Nathan;
No me molesté en detallar los adornos que abundaban a mi alrededor, después de la navidad del año pasado, ya no tenía ganas de celebrar nada, todo me parecía insulso, ridículo y muy aburrido, era como si volviese a ser el Grinch que fui durante años, no podía evitarlo, ya nada me emocionaba.
—¿Todos están ahí? —preguntó Raptor a mi lado.
—Así es.
—¿Todos? —insistió.
—Dan al fin llevó a su novia. —suspiré profundamente.
—Ya era hora.
Asentí, el chófer condujo durante unos minutos, nos dirigimos a la nueva casa de Stef, el vecindario tenía vigilancia y su residencia tenía seguridad extra, nos detuvimos frente a la acera, detrás de la camioneta de Axel.
El escolta cargó con la caja de regalos, caminamos a la entrada, una mucama nos abrió, el corazón se me apretó con violencia, como si unas garras lo estrujaran y rasgaran profundamente, el olor a pino, dulce y canela inundó mi nariz, la sensación de calidez hogareña fue como un golpe contundente a mi pecho.
Quise regresar y salir, para poder hundirme en mi maldito cubo de hielo.
—¡Tío Nathan! —gritó Arthur en cuanto entré a la sala, corrió hacía mí, mis labios se movieron por si solos, jamás podía negarle una sonrisa a ese niño.
—Hola amigo, ¿cómo estás? —lo cargué, me envolvió con fuerza, incluso apretó sus piernas en mi cintura.
—Muy bien, Santa me trajo regalos, también a Art, ¿lo conoces? —los ojos le brillaron con emoción.
—A eso vengo, quiero conocer al bebé. —asentí, me adentré en la sala, abracé a Zoé con Arthur aún colgando de mí.
—Baja. —Axel lo tomó y lo puso en el suelo para después abrazarme ligeramente—. Me alegro de verte.
—Igual yo, ¿cómo estás?
—Sobreviviendo. —asintió, lo imité, saludé a Raf.
—Te ves bien, señora mamá. —le dije a Leah, su maquillaje y cabello eran impecables al igual que su ropa, a pesar de ser un pijama de chándal blanco y suéter rojo con copos de nieve.
—Debajo de este maquillaje hay ojeras de 2 meses sin dormir 4 horas seguidas. —me abrazó con fuerza.
—Lo sé. —suspiré al sentir su perfume. Stef cargaba al bebé, me acerqué a él, no pude evitarlo, extendí los brazos.
—Es divertido verlos cargar al bebé, maniobran como si fuese alguna bomba a punto de explotar. —escuché la risita de Zoé cuando Stef braceó un par de veces.
—No te muevas. —fruncí el ceño, vi que prácticamente aguantaba la respiración para quedarse literalmente quieto, rodé los ojos y tomé al bebé, lo acomodé rápidamente en mis brazos, llevándolo a mi pecho.
—Me sorprende que sepas cargarlo tan bien. —Axel me miró con curiosidad.
—Aprendí con Massi, Jackson es intenso con él a tal grado que ni siquiera quieres tocar al niño. —respondí mirando al bebé.
Usaba un pijama parecido al de sus padres, pero en versión miniatura, tenía unos calcetines gruesos de color negro que simulaban unas botas, sus manitas estaban cubiertas por unos guantes blancos.
Estaba detallando su atuendo cuando el gorrito a juego con los guantes se le cayó de la cabeza, dejando al descubierto una ligera… Mata pelusienta de cabello rojo… Casi anaranjado, apenas comenzaban a formársele las cejas y sus pestañas eran diminutas, su piel era blanca.
De repente mi entorno se volvió borroso, mi cabeza se desvió por el camino equivocado, alcancé a tomar consciencia antes de sumergirme en la oscuridad otra vez.
—Eres como una zanahoria. —sonreí un poco, lo acomodé perfectamente sobre mi brazo izquierdo, levanté la mano libre y apenas rocé sus mejillas, su piel era más suave que la seda—. Sí, tienes el cabello de color zanahoria. —toqué su barbilla, su diminuta boca se curvó suavemente.
—Ow… Sonrió. —Leah hizo un puchero.
