Daniel:
Me estacioné a una cuadra del edificio de oficinas Aster's future, miré mi celular leyendo el mensaje del repartidor "entrega cumplida", sonreí un poco mientras caminaba más rápido, era el primer San Valentín que festejaba con pareja desde... Hace muchísimos años.
Estaba nervioso y hacía frío.
La entrada de cristal me permitió ver el recibidor del edificio, crucé la puerta de madera, me acerqué a la recepcionista que rápidamente me miró y sonrió ampliamente, el calor del interior me calentó los huesos y casi gemí de gusto.
—Buen día, ¿se encuentra la señorita Alika Aster? —saludé.
—Buen día... Sí, le llamo.
—No, quisiera darle una sorpresa. —sonreí un poco, asintió.
—Aquella puerta, sube las escaleras, es la oficina ubicada a la derecha. —respondió, rápidamente seguí sus indicaciones.
Admiré los pisos de madera pulida, el aroma a lavanda y pino, la decoración elegante, era como ver a Alika; elegante, pulcra... Hermosa.
Subí las escaleras, los ventanales a la derecha llamaron mi atención, pude ver a mi preciosa novia del otro lado, sonriendo, oliendo y admirando el arreglo de gerbenas.
Mis zapatos hicieron ruido en la madera, haciendo que levantara la mirada, se sintió jodidamente asombroso ver como sus preciosos ojos se agrandaban e iluminaban al verme, sonrió aún más mientras caminaba a la puerta, yo estaba a punto de tener una especie de infarto o algo por el estilo, la manera en cómo me miraba... Joder...
—Hola cariño, feliz día de San Valentín. —saludé cuando cruzó la puerta directo a mis brazos, la apreté contra mí e inhalé el delicioso aroma de su cabello y piel.
—Dan... ¿Por qué no me avisaste que vendrías? —me reclamó sin soltarme.
—Quería darte una sorpresa. —besé su mejilla un par de veces haciéndola reír.
—Te envíe un regalo a Catanzaro. —renegó frunciendo el ceño por escasos segundos.
—Ya lo recibirá alguien por mí. —busqué sus labios, no la había visto desde el mes pasado, la extrañaba con locura y puse todo mi empeño en no perder la cabeza por estar pensando en ella.
Aunque era imposible en este momento.
Estaba jodido por ella y me encantaba.
Sus labiales siempre eran sutiles y ligeramente dulces, su boca sabía a café con crema irlandesa, lo cual la hacía aún más irresistible, renegué cuando terminó el beso demasiado rápido para mí.
Se separó y lamió sus labios discretamente, no pude contener el impulso de darle un par de besos más antes de separarme.
—Estoy trabajando. —se acomodó la blusa satinada de manga larga color crema.
—Lo siento —mentí— ¿cuándo sales a almorzar? —saboreé su sabor en mi boca, bajó los ojos a mis labios y volvió a mirarme.
—En unos 15 minutos, debo escribir un correo. ¿Pasas? —señaló su oficina.
—Claro, revisaré algo del trabajo. —asentí, ambos entramos, ella señaló el sofá frente a la mesita de centro, los asientos eran modernos, sobrios y agradables.
Si pudiese comparar su oficina con la de Nat, diría que Alika tenía gustos más simples que se veían asombrosos; a veces lo menos es más y sabía que mi novia describía a la perfección esa frase.
No había tantos ventanales ni adornos de cristalería que brillaran como pequeños diamantes, los muebles no eran tan ostentosos, tampoco había cuadros ni pinturas de miles de euros, todo era más hogareño y cómodo, lo único llamativo que había era una pared decorada con rocas de diferentes colores, tamaños y formas.
O quizá simplemente me gustaba más la oficina de Alika porque me pidió mi opinión al momento de remodelarla, cosa que no hizo Nathan...
¿Por qué trataba de compararlos?
—Se ve mejor en persona que en fotografía. —sonreí sacando mi celular cuando sentí que vibró en mi bolsillo.
—Es lo mismo que dijo mi padre, me aduló bastante hasta que se enteró sobre tú participación en la remodelación. —despegó los ojos de la computadora para mirarme de reojo.
