Eldoria, un reino donde la magia mantenía el equilibrio entre la luz y la oscuridad, se enfrentaba a una antigua profecía: el resurgimiento de una gran sombra.
En el pueblo de Luminara, Anara, una joven con sueños de una torre oscura y susurros ominosos, descubrió que era la Elegida destinada a enfrentar esta amenaza. Su abuela, Meridia, reconoció las señales y la preparó para su misión.
Anara debía emprender un peligroso viaje para restaurar el equilibrio de Eldoria y confrontar la sombra. La batalla entre la luz y la oscuridad estaba por comenzar, y Eldoria necesitaba a su última guardiana.
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la profecía revelada
**Capítulo 1: La Profecía Revelada**
El sol se alzaba lentamente sobre el tranquilo pueblo de Luminara, situado al borde del Bosque Eterno. Sus primeros rayos acariciaban las cabañas de madera y los campos de cultivo, anunciando el comienzo de un nuevo día. Sin embargo, la paz que caracterizaba a Luminara estaba por ser interrumpida.
Anara se despertó sobresaltada, empapada en sudor. Había tenido el mismo sueño otra vez: una torre oscura, envuelta en sombras, y una voz que susurraba su nombre desde las profundidades. Sentía una opresión en el pecho, como si algo invisible la apretara con fuerza. No podía ignorar la sensación de urgencia que la invadía cada vez que despertaba de ese sueño.
Después de vestirse rápidamente, Anara salió de su cabaña y se dirigió a la casa de su abuela, Meridia, una anciana sabia conocida por su conocimiento de la magia antigua y las artes adivinatorias. Meridia había criado a Anara desde que esta era una niña, enseñándole todo lo que sabía sobre el mundo de la magia y la naturaleza.
“Abuela, tuve el sueño otra vez”, dijo Anara con voz temblorosa al entrar en la casa de Meridia. La anciana estaba sentada junto a la chimenea, sus ojos azules, claros como el cielo de invierno, la miraron con una mezcla de preocupación y determinación.
“Ven, querida”, dijo Meridia, indicándole a Anara que se sentara junto a ella. “Es hora de que sepas la verdad sobre ese sueño y sobre tu destino.”
Meridia comenzó a contar una historia que se remontaba a tiempos ancestrales, cuando el mundo de Eldoria estaba gobernado por la magia pura. Existían los Elegidos, guardianes del equilibrio entre la luz y la oscuridad, y cada generación nacía uno con el poder de mantener esa armonía. Sin embargo, una antigua profecía hablaba del resurgimiento de una gran sombra que amenazaría con destruir todo lo que conocían, y de un último Elegido que debía enfrentarlo.
“Eres tú, Anara”, dijo Meridia solemnemente. “Eres la Elegida de la profecía. El destino de Eldoria recae sobre tus hombros.”
Anara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había sentido desde niña que era diferente, que estaba destinada a algo más grande, pero nunca había imaginado algo de esta magnitud. El peso de la responsabilidad la abrumó, pero también despertó en ella una determinación feroz.
“¿Qué debo hacer?” preguntó, con una mezcla de miedo y resolución en su voz.
“Primero, debes entrenar y fortalecer tus habilidades”, respondió Meridia. “Debes estar preparada para enfrentar cualquier desafío. Luego, deberás partir hacia la Torre de la Sombra, el lugar de tus sueños. Allí es donde el equilibrio de Eldoria está en peligro.”
Los días siguientes estuvieron llenos de entrenamiento intensivo. Meridia enseñó a Anara a controlar los elementos: el fuego que podía consumir todo a su paso, el agua que podía dar vida o ahogar, la tierra que ofrecía refugio y estabilidad, y el aire que era libertad y movimiento. También le enseñó a leer los antiguos textos mágicos, llenos de conocimientos sobre hechizos poderosos y maldiciones terribles.
Anara mostró un talento natural para la magia, aprendiendo rápidamente y dominando habilidades que otros tardarían años en perfeccionar. Sin embargo, la sombra de la profecía siempre estaba presente, recordándole que su tiempo era limitado.
Una noche, mientras practicaba un hechizo de invocación bajo la luz de la luna, una sombra se materializó frente a ella. Era una figura oscura, sin forma definida, que susurraba advertencias de destrucción y caos. Anara sintió un miedo profundo, pero también una ira creciente. No dejaría que la sombra intimidara ni a ella ni a su pueblo.
“¡Vete!” gritó, lanzando un hechizo de luz pura que dispersó la sombra en un destello cegador. Pero sabía que esto era solo un presagio de lo que estaba por venir. La verdadera batalla aún estaba por delante.
Meridia interpretó la aparición de la sombra como una señal de que el tiempo para actuar había llegado. Anara debía partir cuanto antes hacia la Torre de la Sombra. “Recuerda todo lo que has aprendido”, le dijo Meridia mientras le entregaba un amuleto protector. “Y recuerda que la verdadera fuerza viene de tu corazón y tu determinación.”
Con lágrimas en los ojos, Anara abrazó a su abuela por última vez antes de emprender su viaje. Sentía una mezcla de miedo y esperanza, sabiendo que estaba destinada a enfrentar grandes peligros, pero también confiada en que podía superarlos. Eldoria dependía de ella, y no fallaría.