Acron Griffindoh y Cory Freud eran vecinos y fueron compañeros de escuela hasta que un meteorito oscureció el cielo y destruyó su mundo. Obligados a reclutarse a las fuerzas sobrevivientes, fueron asignados a diferentes bases y, a pesar de ser de géneros opuestos, uno alfa y otro omega, entrenaron hasta convertirse en líderes: Acron, un Alfa despiadado, y Cory, un Omega inteligente y ágil.
Cuando sus caminos se cruzan nuevamente en un mundo devastado, lo que empieza como un enfrentamiento se convierte en una lucha por sobrevivir, donde ambos se salvan y, en el proceso, se enamoran. Entre el deber y el peligro, deberán decidir si su amor puede sobrevivir en un planeta que ya no tiene lugar para los sueños, sino que está lleno de escasez y muertes.
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Desastre
— Hermano, voy al Play de pelota con Acron— le dice Cory a su hermano Ethan.
—Sabes que mami no te dará permiso.
—Ella está con la señora Marlene, la madre de Acron cosechando los vegetales del huerto y se tomarán mucho tiempo, solo será un rato.
—Te voy a cubrir, pero no te impongas. Deberás darme la mitad de tu mesada.
—De acuerdo.
Era una tarde nublada y tranquila. El sol no ha salido en todo el día, mientras Acron y Cory corrían al parque del barrio que estaba a algunas cuadras de su casa con sus guantes y bates en mano. El polvo del camino se alzaba con cada paso, acompañado por las risas de los demás chicos que se habían reunido para jugar béisbol. El ambiente era relajado, despreocupado. Ninguno de ellos podía prever que esa tarde cambiaría sus vidas para siempre.
—Creí que no vendrías.
—Mi mamá está con tu mamá, pude salir sin que me vea, Ethan me va a cubrir.
—¿Y el señor Elliot?
—Papá está en mecánica con tu papá el señor Daryl, tu papá es muy bueno en mecánica. Vamos debo volver en una hora.
—¡De acuerdo! ¡Vamos, Cory! Hoy no te dejaré ganar tan fácilmente— dijo Acron mientras ajustaba su gorra y sonreía de forma desafiante.
—¡Eso lo veremos! No olvides que mi curva es imparable— respondió Cory con una risa.
Llegaron al play y todos los niños vecinos ya estaban listos para empezar.
El partido comenzó con energía. Los chicos se turnaban para batear y lanzar, compitiendo con entusiasmo. Las carcajadas llenaban el aire mientras intentaban superar a los otros. Acron y Cory, como siempre, se mantenían juntos, su compañerismo inquebrantable.
—¡Lánzala, Cory! —grita una niña sentada en las gradas.
—¡Pónchalo¡
—¡Anotación! —vocifera el que pusieron de árbitro.
—¡Están haciendo trampa! —dice el del equipo contrario.
—¡Esos dos hacen un gran equipo—dice uno de los fanáticos amiguito de los jóvenes.
—¡Sigue así Cory solo nos falta una anotación—le dice Acron!
—¡Ya lo tengo, esta va por ti Acron, me debes comprar helado!
Sin embargo, mientras jugaban, el cielo comenzó a oscurecerse de forma extraña. Una sombra se extendió rápidamente, opacando lo poco que había de sol y sumiendo al parque en una penumbra inquietante. Los chicos detuvieron el partido y miraron hacia arriba. Nubes densas y grises se formaban a una velocidad alarmante, cubriendo el horizonte.
—¿Qué es eso? — preguntó uno de los chicos, dejando caer su bate.
Un sonido bajo y sordo resonó en la distancia, como un rugido que vibraba en el pecho de cada uno. La tierra comenzó a temblar fuertemente, muy perceptible al principio, y suficiente para que todos sintieran el escalofrío de lo desconocido.
—¡Es mejor que nos vayamos!— exclamó Cory, mirando a Acron con urgencia.
Acron no perdió tiempo. Tomó a Cory de la mano y comenzó a correr hacia su casa, dejando atrás a los otros chicos que también huían en diferentes direcciones.
—No te sueltes, Cory. ¡No voy a dejar que te pase nada!— le dijo, apretando su mano con fuerza.
Mientras corrían, el caos se desataba a su alrededor. Personas salían de sus casas gritando, tratando de entender lo que estaba sucediendo. La calle se agrietaba a sus espaldas. Autos chocaban entre sí mientras los conductores intentaban escapar. Los árboles se mecían violentamente bajo un viento que había aparecido de repente. El rugido en el cielo se hizo más fuerte, hasta convertirse en un estruendo ensordecedor.
