Capítulo 15; Te extraño

Nathan:

No pude contenerme… El impulso me ganó al igual que la desesperación por mirarla de nuevo, me encontraba dentro de un auto aparcado frente a una especie de parque lleno de nieve, según la información del cazafortunas; Pam salía a caminar al menos una vez a la semana a dicho lugar, normalmente los jueves, hoy era jueves y yo sólo rogaba para que ella llegara pronto.

Balto lamió mi mano, buscando llamar mi atención, cuando lo consiguió el pecho se me encogió.

Lo extrañaría en casa, pero últimamente se había puesto rebelde con los gemelos, no dejaba de sacar ropa de Pam del vestidor, a pesar de que cerraban la puerta, era capaz de rasguñar, ladrar e incluso de jalar a alguno de los gemelos para que le abrieran la puerta y así poder sacar algo más de ella.

No dejaría que siguiera destrozando su ropa.  

Asumía que lo hacía porque la extrañaba, así que tomé la decisión de traerlo.

Acomodé la pequeña mochila en su pechera, dentro estaban los documentos de la veterinaria y su expediente de vacunas, le ajusté el collar con la placa de su nombre, también lo cubrí con su manta… La primera manta que Pam escogió para él.

Un cierto sin sabor picó en mi lengua, ignoré el nudo que se iba extendiendo poco a poco en mi garganta y suspiré con fuerza.

—Te voy a extrañar mucho, pero siento que estarás mejor con tú mamá, cuídala mucho, ¿bien? —bajé la cabeza hacía él, apoyé mi frente contra la suya, lamió mi mejilla y agitó la cola—. Pórtate bien con ella, obedécela y quiérela mucho. Te la encargo. —sonreí un poco, sintiéndome ligeramente idiota por pedirle todo eso al perro, sentía que me entendía.

—Ya llegó. —anunció Buck Holomka después de revisar su celular, miré a Raptor y abrí la puerta, bajé del auto con Balto detrás de mí.

Ajusté la bufanda y gorra, me coloqué mis lentes de sol, le mostré al perro la pelota roja, su favorita, rápidamente agitó la cola.

—Lamento mucho esto Balto, sabes que te quiero. —la respiración se me atascó en la garganta, mi brazo vaciló al momento de lanzar la pelota, me incliné hacía el perro, acariciándolo por última vez antes de apuntar hacía el interior del parque y lanzar la pelota con todas mis fuerzas, Balto se lanzó a correr y me quedé quieto por unos segundos, sólo para ver como el perro desaparecía entre los árboles y la nieve.

Rápidamente me giré, subí al auto y Buck arrancó para movernos al otro lado del parque, uno de los hombres con el que trabajaba vigilando a Balto y a Pam.

Pasaron unos 10 minutos antes de que el perro apareciera en la orilla del parque, las ganas de bajarme por el me invadieron, me buscaba… Miraba hacía todos lados, aún con la pelota en el hocico.

De repente la soltó, vi que agitó la cola y giró varias veces, sentándose, levantándose y agitándose cada vez más, estaba a punto de preguntar porque hacía eso hasta que la vi.

Literalmente yo haría lo mismo que el.

El corazón se me agitó y sonreí sin darme cuenta.

Pam:

Mi mañana había comenzado extraña, mi humor no era el mejor y la cita con el psicólogo lo empeoró aún más, pasé la mayoría de la consulta llorando al recordar el momento más triste de toda mi vida, cuando Nasy decidió irse al internado y mis padres aceptaron… Pero sentía que había otro, evidentemente no lo podía recordar gracias a la laguna que aún rodeaba y a veces ahogaba mi cerebro.

Estaba casi segura que existía otro momento más triste para mí, algo que me había hecho llorar por horas… Una noche completa de desesperación y llanto, sinceramente no quería pensar en ello.

Porque tan sólo volver a hablar de lo que pasó hace casi 2 años me había dejado destrozada, no quería averiguar que podría hacerme el recordar aquello que me dejó aniquilada.

