Nathan;
Salí de la ducha y caminé al vestidor, frunciendo el ceño al ver el nuevo acomodo del mismo, un montón de bolsas de ropa vacías esparcidas por el piso y prendas atiborradas en los ganchos que parecían a punto de explotar, miré el espacio que se supone es para mis accesorios; algunos relojes, varios anillos e incluso collares y cadenas, mis cosas no estaban, el mueble exhibidor estaba repleto de pulseras, anillos, collares, gargantillas y un montón de joyería más.
—¿Qué? —murmuré girándome y encontrando los demás espacios para la ropa de igual manera; casi todo era rosa, blanco y colores brillantes, sólo un cuadro era negro, en dicho cuadro estaba amontonada toda mi ropa.
Me pellizqué el puente de la nariz.
—Amor, ya es hora de irnos. —entró Sharon completamente arreglada—. ¿Por qué aún no te cambias? —pasó por mi lado, su mano recorriéndome el abdomen.
—No encuentro nada de mis cosas.
—¿Acaso no es obvio? —señaló el jodido espacio diminuto.
—¿Por qué moviste todo?
—Necesitaba espacio.
—Sólo te ofrecí algunos ganchos y cajones para tus cosas cuando pasemos tiempo juntos.
—¿Tiempo juntos? Hace semanas, incluso meses me dejaste amueblar la casa, nuestra casa, mi amor. —se acercó a mí.
—Lo entendiste mal, sólo te dije que si querías aportar algo estaba bien, literalmente te mudaste conmigo. —me sentí cohibido.
—Es lo que queríamos, ahora date prisa que llegamos tarde. —sonrió y salió, me vestí como pude, cuando estuve más o menos decente, salí, hice una mueca al ver las sábanas color lavanda en la cama, suspiré con fuerza, caminé a la puerta y salí al pasillo, volví a suspirar al notar que no tenía reloj—. ¡Amor, date prisa!
—¡Ya voy! —regresé a mi alcoba, de repente todo cambió, las paredes, los muebles y la cama, todo era en tonos neutros, como a mi me gustaba, casi corrí al vestidor, los ganchos se veían mejor, había poca ropa, sólo la necesaria.
Sólo mi ropa, mis cosas, mis muebles.
Algo me agitó el pecho al detallar una parte del vestidor, pocas prendas colgaban de los ganchos, pero los colores pastel resaltaban entre toda la ropa oscura, abrí una gaveta y detallé en silencio los calcetines con estampados de flores y algunos moños en el elástico.
Mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido al levantarme y darle una mirada a todo el vestidor, más ropa colorida llenaba los ganchos, pero no era exagerada, era discreta y se veía muy bien, en contraste con la habitación, los pequeños bolsos estaban exhibidos en los estantes, el logo de Chanel resaltaba en cada uno.
—¿Seguro que está bien? Siento que te estoy quitando mucho espacio. —escuchar su voz se sintió como si algo cálido me envolviera, cubriéndome, protegiéndome, consolándome…
—Tranquila, ya necesitaba sacar algunas cosas. —apenas logré responder, mi cerebro recordando cada pequeño detalle de ese momento.
—Aun así, me voy a llevar varias cosas a Potenza, tengo mucha ropa que estrenar, jamás había tenido tantas cosas. —su risa me aceleró el corazón, mis pulmones trabajaron más rápido.
—Mereces muchas cosas más, la próxima vez que vengas te llevaré de compras. —casi sonreí, no me podía mover, escuchaba su voz a mi espalda, pero no podía mover ni un solo dedo.
—Dios, no, deja de gastar tanto dinero en mí.
—Ya te dije que me gusta gastar dinero en ti a lo inhumano.
—¿Te gusta que las mujeres gasten tú dinero? —su tonito divertido enloqueciéndome aún más.
—Sólo tú puedes hacerlo, sólo tú lo mereces.
—Nathan…
—Pam. —sentí que algo obstruía mi garganta.
—Respira. —susurró en mi oído, mi cuerpo enfriándose al sentir como si hielo se deslizará por mi espalda, abrí la boca, pero algo subía por mi garganta, logré girarme a la derecha para vomitar agua amarga que incluso me escurrió por la nariz.