—Oh... —fruncí el ceño.
—Aún no se conocen formalmente, pero en cuanto te conozca bien te adorará como yo lo hago —sonrió con ternura— bueno, espero que no te adore como yo lo hago... Sabes a lo que me refiero. —corrigió torpemente.
—Okey, lo tengo. —solté una risita al ver que las mejillas se le sonrojaban.
—¿Cuántos días te quedarás? —regresó a su computadora.
—Un par tal vez, dependiendo de cómo se ponga el trabajo. —respondí leyendo el mensaje de Martín.
Después del puto desastre que hubo en casa de Nathan gracias a la grotesca intromisión de los Borkowski, mi abuelo le quitó la empresa a Nat y se le ocurrió la gran idea de dejarme a cargo.
Lo apreciaba.
Pero sinceramente no entendía ni la mitad de las cosas que Nat hacía, mi área era la contabilidad y finanzas, no tenía la facilidad de charla y convicción que Nathan o incluso Jackson tenían, así que fue un reto para mí subir como presidente de la empresa.
Incluso tuve que pedirle algo de ayuda o asesoramiento a Kiran y Brody, aún trataba de adaptarme a mi nueva vida gracias a todas las payasadas incoherentes que mi familia hacía.
Recordaba que Nat siempre viajaba o trabajaba desde casa, ¿cómo mierda lo lograba? Yo tenía menos de 10 horas fuera de Catanzaro y parecía que la empresa estaba al borde del colapso.
O tal vez siempre estuvo al borde del colapso, simplemente Nat lo disimulaba.
Ahogué un bufido al ver la llamada entrante, me levanté y respondí mientras salía sutilmente de la oficina, haciendole señas a Ali con mi mano para decirle que tenía que atender dicha llamada, asintió.
—¿Qué pasó?
—El señor Borkowski lo busca e insiste brutalmente hablar con usted. —la voz de Martín reflejó todos los sentimientos entendidos por el ser humano, siendo el estrés y el fastidio los más prominentes.
—¿Brutalmente?
—Algo exigió hablando en polaco, yo no sé hablar polaco, Gabriela y yo apenas le entendimos.
—No puede ser —pellizqué el puente de mi nariz— ¿Ya le dijiste que no estoy en Catanzaro?
—Lo hice y comenzó a despotricar sobre el abandono de la empresa y que sus hijos hacían un buen trabajo...
—Córrelos, no tienen nada que hacer en la empresa, prohíbele la entrada a toda la familia Borkowski y despide a todo el personal contratado por ellos.
—Sí señor, el único contratado fue despedido cuando Nathan regresó. —suspiró entrecortadamente.
—Perfecto, ¿algo más?
—Nathan tenía acuerdos con algunos inversionistas cuando recién despegó la empresa, algunos se enteraron de que él ya no está a la cabeza y quieren hablar con el nuevo presidente, es muy importante para la empresa mantener a dichos inversionistas, falta muy poco para pagarle el préstamo que le pedimos a Jackson.
—¿No estaba ya pagado? —fruncí el ceño.
—No, Nathan firmó otro préstamo hace casi 1 año.
—De acuerdo, ¿podrías mandarme los contratos de los inversionistas y los préstamos que pidió Nat? Por favor. —retuve el aliento durante algunos segundos, mi humor se descompuso en segundos, el dolor de cabeza comenzó a punzar de manera creciente.
—Sí señor. —dijo algo más, pero no le entendí, colgó la llamada y rápidamente busqué el número de Nat.
Tenía casi 1 semana sin verlo, pero sabía que seguía en Catanzaro.
No respondió, rodé los ojos y volví a insistir un par de veces más hasta que respondió casi en el cuarto tono del tercer intento.
—Carajo Dan, si quisiera hablar contigo te respondería desde el primer tono. —su voz pastosa y somnolienta me hizo rodar los ojos.
—¿Qué haces? —me lamí los labios. La línea se quedó en silencio durante unos segundos.
—Te voy a colgar.
—¿Le pediste otro préstamo a Jackson?
