Grei Villalobos, una atractiva colombiana de 19 años, destaca por su inteligencia y un espíritu rebelde que la impulsa a actuar según sus deseos, sin considerar las consecuencias. Decidida a mudarse a Italia para vivir de forma independiente, busca mantener un estilo de vida lleno de lujos y excesos. Para lograrlo, recurre a robar a hombres adinerados en las discotecas, cautivándolos con su belleza y sus sensual baile. Sin embargo, ignora que uno de estos hombres la guiará hacia un mundo de perdición y sumisión.
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Capítulo 19 entrega a la sumisión 1/2
Matteo Vannecelli
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No me sentía completamente convencido; sabía que había algo extraño en ellos, y eventualmente me encargaría de descubrirlo. ¿Querer saber más sobre esa empresa? Ellos ya tenían sus propias responsabilidades, y a mis hermanos no les gusta nada el trabajo de oficina. Algo están tramando. ellos son de cuidado. Suelen ser tranquilos, aunque también tienen un carácter fuerte y explosivo, similar al mío. Los gemelos, Luna y yo heredamos de nuestro padre Renzo Vannecelli el trastorno explosivo intermitente, lo que nos caracteriza por arrebatos de ira impulsivos y desproporcionados que pueden resultar en agresividad verbal o física. Por eso utilizamos un medicamento que nos ayuda a controlarlo. Sin embargo, cuando mis hermanos y yo le pedimos a Kira que aplicara sus experimentos, nuestro trastorno se intensificó, lo que nos llevó a aumentar la dosis de la medicación. Esto nos permite llevar una vida normal, si es que se puede llamar así al mundo en el que vivimos.
Después de hablar con mis hermanos y encargarlos de algunos asuntos, se retiraron. Me dirigí a la habitación de Grei. Al abrir la puerta, no la vi en la habitación; al caminar, la observé recostada en el suelo, apoyada en la pared y cubriendo sus piernas. Al levantar una ceja al verla disfrazada de colegiala, me acerqué y ella, al notar mi presencia, se levantó mientras las lágrimas caían por su rostro. Se acercó rápidamente entre sollozos y dijo:
—Matteo, de ahora en adelante haré lo que me pidas. No volveré ser desobediente ni grosera, pero por favor, no me mates. Prométeme que después de la cuarta semana me dejarás regresar a mi país. ¡Júramelo!
Quedé desconcertado ante sus palabras. ¿De dónde sacó que la mataría? Nunca lo había considerado, aunque a veces me enojaba y la queria castigar, pero eso solo se traducía en encuentros sexuales. No me gusta verla llorar. Intenté mover mi mano hacia ella, pero ella apretó los ojos. Pasé mi mano limpiando las lágrimas de sus mejillas y suspiré. La tomé de la mano y la hice sentar en la cama, mientras ella me miraba con temor.
—Grei, no voy a matarte ni a hacerte daño. Mis castigos serán solo sexuales. Pero ambos teníamos un trato, y tú lo rompiste al intentar escapar. Por lo tanto, ya no serán solo cuatro semanas.
Observé cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Apreté los puños; ¿por qué no podía desearme como yo la deseo a ella? ¿Por qué para ella estar conmigo era un castigo? Eso me frustraba, así que intenté sonar sereno.
—Estarás un mes encerrada aquí. Tras ese período, si te comportas y me demuestras que puedo confiar en ti, entonces te dejaré salir; incluso podrás regresar a la universidad. Pero deberás estar conmigo durante seis meses como mi amante. Después de ese tiempo, te dejaré completamente libre y podrás irte del país si así lo deseas. Durante el tiempo que estés conmigo, tendrás todos los lujos que desees. Al finalizar los seis meses, recibirás una buena suma de dinero para comenzar una nueva vida. Pero si vuelves a intentar escapar o le dices a alguien, no tendré más opción que matarte. ¿Lo entiendes?
Ella miró al suelo y permaneció en silencio unos segundos antes de mirarme nuevamente.
—Está bien, acepto —respondió, mientras una lágrima caía por su mejilla.
Pasé una mano por su mejilla para limpiarla y me acerqué lentamente a sus labios, besándola suavemente. Ella correspondió lentamente mientras la recostaba en la cama, empezando a besarla. Mis manos empezaron a acariciar su piel mientras besaba su cuello. Subí una de sus manos, sosteniéndola con ambas manos, mientras mi otra mano exploraba su cuerpo. Sin embargo, segundos después me alejé al notar que solo miraba hacia un lado, quieta, con lágrimas cayendo de su rostro. Respiré con frustración. No quería estar con ella en esas condiciones; deseaba que también ella anhelara estar conmigo, que fuera la mujer que me acompañó en la habitación roja. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta.
—¿Qué pasó, Matteo? —me preguntó con voz preocupada.
Mantuve la mirada en ella mientras se levantaba de la cama.
—Grei, no me apetece estar contigo si te veo llorar de esa manera. Quiero que disfrutes como yo lo hago al estar contigo. Quiero que seas como la mujer que fue conmigo en la habitación roja.
Ella guardó silencio, mirando hacia la ventana. Yo suspiré con frustración y salí de la habitación, bajando las escaleras, cuando su voz me detuvo.
—¡Entonces llévame de nuevo a la habitación roja, amo!