—¿Qué pasa? —alguien preguntó.
De repente ya no estaba en mi vestidor, estaba medio acostado en una cama, vomitando sin parar, mi estómago saltando y revolcándose con rabia dentro de mí, mis pulmones batallando por respirar y mis costillas ardiendo por los espasmos.
Mierda, mierda.
Tosí y vomité, escupí y quería llorar, el agua seguía fluyendo y sentía que me estaba ahogando.
—¡Mamá, mamá! ¡Algo le pasa a Nathan! —el grito resonó en la lejanía.
Me aferré a las sábanas, mi cuerpo volviéndose débil y mi espalda tocando el colchón, giré el rostro.
—¡No, no, gírate, gírate! —sentí que me empujaban sobre mi lado derecho, volví a vomitar una última vez antes de toser con más fuerza, sacando todo, mi pecho doliendo, mis pulmones ardiendo y sintiéndome más adolorido que nunca.
Abrí los ojos, la luz iluminaba mi entorno.
No estaba en el vestidor…
No estaba con Pam…
—Oye, oye… Amor, tranquilo, trata de respirar. —reconocí la voz y la silueta de mamá sentándose a mi lado, palmeando suavemente mi espalda y apartando el cabello de mi rostro.
Me atraganté al momento de inhalar desesperadamente por la boca, mi garganta estirándose y mis pulmones paralizándose durante unos segundos antes de volver a funcionar, la tos acalambrando mi pecho.
Los ojos se me llenaron de lágrimas.
—Eso es, respira despacio, profundo y lento. —siguió palpando mi espalda y acariciando mi rostro suavemente.
—Mamá… —las manos me temblaron al momento de alcanzar sus brazos.
—Está bien amor, tranquilo. —sonrió un poco, me sentía mareado y en ese momento era como si mi estómago quisiera saltar por mi garganta.
Solté un jadeo que sonó más como un sollozo tembloroso, intenté pasar saliva, pero el esófago me quemaba, respirar ardía.
—Ven aquí, ¿puedes sentarte? —se separó un poco.
Apenas pude moverme, mi cuerpo tenso y pesado como si estuviese hecho de mármol, estaba harto, agotado y adolorido.
Me senté lentamente, una mucama entró para limpiar el piso.
—Vamos a otra alcoba cariño, está bien. —me animó a caminar, había personas ahí, preguntando si todo estaba bien, a la mierda, no lo estaba y yo sólo podía ver a alguien de pie, cerca de la puerta, mirándome, como si quisiera atravesarme con los ojos azules cargados de enojo.
Es tú culpa…
Me juré a mi mismo en ese momento que realmente me vengaría, iría por ellos uno a uno y los haría lamentar el segundo en que decidieron lanzar a Pam al barco, los iba a torturar, iban a llorar suplicando piedad como de seguro ella lo hizo.
Van a tener pánico, terror y todo se les caerá encima, van a sufrir y yo provocaría todo eso.
Sin importar quien fue, los aniquilaría lentamente.
Era una puta promesa.
Le sostuve la mirada, mi cuerpo y todo mi sistema temblando de rabia, apreté la mandíbula, aunque el dolor explotó en mi boca, me siguió con la mirada, su gesto vacilando sólo un segundo antes de volver a cargarse de enojo y verme caminar a la alcoba de los gemelos.
3 meses habían sido suficientes para sanar, y aunque no lo estuviese; aún así los atacaría, con mis propias manos si era posible…
Pam;
Detallé la enorme cantidad de regalos que había debajo del árbol navideño, el cual era gigante, color verde intenso, los adornos iban desde el azul, dorado, blanco y algunos toques de rojo, verde e incluso rosa, la estrella dorada brillaba intensamente en la punta de dicho árbol.
Me sentía cansada, pero la emoción que me inundaba el pecho era mayor al cansancio que aquejaba mis músculos, me quité los zapatos para estar más cómoda y rápidamente corrí hasta los regalos.
Las cajas y bolsas de regalo eran de color beige, otros estaban envueltos en periódico, lo único que los diferenciaba era el color del listón, dicho color sólo se dividía en 2; azul y lila.
