Una Mentira, Que Cambió Mi Vida

Una tarde particularmente difícil, para Mary, ya que en la constructora tenía problemas con unos documentos que Mery y Patricia le cambiaron, pero pronto logro arreglar y entregar los informes a tiempo, la jornada de trabajo había terminado, Mary se fue pronto a la guardería casi corriendo queria ver a su hijo, fue un día muy difícil y su único consuelo era su hermoso niño, llegó con la esperanza de encontrar a Tony esperándola con su sonrisa traviesa, pero en lugar de eso vio a Daniela, su amiga y vecina, sentada en la salita con el niño recostado sobre su pecho, Tony estaba pálido, su respiración era pesada y su frente ardía con fiebre, apenas su amiga la vio, le dijo:

—Me dijeron que no quiso jugar en toda la tarde —acariciando la espalda del niño—, la maestra llamó porque estaba demasiado decaído, pero tú teléfono estaba descargado, y así era, el teléfono de Mary se había quedado sin batería y ella no lo notó, Daniela continuo: y por eso me llamaron a mí, pensé que sería mejor esperarte aquí, ya que el niño al verme se recostó en mis brazos.

Mary sintió un nudo en la garganta, agradeció con un gesto tembloroso y tomó a Tony en brazos, el calor que sintió al tocar su piel la asustó aún más, estaba que ardía.

—Mi amor, ¿qué tienes? —susurró, conteniéndose para no llorar.

Tony apenas levantó los párpados.

—Mami… me duele… —susurró, antes de volver a apoyar la cabeza en su hombro.

Daniela se ofreció a acompañarla a la clínica, pero Mary se negó, ella tomó un taxi y fue directo a buscar a Carlos, era su médico de confianza, todo el camino mantuvo a Tony pegado a su pecho, con la respiración acelerada y los ojos entreabiertos, tenía miedo, un miedo que le oprimía el pecho, uno que no había sentido nunca.

En la clínica, Carlos los recibió al instante, apenas vio la expresión desesperada de Mary, dejo todo lo que estaba haciendo, y fue corriendo a atender al niño.

—Tranquila, Mary, vamos pasen a la sala, vamos a revisarlo de inmediato —dijo con una seguridad que logró sostenerla por unos segundos.

Los siguientes minutos fueron eternos, mientras Carlos revisa al niño, también pedía análisis, solicitaba exámenes y daba instrucciones al personal, las enfermeras corrían de lado a lado, el consultorio era una pasarela de personal.

Mary esperaba afuera, estaba muy desesperada, apenas podía controlar el temblor en sus manos, todo le parecía un sueño, o mejor dicho, una pesadilla, Daniela quien no se quedó tranquila, llegó al consultorio de Carlos, al ver a su amiga muy agobiada la abrazo fuerte y le dijo que todo iba a estar bien.

Después de un par de largas horas, por fin lograron estabilizar a Tony, Carlos llamó a Mary a su oficina, apenas ella entró, notó la preocupación en el rostro del médico, se le veía claramente que tenía una seriedad que la hizo sentir un puñal en el corazón, Carlos lae pidió que se siente y le tomo de las manos, mientras le decía:

—Mary… los exámenes muestran que Tony necesita estudios más específicos—. Hay alteraciones que debemos confirmar, no quiero alarmarte antes de tener un diagnóstico definitivo, pero… es posible que necesite un tratamiento más complejo.

Ella lo miró sin poder respirar, sentía que el mundo se le venía abajo, el piso de pronto empezó a desaparecer, sentía que no tenia de dónde sostenerse, la vista se le nublo y todo se puso negro, Carlos apenas y avanzo a sostenerla, inmediatamente llamó a la enfermera para que le pusiera un calmante, y ordenó que la llevarán a una cama, hasta que se tranquilice, ella se negó, dijo que ya se sentía mejor, y con voz todavía temblorosa pregunto:

—¿Qué tipo de tratamiento, necesita mi hijo?

Carlos bajó un poco la mirada antes de responder.

—Uno que requiere compatibilidad genética, va a necesitar… al padre, se lo necesitará con urgencia, de eso depende la vida del niño.

Mary se puso pálida, ya no podía con tantas malas noticias, una oleada de recuerdos confusos le golpeó la mente, se acordó de la cabaña y todo lo que vivió aquel día… el rostro de aquel joven desconocido al que jamás volvió a ver y lo peor que no sabía nada de él, recordó que con Mónica y Ana lo buscaron pero nunca obtuvieron ni una pista de él:

—Carlos… yo… no sé quién es —confesó con vergüenza y desesperación—, no tengo su nombre, no tengo su teléfono, no tengo nada de él...

Carlos levantó la mirada, sorprendido y asombrado, pero quien era el para juzgarla, pensó y al contrario decidió apoyarla, avanzó hacia ella y tomó su mano con cuidado, y le dijo con un tono suave y lleno de calidez:

—Mary, mírame — vamos a encontrarlo, tengo algunos contactos, te voy a ayudar a dar con él, trata de tranquilizarte, debes ser fuerte por el niño, el no puede verte en este estado.

Mary al principio se negó, pero luego pensó bien y se dió cuenta que no tenía a quien más recurrir, a parte que la vida de su niño dependía de eso, entonces aceptó la ayuda de Carlos, aunque temia enfrentarse a ese pasado tan doloroso que tanto quiso olvidar.

—Carlos, no puedo… no sé por dónde empezar… no sé nada…

—Lo buscaremos juntos —repitió él—, pero lo primero es concentrarnos en Tony, él nos necesita fuertes, ¿de acuerdo?

Mary empezó a llorar, no como un llanto silencioso, sino como uno contenido por demasiado tiempo, Carlos la sostuvo sin hacer preguntas, la dejó llorar hasta que ella pudo volver a respirar.

Esa noche, cuando llegó a casa con Tony dormido en los brazos, Mary sintió que llevaba el peso del mundo sobre los hombros, Daniela quien la acompañaba le abrió la puerta para que ella pueda entrar con el pequeño, lo dejaron recostado en la cama y Daniela solo pudo abrazarla fuerte mientras luchaban por contener nuevas lágrimas.

—Vamos a superar esto —le dijo Daniela, con voz segura— sabes que me tienes a mi, si necesitas algo sabes que cuentas conmigo para todo, somos familia Mary.