NADIE MÁS

SAMANTHA

Estuve esperándolo en la sala con la evidencia guardada en una bolsa y le pedí a Maribel que se fuera a su habitación para que no nos interrumpiera. Tan pronto lo vi entrar, me levanté del sofá inmediatamente.

—Te hacía ya en los brazos de Morfeo. ¿A qué se debe esta grata bienvenida?

—¡Eres un descarado, un perro infeliz, un maldito traidor e infiel! ¿Vas a ahora a negar lo que hiciste? — le tiré la bolsa a los pies y la observó como si nada.

—No sabía que te gustaba coleccionar tesoros de la basura.

—¿Todavía tienes el descaro de hacer chistes?

—No entiendo el motivo de tu reclamo. Ah, ¿es que acaso nunca habías visto unos preservativos usados? ¿Quieres que subamos a tu habitación para darte unas charlas de educación sexual? Digo, ¿no es eso lo que hacen los padres con sus hijos?

—¡Eres una escoria! — le tiré una bofetada, pero me sujetó la muñeca.

—¿Por qué tanta agresividad? No sé qué es lo que quieres oír. ¿Me cuentas?

—No mereces a mi madre. ¡Eres una basura!

—¿Puedo saber por qué dices todo esto?

—¿Todavía te harás el idiota? Has traído una mujer a nuestra casa para acostarte con ella.

—¿Cuándo hice eso? ¿De qué estás hablando?

—¿Ahora te harás el loco? Yo los vi salir de aquí y esto comprueba que de negocios no estaban hablando. Estuviste tres horas encerrado con esa desconocida mujer en el estudio.

—Joder, las mujeres son mejores y más eficientes haciendo investigaciones que el FBI. Si sabes el tiempo, supongo que debes saber también cuántos polvos eché, las posturas que hicimos, la medida exacta de mi pene y todos esos detalles, ¿no? Digo, porque cualquiera diría que estabas presente para afirmar que eso sucedió.

En un milésimo segundo, todo mi rostro se calentó, mientras que las palabras se quedaron atoradas en mi garganta y en sus labios se dibujó una sonrisa.

—¿Por qué te has puesto toda roja? ¿Acaso has tenido imágenes mentales con tu padrastro cogiendo y te has puesto así?

—Tú… eres un desvergonzado — intenté alejarme, pero tiró de mi brazo para acercarme a él.

—Y tú eres una indecente. ¿Por qué no me cuentas lo que acabas de imaginar con lujo de detalles?

—Suéltame, maldito.

—¿Y si no quiero? Debo asegurarme de que tus manos no vayan a soltarse de nuevo e intentes pegarme.

—No solo mereces golpes, mereces que te corte los huevos por lo que le has hecho a mi madre y acabas de confirmar.

—Para cortarlos debes perderle el miedo primero. ¿Estás dispuesta a verlo sin ponerte roja y desviar la mirada?

La situación se ha tornado sumamente incómoda y su forma de hablar es tan deshonesta y descarada que no puedo controlar la vergüenza. No le lastimo la herida porque después me sentiré más culpable.

—Si continúas mostrando esa inocencia y timidez delante de mí, no me culpes de lo que pueda pasar — llevó su mano a mi mentón y giré mi rostro—. Entre más me desprecias, más ganas siento de llevarte a ese lado oscuro, donde solo habita la maldad. Sube a tu habitación, antes de que me arrepienta de dejarte ir.

—De aquí no me voy hasta que te largues de esta casa. Tú a mí no me das órdenes.

—Te aconsejo que no te metas en problemas ajenos. Esto es algo que una dulce e inocente gatita como tú, no debe inmiscuirse.

—Lo haré todas las veces que sea necesario. No estás engañando a cualquier persona, es a mi mamá.

—¿Por qué será que ese reclamo me suena más a uno personal? Te ves resentida, como si esto te lo hubiera hecho a ti. Si esto te tranquiliza, no tuve sexo con esa mujer. Y si eso no te basta, puedo hacerte una demostración del porqué he utilizado preservativos, porqué están así de llenos y porqué los he tirado a la basura, pero claro, tendrá que ser en la habitación y no en medio de la sala.

—No me interesa, degenerado.

—Entonces no saques conjeturas erróneas, sin saber absolutamente nada. No estoy interesado en nadie más — hizo una breve pausa y sonrió ladeado—, que no sea tu madre— soltó mi brazo y subió las escaleras.

Algo no se siente bien aquí en mi pecho. Antes de que llegara estaba clara de lo que iba a reprocharle y hacerle, pero ahora mi mente se ha ido en blanco y no me gusta este sentimiento tan extraño que me agobia. De un momento para otro, mi corazón se siente oprimido, como si lo hubieran aplastado. No me gusta esto.

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