Chris es un pequeño que para su cumpleaños número 4 no quiere ningún obsequio. Su padre se preocupa al verlo triste.
-¿Hijo que deseas éste año?
-Lo que deseo no sé si puedas dármelo- las lágrimas en sus ojos lo conmovieron
-Tendras lo que desees Chris, ¿Que quieres?- preguntó confundido
-¿Lo prometes?- secó sus lágrimas y esperó ansioso
-Si hijo- afirmó con seguridad
-Quiero una mamá- su padre tragó grueso
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Capítulo 1 BELÉN CLINT
...BELÉN CLINT...
Tuve la suerte o tal vez la desgracia de crecer en un orfanato. Todo depende del punto de vista de cada ser humano.
No tuve padres, la dueña de éste lugar me contó que me encontraron en la entrada envuelta en una manta vieja pero nadie sabe quién me dejó aquí ni de dónde prevengo.
No tuve la suerte de ser adoptada por lo tanto jamás tuve padres. Mí madre para mí es quien me dió su apellido antes de cumplir la mayoría de edad pero ella estaba ya enferma y murió poco después.
Con el dinero que recibí pagué tres meses de renta en una pequeña pensión y me dediqué a buscar trabajo para comenzar a solventar mis gastos. No podría asistir a la universidad así lo quisiera, no tenía dinero ni conseguía trabajo.
En los únicos sitios donde alguien como yo podía conseguir empleo era en clubes nocturnos para bailar a caballeros de dudosa reputación, algo que no haría jamás en la vida. También como mesera en bares, cafeterías o bien en limpieza en distintos sitios o casas de familia.
Recorrí las calles y conseguí empleo en una cafetería donde nos daban un delantal de color azul y una playera blanca para usar además de un pañuelo que nos sujetara el cabello. Estaba bien con eso ya que no tenía demasiada ropa para ponerme.
Los turnos eran de ocho o doce horas dependiendo del día de la semana que fuera ya que estaba abierto las veinticuatro horas del día. A la noche ofrecían también hamburguesas y algunas comidas rápidas.
El sueldo era realmente bajo pero las propinas compensaban todo lo demás, no tenía más opción que ese sitio o morir de hambre y dormir en la calle así que ponía mí mejor sonrisa e iba cada día dispuesta a trabajar horas extras así sea limpiando el sitio.
Varios hombres me dijeron cosas que me hicieron sentir incómoda, más que nada los clientes nocturnos, de modo que intentaba socializar lo menos posible. Saludaba, tomaba el pedido, entregaba lo que solicitaban, cobraba y adiós.
Una inspección inhabilitó el servicio nocturno de comida rápida así que mis horarios se redujeron así como mi dinero y debí buscar otro empleo para poder mantenerme. Era difícil sobrevivir y pude darme cuenta que la vida que por años tuve era cómoda aunque la maldije varias veces.
Un bar solicitaba mesera así que fui allí y quedé inmediatamente en el puesto. Empezaría esa noche misma, el uniforme consistía en zapatos rojos con tacón de diez centímetros, una falda o pantalón corto pegado al cuerpo dependiendo del día de la semana que fuera y una camisa blanca entallada.
No me gustaba usar ese tipo de ropa, la odiaba más que nada y no sabía caminar con tacones, llevar una bandeja en mis manos sería todo un sacrificio.
Llegué tiempo antes de mí turno para cambiarme de ropa y practicar caminar con los tacones y la bandeja. Me concentré en hacer todo bien o estaría despedida además la paga era buena y me hacía demasiada falta.
Así comencé mí trabajo, recibí muchas miradas que me hicieron sentir desnuda, piropos subidos de tono, propuestas indecentes hasta donde me trataban como una mujer que vendía su cuerpo pero lo mejor fueron las buenas propinas.
Al cabo de un mes de trabajar allí tenía la suerte de tener unos cuantos dólares para mis gastos y podía alimentarme mejor. Decidí que cuando consiguiera un mejor empleo dejaría ese de inmediato porque aunque ganaba bien nunca acabaría acostumbrándome.
Caminar con los tacones por varias horas en un ambiente donde la gente muchas veces se tambalea por ir bebida era un desafío para alguien inexperta como yo. Aveces me sentía más que cansada y llegaba a casa con ampollas en mis pies pero no podía darme el lujo de dejar el sitio.
Así fue como una noche gracias a un ebrio cliente regular me tropecé y lo que llevaba en la bandeja cayó sobre un joven muy apuesto que aparentaba tener unos veinticinco años aproximadamente.
Él me ayudó y me dedicó una sonrisa, me disculpé con él. Lo que menos necesitaba era perder el empleo y así quedarme sin dinero pero fue tan cálido conmigo que me sentí cautivada.
Estaba bien vestido y peinado, usaba el cabello corto, rubio de ojos cafés. Tenía una sonrisa preciosa, largas pestañas, una barba muy prolija y cuidada. Era el hombre más hermoso que creí conocer.
Todo fue por mis malditos tacones. De haber sabido quien sería él y todo lo que me tocaría vivir habría vivido debajo del puente sin siquiera pensarlo demasiado.
Maicol Stuart, así se llamaba. Me deslumbró y yo que no tenía ni la más mínima experiencia en la vida me dejé seducir creyendo que sería mí príncipe azul, el hombre de mis ingenuos sueños, el ángel de la guarda que me sacaría de esta vida donde la soledad era mí fiel compañera. Desgraciadamente no todo lo que brilla es oro y todo ser humano guarda secretos, los suyos eran muy oscuros.
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NOTA DE AUTORA: Ésta es la tercera parte de no soy tu fan. Si no leíste esa novela ni déjame Navegar contigo no te preocupes porque no está relacionada con los protagonistas anteriores, sino que es independiente.
Habrá escenas fuertes por contenido violento y lenguaje inapropiado pero aunque sea una temática dónde la violencia será protagonista inicialmente les prometo que habrá también romance.
Gracias por acompañarme en ésta historia que de momento está en emisión pero habrá actualizaciones constantes.
esta 2da parte muy bella! me encantó. Bendiciones escritora