—Sí. —murmuró de mala gana.
—¿Cuándo y por qué?
—Cuando lo necesité y porque me dio la gana. —respondió con aquel tono suyo altanero y pretencioso que siempre usaba cuando papá o Jackson le preguntaban sobre algo.
Rodé los ojos y colgué.
Escuché el sonido de tacones detrás de mí, me giré, Alika terminó de ponerse su abrigo.
—¿Todo en orden? —preguntó.
—Sí, ¿nos vamos? —tomé su mano, asintió.
—Por cierto, gracias por las flores, son preciosas. —bajamos la escalera.
—No es nada, me alegro que te gusten.
—Sabes exactamente el día en el que tengo que quitar las flores viejas.
—Tú oficina siempre tendrá flores nuevas y frescas mientras estemos juntos. —prometí besándole la mano, sonrió aún más.
—Eres tan... Podría comerte a besos. —susurró lo último cuando pasamos por la entrada, se despidió de la recepcionista y otras personas que trabajan con ella.
Salimos, el ballet parking le trajo su auto, un modesto Tesla.
El hombre le habló en danés, tendría que aprender pronto su lengua materna.
—¿Quieres conducir? —me ofreció las llaves.
—Dejé mi auto en la otra cuadra.
—Pediré que lo lleven al estacionamiento. —intercambiamos llaves, se las dio al hombre y lo vi caminar hacía el auto de alquiler. Subimos al tesla y conduje a donde ella quiso, después de todo estábamos en Herning, su ciudad natal y conocía más que yo.
Había pocos adornos relacionados con el día de San Valentín, personas caminaban tranquilamente por las calles y era una vista completamente diferente a lo que estaba acostumbrado, pero me gustaba... Bastante.
Todo era tan simple y tranquilo que podría mudarme aquí por algún tiempo.
Almorzamos cómodamente en un local.
—¿Cómo te ha ido con tú nuevo puesto, señor presidente? —sonrió un poco.
—Complicado, muy complicado. —me lamí los labios.
—¿Por qué Nat dejó la empresa? —siguió comiendo.
—Tiene cosas personales que hacer, apenas comenzábamos a ponernos de acuerdo con la empresa cuando surgió algo y tuvo que dejarlo... Otra vez. —respondí, la inconsistencia de Nathan, yendo y viniendo podrían ser perjudiciales para el negocio.
Las personas buscaban algo constante y cambiante de manera firme, no inestable y volátil.
—Eso podría traer problemas para la empresa. —frunció levemente el ceño.
—Lo sé, estoy consciente de eso, trato de mantener todo en orden, pero es mucho. —solté el aire, de repente sintiendo como si toneladas de mármol se apoyaran sobre mis hombros, haciéndome sentir jodidamente agotado.
—Trata de limitarte, no quiero que te sobre exijas y te enfermes. —tomó mi mano sobre la mesa, la apreté un poco.
—Sí señora. —sonreí levemente. Me imitó.
—¿Hay algún plan para hoy? Hace muchísimos años que no festejo San Valentín, en años pasados voy a casa de papá, vemos películas y pedimos la cena a domicilio.
—Estoy igual, creo que nunca he festejado este día con alguna pareja realmente oficial.
—¿Soy una pareja realmente oficial? —levantó una ceja.
—Lo dijiste en navidad en casa de mis abuelos.
—Fue un pequeño chiste.
—Pues yo me lo tomé muy personal. —bebí lo último de mi vaso de agua.
—No me irás a pedir matrimonio hoy, ¿o sí? Sería muy cliché y yo no quiero ser cliché. —arrugó la nariz.
—Hoy no, tal vez mañana. —le seguí el juego.
—Dan, no. —reclamó sacudiendo la cabeza.
—Es un pequeño chiste, tranquila. —repetí sus palabras haciéndola sonreír aún más.
Maldita sea.
Podría decir cualquier tontería con tal de hacerla sonreír de esa manera.