—Obviamente los listones lilas son tuyos. —una voz a mi espalda me hizo sonreír aún más, las manos me picaron de la emoción.
Conté más de 10 listones color lila.
—Oh dios… Jamás había tenido tantos regalos. —casi chillé mientras me estiraba por alcanzar la primera caja, se sentía pesada y algo dura, la coloqué sobre mi regazo, me mordí los labios tratando de controlar mi euforia.
Mi corazón saltaba de felicidad y mariposas volaban dentro de mi estómago con demasiada rapidez, chocando unas con otras y casi subiendo a mi garganta.
—Tú también abre uno. —tomé una bolsa de regalo con el listón azul, la moví a mi izquierda, miré de reojo, alcancé a ver la silueta de una mano con algunas manchas negras, tomó la bolsa y desapareció de mi vista.
Quise girarme, pero no pude.
Mi respiración se agitó cuando mis ansiosos dedos soltaron el moño y el listón, la seda suave escurriéndose, cosquilleando y cayendo a mis piernas cuando comencé a rasgar lentamente el papel de regalo, descubriendo poco a poco la caja, era de color negro y no tenía ningún logo, la abrí, adentro había más cajitas, el pecho se me encogió un poco al descubrir que era joyería; Van Cleef & Arpels, Bulgari y Tiffany & Co fueron algunas marcas que alcancé a leer en las tapas de las cajas.
Anillos resplandecientes, hermosas pulseras y exquisitos collares se resguardaban en sus estuches, extravagante, costoso y realmente precioso.
Aún me sorprendía y cohibía la cantidad de dinero que tenía y pedirle que no gastara en mí, parecía motivarlo a gastar aún más.
—¿Te gustan?
—Mucho, pero me gusta más este. —saqué una pulsera dorada cubierta por pequeños cristales brillantes, tenía un pequeño dije en forma de corazón, pasé los dedos por el metal y sentí los suaves relieves en el material, quise leer lo que tenía grabado, pero los ojos se me nublaron, como si estuviesen llenos de lágrimas.
—Sé que te incomoda que gaste dinero en ti, pero mierda, sólo quiero cubrirte con diamantes y joyas de la cabeza a los pies, porque vales mucho más que todo el maldito dinero que tengo…
Mis pulmones se encogieron y agua salada subió por mi garganta, mi nariz ardiendo y mis ojos llenándose de lágrimas a punto de derramarse.
—… Y lo daría todo, incluso vendería mi alma al diablo con tal de pasar contigo el resto de mi vida porque te amo demasiado…
Mi corazón comenzó a latir más y más rápido, mis mejillas mojándose y los sollozos sacudiendo mis hombros.
—Yo también te amo mucho… —logré articular.
—Yo te amo más, Pamela Köster. —su profunda y ronca voz me erizó la piel, el cosquilleó voló a mis muslos y fue como si agua caliente me bañara por completo, el mentón me hormigueó al sentir el toque de su cálida y suave mano cuando me hizo girar a mirarlo.
Un ligero dolor picó en mi cabeza, el agua oscura que rodeaba mi cerebro se agitó, creando un oleaje cada vez más intenso, amenazando con volver a hundir todo otra vez.
—Yo te amo más… —su nombre se quedó colgando en la punta de mi lengua, su silueta se distorsionó y la sensación caliente de su mano sobre mi piel se fue enfriando rápidamente, convirtiéndose en hielo—. ¡No, no! —más lágrimas fluyeron cuando la silueta se oscureció y comenzó a esfumarse como si fuese humo.
No otra vez.
—Por favor, no. —quise moverme, tomé impulso y me giré hacía la izquierda, de repente caí, casi esperé sentir el golpe del piso duro, pero no, la superficie era mullida y suave, con olor a lavanda.
Parpadeé varias veces antes de levantarme y mirar a mi alrededor, ya no había ningún árbol, ni regalos ni estrella dorada, la luz tenue de las pequeñas luces que colgaban de mi cabecera me hicieron ver que estaba en mi alcoba.
