Valeria era una joven soñadora, la cual deseaba seguir sus estudios en medicina y poder con eso ayudar a las personas; sin embargo, el conocer a cierto hombre y dejarse atrapar por aquel seductor amor, haría que abandonara todo por lo que había soñado y luchado. Entre platos sucios y una triste rutina, sucumbía por haber dejado todo por amor. Decidida a no dejarse enterrar, estando aun llena de vida, intentará luchar para recuperar todo lo que dejó atrás y su primer paso será darse cuenta de lo dañino que ha sido aquel hombre que tanto quiso, ¿tendrá la suficiente fuerza de voluntad para cambiar su propia vida?
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Sinopsis
Después de mí
Valeria Esquivel siempre soñó con ser médica. Desde niña repetía que algún día usaría una bata blanca, que salvaría vidas, que levantaría a las personas del mismo abismo donde ella había visto caer a otros. Era cabezona, apasionada, llena de esperanza. Su familia siempre la imaginó en un hospital, rodeada de libros, con el corazón puesto en su vocación.
Pero la vida la sorprendió antes de tiempo.
Conoció a Elías Montoya cuando aún estaba en la universidad.
Él era un joven estudiante de arquitectura, seguro de sí mismo, inteligente, ambicioso y con una mirada capaz de convencer a cualquiera de que el futuro sería perfecto a su lado. Al principio, Valeria creyó que había encontrado al compañero ideal: alguien que la alentaba, que le prometía estabilidad, que aseguraba amarla con un cariño que parecía infinito.
Se casaron muy jóvenes, a escondidas de todos, creyendo que el amor bastaba para enfrentar el mundo entero. Y fue ahí donde comenzaron a torcerse las cosas. No de golpe, no con gritos ni peleas… sino con detalles tan pequeños, que Valeria tardó años en verlos.
Elías le pidió que dejara sus estudios “solo por un tiempo”, “solo mientras él terminaba la maestría”, “solo hasta que las cosas mejoraran”. Valeria, enamorada, aceptó. Pensó que su momento llegaría después. Que todo sacrificio tenía recompensa.
Pero ese “después” nunca llegó.
Elías empezó a crecer profesionalmente a una velocidad que parecía marearlo a él y apagarla a ella. Ganó reconocimiento, premios, entrevistas, invitaciones a eventos importantes… y en todos ellos se presentaba como soltero. Como si Valeria no existiera. Como si su esposa fuera una sombra escondida entre las paredes de casa.
Mientras él brillaba en público, Valeria se convirtió en la mano silenciosa que arreglaba su corbata, la que preparaba su café, la que se encargaba de la casa, la que esperaba despierta sin que nadie la esperara a ella.
Y lo peor de todo es que ese abandono se volvió rutina.
Valeria dejó de mirarse al espejo. Dejó de arreglarse. Dejó de comer con ganas. Dejó de reír con fuerza. Toda su energía se fue apagando, como una batería que nadie recarga. Sus sueños se quedaron archivados entre libros guardados en un cajón. A veces recordaba su anhelo de ser médica y sentía que le pertenecía a alguien más, a la adolescente que había sido, pero ya no a ella.
Elías no la maltrataba físicamente.
No la gritaba.
No la golpeaba.
Pero la anulaba.
Y eso era igual de doloroso.
La única persona que alguna vez intentó advertirle fue Renata, su mejor amiga desde el colegio. Renata, fuerte, directa, impulsiva, la que siempre había sido como una hermana. Pero Valeria, enamorada y ciega, se alejó de ella poco a poco. Renata le decía que Elías no la hacía feliz, que la estaba encerrando, que la estaba cambiando. Pero Valeria no quería escuchar. No quería admitir que quizás la vida que estaba construyendo era una jaula con paredes invisibles.
Cuando Renata se fue al extranjero por trabajo, Valeria se quedó aún más sola.
Y justo cuando todo parecía hundirla, ocurrió algo que despertó en ella una chispa de vida: un accidente en la calle, una niña atropellada, y Valeria corriendo a ayudarla sin pensar, usando lo que recordaba de primeros auxilios. Sus manos temblaban, su corazón parecía salirse del pecho, pero por primera vez en años sintió que hacía algo que tenía sentido.
Ese instante fue como una bofetada del destino:
“Aún puedes salvar vidas. Aún puedes ser tú.”
La llevaron al hospital con la niña y ahí conoció al doctor Julián Rivas, un médico joven y dedicado, que notó de inmediato la luz escondida en Valeria. Notó lo que ni ella veía: que todavía tenía fuego por dentro. Que aún podía retomar sus sueños. Que no estaba condenada a ser la sombra de nadie.
Pero incluso ese pequeño momento de esperanza se vio