Terminamos de comer, dimos un pequeño paseo y regresamos a su oficina en donde me prestó una laptop para trabajar un poco mientras ella hacía sus cosas, yo sólo leería los contratos que Martín había enviado para ver si podría mantener la atención de los inversionistas en la empresa sin la necesidad de tener a Nathan en la cabeza, después de todo estuve en la mayoría de aquellas reuniones, así que conocía medianamente las propuestas que mi hermano había hecho, y si no, para eso trataba de mantenerme al día.
Lograba enfocarme de lleno en los contratos, subrayando y enviándole mensajes a Martín o Gabriela para que aclararan algún punto que no comprendía del todo, cuando me distraía para dichas observaciones, terminaba mirando a Alika, quien parecía estar en su elemento, hablando cortamente por teléfono, ordenando cosas, verificando planos y autorizando materiales.
Tan perfecta y mía.
—¿Quieres café? —ofreció cuando se tomó un respiro, aparté la vista de la pantalla y asentí, para no invadir su espacio decidí trabajar en el sillón, usando la mesita de centro como escritorio, era bastante cómodo y sentía que me concentraba más en cualquier otro lugar que no fuese un escritorio.
Me levanté para estirarme un poco y relajar mis músculos tensos.
Evidentemente tenía su propia cafetera en su oficina, estaba a punto de hablar cuando escuché el clic de la puerta de vidrio abrirse.
Una voz desconocida me hizo girarme, un hombre vestido con un overol azul marino traía una silla en la mano derecha, Ali sonrió y le habló en danés, o eso supuse porque no le entendí absolutamente nada.
El hombre entró, me miró y asintió a manera de saludo, lo imité, Ali le dijo algo cuando el sujeto armó rápidamente un escritorio plegable y sencillo.
—Buenas tardes. —saludó con un inglés principiante combinado con su lengua materna.
—Buenas tardes, no se hubiese molestado. —respondí, nos miró a Ali y a mí, ella le tradujo, él asintió.
—Permiso.
—Muchas gracias. —añadí.
—Gracias, permiso. —habló torpemente mientras salía.
—Lo pusiste nervioso. —me regañó.
—¿Yo? No dije nada. —me serví el café.
—Pero tú físico, todo tú es intimidante, no dejaste de verlo mientras armaba el escritorio. —señaló.
¿Yo era intimidante?
—¿Intimidante? —fruncí el ceño.
—Algo... Bueno, no intimidante en el mal sentido, sino... Imponente. —corrigió.
—Bromeas.
—Todos aquí piensan eso.
—Yo soy como un terrón de azúcar. —dejé la taza en la mesita y me acerqué a ella, entrecerró los ojos.
—Lo sé, eres como una roca por fuera y por dentro eres suave como un malvavisco.
Solté una risita, la envolví en mis brazos presionándola contra mi pecho.
—Toda tú es como un malvavisco. —le besé las mejillas.
—Señor Webster, déjeme apurar mi trabajo para salir más rápido. —suspiró cuando seguí besándole la mandíbula y rozando sus suaves labios.
—Eres la jefa, puedes salir cuando quieras. —provoqué su boca, sentí que temblaba entre mis brazos y eso sólo me hizo enloquecer aún más.
—Exacto, soy la jefa y no por eso puedo desatender mis obligaciones. —se lamió los labios y se separó un poco para mirarme.
Ver la determinación y firmeza en sus ojitos hazel me calentó de sobremanera.
Solté un ligero gruñido de afirmación, la apremié con una serie de besos que la hicieron suspirar.
—Esa es mi chica. —finalicé con un beso en la frente, la liberé y soltó una risita, tenía las mejillas rojas y los ojos le brillaban como 2 pequeños diamantes—. Gracias por el escritorio, no era necesario.
—Claro que lo era, me dolía la espalda de solo verte encorvado sobre la mesita. —se acomodó la blusa nuevamente. Cada uno regresó a lo suyo por algún tiempo hasta que dieron las 5pm.
Literalmente el edificio quedó vacío, decidí dejar el auto en el estacionamiento y conducir un rato por las calles.
—Creo que te agradó bastante el auto. —mi preciosa novia encendió el estéreo y la radio local inundó mis oídos.