Me tomó un segundo darme cuenta que mi corazón se volvía loco dentro de mi pecho, las lágrimas aún cayendo por mis mejillas y mis suaves sollozos opacando el silencio de la noche, un enorme vacío extendiéndose en mi estómago al sentir como la laguna en mi cabeza seguía moviéndose con rabia, agitando y golpeando mi cerebro, nublando mis sentidos y tan sólo segundos después ya ni siquiera recordaba que había soñado, sólo sabía que dolía porque mi corazón comenzó a encogerse.
La desesperación se extendió por mi cuerpo, mis sollozos tomando más fuerza, todo convirtiéndose en rabia.
Estaba harta de despertar así.
Tomé una almohada y enterré el rostro antes de soltar un grito de frustración cargado de dolor, los sollozos convirtiéndose en llanto, apreté con todas mis fuerzas la almohada, buscando silenciar todo el ruido que estaba haciendo, no quería despertar a papá, no quería que viniera a verme porque me diría lo mismo “hay que ser pacientes”, estaba harta de eso.
Me sentía desesperada, quería recordar algo que no fuesen sólo siluetas borrosas y oscuras, escuchaba voces que no tenían dueño dentro de mi cabeza, pero que aceleraban mi corazón y me hacían feliz, como una canción que me gustaba escuchar.
Mis pulmones ardieron cuando dejé de respirar durante algunos segundos, solté la almohada lentamente mientras trataba de controlar mi llanto, me levanté, las piernas temblándome y amenazando con ceder al momento de caminar hacía el baño, encendí la luz del pasillo y me tambaleé recargándome en la pared.
Me sentí mareada.
Enferma.
Desesperada.
Alcancé a llegar al lavamanos, abrí la llave con las manos temblorosas, las fuerzas me habían abandonado y tuve que usar ambas manos para abrir la maldita llave, el agua fría tocó mi piel, reuní un poco antes de lanzarla a mi rostro, el repentino choque de temperatura mermó ligeramente el llanto.
Abrí la boca para poder respirar, tomando respiraciones profundas y desesperadas que me hacían temblar, volví a juntar agua en mis manos y me mojé el rostro repitiendo la acción una vez… Dos veces… Tres veces…
¿Por qué me dolía tanto el pecho?
Cinco veces…
La imagen de un estuche con forro negro y exterior azul agua destelló en mi cabeza, en su interior descansaba una pulsera dorada cuya circunferencia estaba repleta de pequeños diamantes brillantes, el dije en forma de corazón tenía grabado una fecha.
Me quedé congelada, como si quedarme quieta me ayudara a alcanzar ese recuerdo, casi podía sentir que estiraba el brazo para atrapar los miles de recuerdos que habían escapado de mi cerebro, dichos recuerdos se presentaban como estrellas en el cielo.
La punta de mis dedos rozaba la pequeña luz blanca.
Inhalé con fuerza y fue como si algo hiciera plop en mi cabeza, la estrella explotando y las chispas iluminando mi nublado cerebro.
21 de mayo.
Una fecha… Mi cumpleaños.
¿Por qué una pulsera tendría grabada la fecha de mi cumpleaños?
Fruncí el ceño, me miré al espejo, la confusión era notoria en mi reflejo, me lamí los labios, de repente el sonido del agua correr por el lavamanos me hizo reaccionar, levanté la mano y cerré la llave.
El agotamiento me hizo jadear.
Tan pronto volví a parpadear mi cabeza dolió, en especial mi frente y sienes, sujeté mi cabeza con ambas manos y cerré los ojos con fuerza, el dolor se intensificó, ya no sólo eran clavos incrustados en mi cráneo, ahora se sentían como… Varillas.
La imagen de unas varillas atravesando un parabrisas parpadeó en mi mente, mi corazón palpitó lentamente, de manera dolorosa.
Solté un quejido, las piernas temblándome cuando una segunda imagen parpadeó en mi cabeza, llenándome de terror al detallar más varillas incrustadas en… Un hombre frente a mí, atravesándolo al igual que al asiento de lo que parecía ser una camioneta.
El pánico se disparó, mi dolor se elevó hasta el cielo y el estómago se me revolvió cuando tomé aire y el aroma a la sangre picó en mi nariz, los ojos se me llenaron de lágrimas otra vez.