—¿Sí? —Arthur se puso de puntillas, pero ni siquiera alcanzó a verlo, me senté en un sofá, se acomodó a mi lado.
—Yo soy tú tío Nathan, seré tú tío favorito, ¿escuchaste? —miré de reojo a Axel, él sonrió de costado, el bebé volvió a sonreír sutilmente.
—Te sonrió, le agradas. —Arthur se emocionó—. Cuando yo lo cargo sólo se tira gases. —arrugó la nariz.
—De seguro se relaja mucho contigo.
—Lo hace, si Arthur se queda con él puede dormir hasta 3 horas seguidas sin despertar. —añadió Leah.
—Yo creo que le agradas bastante. —le quité un guante, su pequeña manita atrapó rápidamente mi dedo—. ¿Cómo se llama? —miré a Leah.
—Art Sebastián Farrell Miller o Art Farrell. —respondió.
—¿Qué significa?
—Art es irlandés y básicamente significa oso, Sebastián era el nombre de mi abuelo. —sonrió mirando a Rafael.
—Es lindo y original. —moví el dedo, el estómago se me revolvió al sentir la pequeña fuerza que ejercía el bebé con su manita.
—Leah quería ponerle Rafael y no la dejaron. —Axel soltó una risita, se me escapó una sonrisa y miré a los franceses.
—Quería ponerle el nombre de sus abuelos. —la chica hizo un pequeño puchero.
—Pero mi padre tampoco quiso que tuviese su nombre, así que tuvimos que buscar otros. —suspiró Stef.
—Art Sebastián suena mejor que Cian Rafael. —encogí un hombro.
—Es lo que yo les dije. —indicó Raf.
—Había olvidado algo, traje regalos. —miré la caja que el escolta dejó en una mesa cerca de la puerta, Art comenzó a removerse, lanzó ligeros quejidos roncos.
—Es hora de comer, tienes hambre, ¿no es así? —Leah se quitó el suéter antes de tomar al bebé, yo fui por la caja y saqué los regalos de Arthur; lo mismo de siempre, material para pintar y colorear, incluso compré un osito para Art, no sabía el significado de su nombre, pero ahora que lo pensaba, combinaba perfectamente con el oso de felpa marrón que usaba un traje color zanahoria.
—No fue intensional, te lo juro. —advertí al ver la sonrisa de Leah, usaba una manta para cubrir al bebé mientras comía.
—Me encanta, lo pondré a lavar más tarde junto con la ropita que le regalaron Zoé y Axel. —sonrió aún más.
Repartí los demás regalos y por primera vez después de tantos meses me sentí feliz al ver que Arthur había preparado un regalo para mí.
—Sabía que vendrías, mamá me ayudó a envolverlo.
—Gracias amigo. —abrí la pequeña cajita.
—Yo mismo le puse los adornos de las cosas que te gustan, también pegué una foto de mi tía Pam para que siempre este contigo. —explicó con emoción, miré la carcasa de celular, tenía pegatinas de Batman, figuritas diminutas de las cosas que antes me hacían feliz, pero mis ojos se clavaron en la fotografía que se encontraba al centro de la carcasa, era Pam, sonriendo suavemente, luciendo tan hermosa como siempre.
Algo rasgó mi garganta y el pecho se me encogió de dolor.
—Eres el mejor. —logré hablar.
—¿Te gusta?
—Me encanta. —lo envolví en mis brazos y oculté mi rostro en su cabeza, tragándome el nudo que se formó en mi garganta, luchando por retener el agua salada que picaba en mis ojos y ardía en mi nariz.
—¿Quieres comer algo? —ofreció Zoé cuando Arthur se separó para mostrarme sus demás regalos.
—No tengo mucha hambre. —negué cambiando la carcasa de mi celular.
—¿En dónde estuviste? Todos se volvieron locos buscándote. —preguntó Axel cuando Arthur se entretuvo jugando solo con sus pinturas.
—Estuve en todos lados, ningún lugar en específico.
—Estuviste casi un mes en Alemania. —señaló Raf, lo miré de reojo.
—Quise visitar a Zack. —encogí un hombro—. Se mudo hace meses, ¿sabes en dónde está? —indagué.
—No he hablado con él últimamente, Hanna a veces me responde. —suspiró profundamente.
