Juegos peligrosos IV

El chico de ojos grises

—Creo que este cuaderno es tuyo —dijo el chico de ojos grises y me dio mi libreta.

En ella yo anotaba canciones, frases y poemas que se me iban ocurriendo. Me asusté al pensar que pudo haberlo revisado.

—¿Lo leíste? —le pregunté preocupada.

—No —dijo él—. Iba a comprobarlo, a ver si encontraba tu número, pero Benja me dijo que ibas al colegio con nosotros, así que no lo hice —dijo intentando calmarme.

—Ah —dije sorprendida y un poco avergonzada.

Parecía simpático. Miré hacia todos lados, pero no vi a Benjamín. Él me señalo que no venía hoy, como si leyera mi mente.

—¿Ustedes son amigos? —le pregunté sin poder disimular mi curiosidad.

—Benja es mi hermano menor —dijo y me contó que él estaba en el último año.

—Ah, no son muy parecidos —dije y él me dijo que podía ser porque eran hijos de padres distintos.

Me sentí avergonzada por el comentario que hice, pero a él no pareció molestarle.

—Mi papá murió cuando yo tenía 5 años. Sin embargo, mis padres estaban separados para ese momento. Mi mamá ya se había casado con Ricardo, el papá de Benja.

—Entiendo, mi mamá también murió hace mucho tiempo. Mi papá nunca se hizo cargo de mí, así que me crían mis abuelos —dije sorprendiéndome a mí misma por hablar de eso.

A diferencia de otras personas que ponen cara de lástima cuando lo cuento, él sonrió y dijo que teníamos más en común de lo que pensaba. Me gustaba suponer en que tenía razón.

—Benja me habló de ti. Y me pareció raro, ya que a él no suele caerle bien los chicos de su edad —dijo mientras se acomodaba el cabello como lo hacía Benjamín.

—No creo caerle bien. Casi no me habla —dije incrédula y algo molesta al recordar cómo su hermano se comportaba conmigo.

—Es que no suele hablar mucho. Considero que habló más contigo en una semana que con su terapeuta en un año —dijo sonriendo, aunque a la vez parecía mostrar algo de ironía en sus palabras.

—Debe ser difícil para él la escuela. Leí que las persona con Asperger tienen problemas para socializar. Además de otras complicaciones —dije y acomodé mis cosas, ya que estábamos cerca de donde teníamos que bajar.

—¿Conoces a alguien más con Asperger? —me preguntó, parecía confundido.

—No, solo a Benjamín. ¿Por? —pregunté mientras me levantaba.

—Déjame entender. ¿Investigaste para saber sobre mi hermano? —me preguntó mientras acomodaba la mochila sobre su hombro.

—Sí. Es que no sabía nada sobre su problema… Perdón, sobre su condición —me corregí rápidamente—. Leí que no es cortés decir problema. Que no es una enfermedad, ya que su cerebro procesa la información de manera diferente, nada más. Me pareció muy interesante.

—Cada minuto me sorprendes más —dijo y me sonrió de una manera que me dejó atontada.

¿Era posible que me sintiera tan abatida cada vez que él sonreía? ¿Por qué me dolía el pecho, pero a la vez me gustaba la sensación? ¿Qué me estaba pasando?

—Vamos —dijo riendo y guiñándome un ojo.

Yo volví a darle gracias por lo de mi libreta y bajamos del colectivo. Fuimos juntos a la escuela, hablando todo el camino. Me contó que a Benja le gustaban mucho los videojuegos y que si yo quería que él me hablara tenía que preguntarle sobre esas cosas. Al igual que me explicó que a veces necesitaba usar auriculares porque los lugares ruidosos le hacían mal.

Al llegar a la escuela la rubia de grandes… vino rápido a saludarlo. Y yo recién ahí me di cuenta de que no le había preguntado cómo se llamaba. Igual preferí darles privacidad y me fui al salón. Ese día Mía tampoco fue a la escuela porque le iban a poner la ortodoncia. Así que en los recreos fui al patio y me senté en el pasto a leer un libro de poemas que había comprado en las vacaciones.

La última campana sonó indicando que debíamos volver al salón y cuando estaba por levantarme vi al hermano de Benjamín que se acercaba a mí y se sentaba en el pasto.

—¿Qué haces aquí?, vas a llegar tarde —me dijo y sonrió.

—Soy así de rebelde —le dije esquivándole la mirada.

No podía ver esos hermosos ojos sin sentirme incómoda. No quería quedar como una tonta, así que me apresuré para salir de ahí, pero cuándo me iba a levantar él me detuvo. Se levantó primero para después darme la mano.

—Ten cuidado con la falda —me dijo mostrándome a unos chicos que estaban frente a mí—. Se mueren por ver ropa interior de chicas lindas

Yo miré en dirección a los chicos y me di cuenta de que eran mis compañeros de curso. Les hice fakiu, ellos rieron y se fueron.

—Guau… No me esperaba eso —dijo él y al darme vuelta volví a ver a la rubia de pechos llamativos. ¿A caso tenía un radar? Lo seguía a todas partes.

—Antes de volver con tu novia, ¿me decís tu nombre? —le pregunté y se la señalé con el pulgar.

Él se acercó mucho a mí y al oído me dijo que ella no era su novia. Después de eso me dio un beso en la mejilla y se fue. Me quedé ahí parada como una tonta mientras la rubia le daba un beso en la boca. Demostrándome que para ella él era de su propiedad, tuviera o no ese título.

Una vez que se fueron volví corriendo al salón. No quería que me suspendieran por llegar tarde. Me gustó hacerme la rebelde, aunque en realidad yo era todo lo contrario. En esa última hora, aunque intenté, no pude prestarle atención a la clase. Pese a que lo vi con la rubia, no podía dejar de pensar en el beso que me había dado. Era una tonta al fijarme en alguien como él. Seguramente era amable conmigo por ser compañera de su hermano.

Al sonar el timbre saqué los auriculares y me puse a escuchar el segundo concierto de Vivaldi, ya que debía tocarlo en la clase de violín con los otros músicos. Mis compañeros me saludaron y salieron primero. Guarde todo y cuando llegue a la puerta de entrada vi que estaba el hermano de Benjamín apoyado en la pared. Al verme sonrió y me saludó. Yo me quité los auriculares y le devolví el saludo.