Capítulo 4; Liebe.

Múnich, Alemania.

Zachary Köster.

Revisé los resultados de los nuevos análisis de mi hija, había mejorado bastante, pero la amnesia disociativa era bastante terca de tratar, una vez que realizaron más estudios pudieron diagnosticarla de una manera más adecuada, dando con el tipo de amnesia que consistía en lagunas mentales o pérdida de memoria de ciertos acontecimientos que abarcaban cortos o largos periodos de tiempo, algo así como recuerdos selectivos.

Afortunadamente el golpe que recibió en la cabeza no provocó nada grave, además de la amnesia, hasta ahora, ya que, el doctor recalcó que deberíamos de estar atentos al menos en el primer año de recuperación para ver si no había secuelas graves que tratar.

Una vez que sané medianamente del accidente, mi madre me contó todo lo que había ocurrido durante mi inconsciencia, en aquel momento no sabía ni que sentir, todo era como una mezcla de rabia, indignación, tristeza e incertidumbre que me abarcó durante días, pero todo había pasado y sólo me quedaba seguir adelante.

Pero el vacío seguía instalado en mi corazón al recordar a Rafael y lo triste que debía de estar Leah, Pam había fallecido ante los ojos de todos ellos y sinceramente en ese momento no quería desmentir nada.

No cuando Adler había capturado a la hermana mayor de Pam y al hijo de Yasser, aún no lograba entender sus motivos, estaba casi en deuda con ellos, después de todo, la Mocro Maffia fue quien incendió el barco y rescató a Pam, según Blaz, el hijo de Adler; Grosser llegó cuando los marroquíes habían abandonado el barco, justo cuando las llamas alcanzaban su punto más alto, vieron a Toledo escapar en un bote, pero al ver que no llevaba a mi hija con él, decidieron seguir a Taher Jaziri gracias a una corazonada que tuvo el hombre, acertó, porque ellos se la habían llevado.

Sólo les tomó 5 días reunir gente y atacar para recuperar a mi hija, siendo Conrad Klein el que la salvó está vez.

Desde que tengo memoria la familia Klein, siempre le han sido leales a mi padre y verdaderamente no esperaba nada de ellos, pero demostraron lo contrario y se ganaron mi respeto genuinamente.

—Hola. —una suave voz me sacó de mis pensamientos, el corazón se me agitó al sentir que unos brazos rodeaban mi cuello y unos pequeños y suaves labios besaban mi mejilla.

—Hola ángel. —automáticamente sonreí, sintiendo como mi pecho se llenaba de orgullo y amor.

—¿Qué haces? —pegó su mejilla a la mía, mirando los papeles sobre la mesa.

—Sólo revisaba tus resultados. —alcé la mano para tocar su cabello, sus sedosas y escasas hebras se escurrieron por mis dedos, se separó para sentarse en la silla a mi lado.

—¿Están bien? —se recargó en mí, sus uñas acrílicas rozando las hojas.

—Sí, sólo cambiaron algunos medicamentos. —ignoré el hecho de que el médico recomendó sesiones de hipnosis para la pérdida de memoria, no estaba preparado para que ella recordara todos los eventos traumáticos que vivió a lo largo de su vida.

Tan sólo pensar en el estado deplorable que describió Adler al momento de llegar a casa me destrozaba el corazón.

Sí recordaba, quería que fuese por su cuenta, a veces lo hacía, hablando sobre pequeños fragmentos de recuerdos, pero tan pronto como su escasa memoria volvía, los dolores de cabeza casi la hacían llorar, provocándole migrañas que la dejaban en cama durante días.

Mientras más tardara en recordar, mejor para todos, aún no quería revelar la verdad y mentirle a veces se sentía como masticar algo amargo en mi boca.

—Bueno, ¿ya casi llega Clara? —los ojitos esmeraldas le brillaron de ilusión, desde hace semanas ha estado insistente, preguntando por Clara y Samuel, la niñera y el hijo que vivían en Nueva York.

Fue fácil para mí contactar con ellos y aún más sencillo pactar una visita la cual hicieron durante un fin de semana, Nasy y Pam casi se volvieron locas de la emoción al ver a dichas personas, rogando a cada minuto del día para que se quedaran en Alemania, lo cual era imposible en ese momento, pero había mejorado ahora; sí mis hijas deseaban convivir con ambos, lo harían.

Rápidamente arreglé los papeles universitarios del chico y conseguí un traslado académico, así que se mudarían con nosotros, un chófer pasó a recogerlos al aeropuerto hace unas horas, estaban a nada de llegar.

Obviamente Nasy y Pam se pusieron ansiosas con la espera, por suerte, mi madre logró distraer a la más pequeña con algunas clases de crochet, mientras que Pam se mantenía pegada a mi lado.

—Están muy cerca. —respondí besando su cabeza, sonrió un poco.

—De acuerdo, ¿ya me creció el cabello de aquí? —apartó algunos mechones y me mostró parte de la nuca, su cuero cabelludo oscureciendo por el nuevo cabello que crecía progresivamente, 1 centímetro al mes aproximadamente, la longitud era irregular y aún tenía partes ligeramente calvas.