Al llegar a casa decidí subir a mi alcoba, por suerte mi papá lo entendió y me dejó tranquila al igual que Nasy, mi abuela y Clara, no obtuve la misma suerte con Samu o Cort, quien pasaba “disimuladamente” por el pasillo, casi asomándose por la puerta entreabierta que dejó papá y que a mí me dio pereza levantarme a cerrar por completo.

De repente la puerta se abrió y entró Samu, completamente vestido y listo para salir, me subí en mi cama, cubriéndome con la frazada y haciéndome bolita.

—Vámonos. —ordenó.

—No tengo ganas. —negué, me ardía la garganta de tanto llorar y me sentía tan agotada que podría dormirme en cualquier momento.

—Tienes que salir, te ves ojerosa y fea. —avanzó hasta la cama.

—No me importa.

—Vengo por ti en 5 minutos, sino estás lista; te levantaré y te llevaré cargada envuelta en la frazada. —advirtió dando la vuelta y saliendo, dejando la puerta completamente abierta.

Sorbí por la nariz, me removí de un lado a otro, buscando las ganas y las fuerzas para levantarme, lo logré minutos después de soltar un enorme bostezo, caminé lentamente al baño, los pies me dolían, pero aun así tuve que esforzarme para lavarme el rostro, los dientes y ponerme algo de crema y rubor, necesitaba mejorar mi aspecto, Samu tenía razón, me veía mal.

Tenía los ojos hinchados, la nariz y mejillas rojas, estaba ojerosa y pálida.

Me cepillé el cabello, me puse bálsamo con color, regresé a mi alcoba y Samu me esperaba sentado en la cama, me miró y sonrió como si nada.

Me vi tentada de sacarle la lengua o mostrarle mi dedo medio.

Me contuve.

Me puse mi abrigo, mis botas, mi bufanda y guantes, salí detrás de él después de tomar mi celular, como siempre; Cort y Luce nos acompañaron, en esta ocasión me quedé atrás, caminando perezosamente, Samu me miraba sobre su hombro de vez en cuando, si yo caminaba lento, los escoltas parecían quedarse quietos unos metros atrás.

—Pam. —me reclamó mi lentitud.

—Cárgame. —pedí levantando los brazos.

—Ve por un café. —señaló la tienda del otro lado de la calle, regresé hacía los escoltas, Cort miraba su celular, Luce me miró y golpeó suavemente el hombro del otro para que se fijara en mí.

—¿Puedes prestarme dinero para un café? —pregunté.

—¿Puedes tomar café? —levantó una ceja, fruncí el ceño al recordar las indicaciones del medicamento.

—No. —hice una mueca y me giré para ir con Samu, pero ya no lo veía, caminé unos cuantos metros, de repente lo vi correr hacía mí, sonriente y emocionado.

—Me encontré a un perro, era muy lindo y enorme, le tomé una foto, jugaba con una pelota, no la podía tomar por tanta nieve que hay. —me mostró su celular, algo timbró en mi cerebro al ver al perro, era grande, pelaje casi negro, sus ojitos me parecían familiares al igual que la manta beige con estampado de huesitos que tenía sobre el lomo.

Se parecía a…

—¿En dónde lo viste? —mi pecho comenzó a encogerse al mismo tiempo que mi respiración se aceleraba.

—Por allá. —señaló fuera del camino sin nieve, mis piernas se movieron por si solas, caminando por donde indicó, vacilé, pero mi cuerpo seguía avanzando como si nada.

Salí del parque, caminé por la orilla, girando la cabeza en busca del perro, no tardé mucho en verlo, entreabrí los labios para poder respirar cuando el oxígeno se atascó en mis pulmones.

El perro me miró, soltó la pelota y se removió, inquieto, desesperado y temblando de frío, el corazón se me encogió aún más.

Me acerqué poco a poco a el, me miró y juro por dios que los ojitos le brillaron, sonreí un poco, los ojos picándome, me arrodillé delante de el, levanté la mano, se dejó tocar la cabeza, acercó el hocico a mi pecho, como olfateándome, después comenzó a jadear, soltó algunos quejidos lastimeros antes de agitar la cola y lamerme el rostro de manera desesperada, haciéndome reír y casi llorar al mismo tiempo.

Vagamente recordaba un pequeño cachorro lamiéndome las mejillas mientras dormía o cada vez que lo cargaba.

