar, no para cuidar de mi apariencia.

Ya no me molestaba en peinarme, no maquillarme y dejé las zapatillas de tacón para reemplazarla por unas botas trenzadas. Los vestidos que usaba eran los más viejos y los recorté hasta las pantorrillas para que no se ensuciara al caminar por la tierra y el barro.

Creí que podría vivir como Liliam pero no, era débil y patética. Yo era todo lo contrario a ella, era una señorita refinada que solía estar atenta a verse siempre educada y cortés, no se aceptaba ni una mala postura, ni una mala palabra suelta de mis labios pintados de carmesí, menos un gesto grotesco y eso siempre se lo critiqué a Liliam cuando comía con la boca abierta al propósito y se manchaba la barbilla cuando comía como salvaje. Me decía que era libre de hacer lo que quisiera y yo me indignaba por su falta de feminidad y le advertía que no iba conseguir un hombre si seguía así.

No le hizo falta, ya que había conseguido al mejor prospecto del reino, el más poderoso y el más hermoso.

Pero no pasó mucho tiempo para que el rey nos recordara que ahora mi hermana le pertenecía y que su obsequio en piezas de oro debía ser usada correctamente, lo que no comprendí y era sumamente extraño ya que si era un obsequio podía usarse en lo que mi padre quisiera, pudo haber elegido mudarse a Urla y empezar una buena vida pero el rey al parecer le había obligado a usar las piezas para que mi padre recuperara las tierras.

Así que alguien se presentó en la hacienda.

Estaba raspando el musgo del suelo y las columnas del patio con una pala. Agachada, con mi vista en el musgo y mis oído soportando el sonido metálico de la pala al raspar la humedad. Secando el sudor de mi frente con la manga de mi vestido y enojada, gruñendo a menudo cuando salía una cochinilla, una hormiga o un escarabajo de entre el musgo, solté un grito cuando se me subió uno de esos bichos en el brazo.

— Disculpe... Señorita — Escuché una voz detrás de mí.

— Estoy ocupada, siga con sus labores que aún no es hora de almorzar, vuelva después — Dije con irritación, pensando que era uno de los campesinos, otro problema que se había sumado a mi vida era el constante acoso de esos hombres y de sus piropos y miradas lascivas.

— Entonces he llegado en un momento bastante inoportuno, lo siento pero mi presencia aquí es de carácter obligatorio y no puedo irme, tengo una misión y debo concretarla, sino le molesta quisiera tener una conversación con el Señor Cuper¿ Él se encuentra? — Preguntó aquel hombre, su voz era demasiado educada y letrada, un campesino jamás hablaría de esa forma.

Detuve mi trabajo y observé hacia atrás.

Unas botas pulidas negras hasta las rodillas me recibieron, subí mi mirada lentamente. Pantalones de vestir gris junto a una chaqueta del mismo tono y también una capa sobre unos anchos hombros.

Me quedé observando su rostro, era un hombre joven y guapo, de ojos azules y cabello rubio corto, muy bien peinado a un lado, de semblante varonil y esbelto, me observó de forma neutral.

Me levanté de inmediato y por primera vez en tanto tiempo me preocupé de la forma en que me veía, estaba despeinada, seguramente tenía el rostro demacrado y las ropas sucias.

Me sonrojé avergonzada, debía estar horrible, llena di musgo y tierra, pero el hombre no hizo ningún gesto de disgusto sino que se mantuvieron indiferente a mi persona.

Se quedó esperando mi respuesta con rostro de duda.

— ¿ Escuchó lo que dije ? — Preguntó, llevaba una valija en la mano.

— Sí... Disculpe, el Señor Cuper si se encuentra —Recuperé el habla — Pero... ¿ Quién lo busca ?

— Oh, dispense mi descuido, soy el General del ejército real, Itans Dely, a su servicio — Dijo e hizo una reverencia.

Un general sin uniforme, pero su rostro se me hacía conocido, tal vez había llegado el último día que ví a Liliam salir de la casa. Sentí un poco de desconfianza, tal vez ese hombre venía a amenazarnos.

Hice una pequeña reverencia de vuelta.

— Es un gusto General Itans, soy Sandra Cuper, la hija del Señor Cuper — Dije e hizo un asentimiento como gesto de cortesía — Si gusta podemos pasar a la sala de estar, le avisaré a mi padre sobre su llegada.

— Muchas gracias, señorita... ¿ No habrá problema si dejo mi caballo atado al árbol? — Señaló un caballo negro que estaba amarrado al árbol donde Liliam solía comer.

— No, descuide, allí no le sucederá nada.

Lo guié hacia la puerta de la entrada, la abrí e hice ademán con mi mano para que pase.

— Después de usted — Dijo y agradecí, lo guié a la sala, entró con pasos silenciosos y lentos.

— Póngase cómodo si gusta, volveré en un minuto — Avisé y sonrió agradecido, se le hizo un hoyuelo en la mejilla derecha.

Caminé apresuradamente hasta el estudio de mi padre, mientras me acomodaba el cabello y lo recogía en una cebolla. Abrí la puerta sin tocar.

— ¿ Por qué me interrumpes ? — Preguntó sin siquiera molestarse en observarme — ¿ Ya terminaste el trabajo que te pedí?

— Ha llegado un hombre que dice ser el General Itans del ejército del rey y quiere tratar un asunto contigo — Voy al grano.

Mi padre se levantó del golpe con rostro tenso.

— ¿ Lo haz hecho pasar?

— Sí, está esperando en la sala.

Caminó y salió del estudio apresuradamente, lo seguí. El general al vernos se levantó del sofá en el que se había sentado.

Mi padre se acercó y estrechó su mano.

