El silencio puede ser ensordecedor, como dijo algún poeta cuyo nombre ya olvidé. La oscuridad puede ser más cruel que la luz. Y algunas prisiones no necesitan barrotes para ser imposibles de escapar.
Si decidiste abrir este libro, debes saber que estás a punto de cruzar una frontera peligrosa. Aquí, no hay garantía de finales felices, ni promesas de redención. Esta no es una historia de amor común. Es una historia de posesión, dolor y supervivencia.
Las páginas que siguen contienen temas intensos y perturbadores. Aquí nada está suavizado. Aquí nada es fácil de digerir…
Aquí, las cadenas no siempre son visibles…
Aquí, el deseo y el miedo caminan de la mano…
Aquí, nadie sale ileso.
Este libro no trata de cuentos de hadas. No hay héroes ni villanos evidentes. Solo hay supervivencia. Y la línea entre víctima y prisionero, entre pasión y miedo, entre amor y obsesión… es más delgada de lo que parece.
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Capítulo 23
Stefan llevó a Vini al parque de Disney, donde, después de un rato divirtiéndose, fue llamado para resolver un asunto urgente. Dejó a Vini bajo la supervisión de un guardia de seguridad, confiando en que el chico estaría en buenas manos.
Fue entonces cuando Günther apareció. Se acercó al guardia, le entregó algo y lo observó marcharse. Con una sonrisa enigmática, se acercó a Vini.
—¿Quieres volver a Brasil? —preguntó, mostrando el pasaporte de Vini.
Vini se quedó sin entender.
—¿Qué? —respondió, confundido.
—Tienes cinco segundos para decidir: tu vida de vuelta, al menos una parte de ella, o seguir en manos de mi primo. —Günther se alejó, esperando una reacción. Vini, sin saber qué hacer, lo siguió sin pensarlo dos veces.
—Veo que has tomado tu decisión. —Murmuró el hombre, satisfecho.
Enseguida, un coche negro, blindado, se detuvo a su lado. Günther abrió la puerta e hizo un gesto para que Vini entrara. Sin dudarlo, Vini entró. Dentro del vehículo, el hombre le entregó el pasaporte, una mochila con ropa y una cantidad significativa de dinero.
—Sugiero que te cambies de ropa. Así, tardarán unos segundos más en darse cuenta de quién eres. —Günther observó atentamente mientras Vini comenzaba a desvestirse, la mirada del hombre parecía analizar cada movimiento, cada marca en el cuerpo del joven.
—¿Qué quieres a cambio? —preguntó Vini, intentando entender la motivación del hombre.
—Nada. —Respondió Günther sin dudar.
—¿Por qué estás haciendo esto? —cuestionó Vini, incrédulo.
El hombre suspiró, como si estuviera compartiendo un peso antiguo.
—Stefan me quitó a la única persona que amé y que me amó. Y lo hizo de una forma cruel. Decidí devolver el favor y quitarle algo que valora.
Vini se quedó en silencio por un momento, intentando asimilar lo que decía. “¿Valora? ¿Dónde?” pensó, sin entender. Günther percibió la duda en la mirada de Vini.
—Está obsesionado contigo. Debe estar desesperado buscándote ahora. —Dijo Günther con una calma desconcertante.
—¿Y por qué no me mató? —preguntó Vini, con la voz llena de temor y desconfianza.
—Si te matara, Stefan se conformaría más rápido. Quiero que sufra. Quiero que sufra por no poder encontrarte. Ahora, escucha bien, después de hacer el check-in, ve directo al avión e intenta ser lo más natural posible. Cuando llegues a Brasil, encuentra un lugar de difícil acceso, un lugar donde nadie pueda encontrarte. Usa ese dinero para recuperarte. No dejes que Stefan te atrape. Las noches que pasaron juntos parecerán un juego comparado con lo que te hará si te encuentra. Estoy haciendo lo que puedo para encubrir tus rastros.
Günther echó una última mirada a Vini antes de que el conductor abriera la puerta. Vini, aún aturdido por las palabras del hombre, salió del coche, acompañado por el conductor, y se dirigió al mostrador de check-in.
Al abordar el avión, Vini sintió una mezcla de alivio y miedo. No sabía lo que el futuro le reservaba, pero una cosa era cierta: estaba más lejos de Stefan de lo que jamás imaginó.
Mientras tanto, en el parque, Stefan comienza a notar la ausencia de Vini y, tomado por una desesperación creciente, inicia una búsqueda frenética. Camina de un lado a otro, con los ojos recorriendo el lugar en busca de cualquier señal del chico. En medio de su búsqueda, una mujer se acerca. Con maquillaje pesado y ropa provocativa, claramente trabaja como prostituta.
—¿Estás buscando a alguien, guapo? —preguntó ella, observando la expresión afligida en el rostro de Stefan.
Él duda por un instante, pero, sin tiempo para juicios, responde:
—Sí, un chico que estaba conmigo... ¿lo has visto?
La mujer hace un gesto con la mano, pidiendo algo a cambio. Sin pensarlo dos veces, Stefan saca algunos billetes de la cartera y se los entrega.
—Ahora recuerdo, sí —dijo ella, doblando el dinero y guardándolo en el escote—. El chico entró en un coche elegante. Iba acompañado de un hombre que... bueno, se parecía un poco a ti.
El corazón de Stefan se dispara. Saca el celular y muestra una foto de Günther.
—¿Era él?
La mujer confirma con un asentimiento.
—Exacto ese. Él tenía un documento en la mano, parecía un pasaporte. Es todo lo que sé.
Stefan rechina los dientes, la ira desbordándose en sus pensamientos. Murmura un agradecimiento seco y sale en dirección al coche, ya llamando a sus hombres.
—Vamos al aeropuerto. Ahora. —Su voz es fría, casi mortal. Por dentro, él hervía. “Voy a matar a ese hijo de puta de Günther. Y Vini... ah, Vini no pierde por esperar”, pensaba, mientras ajustaba los detalles de lo que haría a continuación.
Al llegar al aeropuerto, Stefan aborda a uno de los guardias de seguridad que trabaja para él, mostrando la foto de Vini.
—¿Ha visto a este muchacho?
El hombre mira atentamente y asiente.
—Sí, señor. Ya ha embarcado. ¿Desea que lo saque del avión?
Stefan casi dice que sí, pero una idea más cuidadosa cruza su mente. Con una expresión fría y calculadora, da nuevas órdenes:
—No. Quiero que coloque a algunas personas mías en ese vuelo. Deben vigilarlo todo el tiempo, pero sin llamar la atención. Él no puede darse cuenta.
El guardia confirma la orden.
—Sí, señor.
Stefan observa el movimiento en el aeropuerto, con la mandíbula trabada. Cada paso estaba siendo planeado. Esta vez, Günther no saldría impune, y Vini entendería muy bien con quién estaba lidiando.
Pero, por ahora, dio la vuelta y se fue a casa.