Raquel, una mujer de treinta y seis años, enfrenta una crisis matrimonial y se esfuerza por reavivar la llama de su matrimonio. Sin embargo, sorpresas inesperadas surgen, transformando por completo su relación. Estos cambios la llevan a lugares y personas que nunca imaginó conocer, además de brindarle experiencias completamente nuevas.
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Capítulo 1
Miami, Florida, Estados Unidos.
Después de quince años de casados, las cosas por aquí han cambiado: sexo una vez al mes y gracias, si me arreglo, él no me elogia, son muchas las horas extras en el trabajo, se va de mal humor y vuelve de mal humor.
Me pregunto: ¿cuándo llegamos a este punto? Éramos tan felices, él era un príncipe conmigo. Cuando nació nuestra Emma, fue tan hermoso, él es un padre perfecto, siempre ha estado presente en todo en su vida, ella es la única que hace que él abra una amplia sonrisa, pero en cuanto ella se va, el rostro serio vuelve a ocupar su lugar.
Raquel
—¡Mamá! —Grita desde la puerta de mi habitación.
—Emma, querida, ¡no grites!
—No encuentro mis shorts blancos…
—En el segundo cajón —Digo, abriendo la puerta y ella me abraza.
—Buenos días, mamá.
—Buenos días, mi amor.
—La tía Rebeca ya viene a buscarme...
—Voy a darme una ducha y bajo enseguida.
Voy directo al baño y me doy una merecida ducha, me lavo el pelo. Después de toda mi higiene matutina, elijo un vestido largo con flores amarillas sobre un fondo blanco.
—Mamá, ¡eres tan hermosa!
—Gracias, mi amor. Tú también eres muy hermosa.
—¿Ya terminaste de preparar tu maleta?
—Sí.
—Compórtate, ¿vale? ¿Cuál es nuestra regla?
—No salir sola, no estar con el móvil hasta tarde, la casa de la tía Rebeca no es mi casa, así que debo respetar las reglas de su casa.
—Y...
—Llamarte inmediatamente si surge alguna emergencia —Dice, poniendo los ojos en blanco.
—No pongas los ojos en blanco —Le digo en tono de reproche.
—Ay, mamá, es que todos los veranos me haces decir las reglas.
—Es para que no te olvides —Digo pellizcándole la nariz.
Suena el timbre...
—¡Es la tía Rebeca! —Da un salto de la silla y corre a abrir la puerta.
Salta encima de su tía, que la llena de besos y luego abraza a Sofía.
—Buenos días, tía Raquel —Sofía me abraza.
—Buenos días, princesa. —Le doy un beso en la mejilla.
—Vamos, Sofía —Emma la toma de la mano y ambas salen corriendo escaleras arriba.
Rebeca es mi hermana mayor, tenemos un vínculo muy fuerte, perdimos a nuestros padres cuando éramos muy pequeñas y desde entonces siempre hemos sido todo la una para la otra.
—Raquel, mi querida hermana —Dice, abrazándome.
—¿Cómo estás, hermana?
—¡Estoy hecha una furia! —Dice, sirviéndose café.
—Pero ¿por qué estás hecha una furia?
—¿Te puedes creer que Víctor está saliendo con una mujer mucho más joven? Se podría decir que es su sobrina, un hombre de cuarenta y cinco años con una chica de veinte —Dice enfadada.
—Olvida a Víctor, ya hace un año que os divorciasteis.
—No puedo, y no entiendo dónde me equivoqué para que nuestro matrimonio llegara a su fin.
—Rebeca, hermana mía, siempre has sido una mujer increíble, Víctor no supo valorar eso, el único error que cometiste fue olvidarte de ti misma y vivir solo para complacer y hacer la voluntad de Víctor —Digo y me abraza llorando.
—Ojalá fuera tan fuerte como tú —Dice.