Una luz cegadora atravesó las nubes, seguida de una onda expansiva que sacudió la tierra con una fuerza brutal. Acron y Cory cayeron al suelo, Acron cubrió a Cory con su cuerpo, mientras que al mismo tiempo se cubren la cabeza cuando los vidrios de las ventanas estallaban a su alrededor.
—¡Acron, tengo miedo!
—¡Cory, levántate! Tenemos que llegar a casa— gritó Acron, ayudando a su amigo a ponerse de pie. Ambos corrieron con todas sus fuerzas, esquivando escombros y personas que corrían en direcciones opuestas. Tuvieron que desviar la ruta e irse por otra calle, por el caos en esa avenida.
Al llegar a la casa de Acron, encontraron la puerta abierta de par en par. Sus padres no estaban. Sigrid, la hermana mayor de Acron, quien ya había llevado a Ethan y a Lisbeth, la madre de Cory, al refugio del sótano, apareció en la entrada del sótano. Sigrid los esperaba en la entrada, con el rostro pálido pero decidido.
—¡Rápido, entren! Papá y mamá salieron a buscarlos junto con el padre de Cory. Ordenaron que si llegaban no saliéramos tras ellos— dijo alarmada, mientras una expresión de preocupación se reflejaba en su rostro.
Antes de que pudieran moverse, un estruendo ensordecedor sacudió la casa. Todo quedó en tinieblas afuera. Una vibración profunda recorrió el suelo mientras el aire se llenaba de polvo y calor.
—¡¿Qué fue eso?!— exclamó Cory, aferrándose al brazo de Acron.
Un meteoro enorme, había caído en algún lugar cercano, arrasando casi con todo en el lugar del impacto. La onda expansiva derribó árboles y provocó incendios que iluminaban el horizonte con un resplandor rojizo. A pesar del aislamiento del refugio, el sonido del desastre era inconfundible. Sigrid tomó a los chicos de las manos y los empujó hacia el refugio.
—¡Vamos, rápido! No hay tiempo que perder.
—¡Oh por Dios, los niños volvieron!— Lisbeth abraza a su hijo mayor Cory y a Acron.
—¡Hermano!—llora Ethan el hermanito menor de Cory—Papá fue a buscarte junto a los papás de Acron.
—Lo sé y lo lamentamos, salimos sin permiso, lo siento mamá.
—No sabían que esto podía pasar mis niños. Mantengamos la calma, se que vendrán en cuanto no los vean en el camino ni en el terreno de juego.
El refugio, construido por Daryl cuando Acron era apenas un niño, estaba completamente equipado: alimentos enlatados, agua almacenada, generadores de energía y habitaciones con literas. Era un lugar seguro, pero también frío y claustrofóbico. Cuando cerraron la puerta reforzada, Sigrid les explicó lo poco que sabía.
—La televisión y la radio están fuera del aire. Solo escuché las alertas antes de que todo se cortara. Algo grande cayó cerca de la ciudad. No sabemos qué tan grave es, pero papá siempre dijo que este refugio era nuestra última línea de defensa. Estaremos a salvo aquí.
—¿Que pasará con nuestros padres?¿Por qué no regresan? No debieron salir por nosotros—dice Acron preocupado.
—No lo sé hermano, solo espero que regresen a salvo. Si no se hubieran ido a jugar esto se hubiera evitado, pero nadie sabía que algo así sucedería, es como dice la tía Lisbeth, no se sientan mal, más bien recemos para que regresen bien—le responde Sigrid.
De repente, Lisbeth ajustó la radio de emergencia que Daryl había configurado para captar señales de la marina. Una voz entrecortada se escuchó: —...impacto confirmado... área devastada... no se acerquen bajo ninguna circunstancia... los equipos de rescate están en camino...
Las palabras llenaron el refugio con un silencio pesado. Los ojos de todos se encontraron mientras procesaban la magnitud de lo que acababan de escuchar. Cory, sentado en una de las literas, miraba fijamente a Acron. A pesar del miedo, encontró consuelo en su amigo, quien nunca había soltado su mano desde el parque.
—Gracias por no dejarme, Acron. No sé qué habría hecho sin ti— dijo en voz baja.
Acron sonrió ligeramente y se sentó junto a él.