—Au… Au. —me quejé, presioné mis palmas en mis cienes.
Era como si algo bombardeara mi cabeza, las estrellas cayendo y encajándose violentamente contra mí cerebro y explotando en el, dañándome, lastimándome y torturándome aún más con extraños y aterradores recuerdos.
El terror estalló en mi sistema al ver que había alguien a mi lado, grité al reconocer a mi papá sentado junto a mí, las varillas encajándose en su cuello y estómago, la sangre saliendo a borbotones de su cuerpo.
—Papá… No… ¡PAPÁ! —grité con fuerza cayendo al piso cuando mis piernas cedieron, el dolor me recorrió desde el trasero a la espalda, apreté los dientes con fuerza y volví a gritar al ver como su cuerpo se sacudía ligeramente a mi lado, el sabor a sangre se concentró en mi boca, el estómago se me revolvió.
Sentía náuseas.
Vi que la puerta se abría con brusquedad, a lo lejos escuchaba gritos y sirenas.
Oh dios…
—Ángel, mi amor… —giré la cabeza hacía mi izquierda, la figura de mi padre avanzando por el pasillo, distorsionándose durante unos segundos, su cabello volviéndose de color trigo y su complexión cambiando un poco, pero sólo durante un parpadeo.
Sentía que estaba a nada de desmayarme.
—Papá… Papi. —lloré estirando los brazos hacía él, llegó a mi lado y rápidamente me envolvió en sus brazos, llevándome y apretándome contra su pecho, me aferré a él, cerrando los párpados con tanta fuerza que los ojos me dolieron, mi respiración era tan agitada que casi estaba hiperventilando.
—Tranquila mi amor, tranquila. —susurró meciéndome lentamente mientras tocaba mi cabello, masajeando mi cuero cabelludo en busca de aliviar mi dolor.
—Papá —me atraganté con el llanto, tosí un par de veces, giré el rostro hacía su cuello, mi corazón se apretó al detallar la cicatriz en su piel, la varilla encajada en él apareció por milésimas de segundo, alterándome aún más cuando levanté la mano tratando de cubrir la herida para detener el sangrado—. ¿Es verdad? Ocurrió esto. —toqué su piel ligeramente rosada y abultada.
—Ven amor, no pasa nada. —tomó mi muñeca y besó mi mano, su respiración agitándose cuando el llanto me atacó otra vez.
—Hubo un accidente… Y tú… Te estabas muriendo. —sollocé.
—Aquí estoy amor, estamos a salvo, para por favor. —rogó con la voz ronca, traté de respirar, pero todo el cuerpo me dolía, en especial mi corazón, era como si algo lo apretara, lo deformara y después lo inflara, expandiéndolo y encogiéndolo otra vez.
Dolía…
Ardía…
Me desesperaba…
Me quejé, toqué mi pecho y sentí los dolorosos latidos irregulares de mi corazón.
—Pam, necesito que te calmes ahora. —demandó, la piel se me humedeció con el sudor, las ganas de vomitar me invadieron, pero no pude hacerlo, porque ni siquiera podía respirar con normalidad.
Maldita sea.
¿Me iba a morir?
El pánico me hizo temblar, miré a papá, ya no escuchaba su voz, sólo veía que movía los labios, la preocupación reflejándose en su rostro y el miedo tiñéndole las pupilas.
Todo se detuvo abruptamente, mis pulmones reanudando su funcionamiento normal y mi corazón disminuyendo los latidos, mi cuerpo aflojándose cuando mis músculos tensos perdieron fuerza, me desplomé en los brazos de mi padre y los ojos se me cerraron involuntariamente.
De repente estaba tan cansada que simplemente me dejé llevar por la extraña paz que brotó en mi cuerpo, la cual sentí que no había durado tanto, en realidad se sentía como un parpadeo prolongado, aunque al abrir los ojos me encontraba acostada en mi cama, las cortinas estaban abajo y la oscuridad apenas me permitía ver más allá de mi nariz, me estiré un poco a la derecha y tomé el control de las luces de mi cabecera, las encendí, mis ojos ardieron un poco al sentir la tenue luz.