—No soy fuerte, y tampoco sabría cómo reaccionaría si estuviera pasando por todo lo que estás pasando ahora.
—Que tú y Octavio viváis hasta el fin de vuestros días —Dice secándose las lágrimas.
—Eso espero —Digo desanimada.
—¿Por qué lo dices así?
—Aquí está todo igual que te conté hace meses, y no sé, cada vez Octavio está más raro.
—Debe de tener algún problema en la empresa, y hoy que vais a estar solos, deberíais aprovechar para reavivar la llama del amor —Dice de forma divertida y nos reímos.
—¡Estoy lista! —Dice Emma, apareciendo toda maquillada.
—Esa barra de labios es muy oscura, chica —Le digo.
—Mamá… —Replica, haciendo una mueca.
—Solo tienes trece años y esa barra de labios es muy oscura para ti —Digo cogiendo una servilleta y quitándole el exceso de barra de labios de la boca.
—Ahora sí, así está mucho mejor.
Pone los ojos en blanco, esta fase de la adolescencia me va a volver loca. Hace un tiempo era solo una niña de seis años, y ahora es una adolescente, con los pechos creciendo, jerga y mejillas sonrojadas cuando ve al hijo del vecino.
Ahora solo estábamos el silencio y yo, y muchos pensamientos me venían a la cabeza, preguntas sin respuesta, quería entender el por qué de este cambio de Octavio, ¿dónde estaba mi cariñoso marido?, el que me traía flores, el que me llevaba a cenar y siempre me decía lo importante que era para él.
Necesito cambiar esta situación y, pensando en ello, busqué en Google cómo mejorar la relación y, entre tanta información, anoté las más fáciles, siendo:
• Comprar un disfraz.
• Hacer una cena romántica.
• Enviar un desnudo.
Estaba decidida a luchar por mi matrimonio, después de todo son quince años, tenemos una historia, y no puede terminar así. No quiero vivir la ardua lucha de una separación, ¡me casé para vivir hasta que la muerte nos separe!
Tras terminar mi búsqueda, puse en marcha mi plan, calentar la relación, cogí mi bolso y me puse en marcha en mi coche rumbo al sexy shop.
Me moría de vergüenza, a mis treinta y seis años nunca había entrado en un lugar así, y estaba colorada viendo tantas formas y colores de miembros de goma, rosa, negro, blanco, etc.
—Buenos días, señorita, ¿puedo ayudarla? —Se acerca una dependienta muy amable.
—Sí... Yo... Quiero un disfraz —Digo casi sin que me salga la voz.
—¿Qué estilo quiere la señorita? ¿Conejita, alumna, profesora, enfermera, policía, diablilla?
—Ay, Dios mío, ¿tienen todo eso? —Pregunto perdida.
—Y muchos más.
—Quiero uno de cada —Digo.
—¿Desea algo más la señora? Tenemos aceites de masaje de varios sabores.
Ya que estoy aquí y esta dependienta me ha hecho sentir cómoda, voy a ver esos aceites.
—Quiero ver los aceites.
Me enseña varios aceites y me dice el efecto que produce cada uno. Llevo tanto tiempo sin sexo, que solo con que me diga cómo se usa ya me excita.
—Ay, estos dan una sensación de frío y estos calientan.
Ya que quiero calentar la relación, me llevaré todos los que calientan.
—Quiero todos los que calientan.
Mientras compraba, me imaginaba en casa con Octavio, pensando en cómo reaccionaría esta noche. ¿Le gustará? ¿Será este el paso adecuado para cambiar la situación de mi matrimonio? Quiero que funcione, no quiero vivir en un matrimonio de apariencias, de ninguna manera. Deseo nuestra química de antes, quiero revivir el amor que teníamos hace tiempo, que vuelva a mirarme con esa mirada cargada de deseo, que me abrace por sorpresa mientras estoy lavando los platos en el fregadero. Quiero de vuelta a mi marido enamorado.