—Mhm… —miré hacía otro lado.
—¿Por qué viajaste a Alemania? —preguntó Leah distraídamente, vi que le sacaba el aire al bebé con ligeras palmadas en la espalda, analicé su acción durante unos segundos.
—Fui a visitar una urna que contiene cenizas de no sé quién. —murmuré.
—Espera, ¿qué? —Stef tenía el ceño fruncido cuando lo miré, después pasé los ojos a Raf, estaba quieto, su postura era ligeramente firme, tensa quizá y sólo trataba de aparentar.
—¿Cómo que “cenizas de no sé quién”? ¿De qué hablas? —Leah me miró como si hubiese perdido la cabeza, la oscuridad comenzó a regarse por mi pecho al ver que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Abrí los labios para responder, pero Raptor entró a la sala.
—Tienes una llamada. —avisó.
—¿Importa? —miré sobre mi hombro.
—Es Sabino Orlando. —respondió levantando una ceja, haciendo que Rafael entrecerrara los ojos.
—Me tengo que ir. —me levanté.
—¿Qué vas a hacer, Nathan? —escuché la voz cargada de recelo departe del francés.
—Feliz navidad. —besé las mejillas de Leah después de limpiarle las pequeñas lágrimas que se le habían salido.
—Nathan. —advirtió como si supiera lo que haría.
—Sí necesitas ayuda, puedes llamarme. —dijo Stef.
—El que va a necesitar ayuda serás tú, no dejes dormir a tus padres, rojito. —besé la cabecita del bebé, me despedí de los demás.
—Nathan. —volvió a insistir Rafael.
—¿Podrías decirle a Hanna que me llame? Zack no me responde y sinceramente no quiero comunicarme con Clara o su hijo Samuel. —pedí, me miró indeciso, como si hubiese acertado en algo que curiosamente no tenía contemplado en mis planes, me puse mi abrigo y salí.
Subí a la camioneta.
—¿Quién llamó? —pregunté cuando salimos de la propiedad.
—Tú abuelo, quiere hablar contigo.
—Dile que iré después de la hora de comer.
—¿Tienes planes?
—En realidad no, quiero trabajar un poco.
—¿En qué?
—En la empresa.
—Tú padre y Jackson parecen liderarla.
—Junto con Erek, no voy a permitir que sigan arruinando las cosas por las cuales luché para mantenerlas en orden. —negué lentamente—. Tienen el resto del día libre y mañana también. —añadí.
—Sí señor. —respondieron el chófer y el escolta.
—También tú. —miré de reojo a Raptor.
—No es como si tuviese un lugar al cual ir.
—Ve con Laura, supe que se mudaron a Verona después de las rebeliones que hubo en Marrakech. —encogí un hombro.
—Así es, fue la mejor opción.
—¿Estuvo triste porque cerró su pastelería? —se sentía raro entablar este tipo de conversaciones tan comunes después de semanas sin hablar con nadie.
—Sí, pero apenas llegó a Verona buscó locales para abrir otra, la semana pasada llegaron los hornos y está preparando todo para la inauguración. —quise pasar por alto el tono discreto de orgullo que estaba en su voz, pero en lugar de ignorarlo, me aferré a el, saboreando sutilmente ese cosquilleo en el pecho.
—Sí necesita algo…
—Ha pedido verte, deberías de ir.
—Tal vez lo haga y lleve a los gemelos, están locos por comer los postres que ella hace. —sonreí levemente.
—Planea con tiempo, así podré avisarle que irán.
—Sí señor. —suspiré, la camioneta llegó al estacionamiento.
—¿Seguro que quieres quedarte solo? —preguntó cuando me acompañó al elevador.
—Sí pudiera elegir a mi padre —las puertas se abrieron, entré, entrecerró los ojos al ver que mis labios se curvaban ligeramente— no serías tú, eres muy aburrido y no sé como Laura te soporta. —añadí.
—Vete a la mierda, escoge a Batman entonces. —cruzó los ojos.
—Lo haría sin dudar. —presioné el botón—. Feliz navidad.
—Feliz navidad. —asintió cuando las puertas se cerraron.
El elevador comenzó a subir, una ligera tonada navideña provenía de la pequeña bocina, me recargué en la pared y saqué mi celular para distraerme en algo mientras llegaba a mi piso.