—Prefiero las camionetas, pero el auto es lindo —aclaré— deberías darme clases de danés.
—¿Seguro? Puedo ser muy exigente si enseño algo. —me detuve en un crucero para mirarla de reojo, ella a su vez me observaba con aquella mirada cargada de superioridad y egoísmo puro.
—Estoy perfectamente seguro de que podría amoldarme a sus exigencias señorita Aster, eso ya ha quedado bastante comprobado desde hace meses. —asentí comenzando a conducir nuevamente.
Escuché su risita.
—Gira a la derecha y entra en el segundo camino de la izquierda. —indicó cambiando de tema.
—¿Entonces no hay clases? —insistí obedeciendo sus indicaciones, apenas giré a la derecha vi una calle privada cuyas casitas y cabañas se veían bastante acogedoras y lindas.
Entré al segundo camino de la izquierda que llevaba a otra sección de calle, ella indicó el número y llegamos al final del asfalto.
Una modesta, elegante y casi pintoresca casita de 2 plantas con una terraza sobre lo que parecía ser una cochera.
Había árboles y vegetación que volvían todo más interesante y agradable, el aire era frío, limpio con aroma a pino y plantas, era pacíficamente silencioso, sólo se escuchaban los sonidos del casi bosque que rodeaba aquella calle.
Salimos del auto, un viento helado le agitó el cabello, tembló mientras subía los hombros, ocultándose del frío, me acerqué a ella, besé su nariz congelada y sonreí al ver qué el color rojo comenzaba a notarse en su linda piel.
—¿Por qué no entraste a la cochera? Hace frío. —renegó suavemente.
—Entra a la casa, meteré el auto. —accedí, casi corrió al interior mientras que yo regresaba al auto, la cortina de la cochera subió y encendí el motor, por un momento me imaginé hacer esto diariamente, llegar a casa, meter el auto, que Ali me esperara adentro...
La cochera era simple, limpia y amplia, crucé la puerta y caminé por un pequeño pasillo que llevaba a la cocina, Ali revisaba algo en el refrigerador, divagué por algunos segundos, ¿cómo se vería con el vientre más grande? O con un bebé en brazos.
—¿Quieres comer algo? Estoy hambrienta. —sacó varios contenedores, me miró y sonrió un poco—. ¿Eres muy tímido en casas ajenas?
—Algo. —vacilé, sonrió aún más, se acercó a mí.
—Se nota, estás en tu casa, el perchero está en la entrada, puedes estar descalzo o llevar zapatos, como te sientas más cómodo. —besó mi mejilla y regresó a lo suyo.
En realidad, me sentía extraño, confundido, era un estilo de vida completamente diferente al mío, pero era cómodo y me estaba acostumbrado bastante rápido.
Dejé mi chaqueta en el perchero y conservé mis zapatos, regresé a la cocina y le ayudé a calentar algunas cosas en el microondas mientras charlábamos de todo lo que se nos ocurría, aunque fuesen cosas sin sentido, tenía comida congelada en el refrigerador y según ella volvía más fácil el alimentarse más sanamente.
Comentó que en varias ocasiones ha intentado hacer dieta, pero siempre fallaba al momento de comer o preparar algo saludable, así que contaba con el apoyo de algunos chefs para cocinarle.
Minutos después nos encontrábamos cenando tranquilamente en su pequeño y elegante comedor circular de cristal con sillas acolchonadas y suaves de color beige, bebiendo alternadamente agua y un poco de vino joven que literalmente podría ser jugo de uva con poco fermentado.
Era ácido, pero combinaba perfectamente con el corte de carne que comíamos y los vegetales guisados.
—Y cuéntame, ¿por qué quieres aprender danés?
—Desde que nos conocimos hemos hablado en italiano e inglés, la mayoría de las veces en mi lengua materna, así que también quiero que te sientas cómoda hablando tú idioma natal. —expliqué con simpleza.
—Me gusta hablar en italiano, el acento es precioso y adoro tú voz. —sonrió levemente.
