Los sentimientos de Max

Cinco días más habían transcurrido en los que la relación silenciosa de ambos había progresado gracias a las tardes en los jardines, y Emma ya había terminado su pintura, sólo quería darle los detalles finales y presentarle su trabajo a todos. La pintura era muy realista, se podían ver bien la expresión de concentración de Máx mientras leía, y en el dibujo se veía muy cómodo en el suave sillón, lo había dibujado con el corredor de la mansión como fondo, y una mesa con libros y una tasa de té aún lado suyo. No dibujo flores, tan sólo algunas enredaderas, pues quería que lo principal fueran las facciones de Máx.

El día que terminó el dibujo le envió una nota a Máx para invitarlo a su habitación al día siguiente para ver su retrato e indicarle si quería algún cambio. Esa noche descansó plácidamente y tuvo un sueño profundo. Por primera vez desde que había llegado, soñó con Jack y la noche en que ambos murieron; el dolor rasgaba el alma de Emma y cada que quería buscar el rostro de Jack no lo lograba, hasta el final, después de que la besó vio a Jack, pero no era su rostro, sino el de Máx.

Entre sollozos y lágrimas, Emma despertó sudando a mitad de la madrugada. Recientemente se había enfocado en hacer el retrato de Máx, y casi no había pensado en Jack, cuando el había muerto intentando salvarla. No se permitiría nunca olvidar su rostro, pues había prometido encontrarlo nuevamente. No sabía si Jack se acordaría de ella, o si había renacido sin saber sobre su vida pasada, tampoco sabía si estaría viviendo una buena vida o no. Tomó una hoja de las que había comprado recientemente al igual que algunas láminas de carboncillo y se encaminó a su escritorio. Toda la madrugada hasta que salieron los primeros rayos de sol, Emma estuvo plasmando el rostro de Jack tal y como lo recordaba: las cejas pobladas, el pelo revuelto, el brillo de su mirada y su hermosa sonrisa, era un bello rostro. Emma pensó que sería conveniente hacer un retrato para el, donde pudiera plasmar el color y matices de sus rasgos con mayor profundidad, pero mientras tanto, se aseguraría de conservar ese dibujo como un gran tesoro.

Cuando su nueva doncella, Annie, tocó la puerta, Emma dejó el dibujo en su escritorio, asegurándose que nada lo pudiera manchar, luego se dirigió junto a Annie para bañarse, pues sus manos y cara estaban manchados de carbón. Cuando estaba en su vestidor poniéndose un bonito vestido azul cielo, alguien tocó la puerta, era Máx, que venía a ver su retrato. Emma se vistió a toda prisa, pues quería saber la opinión de Máx. Inmediatamente lo hizo pasar, y le mostró el retrato que aún estaba sobre la base de madera y al costado de la ventana, para que pudiera observar bien su dibujo.

Si Máx era sincero, no tenía altas expectativas sobre el trabajo de Emma, no porque no creyera que fuera alguien talentosa, sino porque era aún era muy joven. Estaba listo para mentir y tragarse sus malas críticas para complacer a Emma, pero lo que vio lo dejó asombrado. En el dibujo estaba él recostado en ese sillón del corredor, se veía cómodo y concentrado, no parecía enojado ni aburrido como parecían todas las personas en los retratos que había visto. También notó los detalles del dibujo, las ondulaciones de la ropa y el unidmiento del sillón, la forma de sus manos era idéntica, había dibujado incluso una pequeña cicatriz que tenía encima de la ceja. Lo más llamativo para él eran sus propios ojos, había algo en su mirada, no sabía que era, pero le gustaba esa expresión y brillo, ¿de verdad el se veía así?

- Y bueno, dime que piensas -preguntó Emma nerviosa.

- ¿De verdad tú lo dibujaste? -aún incrédulo, Máx debía preguntar por tan excelente trabajo.

- Claro que sí, tonto, ¿acaso no me viste pintar todas las tardes? -pregunto Emma mitad enojada y mitad complacida.

- Bueno, si te vi, pero tenía que preguntar, esto es magnífico, ¿cómo una niña tan pequeña podría hacer algo así?

