Habían pasado cinco días desde que Emma despertara en este nuevo mundo, y dos desde que habían azotado a Loretta. Betsy y Justin ya no eran sirvientes, sino que eran invitados de la mansión, y su padre había contrado instructores privados para que los tres aprendieran en casa. En esta nueva vida, Emma estaba dispuesta a aprender todo lo que pudiera, necesitaba ser fuerte y poderosa para poder a encontrar a Jack y tener un futuro juntos, aunque ahora tenía el apoya de su abuela y padre, no se podía confiar. Loretta y Chantal ya no vivirían mucho tiempo en su mansión, pero definitivamente buscarían venganza por lo ocurrido, su vergüenza ante el hecho de ser azotada frente a los sirvientes era algo que Loretta recordaría. El príncipe aún era un problema, pues aunque no se conocían aún, seguramente trataría de acercarse a ella con malas intenciones en el futuro.
Betsy le pidio a Emma que la acompañara a la casa de huéspedes, pues su madre quería tomarle medidas para hacerle un vestido. Lucía y Joanna se hicieron socias para abrir una boutique, y ya que Lucía tenía un talento natural para la costura y el bordado, era un proyecto que la ilusionaba mucho. Le quería hacer unos vestidos a Emma porque Betsy le confesó a su madre que Emma había hablado con su abuela sobre los actos de Loretta. Cuando iban de regreso a la mansión, Justin quería jugar con las chicas, pero ellos no tenían ganas.
- Eres una aburrida Betsy, mejor iré a buscar a Maximiliano, quizá el quiera jugar conmigo -luego de decir esto, Justin se fue corriendo.
"Maximiliano, por su puesto, ¿cómo me pude olvidar de él? El será el mejor amigo de William, un general de gran éxito y alto estatus, aunque tenga una mala reputación será un hombre leal, si somos amigos, en el futuro el podrá ayudarme a buscar a Jack, si lo tengo como respaldo, mi vida será más fácil".
Emma se dirigió junto a Betsy a la cocina. Las cocineras estaban dando vueltas y preparando los deliciosos manjares que se darían durante la comida. En el ajetreo le preguntó a las sirvientas quién le llevaba la comida a Maximiliano, pues cuando comían todos en la mesa el nunca estaba presente.
- Se turnan, no hay nadie en especial -dijo la jefa de la cocina.
- Hoy se lo llevare yo, quiero mostrar mis respetos por haber salvado mi vida. Recién puedo pararme y caminar a gusto, por lo que es tiempo de que me presente formalmente.
- Cuando este listo le llamaremos señorita.
Emma se quedó observando como preparaban la comida, consistía en una lasaña, ensalada, sopa de verduras, agua, néctar de durazno y de postre empanadillas de nata. Cuando la bandeja estuvo lista, Emma insistió en cargar la bandeja ella sola, y aunque con cierta dificultad logró llegar a la puerta y habló:
- Joven Maximiliano, he venido a dejar su comida -esperó pero nadie respondía, así que volvió a llamar-- ¿Joven Maximiliano?
Emma estaba a punto de irse, cuando escuchó un fuerte golpe dentro de la habitación, dejó la bandeja en una mesa cercana y aporreo la puerta, pero nadie respondía. Corrió hace el salón y encontró al mayordomo, y le dijo lo que pasaba en la alcoba de él joven. Ni tardíos ni perezosos se dirigieron nuevamente a la alcoba, y el mayordomo abrió con sus llaves la habitación. Emma se encontró allí a un joven alto tirado inconciente en el piso, el mayordomo lo levantó y se dio cuenta que tenia fiebre.
- Señorita, quédese un momento, iré a buscar a su abuela y al médico. Grite o mande a una sirvienta de ser necesario.
Emma asintió y se sentó junto al joven Maximiliano, debía tener unos 12 o 13 años, pero era alto para su edad. Escuchaba como trataba de decir cosas en su delirio, pero no entendía que.
- No temas, yo te cuidaré, vas a estar bien -Emma trataba de consolar al chico mientras acariciaba su mano.
- Emma... Emma... No te vayas Emma... - decía entre susurros el joven
No lo podía creer, el era su Jack, no, debía estar confundida, Maximiliano conocía a Emma porque el la había salvado antes, el no podía ser su Jack.
- No me iré, aquí estoy. Pronto vendrá el médico -Emma le habló suavemente hasta que volvió a estar traquilo.
Cuando el médico llegó y reviso a Maximiliano, dijo que era posiblemente un resfriado causado por la fatiga extrema. El joven se estaba exigiendo demasiado así mismo, entrenando todo el día y estudiando toda la noche. Por lo que recomendó reposo absoluto para el chico.
Joanna no dejó que su nieta cuidara personalmente al joven, pese a las constantes súplicas y el recordatoria de que ella hubiera muerto de no ser por el, Joanna se mantuvo firme, y únicamente permitió que lo fuera a visitar . Emma visitaba al enfermo seis o siete veces al día, se quedaba un cuarto de hora cada vez, y luego se iba a hacer alguna otra cosa.
Al segundo día de estar acostado, Maximiliano despertó, había escuchado una voz diciéndole que lo cuidaría, y su rostro se parecía al de la chica de sus sueños. Emma. Recientemente se había sentido ansioso, cada noche tenía sueños con esa chica, escuchaba su voz y podía ver claramente su sonrisa, también sientio sus labios cuando se besaron, ella lo llamaba, pero no le decía Maximiliano, sino otro nombre. Lo que al principio eran hermosos sueños, se convirtieron en pesadillas, la sangre estaba por todo su rostro, y las lágrimas mojaban sus mejillas, el la cargaba en brazos pero no la podía salvar, quería correr, pero no podía, solo la promesa de volverse a encontrar salía de los labios de ella, su sonrisa triste desgarraba su corazón. Por eso, cada día, trabajaba hasta el cansancio, así esos sueños no invadían su mente, cada vez que la veía acostada en la nieve y llena de sangre creía que iba a enloquecer. Aquel día, cuando iba de regreso después de trabajar en el campo, vio a ese hombre ser perseguido con una pequeña niña en brazos, al verla le recordó a la chica de sus sueños, y sin darse cuenta, ya estaba defendiendola de los hombres que la querían secuestrar. Después se enteró que eran el marqués Rocher, y su hija Emma. Cuando Otto Rocher se entero que era un chico huérfano, le propuso criarlo, le daría educación y cobijo, pues estaba sumamente agradecido por haberles salvado en un momento crítico. Maximiliano no consideraba que su escasa ayuda fuera merecedora de tanta bondad por parte del marqués, pero este le insistió, y aseguró que el lo cuidaría como a un hijo más.
La puerta de su habitación se abrió, y entró una niña de ocho años, cabello negro y ojos púrpuras, con un vestido lila que resaltaba sus ojos. Ella corrió hasta su cama.
- Mucho gusto, vengo a presentarme y saludar a mi salvador - dijo la niña con una pequeña y graciosa reverencia-, me llamo Emma, Emma Rocher -sonreía cuando terminó de hablar.
Esa sonrisa, era igual a la de la chica de sus sueños, Emma. ¿Podría ser su Emma?
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Comments
Mery Peña Sangama
Se volvieron a encontrar en esta nueva vida 😭😍😍😍
2022-03-03
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