Trataba de pensar en otra cosa, distraerme con lo que fuese, había desinstalado todas mis redes sociales, excepto instagram, pero no la utilizaba, así que las únicas aplicaciones de entretenimiento que tenía era WhatsApp, me gustaba ver los estados de los gemelos.
Las puertas se abrieron, salí al pasillo que estaba adornado cálidamente, incluso había un pequeño pino navideño en ambas puertas, el edificio tenía 4 departamentos por piso, excepto en el último que sólo había 2, saqué mi llave para abrir mi puerta, una vez que entré la cerré recargándome en la madera.
El departamento no era tan grande a mi parecer, pero tenía buena vista y una sola alcoba que se encontraba arriba del cuarto de limpieza y un espacio que acondicioné para colgar un saco de boxeo, poner una caminadora y una bicicleta estática, a la izquierda de la entrada estaba la cocina y un pequeño comedor, casi enfrente estaba la sala, literalmente la pared frente a la entrada era un ventanal gigantesco que tenía un amplio balcón y una terraza a la altura de la sala.
Me gustaban los espacios abiertos y amaba los ventanales, proporcionaban mucha luz natural y un agradable paisaje.
Me quité el abrigo y la ropa pesada, la dejé en el perchero de la entrada, caminé a la cocina, encendí la cafetera, mientras el café estaba listo decidí cambiarme de ropa por algo más cómodo, el aroma a cafeína me hizo suspirar, tomé algunas cosas y me instalé en el pequeño comedor, aunque minutos después decidí poner una mesa plegable y la silla frente al ventanal, cuando regresé por mi taza de café humeante me di cuenta de algo.
No tenía un escritorio.
Si planeaba regresar a la empresa debería de tener uno, un lugar fijo para trabajar, yo era de esas personas que necesitaban un espacio propio para poder concentrarse en su trabajo o estudio.
Tendría que llamar a alguien para que acomodara un escritorio… O mejor hacerlo yo mismo, ir a una tienda a buscar un escritorio que me gustara, al igual que una silla cómoda para… Un intenso dolor en el pecho me hizo cerrar los ojos, tomé profundas respiraciones con la intensión de mitigarlo.
Me sentía tan patético pensando en esas cosas.
¿Pensamientos normales en una situación como esta? Que ridículo.
La pantalla de la laptop frente a mi se iluminó, puse la contraseña y entré directamente al correo, ingresé una segunda contraseña para poder descargar el archivo que me envió el cazafortunas, era una investigación detallada sobre el averno, hace semanas me llegó dicha información, había estudiado al derecho y al revés dicho archivo, me lo sabía de memoria, pero aún así el sujeto copió la antigua información sobre el documento de la nueva.
Y aún así lo leí completo.
El material del que estaba hecho el buque, el combustible que utilizaron y además el comburente que aceleró todo el incendio, prácticamente habían usado bombas de queroseno complementadas con más bombas de oxígeno.
Encontraron una especie de esqueleto de un dispositivo que fue el encargado de disparar ambas bombas, haciendo que chocaran entre sí para que hicieran combustión.
Pasé las fotografías, las notas hechas por algunos expertos en la investigación y seguí bajando por las hojas hasta que encontré una fecha reciente.
Sólo había una ubicación; Escocia, Reino Unido, más concretamente en Beauly, eran fotografías tomadas en la calle, pude distinguir a Adler en algunas de ellas, junto a Hanna, en otras aparecía una mujer y un joven, supuse que eran Clara y Samuel Hilligan.
Seguí bajando, distintas fechas, misma ubicación, diferentes fotografías.
De repente me detuve, como si mi cuerpo reaccionara más rápido que yo, hice zoom en la fotografía, reconocí a Nastya, tomando la mano de alguien cuyo rostro estaba cubierto por una capucha enorme con felpa en la orilla, el abrigo era grueso y recto, pero algo me decía que era ella… Lo sentía.