Algo ácido subió por mi garganta.

—Sí, comienza a verse bien. —besé nuevamente su cabeza.

—El otro día Nasy me dijo que debería de usar peluca, pero me mostró una de color magenta, ¿ese color me quedará bien?

—Sinceramente prefiero tú color natural. —confesé.

—¿Aunque sea disparejo y haya una mezcla como de 4 colores en el? —entrecerró los ojos.

—Exactamente por eso, tú cabello natural es único al igual que tú.

—Que nosotros, usted me lo heredó. —acusó, solté una risita.

—Te heredé cosas buenas. —guardé los papeles en el sobre.

—Eso creo.

—¿Cómo que crees? —me hice el ofendido haciéndola reír.

—Nani dice que también heredé su carácter y terquedad.

—Eso también es bueno, pero el mal genio es de tú abuela. —susurré suavemente, ensanchó su sonrisa, sus ojitos volviéndose pequeños, brillantes y cómplices.

La amaba con locura.

—¡Llegaron! ¡Pam-Pam! —gritó Nasy haciendo que ella se levantara y saliera volando hacía la sala, la seguí de una manera más calmada, dejando el sobre en un mueble y encontrándome con Nasy colgada de Samuel, quien la sacudía ligeramente sin dejar de reír, Clara abrazaba a Pam como si quisiera resguardarla en sus brazos.

Mamá y yo esperamos nuestro turno para saludarlos, casi formando un abrazo grupal cuando Nasy y Pam nos rodearon mientras recibía a Clara, la mujer sonrojándose al pegarse a mí, producto de la euforia y felicidad de ambas niñas.

—Tranquilas. —rió mamá al ver que ambas casi saltaban.

—¿Quién les dio azúcar? —sonrió Samuel.

—No hemos comido azúcar. —negó Nasy cuando nos liberaron.

—¿Entonces comieron sal? —levantó una ceja señalando a Pam de manera burlona.

—Deja el chiste, ya sé diferenciarlos. —le mostró la lengua, arrugué las cejas al recordar el origen de la pequeña broma.

Pam antes confundía la sal con el azúcar porque según ella sabían igual.

—Acomodamos un poco tú alcoba, recibimos algunas cosas, no las sacamos porque papá no nos dejó. —Nasy me miró.

—Son pertenencias personales de Samuel, no debían de esculcar. —asentí.

—Gracias. —el chico me miró y guiñé un ojo restándole importancia.

—Vamos. —insistió la niña, el personal subió el resto de maletas, habíamos remodelado un poco, arreglamos las alcobas de la tercera planta para que ellos pudieran estar cómodos y tener algo de espacio.

—Dios, esto es gigante y es demasiado. —Clara me miró sorprendida cuando abrí la puerta de su alcoba.

—Es para que estén cómodos, sus alcobas están del lado izquierdo, en la derecha están un par de alcobas vacías llenas de artilugios, abajo estamos los demás y mi alcoba está al fondo del pasillo al igual que la de Pam. —expliqué.

—Necesitaré un mapa de esta casa, es impresionante.

—Siéntete libre de recorrerla cuando quieras, tú hijo también, son bienvenidos aquí.

—Muchas gracias en verdad señor Kö… Zachary, lo siento. —sonrió levemente, su cabello dorado formaba un moño despeinado que me mantenía cautivado en ese momento, su piel era blanca y su perfil era cóncavo, su pequeña y respingona nariz era linda, sus labios carnosos y boca pequeña nublaron mi mente la primera vez que la vi y lograron alterar mis sentidos cuando vinieron aquel fin de semana en el cual no pude evitar mirarla de reojo.

—Descuida, te dejo para que te pongas cómoda y si necesitas algo, estoy abajo en la sala o puedes llamar a cualquier mucama. —sonreí un poco.

—Ahm… Yo no sé alemán. —la duda cruzó sus facciones.

—No te preocupes, todos hablan un poco de inglés, por Nasy, sólo ten un poco de paciencia.

—De acuerdo.

—En un rato cenaremos, ¿no son alérgicos a nada? —vacilé un poco.

—No, a nada.

—¿Algún régimen alimenticio en especial?

—Ninguno. —bajó un poco la cabeza, el color pintando sus mejillas.

—Perfecto, nos vemos más tarde. —salí de la alcoba y caminé por el pequeño camino en dirección a las escaleras, de repente mi corazón latía como si hubiese corrido una maratón, pero mi respiración permanecía profunda y constante.

Una ligera sonrisa curvó mis labios mientras iba a mi alcoba, encontrándome con la puerta abierta de Pam, vi que estaba sentada en la cama, con los ojos cerrados y respirando profundamente, me aclaré la garganta, respingó del susto antes de mirarme, las lágrimas inundando sus ojos.

La preocupación palpitó en mi pecho.

—¿Qué pasa, ángel? —caminé hacía ella, me senté a su lado cuando la barbilla le tembló.