Ahora era enorme y sentía que podía tirarme en cualquier momento, quise pararme, pero no podía, literalmente estaba encima de mí, agitando la cola, sacudiéndose y soltando bramidos entre cada lengüetazo húmedo, largo y babeante.

—Basta. —solté una risita, me aparté un poco, se me quedó mirando, lo sentí temblar y toqué su cabeza, casi se pegó a mi cuello, lo abracé frotándole el lomo para intentar calentarlo.

¿A quién carajos se le ocurría dejar un perrito solo en la nieve?

—Es el, hola muchacho, ¿estará perdido? —llegó Samu detrás de mí, se arrodilló para tocar al perro quien mantenía su completa atención en mí.

Seguía temblando.

Lo pegué a mí, casi cargándolo para que sus patitas no se congelaran, Samu revisó su collar.

—Balto, se llama Balto, es lo único que tiene escrito. —le tocó la cabeza antes de revisar lo que tenía debajo de la manta, era una pequeña mochila en su lomo unida a la pechera, vi que sacó varias cosas.

El frío me caló en la piel.

—¿Podemos revisarlo luego? Tengo frío y el perrito está temblando. —fruncí el ceño al sentir que medio temblaba entre mis brazos, Samu asintió.

Se levantó, cargó al perro y yo levanté su pelota roja, miré a todos lados, nada fuera de lo normal, autos, gente caminando, nadie parecía buscar a ningún perro. ¿Por qué lo dejaron? ¿Se habrá escapado?

Seguí a Samu, llevamos al perro de regreso al auto, al principio Cort estaba en contra de subirlo.

—Vamos amigo, está nevando y tiene frío. —insistió Samu.

—Tiene sucias las patas. —negó con una ligera mueca, subí al auto, me quité el abrigo y lo puse en una parte del asiento.

—Yo lo cargo. —estiré los brazos, Samu casi me lanzó al perro al ver que Cort intentaba quitárselo, lo envolví en mi abrigo, agitó la cabeza y me lamió la mejilla, Samu subió a mi lado, Luce detrás del volante y segundos después subió Cort con mala cara.

—Déjame ver que tiene. —pidió Samu, aflojé el agarre del perro y él se dedicó a revisar los documentos que tenía en la pequeña mochila, registro de veterinaria y vacunas, era obvio que no era un perro callejero.

Era mío.

¿Quién me lo había regalado?

En todo el transcurso a casa, Balto no dejaba de mirarme, lamerme y acurrucarse conmigo.

—Parece que le agradas mucho. —sonrió Samu apenas tocándole el lomo.

—Eso creo. —sonreí un poco.

—Es extraño que de pronto aparezca, ¿no? —habló Luce y casi sentí que se lo dijo a Cort.

—Lo averiguaremos. —se limitó a responder de mala manera, seco y con algo de molestia porque lo desobedecimos.

Cuando el auto se detuvo en la cochera, casi metimos de contrabando al perro, cargándolo directamente hasta mi alcoba.

—¿Qué le vas a decir a tú papá? —preguntó Samu al ver que Balto jugueteaba con su pelota, le habíamos quitado la mochila y la manta, dejándolo sólo con la pechera.

—No lo sé, ¿es creíble decirle que simplemente me lo encontré en el parque? —me mordí el labio.

—Creo que no debimos de traerlo, ¿qué tal si lo buscan?

—Sí está perdido, de seguro publicarán algo en las redes sociales, ¿no? —suspiré revisando sus documentos.

—Eso creo, revisaré las páginas de mascotas perdidas y tú mientras… —se quedó callado al mismo tiempo que Balto miraba hacía la puerta.

Papá entró seguido de Baz y Cort.

—Eres un chismoso. —acusé frunciendo el ceño, Cort se mantuvo serio e inexpresivo, como siempre cuando su padre estaba presente.

—No seas grosera ángel, él solo hace su trabajo, ¿podrías dejarme a solas con ella, Samu? Por favor. —miró al chico y asintió.

—Revisaré y luego te digo. —añadió antes de salir, creí que Baz y su chismoso hijo también saldrían, pero se quedaron en la alcoba.