—Gracias cariño, pero me gustaría aprender, sé que tú padre habla varios idiomas, pero al menos quiero tener el factor sorpresa de presentarme en danés cuando lo vea.
—Te recomiendo no hacerlo, porque apenas pronuncies alguna palabra en nuestro idioma, no habrá poder humano que lo haga cambiar de idioma cada vez que te hable. —advirtió entrecerrando los ojos.
—¿Ah no?
—No. —aseguró.
—De acuerdo, pero aun así quiero aprenderlo. —encogí un hombro, nos miramos durante algunos segundos hasta que asintió.
—Tú presentación sonará más o menos así; Hej, jeg hedder Dan, rart at møde dig.
Su voz sonó ligeramente más ronca de lo habitual, el tono y la manera en la que movió los labios para gesticular fue lo más sensual que he visto en varios días. Ladeé la cabeza, saboreando sus palabras y obviamente sin entender nada.
—Me gustó como sonó eso. —confesé tratando de ocultar mi sonrisa, utilizando la copa para disimularlo.
—¿Entendiste algo? —levantó ligeramente una de sus cejas perfectas.
—No, pero sonó bien.
—Necesitarás una libreta y un bolígrafo al menos para aprender danés. —accedió soltando un suspiro.
—Eres la mejor, te adoro. —me levanté para besarla, sonrió contra mis labios, regresé a mi lugar para terminar de comer, nos levantamos y limpiamos.
Hacer estas cosas tan banales era… Jodidamente reconfortante, lavar platos, dejarlos en el escurridor, limpiar la cocina, no sabía que disfrutaba de hacer estas cosas hasta que comencé a hacerlas.
Sentí que Ali me observaba de reojo, un par de veces la atrapé mirándome.
—¿Qué ocurre? —pregunté con la curiosidad floreciéndome en la piel.
—Sinceramente creí que no sabrías hacer… Ya sabes, esto. —habló suavemente.
—¿Por qué? —fruncí levemente el ceño.
—Ya sabes, tú familia y la economía que tienen… —las mejillas se le pusieron rojas.
—Aunque mi familia tenga economía alta, cuando éramos niños, mamá nos enseñó a hacer de todo, acomodar la cama después de levantarnos, lavar nuestros platos después de comer y todo esto al menos una vez al día, mis hermanos y yo sabemos como hacer esto, aunque no lo hagamos con frecuencia. —expliqué brevemente.
—Lo haces bien.
—Yo todo lo hago bien.
—Arruinaste el momento, Dan. —me dio un ligero codazo en las costillas que me hizo reír.
—Dame un beso, preciosa. —pedí inclinándome hacía ella, se puso de puntillas para alcanzar mis labios, nos dimos un pequeño beso y seguimos acomodando los platos limpios y secos, guardándolos en sus respetivos lugares.
Una vez que terminamos pasamos a la sala, vimos algunas películas aburridas de San Valentín antes de crear la nuestra, el reluciente piso de mármol gris claro quedó decorado con las prendas de ropa que íbamos tirando descuidadamente mientras nos dirigíamos a su alcoba.
Estaba flotando jodidamente alto y no quería bajar jamás, aunque Ali tenía otra idea, me empujó contra una pared y por poco rompemos una lámpara de piso, apenas alcancé a brasear para sujetar el soporte, ella abrió los ojos sorprendida y se separó un poco.
—Agresiva. —fingí indignación, no le di tiempo de reaccionar y la subí a mi hombro como costal, carcajeó y jugueteamos a darnos nalgadas hasta que llegué a su alcoba en donde la dejé sobre la cama, moviéndome rápidamente para quitarle toda la maldita ropa que me impida admirar su preciosa piel.
El ego me explotó dentro del pecho al detallar su figura, la magnifica curva de su cadera, como sus costillas sobresalían ligeramente al compas de su agitada respiración, sus labios gruesos e hinchados de tanto besarlos, sus mejillas, cuello y parte del pecho tenían un precioso color rosa, su abdomen no era plano, pero eso no me importaba, me gustaba la pequeña parte abultada que sobresalía en su estómago, sus muslos gruesos, la suave piel en medio de su…
Gruñí inclinándome hacía ella, repartiendo besos y lamidas desde el valle de sus senos hasta su ombligo, mordisqueando ligeramente la deliciosa piel que me enviaba directo a su pubis y más abajo.
