SOLOS

—Si te atreves a lastimarla o me entero de que le has puesto un dedo encima, te juro por lo más sagrado que te corto la cabeza.

—Lo tomaré como su bendición— soltó mi camisa con disgusto y sonreí—. Ya que hemos aclarado todo, entonces puedes regresar a tu casa. Samantha se quedará conmigo.

—¿Quién te dijo que la dejaré sola contigo?

—Seamos honestos, siempre has estado ausente para ella. Todo el tiempo estás trabajando y no sacas ni un solo día para estar con ella. En este momento tu presencia le disgusta. Toma esto como un tiempo para meditar y decidir lo que harás. No le diré nada, porque esa parte te toca a ti, pero dale un respiro ahora — me levanté de la silla y puse mi mano en su hombro—. Me encargaré de distraerla y mantenerla a salvo, así que puedes estar tranquila. Buenas noches — salí del estudio y subí a donde Ramírez—. ¿Salió de la habitación?

—No, ella no ha salido en ningún momento.

—Buen trabajo. Vigila la casa.

Esperé que se fuera y toqué la puerta de Samantha antes de entrar. Viendo que se había quedado dormido sin arroparse o ponerse cómoda, la arropé con la sábana.

—Tantas cargas solo te drenan las energías — me senté en el borde de la cama y estaba tan agotada que ni se había dado cuenta de mi presencia—. Pareces un ángel mientras duermes. Luces tan indefensa, delicada y tierna. ¿Qué demonios le has hecho a mi cabeza para que no pueda sacarte de ella? — acaricié su mejilla y murmuró algo que no logré entender—. Todas las noches hablas mientras duermes. ¿Qué es lo que tanto sueñas? ¿Quién está en tu mente en este momento? — observé sus rosados labios y no pude evitar acariciarlos con la yema de mis dedos—. Que irónica es la vida. Muero por probar esos labios que tanto me maldicen — miré hacia la mesa de noche y vi su teléfono, razón por la cual rebusqué sus contactos y me detuve justo en el que me ha puesto—. Nunca me has llamado, a pesar de guardar mi número en tu celular y cambiar el apodo cada día. No has perdido la mala costumbre de ponerme esos apodos tan originales, por lo que te pondré el indicado ahora que serás mi esposa y deberás acostumbrarte a llevarme contigo a todas partes. ¿Qué expresión vas a mostrar cuando veas el espectacular anillo que mandaré a hacer para ti? Conociéndote, probablemente lo lances o lo pisotees, pero voy a preparar todo de antemano para que luego de que te lo ponga, no puedas quitártelo nunca— apagué su alarma y puse el celular de vuelta en la mesa de noche—. Descansa todo lo que puedas. Mañana no irás a la universidad. Sacaremos el día para compartir los dos solos— besé su frente antes de salir de la habitación.

Samantha

Estaba tan cansada anoche, que no recuerdo cuándo me quedé dormida. Esta cama es extremadamente cómoda. Jamás había dormido tan bien. Me estiré y alcancé mi teléfono para ver la hora. Tal parece que desperté antes de la alarma. Eso sí que es extraño de mí. Siento que he dormido mucho. Encendí la pantalla del teléfono y vi que eran las doce del mediodía, por lo que de un salto me puse de pie. ¡Maldición, he olvidado poner la alarma! Vi una nota pegada en el armario, una muda de ropa sobre el borde de la cama, unas botas negras y largas en una esquina, algo que no recuerdo haber visto antes de acostarme. Alguien estuvo en mi habitación, espero no haya sido ese cretino. Me acerqué a la nota y la leí:

“Tan pronto despiertes, vístete con la ropa que te he dejado sobre la cama, desayuna y búscame en el establo.

       P.D. Roncas como un tractor viejo.”

—¡Pedazo de basura! ¡¿Cómo se atreve?!

Me di prisa a bañarme, luego me vestí con esa ropa extraña, que pareciera como si fuera protagonista de pasión de gavilanes. No estoy acostumbrada. Siento que me veo espantosa. Bajé a la cocina y la empleada me sirvió el almuerzo, traté de darme prisa para ir a enfrentar a ese bastardo. Le pedí a un empleado que me llevara a donde Malik. Se veía distinto en esa camisa manga larga blanca, los pantalones negros, unas botas parecidas a las mías, pero más cortas y su pelo peinado hacia atrás.

—¿A quién le llamas tractor, pedazo de idiota?

—A ti —respondió sin titubear, y rechiné los dientes—. Te ves preciosa.

El insulto se me quedó atorado en la garganta tras escuchar lo que dijo. Es la primera vez que recibo un elogio de su parte y no puedo negarlo, sí me tomó por sorpresa.

—¿Descansaste?

—Sí, ¿y tú?

—¡Que bueno! Significa que hoy podremos perdernos solos por un largo rato.

—¿Qué estás planeando?

—Es una sorpresa — me hizo un guiño, y agité la cabeza.

—¿Y mi mamá?

—Se fue a su casa.

Entramos al establo y al ver los caballos, quedé derretida de ternura. Nunca había visto caballos en persona, aparte del idiota de Malik.

—Son hermosos. ¿Puedo tocarlos?

—Todo lo que está delante de tus ojos, tienes permitido tocarlo. ¿Has olvidado que eres la dueña y señora de todo esto?

—Entonces, si no te molesta, me pondré de espalda a ti.

—¿Por qué será que ya esperaba que dijeras algo parecido? Aunque para disgustarte tanto como dices, cuando llegaste te veías bastante sorprendida y feliz. ¿Será que eres tímida para admitir que me extrañabas?

—Bájale diez a ese ego. Parece que el rechazo de la última vez te ha afectado las pocas neuronas que te quedaban, si es que había alguna en ese cerebro hueco que tienes.

—Era hueco, pero tú has llegado a ocupar ese espacio. Eso explicaría el hecho de que no puedo sacarte de mi cabeza ni un segundo.

—Patético… — su ridículo y patético comentario me ruborizó y traté de ocultarlo alejándome de él.

¿Qué le sucede a ese idiota? ¿Por qué hace esos comentarios tan patéticos? ¿Y qué sucede conmigo que acabo de ponerme así de nerviosa? Es el colmo que mi corazón se acelere por ese pedazo de lacra.

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