Me froté el rostro y me senté lentamente, girándome para mirar el reloj, 7:35 pm, ¿había dormido todo el día?
Mi estómago se removió suavemente, como si quisiera recordarme que no había comido nada desde ayer en la cena, ni siquiera había tomado agua y eso fue obvio al sentir la boca tan seca.
Afortunadamente había una botellita de agua a un lado del reloj, también había un tazón de frutas y galletas saladas con queso crema, me recargué en las almohadas después de encender la lámpara para que iluminara más la alcoba.
Sentía la piel pegajosa y mi cuerpo se sentía diferente, como si no fuese yo. Salir de la cama se sintió diferente, las piernas me temblaban al momento de caminar, no quería ir a ningún lado, me sentía lo suficientemente agotada como para hacer algo, sólo quería… Deseaba descansar unos momentos más.
Crucé el pasillo del baño y llegué al vestidor, encontré el pequeño mueble en donde guardaba la mayoría de mis accesorios, pasé los ojos rápidamente por los anillos, collares y pulseras.
Aquella pulsera dorada se había clavado en mi cerebro, inconscientemente la estaba buscando… Volví a repasar el mueble, abriendo y cerrando cajas, suspiré con fuerza y sentí como si una flor estuviese creciendo en mi cabeza, su capullo abriéndose y en lugar de liberar algún polen o aroma; soltó un nombre.
Tiffany & Co.
Era la marca que estaba grabada en la cajita de la pulsera.
La mayoría de las joyas estaban fuera de sus estuches, había algunas cajas de dicha marca, pero ninguna contenía la pulsera que buscaba.
Cerré el vestidor y regresé a mi alcoba para revisar los demás cajones, busqué en mi vanity, en otros muebles en donde guardaba mis cosas, terminé rebuscando con mayor desesperación, revolviendo cosas que cayeron al suelo debido a mi desesperación.
—Hey, ¿qué pasa? —una voz me hizo saltar del susto, me giré.
—¿Por qué me asustas? —me quejé tocando mi pecho, sintiendo los latidos desbocados de mi corazón.
—Toqué la puerta, pero tú estabas muy concentrada en tirar cosas al piso. —señaló el desorden que había en mi alcoba.
—Yo sólo… Buscaba una pulsera. —suspiré sentándome en la cama, entró a mi alcoba y se sentó a mi lado.
—Debe de ser muy importante para ti si la buscas de esa manera. —ladeó un poco la cabeza.
—El problema es que no lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes? —me miró con confusión, lo miré e hice mala cara, levantó un poco las cejas—. Ah, ya veo, recordaste esa pulsera y no sabes lo que significa, ¿no es así?
—Ni siquiera sé porque la estoy buscando… Sólo quiero saber si es real o simplemente la vi en alguna tienda y mi cerebro procesó la imagen como un recuerdo. —subí los pies a la cama, abracé mis piernas y recargué la cabeza en mis rodillas para después mirarlo.
—¿No has pensado en utilizar hipnosis?
—No. —fruncí levemente el ceño.
—Quiero decir, las citas normales con el psicólogo no están dando resultados, tampoco los medicamentos y los métodos naturales que tú padre planea seguir, parece que te afectan aún más. —suspiró suavemente—. Deberías dejar que te hipnoticen. —una ligera sonrisa curvó sus labios.
—Eso suena peligroso.
—Obviamente no lo hará cualquier persona, hay profesionales que lo hacen.
—Lo pensaré.
—No lo harás, eso dijiste desde la última vez que te sugerí esto y mira en donde estamos. —sus lindos ojos cafés me miraron con diversión, me recosté en la cama.
—Es fácil para ti sugerir cosas, tú no perdiste buena parte de tú memoria. —me froté el rostro y dejé salir un bufido—. Lo peor de todo es que se siente como si no debería de recordar cosas, quiero decir; sí existen cosas buenas, de seguro también hay muchas cosas malas, como el accidente de papá, lo recordé justo después de recordar la jodida pulsera antes de desmayarme. —miré el techo, volví a suspirar profundamente.