Inhalé con fuerza, absorbiendo y grabándome en cada rincón del cerebro su aroma, tan delicioso… Si fuese un drogadicto, Alika sería mi droga favorita, la cual sería la encargada de aniquilarme si ella quiere.
—Espera Dan. —susurró suavemente tomando mis mejillas, apenas sus dedos rozaron mi piel, sujeté su mano y entrelacé nuestros dedos, abriéndome espacio entre sus piernas con mis brazos.
—Sólo un poco, ¿bien? —dejé un suave beso, tuve que pensar en otra cosa o terminaría por correrme en ese momento, su humedad se impregnó en mis labios, volviendo aún más complicado el tener que controlarme.
Por algún motivo no le gustaba el sexo oral, yo moría por comérmela de cualquier manera y al fin lo haría.
Jodida mierda que lo haría.
Lava hirviendo recorrió mi espalda, enviando una tonelada de hierro ardiente a mi espalda baja y vientre, endureciendo aún más mi pene a un nivel jamás antes sentido.
Gemí cuando su deliciosa miel cubrió mi lengua y literalmente perdí el control de mi cuerpo, lo único que escuchaba era los ligeros gritos y profundos gemidos que rasgaban su garganta conforme rebuscaba en su piel sensible.
Su cuerpo se tensó y sacudió varias veces, las piernas temblándole y sus dedos estirando dolorosamente mi cabello, jalándolo con fuerza mientras empujaba mi cabeza entre sus gloriosos muslos.
Me aferré a su piel, literalmente atragantándome de ella.
Disfrutando aquel nuevo manjar.
Estaba a punto de explotar y ella junto conmigo, me moví un poco para poder tocarme, era como si un vapor seco me rodeara, atravesando mis poros, derritiendo mis músculos y calcinando mis huesos, ahogué un gemido contra su piel húmeda cuando sus muslos apretaron mi cabeza hundiéndome aún más en su interior, mierda, morir por asfixia entre las piernas de mi novia sonaba como una muerte soñada.
—¡Dan…! —gritó mi nombre a todo pulmón.
Carajo… Sentía el bóxer empapado.
El cuero cabelludo me ardió cuando encajó las uñas y jaló mi cabello al mismo tiempo, me aferré a su cadera, rehusándome a soltarla, chupando con ansias hasta que las mejillas me dolieron.
Segundos después sus piernas cedieron, me separé lentamente, repartiendo besos por sus muslos y recorriendo su torso con más besos y lamidas hasta llegar a su cuello, su cuerpo caliente temblaba sin control, las réplicas del orgasmo torturándola sin descanso.
—Deberíamos hacerlo más seguido, preciosa. —besé su mejilla, jadeó, su piel brillaba de sudor y apenas podía respirar con la boca abierta.
—Dan. —soltó un jadeo buscando mis labios con los ojos cerrados, sonreí saboreando su sabor en mi lengua y añadiendo el sabor de sus labios al juego.
Apenas pudo recomponerse me miró sonriente, bajando suavemente mi bóxer.
—Este es el mejor San Valentín que he tenido en mucho tiempo. —me miró con los ojos brillantes de deseo y las pupilas dilatadas.
—Lo mismo digo. —repartí besos por su rostro mientras ella misma movía la cadera para encajarla con la mía.
Ambos nos perdimos durante toda la noche, entre besos, caricias, abrazos y sonrisas.
Sin duda alguna podría acostumbrarme a esto y vivirlo todos los días sin ningún puto problema.
El cansancio nos abordó en la madrugada, sentía el cuerpo tan pesado, pero mi cerebro giraba como una maldita secadora, mi cabeza doliendo y mi sistema quejándose, rogando por un descanso.
Era como aquella sensación desesperante cuando estabas demasiado cansado, pero no podías dormir por más que anhelaras o lo intentaras.