—Es que… No sé, creo que recordé algo. —sus labios formaron un puchero, aguantando el llanto.

—¿Qué recordaste, amor? —toqué sus mejillas, sus ojos se fijaron en los míos, la inquietud floreció en mi estómago al ver el dolor impregnándose en la esmeralda.

—Y-yo… Sabía su nombre, pero ahora no lo recuerdo… He intentado hacerlo, pero no puedo. —se desesperó, las lágrimas brotando de sus ojos, las limpié cuando cayeron por sus mejillas.

—¿De quién? ¿Puedes describirlo?

—Tiene cabello oscuro y ojos azules, p-pero no cualquier azul, no recuerdo, a veces está muy borroso y otras veces es como una sombra… —sollozó— me duele, no sé por qué, pero mi corazón duele cuando no puedo aclarar mi mente.

Mi garganta se apretó y mi cabeza palpitó de dolor, me lamí los labios.

—Mi amor, debemos ser pacientes, no te desesperes por no recordar cosas en el momento, a veces surgen de la nada, no te presiones ni fuerces tu cabecita o lo único que regresará será la migraña. —mi voz apretada apenas logró salir, la culpa moviéndose, arrastrándose dentro de mi estómago y pecho como un maldito parásito.

—Es que… Desde hace días siento algo aquí, que me asfixia y me duele, tengo sueños felices, pero no recuerdo que me hizo sentir así, sólo sé que fui feliz porque lo siento aquí —tocó su corazón.

—Pronto lo descubriremos, te lo prometo. —besé su frente, se ocultó en mi pecho y decidí acostarnos para poderla abrazar con mayor comodidad, su pequeño cuerpo agitándose con los sollozos y mi pecho colapsando, mi lengua picando por decirle la verdad…

No, aún no.

Busqué desesperadamente que hacer o decir para intentar consolarla, pero tenía la mente nublada por la culpa.

Fue feliz porque estaba enamorada.

Sea como sea, ella lo amaba, quizá su mente no lo recuerde, pero su corazón sí y eso la estaba volviendo loca.

La arrullé en mi pecho, acariciándole el cabello y besándole la frente, a veces no decir nada era mejor que hablar tonterías, dejé que se desahogara un poco, sus sollozos disminuyendo poco a poco hasta convertirse en agitadas respiraciones que eran como leña a mi pecho ardiente, quemándome desde adentro.

Respiré profundamente, tratando de bajar el nudo que subió por mi garganta.

—Ya es hora de cenar. —alguien tocó la puerta, me levanté un poco, mirando a Clara en la puerta, con ropa cómoda y el cabello suelto, su pequeña sonrisa se borró al ver a Pam—. ¿Qué pasa cariño, te sientes mal? —rápidamente se acercó a su lado cuando ella se sentó.

—Es que a veces le frustra no recordar las cosas rápidamente. —respondí imitándola.

—Cariño, ¿no ha mejorado la amnesia? —peinó el cabello de Pam, colocándolo detrás de las orejas.

—A veces hay días buenos y otros malos, iré al baño. —sorbió por la nariz antes de levantarse e ir al baño.

—¿No hay algún tratamiento o algo así? —me miró preocupada.

—Ninguno que me convenza. —pasé saliva— ¿Puedo pedirte un enorme favor? —la miré fijamente, parpadeó rápidamente durante unos segundos.

—Claro, lo que sea. —asintió.

—¿Conoces a Nathan Webster? —casi susurré.

—Algo así… Oh dios, ahora lo recuerdo. —abrió mucho los ojos y sus labios formaron un pequeño círculo.

—No lo menciones, ni siquiera digas que lo conoces.

—P-p… —frunció el ceño.

—Te lo explicaré luego, pero por el momento te pido eso y a tú hijo también, Nathan Webster no existe en esta casa ni en la mente de mi hija, ¿entendiste? —murmuré al escuchar sus pasos en el pasillo, apenas alcanzó a asentir cuando Pam salió del baño, se había mojado el rostro y peinado el cabello en una coleta floja—. ¿Bajamos a cenar? —me levanté de la cama.

—No tengo hambre. —negó cabizbaja.

—Ah no señorita, lo prometiste, al menos come algo de fruta. —pedí, me suplicó con los ojos antes de pasar la mirada a Clara—. Pam… —advertí levantando una ceja.

—Tú padre tiene razón cariño, no puedes dormir con la barriga vacía o las lombrices picarán tus tripas. —le dijo, consiguiendo que Pam soltara una pequeña sonrisa, hice una mueca.

¿Lombrices picándole las tripas?

—Papá me hizo tomar un desparasitante hace unas semanas. —sacudió la cabeza.

—Dos veces, porque vomitaste. —añadí.

—Sabía asqueroso. —se defendió.

—Bueno, baja a comer fruta o te daré más desparasitante. —advertí, se levantó de mala gana, aferrándose a la niñera al momento de salir de la alcoba.

—No dejarás que me de más desparasitante, ¿verdad? —la escuché susurrar.