— General Itans, un gusto verlo... Pero... Veo que no lleva su uniforme.

— Tuve que dejarlo guardado en mi valija, temas de discreción.

— Comprendo ¿ A qué se debe ésta grata y repentina visita? — Preguntó mi padre con una sonrisa lame suela.

El hombre se quedó un momento en silencio y me observó. Otro que pensaba que mi padre tenía las mismas costumbres que los demás hombres de familia, mi padre había roto la regla el día que se reunió con el rey a puerta cerrada.

— Siempre hablo cualquier asunto frente a mis hijas, ellas pueden escuchar todo e incluso opinar — Dijo mi padre y el general se notó sorprendido.

— Increíblemente novedoso — Fijo el general con emoción.

Me sorprendió, no se mostró reacio como los demás hombres con los que mi padre hizo negocios en el pasado.

— Señor Cuper, mi presencia aquí es de vital importancia para el rey, él me ha encomendado la tarea de supervisar la administración que le está dando a las piezas, de velar que todo éste marchando según lo tratado — El General entornó una expresión seria.

Entonces no era un simple obsequio.

Mi padre asintió con la cabeza — Me parece excelente que el rey tome esas precauciones, así verá que estoy haciendo las cosas correctamente.

— Temo que debo quedarme un tiempo para el seguimiento.

Por eso traía una valija.

— Excelente, no se preocupe, puede quedarse el tiempo que guste — Mi padre sonrió mientras entrelazaba sus manos con impaciencia, sí, impaciencia por mostrarle al general sus pocos avances.

— Muchas gracias.

— Podemos prepararle una habitación aquí...

— Padre, no hay habitaciones aquí, la única es la de Liliam — Dije sin importarme la presencia del general, se removió incómodo, mi padre me reprendió sutilmente con la mirada — Pero... Hay una anexada afuera, cerca de los establos, puede alojarse allí — Sugerí para aligerar la situación.

— Sandra, eso sería descortés, el General Itans debe estar cansado por el viaje y esa habitación no está en condiciones para ser usada de inmediato — Dijo mi padre — Aprovechemos la que era de Liliam.

— Pero a Clara no le gustará — Susurré.

— Clara no manda aquí y ella tiene que aceptar que Liliam ya tiene una vida a parte.

— No me molesta quedarme en la habitación anexada, con gusto me alojaré allí — Dijo el General Itans.

— Usted debe ser tratado como se debe...

— No se moleste, me alojaré allí — Cortó el General Itans y mi padre asintió a regañadientes.

— ¿ Por qué no seguimos conversando en el comedor? — Pregunta mi padre y me observa — Prepara un almuerzo ligero, el general debe tener hambre.

Tuve que reprimir un gesto de cansancio y molestia.

Me dirigí a la cocina mientras mi padre guiaba al general al comedor.

Clara estaba en la cocina bebiendo agua de un vaso, era raro verla fuera de su habitación pero seguramente tenía sed.

— ¿ Quién es ese hombre? — Preguntó mientras yo empezaba a encender la estufa después de lavarme las manos.

— Es el General Itans, del ejército real.

Clara se tensó, casi escupe el agua, sus ojos se llenaron de miedo.

— ¿ Por qué a venido un perro del rey ? ¿ Acaso también se llevará una de nosotras ?

— No, vino a supervisar los avances de papá y que el obsequio sea utilizado correctamente.

— Sospechoso ¿ Se va quedar?

Estaba asustada y ya conocía el motivo, desde que aquel soldado quiso abusar de ella, la chica parecía temerle a los hombres extraños, especialmente a los uniformados.

No podía imaginarme a Liliam asesinando a un hombre, pero yo hubiera hecho lo mismo, agradecí que los soldados desaparecieron el cuerpo aunque Clara me dió detalles, dijo que Liliam le había clavado una daga en la garganta y que murió desangrado.

— Sí, pero dormirá en la habitación de afuera, no aquí.

— Ay, no esto es el colmo... No voy a dormir tranquila con un hombre del rey aquí...

Me acerqué y le acaricié el hombro.

— Tranquila, no debes temer, yo no voy a dejar que te hagan daño.

— Tú no eres Liliam, quiero que ella vuelva.

Se zafó de mi agarre, no tenía tiempo escuchar sus niñerías. No soportaba que me echara en cara que no era tan valiente y fuerte como Liliam.

— ¿ Comerás con nosotros? — Pregunté mientras colocaba una olla enorme en la estufa, solo iba calentar la carne guisada que había cocinado más temprano.

— Por supuesto que no, voy a comer en mi habitación, esperaré aquí a que termines de calentar la comida.

Le dí una mirada de enojo pero pareció no notarlo y se quedó allí parada. Se había vuelto insoportable y no me ayudaba en nada. Una vez se le había ocurrido la brillante idea, me había propuesto ir a buscar a Liliam y escapar con ella a otra parte pero como me negué se había vuelto pedante.

Traté de explicarle que Liliam tenía su vida a parte con el rey y que así debía ser, que en cualquier momento yo también me iría y luego ella.

Para ser sincera quería que ese día llegara ya, sonaba egoísta pero quería irme de la hacienda.

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Comments

Ori Stea

Ori Stea

en papá de las chicas, viendo desde este punto, es el malo de la historia, porqué se le ocurrió semejante idea para salvar su pellejo y quedarse con la hacienda, no importando mucho a sus hijas 😒 hombres!!

2024-06-03

0

Estef.G 😍😍

Estef.G 😍😍

la verdad es que desde el primer libro no me agrada para nada el papá de las muchachas... se nota lo avaro que es

2024-06-01

0

Rosa Pandui

Rosa Pandui

Que vida tan ruda y triste para esas chicas

2024-05-07

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