Miré las demás y abrí los labios, había un chico, su bufanda negra cubría la mitad de su rostro, su cabello era castaño, usaba lentes de sol a pesar de que el día se veía nublado, llevaba un abrigo a su medida, se veía alto, al parecer las fotografías seguían una secuencia, el chico se acercaba a la puerta trasera de un auto y al parecer abría la puerta, debido al ángulo de la cámara no podía ver quien salía del auto, una segunda persona apareció, un gorro blanco cubría su cabello, caminó y Zack apareció en la fotografía de repente, le acomodó la capucha a la persona del gorro blanco, pero su perfil quedó a la vista y sentí como si todo se congelara dentro de mi pecho.
La temperatura disminuyó en mi cuerpo.
Mi sangre se congeló.
Mis extremidades se pusieron rígidas y mis pulmones se apretaron con tanta fuerza que me sentí mareado.
Reconocería en donde fuese aquella pequeña y respingona nariz.
Hice más zoom a la fotografía, recorriendo con el mouse la figura de su mandíbula, era más marcada que antes, pero seguía teniendo aquellas hermosas mejillas que tanto adoraba besar… Y morder.
Me recargué en la mesa, apoyando mi frente en mis brazos y respirando entrecortadamente.
Era ella.
El sonido de mi celular me hizo respingar, me levanté, miré la pantalla y por unos segundos me planteé en ignorar la llamada, pero mis ojos volaron a la fotografía y terminé tomando el celular.
—Diga. —respondí sin apartar los ojos de la laptop.
—Hola hijo, ¿cómo estás? —su voz añejada me hizo enojar levemente.
—Igual que siempre. —me limité a responder.
—Tú Nonna preparó algo para ti al saber que estabas aquí, podrías venir a comer con nosotros, ¿puedes? —vaciló.
—Estoy ocupado, luego voy.
—Sí quieres podemos ir a tu casa, quisiera hablar contigo.
—Eso estamos haciendo, ¿no? —rodé los ojos, era el único gesto que me acompañaba desde hace semanas.
—Me refiero a hablar frente a frente.
—Te llamo luego. —suspiré y colgué. Desde que estuvimos en Reggio y Kiran me dijo lo que mi abuelo había hecho para salvar a Santiago, lo odié un poco, pero después el odio cambió a resentimiento y ahora era mucho más fuerte que eso, era indignación mezclada con desilusión y rabia, mi abuelo sabía lo mucho que amaba… Amo a Pam y aún así fue capaz de cambiar drásticamente toda la historia.
Todo por defender a su hijo.
Casi era comprensible, después de todo un padre debe de proteger a su hijo, pero dudaba mucho que Santiago hiciera algo así por alguien que no fuese Jackson.
En cambio mamá…
Gruñí con fuerza, cerré el archivo y apagué la laptop, me levanté, vacié el café en un termo y lo dejé en la mesa para ir a mi alcoba y cambiarme de ropa.
Necesitaba afeitarme y cortarme el cabello otra vez, lo tenía más largo que antes, terminé de arreglarme, tomé el termo y bajé después de cerrar la puerta con llave.
Cuando fui a la casa de mis abuelos en la mañana, pedí que llevaran mi Bugatti al edificio, por suerte lo hicieron, busqué las llaves en la recepción, el portero me las dio y me indicó el número del estacionamiento, bajé y lo encontré rápidamente, el frío me había puesto la piel de gallina, encendí el motor y la calefacción, esperé unos segundos, debatiéndome internamente entre poner música o conducir en silencio.
Suspiré sacando mi celular, entré a la aplicación de música, recordaba que anteriormente cambiaba de modelo cada año, pero en ese momento no me atrevía a hacerlo, no cuando era consciente de que ella lo usaba casi constantemente cuando estábamos juntos, a veces bromeaba con intercambiárselo, pero ella negaba y reía diciendo “no porque el mío es más nuevo”, tenía una playlist con sus canciones favoritas e incluso mantenía su perfil abierto en instagram, un día abrió sesión en mi celular y no la cerró, yo tampoco lo hice y recién lo noté cuando decidí dar de baja mi cuenta.
Le di play a su lista llamada “Meeee”.
Una suave melodía comenzó a sonar, reconocería el ritmo de Diplo y LSD en cualquier lado, aunque me sorprendió un poco ver que Sia también formaba parte de la canción.
“We got a ride, we got the night, I got the bottle, you got the light, we got the stars, we got audio…”
Me abroché el cinturón de seguridad y salí del estacionamiento, reproduciendo en bucle la canción hasta que literalmente me la aprendí de memoria.