—Eso intentaré, pero tú también deberás de cooperar y comer lo debido.

—Okey. —suspiró pesadamente.

Giraron a la izquierda, Clara sonriéndome ligeramente cuando me miró sobre su hombro, le devolví la sonrisa.

La comodidad calentando mi pecho y mientras mariposas aleteaban suavemente, haciéndome cosquillas en el estómago.

Sería bueno tenerlos en casa, siempre y cuando no supieran más de lo debido…

Nathan;

Saboreé algo dulce en mi boca al ver tremenda bofetada que recibió Santiago, regresó el rostro lentamente, moviendo la boca y posiblemente pasando la lengua por el interior de su mejilla dolorida, mamá apretó la mano, formando un puño que rápidamente se aflojó, sus brazos temblaron cuando se peinó el cabello hacía atrás con ambas manos, rabiosa, colérica y con los ojos llenos de lágrimas, Santiago simplemente se la comía con los ojos, molesto también, pero sin moverse, quedándose plantado como si fuese una jodida estatua.

Sonreí un poco.

—¿Qué quieres? —los dientes de mamá casi rechinaron al momento de hablar.

—Ya te dije que necesito hablar contigo. —respondió pausadamente, moviendo la mandíbula a los lados y saboreando algo en su boca, ¿le sacó la sangre? Sí fue así; me arrodillaría a besar los pies de mi madre y después me partiría de la risa.

—Yo no tengo nada que decir.

—Perfecto, entonces escúchame.

—Tampoco quiero escucharte, ¿por qué no hablas con toda la partida de estúpidos que viven en Cracovia? Vámonos. —se frotó la frente.

—Maritza. —tomó su brazo, pero rápidamente se soltó.

—¡No me toques! Les estoy hablando. —nos aniquiló con los ojos.

—Con un demonio… —bramó Santiago.

—Cuida tus palabras. —advirtió mi abuelo.

—¡Ahora! —se alteró mamá haciendo que Dan y yo nos levantemos de un brinco, mareándonos y caminando torpemente a la salida.

Debería de conseguir el nombre de esos medicamentos, había aplacado todo el terremoto que tenía en la cabeza, estaba relajado y feliz, me sentía de puta madre, a pesar de apenas percibir el ligero punzón que apretaba mi ojo o el dolor que sentía en las encías de los dientes superiores. 

Podía sonreír sin problema.

—¿Qué pasó? —los gemelos nos recibieron en el pasillo.

—Debieron ver tremenda… —solté una risita.

—Vengan acá chicos. —llegó un primo de Santiago cuyo nombre flotaba en mi cerebro, pero mis brazos perezosos no podían atraparlo.

—Mierda, te ves drogado. —Karl me miró de arriba abajo.

—Me siento bien, muy bien en realidad. —sonreí, era como si fuegos artificiales explotarán en mi pecho e iluminarán de colores mi cerebro.

—¿Tomas algún medicamento? —vi borroso durante algunos segundos, parpadeé largo y duro para aclarar mis ojos.

—Antidepresivos recetados y un montón de vitaminas. —respondió Kenn frunciendo el ceño.

—Carajo, debemos cortar el efecto de los medicamentos. —sujetaron mi brazo y negué apartándome, recargando la espalda contra la pared.

—No, me siento muy bien ahora.

—Vamos Nathan, podría darte una sobredosis o algo así.

—No me dará nada, sólo… Déjame disfrutar de esto un poco más. —me lamí los labios, aún sintiendo el sabor metálico en mi lengua.

—Nathan.

—Por favor, quiero sonreír un poco más, mañana volverá toda la mierda y va a doler, mi corazón va a doler otra vez, hermano. —sujeté la mano de Kenn y la presioné contra mi pecho—. ¿Lo sientes? Estoy feliz ahora.

—Estás drogado. —los ojos se le humedecieron.

—Pero estoy feliz y me gusta esto, jodidamente lo disfruto, late feliz, ¿lo sientes? —solté una risita, el dolor molestándome en el ojo y en otras partes del cuerpo, pero lo ignoré, porque por primera vez en meses me sentía ligero.

—Sí Nathan, late feliz —los labios le temblaron cuando forzó una sonrisa— vamos a sentarnos, no quiero que te caigas. —arrastró la mano por mi pecho y subió mi brazo izquierdo sobre sus hombros, rodeó mi cintura, era casi de mi tamaño.

—No me caeré, me siento como una pluma.

—Te aseguro que no pesas como una, bajaste de peso y apenas te puedo. —me llevó a un comedor en donde otra persona me ayudó a sentarme.

Terminé desplomándome sobre la mesa, utilizando mis brazos como almohada, buscando una posición cómoda para no lastimarme los golpes del rostro.

—Debería drogarme de vez en cuando. —sonreí mirando a Kenn.

—No, no lo hagas por favor. —se sentó a mi lado y negó, se frotó los ojos.

—¿Qué tienes? ¿Te sientes mal? —murmuré tratando de ocultar mi sonrisa.

—Sólo estoy cansado. —sacudió la cabeza.

