Los siguientes días, Max y Emma se la pasaron ocupados cada uno por su lado. Únicamente se podían ver durante las comidas y un breve momento donde comentaban todo lo que hicieron en el día antes de irse a dormir.
Joanna y Otto habían estado tan ocupados recientemente buscando profesores para los niños de la casa y con la vuelta de Matthew, el futuro marqués Rocher, que habían olvidado la presencia de una persona indeseable en su mansión. No fue hasta que el mayordomo Lou le avisó al marqués Otto la llegada de su abogado el señor Edwards, con los papeles del divorcio, que este último recordó que Loretta seguía viviendo con el. Inmediatamente la mandó a llamar, e hizo pasar al abogado.
- Querido, por fin aceptas verme. Me he sentido tan sola estos días -Loretta hablaba sin darse cuenta de la presencia del abogado.
- Señor Edwards, permítame un momento a solas con Loretta, enseguida lo llamo -el aludido se levantó y salió cerrando la puerta-. Siéntate Loretta.
- Que pasa Otto, estás muy serio.
Otto se masajeaba las sienes, estaba muy cansado. Cuando se casó con Loretta, esperaba que ella fuera una madre amorosa para Emma y Matthew, ya que tenía una hija de una edad similar a la de su pequeña, creyó que sería una opción adecuada, pues no quería que su hija creciera sin una figura materna, pero muy tarde se dio cuenta de la verdad, su hija fue tratada de manera injusta. Ahora se daba cuenta que todas las acusaciones de Chantal de los malos tratos de Emma y de su egoísmo eran mentiras, al igual que las quejas de Loretta diciendo que Emma era una niña caprichosa, sin talento y que odiaba estudiar. Todas las insistencias de mandar a Emma a un internado eran excusas para quitar lo que respondía a sus hijos. Había sido un tonto, cegado por la juventud y belleza de Loretta, la cual se había desvanecido también después de dejar de usar maquillaje y trajes finos. Ahora tenía que acabar con esta situación de una vez por todas.
- Mandé al señor Edwards para tramitar nuestro divorcio. No puedo seguir casado un día más contigo.
- Querido, sólo es dinero, además tu eres muy rico, no le veo el problema a gastar unas simples mone...
- YA BASTA -gritó el marqués-, no es sólo el dinero, y lo sabes bien. Mandé a registrar tu habitación y la de tus sirvientas, encontré veneno -Loretta estaba nerviosa y quería defenderse-, no lo trates de negar. Ni si quiera quiero saber en quien lo planeabas usar. Por consideración a tu hija, no te denuncio a las autoridades, se que si mueres, ella estará sola. Yo no diré nada sobre todo lo que hiciste en mi hogar. Solo firma el divorcio por acuerdo mutuo. Te daré una compensación para que puedas sobrevivir por un tiempo. Es todo lo que obtendrás de mi.
- Otto, si nos divorciamos, será una mancha en tu reputación.
- A mi me gustaría más quedar viudo de nuevo, pero como te dije, se que tu hija se quedará sola. Escoge: firmas tranquilamente el divorcio o entrego las pruebas de tus crímenes contra mi familia, de todas maneras yo gano.
Loretta firmó los papeles del divorcio con los dientes apretados por la rabia y humillación que sentía. A los dos días, regresó a la vieja casona donde había sido baronesa, con tan solo un par de baúles.
Emma estaba feliz por la partida de Loretta y Chantal. Si se hubiera quedado, la hubieran mandado a un terrible internado donde conocería las peores desgracias, y a su regreso se encapricharía aún más con Arthur, ya que al comprometerse con el, no tenía que volver al internado. La abuela Joanna había mandado a diferentes maestros de artes con Emma, pero ella sorprendía a todos por sus talentos tanto en pintura, música y literatura; decían que era un prodigio sin igual, y que estaba a la altura de varios artistas. En su anterior vida, la madre de Emma fomento el gusto de su hija por las artes, así que fue a muchas clases, tanto de ballet, piano, dibujo y canto, ahora podía ser admirada por el esfuerzo de años de estudio en esta nueva vida. Joanna habló con Emma sobre cuáles eran sus aspiraciones, si quería ser una artista, ella hablaría con Otto para que la mandaran a estudiar con los mejores maestros del continente. Sin embargo, Emma sorprendió a Joanna diciéndole que quería aprender sobre ciencias como los niños: matemáticas, economía, historia, política, comercio, idiomas, incluso quería saber a usar un arco y una espada. Joanna estaba gratamente sorprendida, aunque no era bien visto por la sociedad que una mujer se dedicara a ese tipo de actividades, le enorgullecía que su nieta tuviera esas aspiraciones, pues la propia Joanna tuvo esos mismos sueños en su juventud, y aunque no se dedicó abiertamente a ejercer, estaba muy bien educada y tenía conocimiento de lo que pasaba en el mundo, incluso charlaba con su hijo sobre asuntos políticos y sociales.
- Abuela, yo se que tu me entiendes y que puedes convencer a papá. Algún día las mujeres serán iguales a los hombres y podrán expresarse y hacer lo que deseen, habrán capitanas de barcos, generales en el ejército, dirigirán bancos y gobernarán naciones. Abuela, dame la oportunidad de ser una de esas mujeres, ¿sí?
