Juegos peligrosos XI

Lo que siento

Al día siguiente no vi a Máximo en la escuela ni en el colectivo. Tuve que contarle a Mía para que me ayudara. Ella se puso como loca.

—Tienes que decirle lo que sentís —me dijo agarrándome de los hombros.

—Pero, ¿cómo? Si lo veo y me paralizo —le recordé.

Ella empezó a proponer ideas y yo a descartarlas automáticamente. Hasta que me dijo que podía escribirle una carta y dársela cuando lo viera. Esa idea me gustó. Parecía un poco anticuada y de cobarde, pero por lo menos iba a saber lo que yo sentía. La escribí dos mil veces. Primero era muy larga, luego muy corta. Finalmente, termine escribiendo siento lo mismo en un papel borrador. Había pasado casi una semana y cada vez que lo veía lo evitaba porque no podía ni mirarlo porque sentía que me quedaba dura como una estatua.

Llegó el viernes, que era el único día donde salíamos a la misma hora. Esperé a que terminaran las clases y me fui a la puerta de entrada del colegio, como él una vez me esperó a mí. Un compañero empezó a hablarme de una tarea, traté de no ser descortés con él, aunque no le presté demasiada atención. Pasados unos minutos vi salir a Máximo y cuando iba a dejar la conversación con mi compañero para ir a hablar con él, vi que Cintia se le colgaba del cuello.

Pensé que quizás ella lo estaba molestando. Él me había aclarado que no quería nada con ella, pero en ese instante él sonrió y la besó en los labios. Me quedé helada, atónita, como si mi cuerpo fuera un témpano de hielo que se rompía en mil pedazos. Creí que iba a desmayarme de la impresión.

Quería llorar, pero me contuve y transformé el dolor en ira. Él me había engañado como si yo fuera una niña. Había jugado con mis sentimientos como un gato juega con un ratoncito hasta matarlo. Él era despreciable.

Mi compañero seguía hablando sin darse cuenta. Máximo pasó a nuestro lado y me saludo con una sonrisa y yo lo seguí con la mirada. ¿Qué era lo que estaba suponiendo ese desgraciado? Me despedí a toda prisa de mi compañero y fui detrás de ellos. Subimos al mismo colectivo y me senté cerca. Tenía que saber de qué se trataba toda esta mierda. Con Máximo iban también sentados Juan y Laura.

—Cintia, ¿Cómo te fue en matemática? —preguntó Juan mientras que yo me secaba las lágrimas que me habían salido pese a mi esfuerzo por no llorar. No podía ni mirar en su dirección. Me sentía una tonta por estar pendiente de ellos.

—No sé. Y no me importa. Voy a hacer el recuperatorio que es más fácil. Si no está el cerebrito para que me ayude —dijo y se empezó a reír como una pavota.

¿Cómo podía gustarle una chica así? Su mal gusto solo se comparaba con su maldad.

—Cintia, por favor no le digas así a mi hermano —dijo Máximo.

Escuchar su voz hizo que se me erizara la piel. Empecé a pensar que yo había imaginado todo y nunca se me había declarado. No podía ser tan mala persona. Yo no podía sentirme así de enamorada de alguien tan despreciable.

—Perdón mi amor —dijo ella.

Quería romperle la cara por hablar así de Benja. No podía verlos, pero estaba segura de que el ambiente se había puesto más tenso.

—¿Tú, Lau? —preguntó Cintia.

—Yo también soy un cerebrito —dijo malhumorada.

Esa chica me agradaba.

—Mañana es nuestro aniversario, podríamos salir los cuatro —dijo Cintia.

—¿Aniversario de qué? Si empezaron a salir ayer —dijo Laura.

Parecía igual de molesta que yo. Eso me hizo reír. Pero pronto recuperé la compostura y seguí escuchando. Quería saber por qué se había puesto de novio con ella y cuanto me había engañado.

Ella dijo que estaba segura de que desde que empezaron a salir la primera vez ya estaban por pasar dos años.

—¿Segura? —preguntó Máximo. Y yo volví a reírme.

Recibí un mensaje así que miré el celular. Era Laura para mi sorpresa.

Decía {Yo te hubiera preferido}

Laura se había dado cuenta de que yo estaba escuchando. Me dio mucha vergüenza.

Me llegó otro mensaje de ella. {Tranquila que no se dieron cuenta de que estás en el cole}

Puse el celular en silencio, por las dudas y seguí atenta a la conversación.