—Sí te acomodas así no te cansas tanto. —encogí un hombro intentando bromear.

—Nathan… —los labios le temblaron y su respiración falló al tratar de retener el llanto, todo se encogió dentro de mí, mis órganos y entrañas torciéndose tan dolorosamente que no pude moverme durante unos segundos.

Sus ojos azul grisáceo tornándose esmeraldas durante una milésima de segundo, las lágrimas brillando en sus mejillas cuando se le escaparon, rápidamente se las secó, rogándome con la mirada que hiciera algo, nunca supe que hacer en esa situación.

—No me mires así.

—¿Cómo? —volvió a limpiarse los ojos.

—Me hace recordarla a ella cada vez que la hacía llorar, eso no me hacía feliz. —fruncí el ceño y giré la cabeza al otro lado, encontrándome con Dan sentado a mi lado y Karl ayudándole a tomar agua.

—Ambos son una mierda. —gruñó el rubio.

—Karl. —escuché la voz de mamá, me senté correctamente.

—Es la verdad, hicieron llorar a Kenn con sus pendejadas. —se molestó.

—N-no es verdad, yo estoy bien. —se levantó el menor.

—Es mejor que se vayan a dormir, mañana nos iremos muy temprano. —habló mi abuela.

—Está bien. —murmuró Dan.

—¿Ya empacaron sus cosas? —les preguntó a los gemelos.

—Ya.

—Vayan. —mamá nos dijo, me sentí débil al momento de levantarme, así que necesité ayuda para hacerlo.

—Kenn —lo llamé cuando logré ponerme de pie, apenas me miró con los ojos enrojecidos, tratando de ocultarse de Santiago—. Lo siento mucho.

—Igual yo, perdón si te hicimos sentir mal. —suspiró Dan.

—Está bien, tranquilos. —formó una pequeña sonrisa mientras encogía un hombro levemente.

—Puedo ir solo, la ayuda fue para levantarme. —me apoyé en la pared.

—También vas a necesitar ayuda si te caes en las escaleras. —añadió Kenn.

—Pequeña pulga. —lo empujé suavemente, mi puño apenas rozando su camisa.

—Es la verdad. —me regresó el golpe, pero sus nudillos sí alcanzaron a golpearme justo en donde Dan me dio un puñetazo, el dolor brotó como una chispa, me quejé—. ¡Diablos, lo siento! —abrió mucho los ojos.

—Creo que… Me lo merecía por hacerte sentir mal. —jadeé sin aliento, el dolor acalambrando mis costillas.

—En verdad lo siento. —la culpa le cubrió el rostro, negué y seguí caminando por mi mismo hacía las escaleras, topándome a Santiago en el inicio.

—¿Qué? ¿Te peleaste con tus amiguitos en Cracovia y ya no te cuentan las mierdas que hacen a tu espalda? —fingí tristeza, mis labios manteniéndose en una sonrisita burlona.

—Que gracioso, cómo que te hace falta que te emparejen el otro ojo, el negro te queda bien. —entrecerró los ojos y sonrió con falsedad.

—Lo sé y a ti el rojo, ¿quieres que empareje la otra mejilla?

—Mira tú, me agradabas más cuando no podías ni hablar, o mejor inconsciente por un coma etílico. —me mostró los dientes, no me había dado cuenta de que nos habíamos acercado hasta que sentí el calor que emanaba de su cuerpo, su pecho a pocos centímetros del mío, nuestros ojos clavados en el otro y la rabia destilando por nuestros poros.

—Esto no se va a quedar así, te lo juro. —murmuré.

—Claro, lo espero.

—Nathan, andando. —habló mamá haciendo que rompamos el contacto visual, me apoyé en la barandilla para subir las malditas escaleras, mis costillas punzando y mis muslos ardiendo en cada escalón hasta que llegué a la alcoba en la que dormí ayer, mamá siguiéndome en silencio durante todo el camino.

Incluso me ayudó a buscar un cambio de ropa, quise ducharme, pero tendría que quitarme todos los vendajes y parches, la pereza y mi cerebro aún bajo el efecto de la asombrosa mezcla de medicamentos me pedían simplemente acostarme, así que lo hice después de cambiarme de chándal, las suaves y sedosas sábanas acariciaban mi torso desnudo.

—¿Por qué pelearon? —insistió con un tono de voz agotado.

—Discutimos, nos dijimos cosas, nos enojamos, sólo eso. —aguanté el escozor que sentía en el ojo, era como si tuviese arena, pero en realidad sólo era resequedad que se sentía como diminutos cristales raspándome la córnea.

—¿Sobre qué discutieron?

—De todo lo que está pasando, mamá… Ya sabes. —me acomodé en la almohada.

—Mhm… Dan ya me lo dijo todo, lamento si no hice lo suficiente por ti. —sus palabras se encajaron en mi pecho y echaron raíces con espinas que apretaron y perforaron todos mis órganos, me giré, ella cerró la puerta cuando salió, sumiéndome en la oscuridad de la alcoba.

