La boutique de Joanna y Lucía abriría sus puertas pronto, y faltaban algunos detalles para que todo estuviera perfecto, por lo que se arreglo un viaje en familia. Otto y Max irían con el sastre para confeccionar ropa nueva y adecuada para Max, este chico era un LeBlanc, por lo que Otto no se permitiría tratar con desprecio al hijo del que fuera su mejor amigo junto con el emperador. Si antes lo tenía en alta estima por su valentía, ahora lo trataría como a otro hijo, entre el y Matthew solo el apellido tendrían diferente. Ya le había ido a informar al emperador que había encontrado al hijo de su mejor amigo, y sólo esperaba que Matthew llegara para presentarlos ante el emperador, quien tenía esperanzas que ambos muchachos fueran amigos de su heredero William, pues tenían la misma edad. Otto y el emperador tenía grandes esperanzas en Max y Matthew, y estos no los decepcionarían. El emperador sabía lo difícil que era su puesto, y sabía también que tener buenos amigos que lo apoyaran en sus decisiones y le hicieran ver sus errores, le haría bien a su hijo mayor.
Joanna iría arreglar asuntos pendientes en su tienda, y Emma quería pasear un poco y conocer más la ciudad. Ese día iba en el carruaje junto a su abuela y Annie, que llevaba una bolsa de cuero con la asignación de Emma, listas para comprar cualquier cosa maravillosa que encontraran.
En otro carruaje iban Otto y Max, platicando sobre las aspiraciones del chico respecto a su profesión futura. Este le dijo al marqués que estaba interesado en la justicia y las leyes, y que también quería ser parte activa en el ejército. Otto estaba de acuerdo con el chico, y lo alentó a seguir ese camino, diciéndole que siguiera estudiando y entrenando como hasta ahora, que le conseguiría un entrenador para las diferentes armas, y para cuando llegara Matthew podrían ser compañeros de juegos y estudio. Max estaba nervioso por la llegada del heredero del marqués, pues había escuchado mucho de él, sobre sus talentos y su carácter, solo esperaba tener una buena relación con él y no decepcionar a la familia Rocher.
Desde que la familia de Emma se enteró que los LeBlanc lo adoptaron, lo siguieron tratando con la misma amabilidad de antes, pero se mostraban más curiosos respecto a cómo había sido su vida con la pareja y también le contaron muchas historias y anécdotas divertidas de sus padres siendo jóvenes. Resultó que Yves tenía un título de Duque, pero que renuncio a él y se lo sedió a su hermano, pues el ya era muy rico, y no le interesaba nada más que cuidar a su esposa y tener un hijo con ella. En sus cartas con el marqués, decía que estaba muy contento con su esposa e hijo, que tenía una vida tranquila como gobernador de la ciudad en las montañas, y que no había nada que lo hiciera más feliz que eso. Max era feliz de que sus padres fueran amados y recordados por sus amigos. Su tío, el actual Duque LeBlanc tenía mala reputación y se decía que el había heredado todas las posesiones de su difunto hermano, pero Otto dijo que no era propio de Yves dejar desamparado a su hijo sin dinero ni propiedades, por lo que investigaría atentamente para hacer justicia a su amigo e hijo. A Max no le importaba ese dinero, pero no quería que su tío malgastara el trabajo de toda la vida de su padre.
Cuando llegaron a la ciudad Joanna se dirigió a la boutique, que estaba siendo tapizada con papel cuando llegó, los escaparates estaban colocados y en las enormes ventanas se podía leer en letras doradas "Boutique Glamour: vestidos para toda ocasión". Ya se habían repartido las invitaciones, y se esperaba que la inauguración fuera todo un éxito. Lucía le había enseñado a las trabajadoras como tomar medidas adecuadamente, y ella supervisaba la fabricación de los vestidos, incluso habían contratado a una chica que estudio diseño, con la que Lucía se hizo amiga, y compartían ideas sobre las nuevas tendencias y bocetos para las damas.
Emma le avisó a su abuela que iría a comprar unas cosas, por lo que esta acepto con la condición de que no dejaría la cuadra, cuando terminara sus asuntos en la boutique podrían pasear. Emma fue a comprar caramelos, que compartió con Annie, la doncella ya estaba en la pubertad con sus 14 años, por lo que era más recatada y taimada que la desenfrenada Emma. Fueron a una librería, donde consiguieron unos libros de recetas de cocina, repostería y modales en un banquete y fiestas de té. Aunque no parecían grandes libros, a Emma le gustaba la cocina, y quería saber los métodos de esa época para preparar alimentos, especialmente los postres, y tampoco quería hacer el ridículo si la invitaban a una comida o una fiesta de té, era mejor estar preparada. Tomo dos libros más, uno de romance para Betsy, y uno de plantas y sus usos médicinales para Justin. También vio una joyería, donde compró unos aretes para su doncella Annie, que ahora era su amiga, un broche para la abuela y unos gemelos para su padre. Pasando por una tienda sin nombre, vio unas dagas especiales para colocar en las botas de los caballeros. Compró dos, uno para Max y otro para Matthew, al igual que dos pañuelos uno rojo y otro azul. Cuando terminaron de comprar, llevaba los brazos llenos y la bolsa más vacía, pero muy feliz de obtener tantos obsequios para sus seres queridos. Antes de regresar con la abuela, llevaron todo a su carruaje, pues no querían ir muy cargadas.