- Bueno... -Emma no había pensado en ese detalle. La verdadera Emma era alguien bondadosa, pero muy tonta y sin ningun talento-- verás, tuve un sueño, un hada me visitó y me dio un don para las artes, desde entonces me gusta escribir poesía, pintar y cantar.

- Creo que deberías llamar a los marquéses, les encantará tu dibujo.

Emma salió corriendo y llamó a su abuela y padre para que apreciaran su trabajo. Cuando ambos vieron lo talentosa que era Emma se pusieron extremadamente felices, la marquesa consideraba que sería una dama de grandes talentos y que era necesario instruirla en todas las artes posibles, por su parte, el marqués creía que su hija al tener tanto talento, merecía un premio. Mientras ambos formaban planes en su cabeza y pensaban en instructores calificados que sacaran todos los dones de Emma, Máx se retiró de su retrato y posó los ojos por la habitación de la niña hasta llegar a su escritorio, donde sobresalía una hoja blanca con un dibujo hecho en carbón. Al principio Máx creyó que se trataba de él y se puso feliz, pero cuando se acercó otro poco, se dio cuenta que era alguien más, se le hacia conocido, pero no sabía donde lo había visto antes. El rostro de ese joven hombre era muy apuesto, parecía ser mayor, 18 años tal vez, pues su mandíbula cuadrada y sus rasgos afilados no eran propios de un niño. Máx apretó los puños de rabia al pensar que Emma estaba enamorada de ese tipo, tal vez era el hijo de algún amigo de su padre, o algún hombre rico y noble. Si lo pensaba con cuidado, la personalidad alegre de Emma iba más acorde con la cálida sonrisa del estúpido tipo del dibujo. Entristecido, Máx relajó las palmas de su mano: Emma era una niña muy linda, y algún día seria una dama hermosa y con muchos talentos, también era divertida, alegre y bondadosa. Aparte de sus muchas cualidades personales, era la preciosa hija de un marqués, en algún punto de su vida, más temprano que tarde seguramente, tendría una fila de pretendientes esperando para que ella los volteara a ver. Y el no era nada más que un simple chico, cuyos padres biológicos habían dejado tirado una fría noche de invierno, con nada más que un collar. Máx no tenía nada para ofrecer a nadie, y el no era tonto, sabía que si daban a escoger al marqués entre tener a un yerno como él y otro noble o rico, elegiría al que le diera más beneficios a su hija y le asegurara un porvenir.

Máx se dio cuenta que sus sentimientos por Emma no eran normales. El conocía a otras chicas, incluso chicas mayores que le habían coqueteado por ser alto y atractivo, pero solamente sintió repulsión por ellas. Aunque Betsy le agradaba, la consideraba su amiga, era amable y nunca se portó de manera incorrecta con él, siempre era cortés pero no cariñosa, ni el tenía la necesidad de hacer algo así por ella. Pero todo de Emma era diferente: ella lo trataba bien y con felicidad en su mirada, respetaba sus silencios y lo acompañaba con cuidado, también se había preocupado por su salud y trataba de darle ánimos en todo. Siempre decía que el sería un hombre de gran éxito y mostraba plena confianza en eso, como si tuviera la completa certeza en que pasaría. Tomó entonces la decisión de ser el hombre que Emma esperaba que fuera, no importaba cuánto trabajo tomara ni lo difícil que sería, él sería la primera y mejor opción del marqués Rocher para casar a su hija, y aunque sabía que Emma era una niña y no tenía los mismos sentimientos que él, se juró que la esperaría hasta que estuviera lista y la enamoraría, luego se casarian y nadie podría quitarla de su lado, ni los superficiales hijos de los nobles u hombres ricos, ni si quiera el tipo de su dibujo.

Despidiéndose de todos los presentes, Máx se dirigió al campo de entretenimiento para practicar con Sir Thomas, el jefe de la guardia del marqués. Tenia que empezar a forjar su futuro desde hoy. No se detendria hasta ser un hombre digno para Emma.

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