—Siempre voy a estar contigo, Cory. Pase lo que pase, lo superaremos juntos. Vas a ver cómo todos entran por esa puerta y estaremos a salvo. El señor Elliot y mis padres deben regresar.
Mientras tanto, en la superficie, el caos continuaba. Elliot, Daryl y Marlene seguían buscándolos, enfrentándose al polvo, el viento y los escombros. Las calles agrietadas con zanjas de hasta diez metros de profundidad, eran un paisaje desolador, con autos abandonados, edificios derrumbados y un cielo que parecía anunciar el fin del mundo.
Dentro del refugio, todos intentaban calmarse. Ethan jugaba con un pequeño rompecabezas que había encontrado en uno de los estantes, ajeno al peligro que acechaba afuera. Lisbeth, aunque nerviosa, trataba de mantener la compostura para no asustar más a los jóvenes.
Ya había caído la noche, mientras todos dormían, el sonido de la radio volvió a romper el silencio: —...evacuaciones en marcha... autoridades locales indican... posible radiación...la atmósfera a sufrido daños, posible daños en la piel.
El mensaje fue interrumpido por un zumbido estático. Sigrid y Acron intercambiaron miradas preocupadas. Sabían que lo peor estaba lejos de haber pasado. En ese momento, la radio de emergencia que Daryl había configurado comenzó a emitir un mensaje. Una voz entrecortada proveniente de la marina informaba de lo sucedido: varios meteoros masivos, de varios kilómetros de diámetro, había impactado en diferentes superficies terrestre, alterando el eje del planeta. Las consecuencias eran catastróficas. Se esperaban cambios climáticos extremos, maremotos y lluvias de meteoritos secundarias. La transmisión se cortó abruptamente, dejando a todos en el refugio sumidos en un silencio sepulcral.
Luego, un fuerte estruendo sacudió la tierra nuevamente. Las luces parpadearon y todo quedó en tinieblas por unos segundos antes de que el generador se activara.
—¡Mama!—solloza Ethan.
—Tranquilo, Ethan. Mamá está aquí.
—¿Qué fue eso?— preguntó Sigrid, temblando.
Acron miró a Cory mientras lo abrazaba y luego miró a su hermana.
—Debe ser la onda expansiva... o algo peor— respondió con voz grave.
En la superficie, una enorme ola de polvo se alzaba, cubriendo todo a su paso. Esta fue seguida por una lluvia continua de meteoritos más pequeños que azotaban la región, destruyendo lo que aún quedaba en pie. Los padres de Acron y Cory, junto con el padre de Cory, no lograron regresar. Habían sido alcanzados por los escombros y la avalancha de polvo. Acron y Sigrid se dieron cuenta de esto cuando las horas se convirtieron en días y no había rastro de ellos.
Lisbeth, la madre de Cory, se derrumbó al saber que su esposo no regresaría. Cory la abrazó, conteniendo las lágrimas, mientras Acron apretaba los puños, jurando que haría lo necesario para proteger a quienes aún estaban vivos.
Con el paso del tiempo, la vida en el refugio se volvió rutinaria. Las provisiones almacenadas por Daryl eran suficientes para sobrevivir uno o dos años, pero todos sabían que eventualmente tendrían que enfrentarse al mundo exterior, un mundo completamente transformado por el impacto. Mientras tanto, trabajaban juntos para mantenerse ocupados: atendían el pequeño huerto que les servía para limpiar el aire del refugio, tenían una pecera con muchos peces los cuales debían alimentar a diario, y podían comer dos a la semana, inventaban juegos, leían los libros que Daryl había guardado y cuidaban unos de otros. Una noche, mientras los demás dormían, Cory se acercó a Acron.
—A veces pienso en cómo será allá afuera... ¿Crees que podamos adaptarnos a ese nuevo mundo?
Acron lo miró con determinación.
—No sé cómo será, pero sé que lo enfrentaremos juntos. No importa lo que venga, Cory. Lo superaremos, lamento haberte arrastrado a jugar pelota, tal vez tu papá no estaría desaparecido al igual que los míos.
—No sabías lo que iba a suceder, no perdamos las esperanza aún. Alguien nos va a encontrar aquí abajo en cualquier momento.
Ambos se quedaron en silencio, mirando la tenue luz de emergencia que iluminaba el refugio. El rugido del viento y el ocasional impacto de meteoritos eran recordatorios de que el mundo exterior ya no era el mismo. Pero dentro del refugio, al menos, aún tenían esperanza.