Se sentía como estar con ella otra vez.
Llegué demasiado rápido a mi casa, mamá se había mudado hace un par de meses junto con los gemelos, no me molestaba, de hecho, prefería eso a que se quedara abandonada.
Revivir ciertos recuerdos se sentían como zarpazos profundos a mi dañado y débil pecho, me detuve en la entrada, la ligera capa de nieve estaba apartada del camino, bajé y toqué la puerta, sintiéndome extraño al estar tocando la propia puerta de mi casa, metí las manos en mis bolsillos y encogí los hombros para mantenerme caliente cuando una ráfaga de aire gélido me erizó la piel.
Suspiré y un vaho grueso se formó delante de mí.
La puerta se abrió.
—Señor, feliz navidad. —la mucama abrió y rápidamente se apartó para dejarme pasar.
—Feliz navidad. —asentí, cerró la puerta, recibió el abrigo cuando me lo quité.
—¿Gusta tomar algo? —ofreció, me di cuenta de que había dejado mi café en mi auto.
—Algo caliente estaría genial. —los dientes me castañearon un poco, la calefacción era suave, pero no tanto como para entrar en calor rápidamente.
—Tenemos chocolate caliente y ponche de huevo.
—Chocolate caliente. —elegí al recordar que el año pasado apenas bebí menos de una taza.
Daría lo que fuera para que este año se repitiera.
Caminé a la sala, un pequeño árbol adornaba decadentemente una esquina del lugar, había algunos envoltorios y cajas regadas aún. Los adornos eran escasos, presentía que los gemelos se encargaron de la decoración, reutilizando algunas cosas del año pasado
—Hola. —sonreí un poco al ver que mamá estaba en el sofá mediano, con una frazada en las piernas, leyendo un libro con sus anteojos puestos, me miró y automáticamente sonrió.
—Hola cariño. —se levantó, se acercó a mí y me abrazó con fuerza—. Te extrañé tanto. —frotó mi espalda.
—Nos vimos hace un par de horas. —quise bromear, pero no pude.
—Sabes a lo que me refiero, estás más fuerte, pero sigues viéndote cansado. —se separó un poco para tocar mis mejillas—. Y pareces un anciano con esa barba y el cabello largo. —añadió arrugando la nariz.
—Hace frío. —besé su frente, su aroma me hizo suspirar.
La mucama trajo el chocolate y una merienda de galletas y panques de nuez.
Me senté a beber el chocolate y picotear el pan, se acomodó a mi lado y siguió tocando mi cabello.
—Los gemelos insistieron en mudarse aquí, Karl aseguró que cuidaría tú casa.
—Está bien, me alegra que estén aquí. —confesé.
—Tú alcoba está limpia, a veces Balto entra a buscarte, el otro día sacó varias prendas del vestidor y nos gruñe cuando queremos quitárselas. —suspiró profundamente.
—No regresaré a casa.
—¿No? —su mirada cayó.
—No podría, son muchos recuerdos y aún no estoy listo, me estoy quedando en un departamento cerca de Santa María. —respondí bebiendo un sorbo del caliente, cremoso y delicioso chocolate amargo.
—Está bien cariño. —sonrió un poco, escuché quejidos y gruñidos arriba, ladridos inmaduros me hicieron sonreír levemente.
—¿Aún no aprende a subir o bajar escaleras? —me levanté.
—Los gemelos lo tienen completamente mimado, lo suben o bajan cargando, ni siquiera lo intentan. —bufó, caminé a las escaleras.
—¿Qué pasa chico, quieres ir al baño? —escuché la voz de Kenn.
—¿Es enserio Balto? ¿Estas enorme y no sabes bajar escaleras? —fruncí el ceño, el perro había crecido bastante en los últimos meses, se veía intimidante, pero sólo rasguñaba el mármol, agitaba la cola y gruñía desesperado.
—Es pequeño aún. —Kenn lo cargó y comenzó a bajar las escaleras. Un flashback destelló en mi cabeza durante algunos segundos, de seguro se malacostumbró cuando Pam lo cargaba para todos lados.