Yéndose…

Sin siquiera haberme dado las buenas noches o algún beso de despedida como lo ha hecho desde hace tiempo, las espinas subieron hasta mi garganta, rasgándome desde adentro, las lágrimas picando en mi nariz y ojos.

El efecto de los medicamentos disminuyó poco a poco durante la madrugada, el dolor atacándome sin piedad, mi cuerpo absorbiéndolo como de costumbre, alimentándose de el y soportándolo en silencio.

Hace un par de días encontré la fuerza para levantarme y buscar algo en la computadora que antes utilizaba para el trabajo de Capo, ingresando a la nube de información confidencial cuya contraseña no había cambiado; la primera vez que vi a Pam, que a su vez era el día de su cumpleaños.

Axel lo había dejado todo ahí y al principio tuve… Miedo de descubrir que había entrado a la nube, pero no recibí ningún mensaje ni nada por el estilo, así que seguí adelante, leyendo las últimas cosas que hicieron, el rastreo inconcluso de la Mocro Maffia y los últimos avistamientos de Impera que regresaban al territorio de los Bazzotti.

Todo parecía normal, hasta que me encontré con un historial de activación del celular de Pam, el cual se había mantenido desaparecido hasta ese momento, cuando ingresé a la carpeta fue como si todo mi cuerpo ardiera en llamas al ver la cantidad de fotografías que habían sido enviadas a un dispositivo, un número, el maldito, jodido y asqueroso número del enfermo de Konrad Borkowski, la rabia me nubló los sentidos durante algunos minutos en los que no supe ni como respirar.

Mi corazón estaba a punto de colapsar.

Se envió fotografías que me había tomado con ella, pero tuvo el puto descaro de recortarme de dichas fotografías.

Claramente contacté a una persona en especial sin que mamá o mi familia se diese cuenta, un cazafortunas polaco investigó un poco a los Borkowski y cuando tuve la información necesaria, me comuniqué con Konrad.

Sinceramente no esperaba que atendiera la llamada delante de todos, supongo que fue suerte, hablar con Jankiel se sintió como caer a la lava de un volcán activo, tan sólo pensar en él me daban ganas de sacarle los ojos con una cuchara y dárselo de comer a los perros… Pero no a mi perro, Balto no comía mierdas como él.

El cazafortunas me envió algunos vídeos de Jankiel y sus putos hijos saliendo de la mansión para reunirse con el otro anciano de mierda, Valerio Lorza, quien se coronaba como un nuevo Capo, presentía que le saldría el tiro por la culata, sabía de sobra que el clan de Toledo seguía a la espera de él, Valerio sólo presionaba, incomodaba y molestaba a los demás al igual que el jodido Jankiel y Erek.

La mierda les explotaría tarde o temprano y yo quería contribuir a eso, lamentablemente no tenía con que, ya no era Capo y los fondos habían regresado a mi abuelo.

Quise girarme a otro lado, pero el dolor me mantuvo quieto unos segundos.

Entonces recordé que desde hace tiempo había recibido depósitos a mi cuenta personal, Ángelo me pidió hacer una especie de declaración, pero evidentemente preferí evadir algunos impuestos y mover el dinero, me preguntaba cuando era el monto total, de seguro era bastante, si mi abogado insistía en mantener todo en orden era porque se trataba de mucho dinero, ¿no?

Lamenté no tener un celular a la mano, hace semanas que no usaba uno, además del celular desechable que Karl consiguió para mí al momento de llamarle a Konrad.

Me agradaba mi hermanito, no hacía tantas preguntas y si se trataba de joder a los que le caían mal, simplemente lo hacía sin dudar, todo lo opuesto al menor de nuestros hermanos, sin duda alguna; eran polos opuestos que se complementaban a la perfección.

El pecho se me encogió al ver que el tiempo pasaba y Kenn ni siquiera pasó a darme las buenas noches como otros días, recordar lo triste que se veía me hizo sentir aún peor.

Lo había jodido, eso era obvio, pero fue sin querer… Al igual que con ella.

Respiré profundamente, mi mente olvidándose de mi cuerpo lastimado, nuevamente el dolor palpitó y otra vez; tuve que aguantármelo.

La puerta se abrió lentamente, la ligera luz del pasillo entró un poco y apenas alcancé a distinguir unos mechones rubios antes de que volvieran a cerrar la puerta, la silueta oscura se movió por la alcoba hasta llegar a la cama y encender la lámpara de la mesita de noche, entrecerré un poco los ojos para adaptarme a la luz.

—Te traje hielo. —reconocí a Karl estirando la mano con la compresa en ella, rápidamente la tomé y me la coloqué en el ojo, la frescura haciéndome suspirar.

—Gracias.

—También agua, Kenn te mandó una paleta, pero como te portaste mal, no te la voy a dar, no te preocupes, te traje goma de mascar. —abrió el dulce y se lo llevó a la boca mientras se sentaba como indio a la altura de mis piernas, mirándome y estirando la otra mano para darme un maldito chicle de bola color amarillo.

—No puedo masticar, chistoso. —entrecerré un ojo.

