Juegos peligrosos XVI

Amigos y algo más

—Laura sufre de anorexia nerviosa —dijo Juan.

Cristóbal me miró y después de tocarme la cabeza dijo —Desde chica Laura sufre de una condición que hace que ella vomite cuando está muy estresada o nerviosa. La mayoría de las chicas que lo sufren lo hacen voluntariamente, pero Lau no.

—Ella no se provoca el vómito —Aclaró Juan.

—Solamente me sale —dijo ella y se encogió de hombros.

Me puse a llorar, me acerqué a ella y la abracé. Todos se quedaron mirándonos. Le pedí que me perdonara por no saber qué hacer. Le expliqué que nunca quise hacerla sentir mal.

—La culpa es mía. Pensé que ibas a juzgarme por lo que me pasa o que no ibas a querer ser mi amiga —me dijo ella.

—No digas eso. Estoy más que agradecida por todo lo que hiciste por mí. Me cuesta mucho hacer amigos, pero con ustedes es diferente —dije y también sonreí.

—Es importante saber cuándo Lau está mal para ayudarla. Ella no quiso terminar la fiesta y resistió sola sentirse así toda la noche —dijo Juan y la abrazó.

Me pareció muy dulce de su parte como se preocupaba por ella. Y como la trataba con tanto cuidado y cariño.

—Espero que no quieras huir de nosotros —dijo Cristóbal y río.

—Todos tenemos secretos y cada uno los cuenta cuando cree que es el momento —dije.

Cristóbal se levantó del sofá y después de pararse a mi lado dijo que ya había encontrado a la mujer que sería su esposa. Todos rieron y él me abrazó. En ese momento Máximo abrió la puerta y nos encontró abrazados.

—¿Qué hacen? —pregunto mirando cómo solo quedábamos nosotros en la casa de Lau

—Lo que faltaba —dijo Laura bastante molesta.

—¿Tu novia? —preguntó Jeremías sin ocultar su disgusto.

—Ya no tengo novia, no funcionó. Ustedes tenían razón —dijo Máximo mirando en mi dirección.

—Menos mal que te diste cuenta —dijo con ironía Cristóbal que aún me tenía abrazada.

Yo lo solté y me senté al lado de Jeremías.

—¿Me van a explicar qué pasó con la fiesta y con Lau?. Estás terrible —dijo Máximo.

—Gracias, amigo. Te perdono porque me alegraste la noche —dijo ella.

—Se canceló la fiesta, tu novia hizo colapsar a Lau —dijo Jeremías.

Máximo abrazó a Lau y le pidió disculpas. Le dijo que no sabía que le hacía tan mal verla. Ella le dio un golpe en el brazo y rio.

—Ya no importa. Me alegra que te dieras cuenta de que estabas en un error —dijo Laura

Máximo ofreció llevarme a mi casa, cosa que a Laura la puso de mejor humor. Supongo que quería que estuviéramos juntos a toda costa. Así que fui a caminarme. Después saludé a todos y nos fuimos.

—Ahora no puedes huir de mí —dijo él mientras yo miraba por la ventana del auto de Juan sin hablar—. Cuanto más vas a seguir ignorándome —dijo y detuvo el auto.

—¿Por qué te detuviste? —pregunté al mirarlo con sorpresa.

—¿De verdad te gusto? No lo entiendo. Nunca nadie me lo ha hecho tan difícil como tú —dijo e hizo una pausa para ver si yo decía algo.

¿Después de lo que habíamos hecho aún no me creía? Era el colmo.

—Si te gusto porque no quieres estar conmigo. Ya no tengo novia, ¿Cuál sería el problema ahora? —me preguntó y yo me enoje.

—¿Quieres que te diga? Bueno… Primero no fuiste capaz de esperar mi respuesta y como no te contesté saliste detrás de alguien que sabías que no te iba a decir que no. La usaste y ahora la dejaste porque sabes que si me gustas. Aunque no parece que confíes en mis palabras. Estás acostumbrado a que todas las chicas estén detrás de ti, y si, a mí me gustas, pero yo no soy como las otras. No te voy a permitir que me hagas lo que le hiciste hoy a esa chica.

—Tienes razón, me equivoqué. ¿Pero eso quiere decir que solo vamos a ser amigos? ¿O acaso me vas a dar una oportunidad de mostrarte que no soy tan malo como dices? —dijo poniéndose serio.

—No sé, por ahora me gustaría pensarlo. A menos que, como soy un poquito más difícil, te vayas corriendo a buscar otra —dije con ironía.

No sabía por qué me ponía así, pero tenía mucho miedo de perderlo si aceptaba estar con él tan rápido.

—Si me dices que tengo oportunidad voy a estar a tu entera disposición —dijo y trató de besarme, no obstante yo lo alejé. No parecía darse cuenta de lo molesta que yo estaba.

—Llévame a mi casa, por favor —dije y aunque él pareció estar molesto porque lo alejé, no dijo nada.

Volvió a arrancar el auto y fuimos hasta mi casa en silencio. Al llegar bajó del auto y me acompañó hasta la puerta pese a que le dije que no quería. Según él, me quería mostrar que iba a hacer las cosas bien. Cuando mi abuelo abrió la puerta, él se presentó como el hermano mayor de Benjamín. Le dijo que se había ofrecido a traerme a mi casa. Mi abuelo lo miraba como a un extraño. Aun así, no perdió oportunidad y lo invitó a tomar algo. Máximo aceptó y yo, en ese momento, deseé que la tierra me tragara, me moría de vergüenza. Mi abuelo le preguntó hasta qué tipo de sangre tenía. Yo trataba de amortiguar los golpes, pero Máximo parecía que quería que mi abuelo siguiera preguntando.

—¿Por qué estás en la secundaria todavía si ya tienes diecinueve años? ¿Te quedaste de grado en algún momento? —preguntó mi abuelo sin pelos en la lengua.

—En realidad sí, señor. Me quedé de grado, pero no es lo que parece. Mi hermano tenía muchos problemas en la escuela cuando éramos chicos. La escuela primaria a la que íbamos no tenía nivel secundario, por lo que cuando estaba en séptimo sin decirle nada a mi madre, tome la decisión de quedarme de grado para estar con mi hermano y que no se sintiera solo. Cuando mi mamá se dio cuenta ya era tarde y tuve que repetir séptimo. No me molestó porque ahí conocí a los que hoy creo que son mis mejores amigos. Mi madre me prohibió volver a hacer eso y junto a los terapistas de Benja buscaron la manera de que sea más gradual la transición, de no verme más en la escuela —dijo y luego me miró.

Por primera vez vi que mi abuelo se quedaba sin palabras. Me sorprendí por lo que no dije nada y solo sonreí.

—De todas formas, sé que mi hermano tiene un ángel guardián para cuando yo me vaya a la facultad. No sé si su nieta le comentó lo que hizo uno de los primeros días en la clase de gimnasia cuando unos chicos molestaban a Benja —dijo sin dejar de mirarme.