—Yo creo que los aniversarios se cumplen si uno pasó el año junto —dijo Laura.

—En realidad no importa. Si quieren venir están invitados —dijo Cintia, su voz parecía envuelta en cólera y eso me gustó.

—Estamos ocupados, pero gracias a los dos por la invitación —dijo Laura tratando de hablar con más calma.

En ese momento me llegó otro mensaje de Laura {No la soporto}

Escuche hablar otra vez a Cintia. Le preguntaba a Máximo donde estaba Benja. Había estado muy callado hasta ese momento. Finalmente, habló y le dijo que Benja se había ido con su madre a su consulta semestral con la neuróloga. Su voz sonaba apagada.

—¿Neuróloga? ¿Esa no es la que ve a los retrasados? —preguntó Cintia.

Yo no pude soportarlo y me levanté del asiento envuelto en furia. Fui hasta el timbre, al lado de donde estaban sentados y dije —Benja tiene Asperger y el neurólogo es el médico que trata problemas en el sistema nervioso y el cerebro. Si vas a hablar tan fuerte en el colectivo por lo menos revisa un diccionario.

Después de decir eso bajé del colectivo. Máximo me miró, pero yo no le hice caso. Lo ignoré completamente. Estaba muy enojada por lo que su novia había dicho, por lo que él me había hecho y porque yo era una tonta en haberme enamorado de él.

Fui caminando hasta casa sin poder dejar de llorar. Me encerré en mi dormitorio y me recosté en mi cama. Todavía tenía la nota en mi mano, no me había dado cuenta. La rompí en muchos pedacitos y la tiré en mi cesto de basura. Miré mi teléfono celular, tenía varios mensajes de Laura

{Le hubieras visto la cara a Cintia. Estuviste genial.} Laura Hora: 14.20

{Porque no sales tú con mi amigo?} Laura Hora: 14:23

Me hizo gracia su comentario. Pero luego vi uno de Máximo

{Se puede saber qué pasa?} Máximo Hora: 14:20

{No me hablas en ocho días, pero sí tienes tiempo de corregir a Cintia antes de bajar del colectivo} Máximo Hora: 15:01

Me tomé algo de tiempo para responder. Primero le escribí a Laura

{El del mal gusto es tu amigo.}

Y como seguía enojada, le escribí a Máximo sin pensar. No me importaba demasiado en realidad lo que él opinara de mí.

{No puedo creer que dejaras que tu novia diga cosas tan feas de Benja}

No pasó ni dos minutos que Máximo me llamó, pero no lo atendí. Después de cortarle cinco llamadas me mandó un mensaje.

{Atiéndeme, si no iré hasta tu casa.} Máximo Hora: 15:22

Era tan caradura que hasta me amenazaba, no podía creerlo. Siguió llamándome por lo que no tuve otra opción más que atender el teléfono celular.

—Hola —dije de malas gana tratando de que no se diera cuenta de que había estado llorando

Escuche un suspiro.

—Hola. ¿Se puede saber qué te pasa? —me preguntó con la voz apagada.

—Puedes dejar a tu novia decir cosas feas de Benja, pero yo no puedo. Perdón —dije recalcando el hecho de que yo sabía que ella era su novia y que me había engañado.

—No me refiero a eso. Quiero saber por qué no me hablas, no me respondes los mensajes ni las llamadas —dijo y sentí pánico.

—Después de que me dijiste que te gustaba y de que estabas solo, pese a estar de novio. Lo mejor es que tratemos de mantener distancia —dije yo.

—No es lo que piensas. Si me hubieras respondido, aunque sea un mensaje, ayer… —dijo, pero cortó la frase antes de terminar.

En el colectivo habían dicho que ayer había vuelto con Cintia. ¿Pero de qué se trataba todo eso? Quería preguntarle, aunque sentía que ya no valía la pena. Casi no me quedaban fuerzas para hablar.

—Te contesté porque supuse que querías hablar de Benja. Ya te dije que no me interesa nada de alguien que tiene novia —dije y después corté.

Me recosté en mi cama y me puse a llorar de vuelta. Trataba de hacerme la fuerte, pero me sentía horriblemente débil por su culpa. ¿Cuándo iba a poder olvidarme de él? Mi pecho dolía demasiado.

Me quedé dormida llorando, ni siquiera me levanté para cenar. A mis abuelos les dije que estaba estudiando. Ya que no tenía ganas de contestar sus preguntas.