- Claro que sí hija. No cualquiera aceptaría a una niña como su discípula, esos ancianos con telarañas en el cerebro son demasiado anticuados para el mundo de hoy. Pero conozco a alguien que no dudará en aceptarte siempre y cuando le demuestres tu inteligencia. Te puedo asegurar que no será fácil. Pero si prometes comprometerte, será posible.
- Claro que sí abuela. No te decepcionaré. Papá y tu estarán muy orgullosos de mi.
La niña y su abuela compartieron un fuerte abrazo. Emma estaba feliz por tener una familia amorosa que cuidara de ella y la apoyara en todo. No dejaría que el cruel destino que tenían sus seres queridos, los alcanzara en esta nueva versión de la historia.
Por su parte, Otto mandó a llamar a Max a su despacho. Se había dado cuenta que el muchacho se la pasaba estudiando por su cuenta, y sir Thomas le había dicho que entrenaba muy duro con todos los demás hombres que protegían la mansión. Quería saber cuales eran las aspiraciones del muchacho y ayudarlo, pero necesitaba saber cual era su pasado, y si tenía algún familiar o conocido, para tomarlo como su protegido de manera adecuada. Cuando Max entró al despacho, Otto le indicó que tomara asiento, y se dispusieron a platicar.
- Maximiliano, te mandé llamar porque quiero platicar contigo sobre algunas cuestiones. Me habías dicho que eres huérfano y que fuiste adoptado, pero no se nada más sobre tu pasado. Por favor, cuéntame sobre esta familia adoptiva tuya, si puedo ayudarlos de alguna manera lo haré.
- Marqués, mis padres adoptivos me encontraron en la frontera de nuestro imperio del Sol y del imperio del Dragón, en el invierno del año 1480, justamente el último día de ese año. Mis padres dijeron que yo era aún un bebé, y mi madre que era médica, dijo que tenía aproximadamente seis meses de nacido, por lo que en las actas de adopción consta mi nacimiento el primer día del séptimo mes, aunque no estaban seguros del día exacto, era según ellos, un día de buena fortuna. El día que nos conocimos fue justamente el primer día del séptimo mes de 1493, por lo que podríamos decir que tengo 13 años. Supongo que mis padres tenían razón, y ese día fue de buena fortuna, pues los conocí a usted y a su hija.
- ¿Puedo saber el nombre de tus padres? Dijiste que eres huérfano, ¿has buscado a tus padres biológicos?
- Me encontraron en la frontera y no tengo ningún recuerdo de mi familia biológica, tan sólo un medallón con un dragón, lo que sugiere que nací en el imperio vecino, sin embargo, no tengo curiosidad por buscar a mi familia biológica, quizá están muertos, y sólo me herirá más crearme falsas esperanzas -Max dio un largo suspiro, y se notaba la tristeza en su semblante-. En el pueblo donde vivíamos, hubo una plaga, mi madre y el erudito de las montañas atendieron a los enfermos, pero mi madre también cayó enferma junto a mi padre y ambos murieron. El erudito era mi maestro y también amigo de mis padres, por lo que me cuidó unos días, luego llegaron unos tíos que eran el hermano de mi padre y su esposa, me llevaron con ellos y sacaron todo lo de valor, eso fue hace tres años. Viví un tiempo con ellos, pero mi tío me azotaba cada que se embriagada, y después de seis meses huí, y busque trabajo en una granja a dos días en carruaje de donde me tenían mis tíos. Trabaje ahí cuidando al ganado, ordeñando, y sembrado en temporada. Iba a trabajar cuando me topé con ustedes.
Al marqués se le formó un nudo en la garganta por la historia del chico. Era muy trágico lo que había pasado. Carraspeo y luego volvió a hablar.
- No hay muchas médicas en el imperio, cual es su nombre, o dime el nombre de tu padre.
- LeBlanc, Yves y Lucille LeBlanc. Yo me llamo Maximiliano LeBlanc, procuraba no decir mi nombre en caso de que mis tíos me buscaran.
Otto estaba sorprendido, Yves fue un amigo suyo, su esposa estaba enferma por lo que nunca tuvieron hijos, viajaron buscando una cura pero nunca la encontraron. El era un hombre muy rico, con muchos negocios, pero luego de terminar su viaje, vivieron en reclusión en las montañas, decían que por fin se pudo embarazar Lucille, pero en realidad habían adoptado al chico. En efecto se había enterado de la plaga que hubo en las montañas por el tiempo que mencionaba Maximiliano, y el erudito que mencionaba, debía ser James, el padre de su amada Sophie y abuelo de Emma y Matthew.
- El erudito que mencionas se llama James, ¿verdad? James Lewis
- Así es, ¿usted lo conoce?
- El mundo es muy pequeño. Lo conozco, es el abuelo de Emma y de Matthew. Si no te importa, le escribiré una carta hablándole de ti. Si fuiste su estudiante, quiere decir que eres talentoso, debe estar preocupado por ti luego de la muerte de tus padres.
- Claro, mándele mis saludos si no es mucha molestia. Me encantaría volver a ver a mi maestro.
Sin saberlo, madre e hijo le mandaron una carta al mismo hombre con dos asuntos diferentes. James era un hombre sabio, que había sido maestro del actual emperador y del marqués Otto. Tenía muchos años sin discípulo hasta que encontró a Maximiliano. James sólo tomaba por discípulos a aquellos que consideraba talentosos y que estaban dispuestos a aprender, así que al encontrar a su alumno perdido y a una nieta prometedora, no desperdiciaría la oportunidad de enseñar a estos chicos prodigio.
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