—Lo sé. —sonrió un poco y se estiró para dejarlo en la mesita de noche a un lado de la botella de agua, me miró sin dejar de chupar la paleta.

—¿Cómo está todo afuera? —moví la compresa a mi boca y parte de mi mandíbula.

—No sé mucho en realidad, mi tío Valentino nos envió con los más chicos, Kai y Zuri no nos dejaban en paz. —rodó los ojos—. Cuando pudimos librarnos de ellos, los vimos salir al pasillo, dijeron que papá había llegado, pero no lo vimos hasta que salió junto con mamá y los abuelos, ella se veía muy molesta, incluso hace rato que pasó a darnos las buenas noches, casi siento que se metió en nuestra alcoba para no hablar con papá.

—No está molesta, está decepcionada. —murmuré.

—¿De todos nosotros? —frunció el ceño.

—No, de ustedes no, sólo de nosotros 4. —sacudí un poco la cabeza.

—Jackson, Dan, papá y tú.

—Así es. —regresé la compresa al ojo.

—Kenn se quedó con mamá, aún estoy molesto con ustedes dos por lo de hace rato, pero aún así no podía dejarlos sin agua y ver como están, porque ya sabes, son idiotas y no se cuidan solos. —hizo mala cara.

—No me hables de esa manera jovencito que soy tú hermano mayor. —lo apunté con el dedo, rodó los ojos con diversión y soltó una risita. Sonreí un poco.

No entendía como las personas los confundían, yo sabía identificarlos desde que eran bebés y era muy obvio para mí, Kenn tenía más color en las mejillas, el rosa pálido extendiéndose por sus pómulos hasta casi llegar a sus cienes, incluso su cabello era diferente, el rubio oscuro era parejo en el menor, sus pestañas eran un poco rizadas y el arco de cupido sobre sus labios era un poco más marcado, incluso el color de sus ojos era diferente; el color base de Kenn era azul mezclado con un poco de gris, por eso eran azul grisáceo, ambos eran de piel blanca, Karl más bronceado, sin color en las mejillas, con las comisuras de los labios más marcadas y alargadas, su cabello rubio oscuro tenía algunos mechones dorados, tenía las pestañas largas, pero al igual que Dan, eran lacias y caídas, sus ojos eran lo contrario a Kenn, ya que su base era gris mezclado con azul, creado un gris azulado.

Tenían la misma nariz ligeramente respingada, como todos nosotros, se vestían diferente, hablaban diferente, así que era absurdo para mí ver que alguien los confundía.

Era imposible que la gente se equivocara con sus nombres, al menos eso pensaba yo.

—¿Ya utilizaste el celular? —una miradilla cómplice iluminó sus ojos.

—Ya, ayer por la mañana. —asentí.

—¿Lograste algo?

—Yo creo que sí, Santiago regresó. —suspiré suavemente.

—¿Necesitas otro?

—Por el momento no, yo te aviso. —sonreí un poco, asintió, giró la paleta en su boca y curiosamente la saliva se me volvió ligera.

Mi estómago se revolvió un poco al recordar que no había nada en el desde hace horas, no volví a comer después de vomitar el croissant, así que milagrosamente sentía una pizca de hambre, mi apetito despertando después de semanas.

—Últimamente te ves más animado. —se sacudió algo del chándal para evitar mirarme, le costaba un poco más que su gemelo demostrar sus sentimientos, así que cada vez que intentaba entablar una charla más íntima se distraía con cualquier cosa para evitar el contacto visual.

—Sí. —recordé lo que le dije a Dan y algo caliente subió por mi garganta.

—Me alegro mucho, no me gustaba verte triste, tenía muchas cosas que contarte, pero ya no pude después de que… Ya sabes. —su ánimo decayó y el mío también, mi cuerpo volvió a caer al vacío oscuro.

—¿Cómo cuáles? —me aclaré la garganta después de unos segundos.

—No fuimos a la graduación del colegio y aplazamos nuestro ingreso a la universidad, una chica iba tras Kenn, pero a él no le gustaba porque le gusta otra que tiene novio, quien es el capitán del equipo de natación, ¿puedes creer que el idiota se atrevió a molestar a Kenn antes de salir a vacaciones? Obviamente le partí la cara, el idiota nos confundió y quiso molestarme, debiste ver su rostro cuando me empujó y le di un puñetazo que lo lanzó al piso, fue hermoso… —comenzó a relatar.

El pecho se me agitó al ver que conforme contaba todo lo que quería, se iba recostando a mi lado, acomodándose cuidadosamente cerca de mi brazo, recargando la mejilla en mi bíceps cuando finalizó con un; “no me castigaron porque el tutor es mi amigo, pero tuve que hacer más tarea y Kenn me ayudó a hacerla”

—¿No pidieron firma de mamá o algo así? —murmuré, su cuerpo se acercó más a mí.

—No, sólo tuve que mover los botes de basura. —siguió con la paleta.

—Defiendes mucho a Kenn.