—Casi está de tu tamaño. —negué, se removió entre los brazos de Kenn y casi saltó hacía mí, retrocedí un par de pasos al sentir su fuerza—. ¿Me extrañaste? —agité su cabeza suavemente, se levantó en sus patas traseras, saltando y lamiéndome mientras soltaba ligeros aullidos.
—¿Qué le pasa a Balto? —escuché a Karl desde arriba.
Seguí acariciando al perro, su pelaje seguía siendo suave, aún era una peculiar mezcla entre gris y negro, la mancha en su pecho había crecido, los ojos se le aclararon, eran entre grises y marrones, su cola era larga y pesada, lo supe cuando me golpeó con ella un par de veces cuando comenzó a removerse como loco en cuanto me arrodillé.
Alcanzó mi rostro y me lamió, olfateó mi cabello y casi se apoyaba en mis hombros.
—Espera, vas a tirarme. —bajé sus patas, empujó contra mí, Kenn sujetó su collar.
—Le gusta tirar a la gente y lamerla. —advirtió Karl.
—Sabe dar abrazos, sus comandos son en alemán y tienes que señalar tú pecho. —añadió Kenn.
—Balto, umarmung. —toqué mi pecho, acomodó las patas delanteras sobre mis hombros, pegó su pecho al mío y empujó su cabeza contra la mía, el corazón me dio un vuelco, froté su lomo—. Te extrañé mucho amigo. —sonreí besándole la cabeza, agitó la cola y comenzó a lamerme, aparté el rostro, su lengua mojando mi cabello, reí, Kenn lo bajó y pude levantarme, aún así se pegaba a mis piernas.
—Estás todo mojado. —se rió Karl, fui al baño a lavarme, obviamente me siguió.
Regresé a la sala, vi que disimuladamente se acercaba a la charola de las galletas.
—Nein Balto. —Kenn negó con el dedo, el perro bajó la cabeza, me senté, tomé una y la dejé en el suelo, rápidamente se la comió—. La canela le hace mucho daño. —me regañó.
—Sólo fue una galleta.
—Si se enferma lo llevarás al veterinario.
—Sí señor. —miré al perro que se recargó en mi pierna—. Ya lo escuchaste, la canela te hace daño. —le dije, terminó de masticar y se lamió el hocico, sonreí acariciándole la cabeza.
—¿Te quedarás con nosotros? —preguntó Karl.
—No, quiero estar solo un poco más, pero prometo visitarlos más seguido. —respondí.
—De acuerdo.
—¿Quieres tus regalos? —Kenn caminó al árbol.
—Es cierto, gracias por los regalos. —sonrió su gemelo.
—¿Les gustaron? —seguí tomando mi chocolate
—Mucho.
Pasé unos minutos con ellos, cuando consideré que era tiempo de irme, llegaron mis abuelos, Dan y su novia, desde hace tiempo cuando sospeché que mi hermano salía con alguien, fue inevitable no investigar sobre ella, sabía lo indispensable y me sentía satisfecho al saber que no podría ser una hija de puta como Zuzka con familia metida con las mafias.
La familia Aster era verdaderamente emprendedora y trabajadora, sus antecedentes eran humildes y sencillos, saben luchar por lo suyo y conseguir sus propias metas.
Quizá era lo que Dan necesitaba y me sentía bien por él.
Nonna trajo una de sus típicos postres navideños y no pude resistirme a comer una rebanada de pan de frutas, de repente consciente de que no había comido nada en todo el día, además de la taza de chocolate y el panque de nuez.
Balto se acercaba a Alika, pero apenas sentía que ella lo tocaba regresaba corriendo hacía mí, volvía a acercarse y nuevamente corría, posiblemente jugando con ella o curioseando.
Pensé en Pam, ¿cómo reaccionaría al ver que Balto ya había crecido tanto? Sí cuando era cachorro se volvía loca de ternura, también me pregunté como el perro llegó a encariñarse tanto con ella si apenas pasó pocos días a su lado, porque sentía, sabía que seguía extrañándola o de lo contrario no seguiría buscándola por todas partes ni tomando su ropa para acostarse sobre ella.
Beauly, Reino Unido, pronto tendría que ir a ese lugar.
Pero primero debía de organizar unas cuantas cosas antes de ir…
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