—¿No recuerdas que pasó después del accidente? —murmuró sin moverse.
—No, sólo recuerdo a papá desangrándose a mi lado, escuchaba sirenas, que la puerta de mi lado se abría y después nada, sólo un maldito dolor de cabeza que me deja prácticamente inconsciente.
—¿Cómo recuerdas la pulsera? —me miró sobre su hombro derecho.
—Fue un regalo, creo que, de navidad, había un árbol y muchos regalos debajo de el, listones azules y lila, los lila eran los míos, era una caja enorme repleta de estuches de marcas costosas... —fruncí el ceño al recordar más cosas, me senté lentamente— Tiffany & Co, Bulgari y Van Cleef & Arpels… Collares, anillos, pulseras… Muchas y muy brillantes.
—¿Había alguien contigo?
—Sí, sí… Estábamos abriendo los regalos de navidad, y-yo le pasé uno, pero no pude ver su mano, sólo su silueta borrosa y manchada. —imité la acción del sueño, levantando el brazo como si pasara el regalo.
—¿Manchada?
—Sí, tenía manchones oscuros, algunos pequeños y otros por aquí. —indiqué en mi propia mano, pasando el dedo por mi dorso, levanté la cabeza encontrándome con aquellos ojos cafés adornados con largas, oscuras, espesas y rizadas pestañas.
—¿Cómo tatuajes? —entrecerró un poco los ojos.
—Sí… Tatuajes… Muchos tatuajes. —murmuré, mis ojos desviándose de los suyos y detallando sus facciones, su piel se veía pálida y suave, su nariz perfecta, sus labios… Mi corazón literalmente se sacudió un poco, algo burbujeó en mi estómago y algo cálido recorrió mi espalda, involuntariamente pasé saliva al sentir la garganta seca, vi que abría un poco los labios, pasando la punta de su lengua suavemente por su labio inferior, apenas tocándolo… Parecía más como si estuviese tocando sus dientes en lugar de su labio.
Solté aire lentamente mientras me acercaba un poco a él, su aroma colándose en mi nariz e inundando mis pulmones con su agradable olor, era una loción, pero no sabía cual era, nunca la había olido, era especiado y cítrico al mismo tiempo, mi corazón se agitó y mis entrañas se retorcieron al ver que él también se inclinaba hacía mí lentamente, sólo unos centímetros más.
Nuestras narices casi se rozaban, estábamos respirando el mismo aire, el ligero aroma mentolado saliendo de sus labios entreabiertos.
De repente el pecho se me hundió y mi piel picó, los nervios apareciendo y fluyendo por mi sistema, mi corazón alertando que no lo hiciera, pero mi cerebro tenía el control y había dejado mi cuerpo quieto, a la espera de sus labios.
—A veces siento que utilizas tú amnesia como excusa para acercarte así y nunca la aprovechas. —su aliento cálido y mentolado acarició mis labios fríos, mi corazón saltó y mi cerebro reaccionó.
Me separé de golpe, alcanzando un cojín que estaba a su espalda.
—¿Lo ves? —sonrió con diversión y arrogancia.
—Eres un idiota. —le estampé el cojín en la cabeza, apenas se movió, la indignación extendiéndose por mis venas, no conforme con eso, volví a pegarle un par de veces con el cojín hasta que me lo arrebató con un solo brazo y un movimiento tan veloz que no alcancé a verlo, simplemente el cojín escapó de mis dedos.
—Un idiota al que quieres besar. —presumió con altanería, la rabia brotó de mi pecho, apreté la mandíbula, resistiendo las ganas de golpearlo de verdad, lanzó el cojín a la cabecera y se levantó al escuchar que alguien venía por el pasillo.
—Pam-Pam. —saludó Nasy entrando a mi alcoba, con 3 botellas de jugo de uva en sus brazos.
—Hasta que al fin despiertas. —la siguió Samuel con una charola en las manos, ambos miraron a Conrad.
—Despertó algo alterada, sólo subí a revisar que todo estuviese en orden, permiso. —explicó y salió de la alcoba sin esperar respuesta o tan siquiera una reacción.
—Pam, ¿te sientes mal? ¿Quieres que le llame a papá? —Nasy me miró preocupada mientras se acercaba a mí.