—Sí, él también me cuida de no hacer cosas locas, ¿sabes? Es como una pequeña mamá.

—Así es. —inhalé por la nariz mientras doblaba un poco el brazo izquierdo, alcanzando algunos de sus mechones, pasó un brazo por mi estómago.

Nos sumimos en un cómodo silencio que se extendió por varios minutos, lo miré de reojo y se estaba quedando dormido, me vi tentado de sacarle la paleta de la boca, pero no fue necesario, soltó un bostezo, se sacó el dulce, apenas se giró para dejarla en la mesita de noche y apagar la lámpara.

—Buenas noches. —volvió a acurrucarse conmigo.

—Buenas noches. —murmuré girando al rostro hacía el otro lado y dejando la compresa cerca de mí.

El cansancio me invadió suavemente, como un ligero oleaje tranquilo y relajante, la presencia de mi hermano menor se sentía bien, cómoda y cálida, tal vez debería pedirle que duerma conmigo de vez en cuando…

Capítulos
1 Sinopsis.
2 Capítulo 1; Soledad.
3 Capítulo 2; Amenaza.
4 Capítulo 3; Dulcemente amargo.
5 Capítulo 4; Liebe.
6 Capítulo 5; Asfixia.
7 Capítulo 6; Ofensa.
8 Capítulo 7; Solitario
9 Capítulo 8; Opciones.
10 Capítulo 9; Mi niña.
11 Capítulo 10; 27.
12 Capítulo 11; Agotamiento.
13 Capítulo 12; Mini rojito.
14 Capítulo 13; Año nuevo, recuerdo nuevo.
15 Capítulo 14; Vacío llenado con whisky.
16 Capítulo 15; Te extraño
17 Capítulo 16; De regreso.
18 Capítulo 17; L.M.U
19 Capítulo 18; La más bella.
20 Capítulo 19; Confesión.
21 Capítulo 20; Sin problemas, no hay guerra.
22 Capítulo 21; My sweet-hurt
23 Capítulo 22; Maldición familiar.
24 Capítulo 23: Sospechoso
25 Capítulo 24; Onda expansiva.
26 Capítulo 25: Él viene por mí.
27 Capítulo 26; My kind of love is painful.
28 Capítulo 27; Otra historia.
29 Capítulo 28; Crisis.
30 Capítulo 29: El primer golpe.
31 Capítulo 30; Mi otra mitad.
32 Capítulo 31; Espía.
33 Capítulo 32; Temporal.
34 Capítulo 33; Maldito.
35 Capítulo 34; Sweet.
36 Capítulo 35; Taaffeíta.
37 Capítulo 36; Tratos.
38 Capítulo 37; Oui
39 Capítulo 38: Desgaste.
40 Capítulo 39; Fragmentado.
41 Capítulo 40: Locura.
42 Capítulo 41; Sfax.
43 Capítulo 42; El diablo.
44 Capítulo 43; Hogar, dulce hogar.
45 Capítulo 44; Ligero como el humo.
46 Capítulo 45; ¿Es real?
Capítulos

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1
Sinopsis.
2
Capítulo 1; Soledad.
3
Capítulo 2; Amenaza.
4
Capítulo 3; Dulcemente amargo.
5
Capítulo 4; Liebe.
6
Capítulo 5; Asfixia.
7
Capítulo 6; Ofensa.
8
Capítulo 7; Solitario
9
Capítulo 8; Opciones.
10
Capítulo 9; Mi niña.
11
Capítulo 10; 27.
12
Capítulo 11; Agotamiento.
13
Capítulo 12; Mini rojito.
14
Capítulo 13; Año nuevo, recuerdo nuevo.
15
Capítulo 14; Vacío llenado con whisky.
16
Capítulo 15; Te extraño
17
Capítulo 16; De regreso.
18
Capítulo 17; L.M.U
19
Capítulo 18; La más bella.
20
Capítulo 19; Confesión.
21
Capítulo 20; Sin problemas, no hay guerra.
22
Capítulo 21; My sweet-hurt
23
Capítulo 22; Maldición familiar.
24
Capítulo 23: Sospechoso
25
Capítulo 24; Onda expansiva.
26
Capítulo 25: Él viene por mí.
27
Capítulo 26; My kind of love is painful.
28
Capítulo 27; Otra historia.
29
Capítulo 28; Crisis.
30
Capítulo 29: El primer golpe.
31
Capítulo 30; Mi otra mitad.
32
Capítulo 31; Espía.
33
Capítulo 32; Temporal.
34
Capítulo 33; Maldito.
35
Capítulo 34; Sweet.
36
Capítulo 35; Taaffeíta.
37
Capítulo 36; Tratos.
38
Capítulo 37; Oui
39
Capítulo 38: Desgaste.
40
Capítulo 39; Fragmentado.
41
Capítulo 40: Locura.
42
Capítulo 41; Sfax.
43
Capítulo 42; El diablo.
44
Capítulo 43; Hogar, dulce hogar.
45
Capítulo 44; Ligero como el humo.
46
Capítulo 45; ¿Es real?

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