Miré a mi lado izquierdo, Ali tenía más de 2 horas dormida profundamente, sentí envidia, agotado y malhumorado de no poder dormir, me levanté lentamente para no despertarla, mis músculos exhaustos se quejaron, me ardían partes del cuerpo que no sabía que podían arder… Era eso o esta vez Ali había encajado demasiado fuerte las uñas, pero mierda… Me ardían hasta las plantas de los pies y los bíceps.
Me puse mi bóxer, el algodón rozando mi piel ahora sensible de tanta fricción, ¿podía doler el pene por tener sexo?
Al parecer sí.
Un ligero zumbido llegó a mis oídos, la alcoba estaba oscura, el aroma a sexo impregnaba mi nariz, el sonido de los animales del bosque funcionaba como un relajante natural.
Salí de la alcoba, el clima se volvió templado, la piel se me puso de gallina cuando el mármol frío caló en mis pies descalzos, el zumbido cesó y volvió a surgir de manera intermitente antes de volverse constante, una llamada… Mi celular.
Respiré con fuerza, moviéndome cuidadosamente por el pasillo para bajar por las escaleras, no me había dado cuenta de que había unos pequeños bombillos ubicados estratégicamente por la casa, iluminando sutilmente algunas partes con una luz dorada que resaltaba aún más la elegancia y calidez de la casa.
Encontré mi pantalón en medio del pasillo de entrada, rebusqué los bolsillos y saqué mi celular, había muchos mensajes de Martín que contenían documentos y algunas observaciones y dudas resueltas de los comentarios que le envié en la tarde, tenía llamadas perdidas de mamá, Nonna, Ken y Nathan, siendo el último que se encargó de casi reventar mi celular con llamadas.
¿Qué quería?
Caminé a la cocina para buscar algo de agua, sentía la boca seca y la garganta como un maldito desierto.
Abrí la nevera y saqué una botella de agua, la abrí y apenas di un trago cuando mi celular volvió a vibrar en mi mano, eran las putas 3 de la mañana y Nathan me llamaba.
—¿Qué? —respondí después de pasar el trago.
—¿Por qué mierda no respondes? —su tono molesto y ofendido casi atravesó mi tímpano.
—Estaba ocupado, ¿qué mierda quieres?
—Hablar contigo, ¿en dónde estás? Estuve tocando tú puerta como 10 minutos y no abrías. —reclamó.
—No estoy en casa, estoy en… —me callé al escuchar el sonido del microondas y el destapador eléctrico funcionar, seguido del “plop” de la botella de vino abierta—. ¿Estás en mi departamento?
—Sí, ¿a qué hora vas a llegar? —habló como si nada.
—Maldita sea Nathan, ¿cómo mierda entraste? —fruncí el ceño, escuché su risita burlona.
—¿Llegarás pronto?
—Estoy con Alika.
—¿Y rentaron una habitación de hotel?
—En Herning, Nathan. —rodé los ojos.
—¿Por qué?
—Por San Valentín. —no pude controlar el tono mordaz y obvio que escapó de mi boca, el arrepentimiento se instaló en mi pecho como un iceberg—. Lo siento, ¿estás bien, ocurre algo? —me aclaré la garganta segundos después, el incomodo silencio se había extendido en la llamada durante ese tiempo.
—Ah… Olvidé que día era, sólo quería hablarte sobre algunas cosas que Martín me pidió explicarte personalmente. —su tono distraído me hizo dudar.
—¿Sólo eso?
—Algo así, te enviaré audios, te llamo luego. —murmuró y colgó, pasé saliva.
Gruñí, tomé otra botella y subí de regreso a la alcoba, encontrándome a mi novia medio dormida, sentada en la cama y frotándose el rostro.
—¿Qué ocurre? —murmuró después de soltar un enorme bostezo.
—Sólo bajé por agua. —le tendí la botella abierta, bebió un poco antes de regresármela.
Entré a la cama a su lado y la envolví en mis brazos, la culpa mordisqueando en mis intestinos, suspiré profundamente antes de obligarme a mi mismo a cerrar los ojos y dormir un poco.
Fracasé rotundamente…
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