Max había ido al sastre junto al marqués Otto, quien en la tienda se encontró con muchos amigos y conocidos, y a todos lo presentó como Maximiliano LeBlanc, hijo de Yves LeBlanc. Max estaba verdaderamente avergonzado por la atención que obtenía de esos hombres tan elegantes, acostumbrado a la soledad y el silencio, se sentía ahogado, pero también apreció las intenciones del marqués por presentarlo a tantos hombres ricos y nobles, para formar sus propias conexiones con el tiempo. Max también se sorprendió por la cantidad de cosas que el marqués había comprado para él, desde pañuelos, camisas y trajes completos, hasta corbatines, lociones y ropa interior. También le mandó a hacer unos trajes de gala a medida. A pesar de que ya le habían dado una asignación mensual superior a la de Emma, el conde pagó todo, pues consideraba que era lo menos que podía hacer por el hijo de su amigo. Max se excusó con los caballeros y el marqués diciendo que quería ir a la librería por unos tomos que le interesaban. En realidad quería ir a la joyería y buscar un regalo para Emma, como promesa de que siempre contaría con él, aunque el ya había decidido que se entregaría en cuerpo y alma a su felicidad, tales palabras podrían asustar a la niña, así que se limitaría a darle un regalo para sellar su pacto. Cuando fuera mayor la cortejaría formalmente, y esperaba que su familia aprobara sus intenciones.
Una vez en la joyería, Max vio una gran variedad de joyas con piedras preciosas y diseños muy elaborados, aunque eran hermosos y muy valiosos, considero que no eran adecuados para Emma, esas joyas eran elegantes y refinadas, cuando ella era libre y alegre. Vio algunos broches también, pero los diseños tampoco eran adecuados para la niña, así que salió de ese lugar, buscando algo adecuado para la niña de sus ojos. Recorrió cada tienda que tuviera cosas interesantes, pero nada era lo suficientemente bueno para Emma, cuando se dio por vencido en su tarea e iba a la biblioteca, vio a una gitana con una mesa plegable y muchas joyas y artículos raros sobre un terciopelo rojo. Cuando se acercó a ver lo que ofrecía, la mujer preguntó:
- Buscas algo para tu enamorada, ¿verdad, chico? -Max asintió avergonzado- Bien, tengo anillos, pulseras, collares... -la gitana vio directamente a los ojos de Max y sonrió ampliamente- esos ojos... tu alma a viajado y sufrido mucho para que estés aquí. Hace no mucho, una chiquilla con esa misma mirada también vino aquí, pero ella sí sabe lo que fue antes de ser lo que es ahora.
Max creía que la mujer estaba loca, por lo que le agradeció por su tiempo y estaba a punto de retirarse cuando la mujer lo detuvo.
- No tengas miedo, chico, no estoy loca tampoco. Ella tendrá que elegir entre amarte a ti y lo que fue, dos amores completamente reales y puros, y no será fácil hacer la elección, así que dale tiempo. Tu destino estaba escrito, pero cuando ella apareció cambió por completo, se paciente y no temas -la gitana sacó una caja de madera negra, con el mismo tipo de runas que su arco-. Este collar tiene un hechizo, si lo regalas a la mujer que amas, y ella corresponde tu amor, en el momento que acepte sus sentimientos por ti sus destinos se entrelazaran por toda la eternidad, terminaran juntos pese a todas las adversidades, pues su amor será más fuerte que nada -la gitana sonrió de lado-. Por su puesto, si ella no te ama de vuelta, o tu amor no es real, el hechizo no tendrá efecto, y ella podrá encontrar a quien la ame de verdad...
- ¿Cuanto cuesta? -preguntó Max, aunque no estaba seguro que lo que dijera esa mujer fuera verdad, era tentador poder asegurarse de que estarían juntos pese a las adversidades.
- No tiene precio. Tu debes dar lo que consideres apropiado.
Max iba a pagar con el oro dado por el marqués, pero recordó las cinco monedas de plata que llevaba el día que conoció a Emma, y sin pensar le dio el dinero.
- Ah, eres un romántico. Dinero ganado con tu propio esfuerzo, además de ser testigo del día en que sus destinos se encontraron por primera vez. Me agradas, chico, y toma estos aretes, le combinarán al collar.
Max tomó los aretes de perlas que le dio la gitana y los colocó dentro de la caja negra, dentro, sobre terciopelo morado, había un hermoso collar de perlas, ahora era probable que le quedara un poco grande, pero con los años, le quedaría como una gargantilla, además de que tenía unos aros para controlar la longitud del collar. Feliz, Max se despidió de la gitana y se dirigió a la librería por unos tomos de estrategias militares y leyes. Al ser alumno de James Lewis, estaba preparado en las ciencias comunes, por lo que quería profundizar en sus interés profesional. También vio un libro sobre las costumbres y tradiciones del imperio, y los reinos vecinos. Emma decía que quería viajar al rededor del mundo, por lo que decidió comprárselo y llevarle un cacho del mundo hasta ella.
Cuando Otto y Max se encontraron, pasearon un poco más para mostrarle la ciudad a Max y los principales caminos. Le presento a tanta gente que apenas y podía recordar a tantas personas. Cuando era hora de comer, recogieron a Jonna y Emma para ir a un restaurante, y volver a casa antes del anochecer.
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