—No, estoy bien, ya pasó. —extendí los brazos, rápidamente soltó las botellas en la cama a mi lado y me abrazó con fuerza.
—¿Segura? —Samuel dejó la charola en una mesita plegable.
—Sí, ¿a qué se debe la visita? —besé la mejilla de Nasy, se separó un poco.
—Nos preocupaste, no despertabas y decidimos venir a merendar contigo, no te comiste tus frutas, eso significa que no hay galletas de chocolate. —explicó mi hermanita, su tono dulce convirtiéndose en reclamo.
—Desperté hace rato y quise buscar algo que al parecer no esta aquí. —encogí un hombro, Samu acomodó algunos bancos alrededor de la mesa.
—¿Recordaste algo? —preguntó suavemente.
—Algo así, pero los recuerdos son como pesadillas. —confesé haciendo una pequeña mueca, nos acomodamos para merendar, Nasy prácticamente obligándome a comer las frutas antes de darme un par de galletas de chocolate y una mini tarta de durazno.
—Clara preparó las galletas, están deliciosas, ¿verdad? —habló Nasy con la boca medio llena.
—Sí, tú madre debería abrir una panadería aquí, tendría mucho éxito. —le dije a Samu.
—Lo haremos, en algún futuro. —guiñó un ojo, minutos más tarde Nasy decidió ir por un juego de mesa para jugar los 3, la mucama subió para recoger los platos, limpiar un poco el desastre que había hecho y al salir me dejó algunos medicamentos que me tomé para evitar más reclamos por parte de mi hermana.
—¿En verdad piensan abrir una panadería? —pregunté sentándome en la cama.
—No lo sé, quiero decir; ni mi mamá o yo tenemos trabajo ni dinero, las becas escolares ni siquiera alcanzan a cubrir una parte de la colegiatura de la universidad a la que me inscribió tú padre, básicamente vivimos de mantenidos con él, no se siente bien. —hizo una pequeña mueca.
—¿No tenías un fondo de estudios?
—Lo tenía —asintió— pero la mayoría de los cheques venían de tu padre… De Christopher, cuando Nasy se fue al internado y tú desapareciste, tuvimos que utilizar ese dinero para sobrevivir, mamá no me dejaba trabajar para que no descuidara mis estudios y dejar la escuela no era una opción, así que ella consiguió dos trabajos, ni siquiera sé como logramos sobrevivir tanto tiempo, después del incendio de tú casa, Zachary contactó a mi madre para hablar sobre la adopción de Nasy y no sé como o porqué, comenzaron a amenazarnos, dejando cartas en la puerta de la casa o señales aterradoras, mamá llamó a Zack y nos mudamos un par de veces antes de que las cosas se calmaran otra vez, entré a la universidad y todo volvió a derrumbarse; no teníamos dinero, pero meses después estamos en Alemania, viviendo en un castillo y yo estoy asistiendo a una de las mejores universidades del país, ¿por qué? —me miró confundido.
—¿Mi casa se incendió? —hice una pequeña mueca, suspiró con fuerza.
—Te adoro mucho Pam, iré a dormir. —besó mi frente y salió de mi alcoba, segundos después Nasy entró con el juego de mesa, se puso un poco triste al ver que Samu se iría, pero segundos después se recompuso al ver que papá entraba.
Los 3 jugamos un rato al Jenga, hasta que papá mandó a Nasy a terminar su tarea, me quedé a solas con él.
—¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiesen sacudido el cerebro, me siento mal en realidad. —suspiré pesadamente.
—Mañana iremos a una valoración con el médico, nos dirá que opciones extras abordar para mejorar la memoria. —tomó mi mano.
—De acuerdo. —murmuré, recordé la recomendación de Cort, pero sinceramente me daba miedo que fuese la única que aseguraba una recuperación de memoria, como lo había dicho; me daba miedo recordar las cosas malas que había vivido, no estaba preparada para enfrentar todo aquello que había olvidado y que por algún motivo; me ponía ansiosa.
Tarde o temprano tenía que enfrentarlo, pero preferiría que fuese tarde…
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