Balto se acercó a mí, pegándose a mi pierna derecha y sentándose majestuosamente, imponente y elegante, su cabeza rozando a la altura de mis muslos.

—Se llama Balto, es lindo, ¿verdad? —sonreí tocándole la cabeza.

—¿En dónde lo encontraron? —preguntó colocándose frente a mí, miré a Cort, ¿para que preguntaba? De seguro ya les había dicho todo—. Pam, mírame a mí y responde.

—En el parque de siempre, estaba jugando con su pelota solito, hacía frío y estaba temblando. —hice un pequeño puchero.

—Sabes que no puedes traer a nada ni nadie a casa, es peligroso.

—Estaba nevando y el perrito temblaba, no podía dejarlo solito. —fruncí el ceño, aprovechando mi sentimental estado para casi forzar mis lágrimas.

—Deja de mirarme así. —se frotó el rostro, me acuclillé a la altura del perro.

—Es sólo un perrito, no es peligroso. —lo abracé, Balto miró a papá y soltó una especie de quejido lastimero, hice puchero otra vez.

—¿Acaso existe la manipulación canina? —papá suspiró y miró a Baz, quien nos miraba a Balto y a mí.

—Podríamos revisar al perro y en base a eso tomar una decisión, señor. —sugirió segundos después.

—¿Qué le van a revisar? Todo está en orden, tiene sus vacunas al día. —señalé la mochila, Baz la tomó.

—¿No crees que eso es aún más extraño? —negó papá.

—Tal vez es el destino, yo siempre quise tener un perrito.

—La veterinaria está a unos 15 minutos de aquí, el formulario es nuevo, pero al menos debe de tener un historial antiguo. —indicó el hombre.

—El perro se quedará con Baz mientras lo revisan.

—¡Un perrito! —chilló Nasy entrando a mi alcoba, se arrodilló delante del perro y sonrió cuando Balto la olfateó y agitó la cola—. Le agrado, ¿cómo se llama?

—Se llama Balto y será nuestra mascota. —sonreí, los ojos le brillaron de ilusión.

—¿Sí? ¡Me encanta! Gracias papi. —le dio un fugaz abrazo a papá, tomándolo por sorpresa y aumentando el peso de su decisión.

—Pamela. —me regañó casi comiéndome con los ojos.

—¿Qué te parece si le hacemos una cama? —propuse.

—Sí, iré por una manta, no tardo Balto. —le besó la cabeza y salió corriendo.

—Eres una tramposa chantajista. —me regañó—. Ponte de pie. —ordenó, me levanté lentamente sin dejar de mirarlo—. Sí o sí Baz lo revisará, ¿entendiste?

—Lo acompañaré. —asentí.

—Prometo que lo cuidaré, señorita. —añadió el hombre.

—Lo sé, pero aún así quiero ir.

—¿Hay algo más que debamos de saber sobre Balto? —preguntó papá, miré al perro, la viva imagen de un cachorro lamiéndome los pies brilló en mi cabeza.

—El señor Klein puede responder eso, después de todo lo va a revisar, ¿no? —encogí un hombro, papá se lamió los labios y arrugó ligeramente la nariz.

—Touché. —entrecerró los ojos, Nasy regresó con una de sus frazadas y papá la regresó a su alcoba, argumentando que después le compraría una cama al perro, mi hermana lo obedeció sin reclamar o rechistar.

Baz hizo amago de tomar la pechera del perro cuando este se levantó y paró las orejas, mirándolo fijamente.

—Está bien, no te haremos daño, tranquilo. —le ofreció la mano para que la olfateara, Balto lo rechazó y volvió a pegarse a mí sin apartar los ojos de Baz, quien suspiró y me miró—. ¿Puedes llevarlo? —me preguntó.

—¿A dónde? —toqué la cabeza del perro.

—A la siguiente cabaña en donde tenemos el material para revisarlo. —indicó—. Tú ve a la veterinaria. —le ordenó a su hijo dándole la mochila con los documentos.

—Sí señor. —lo tomó y salió como un auténtico soldado.

Me puse otro abrigo, simplemente estiré la mano y Balto comenzó a seguirme de cerca, sonreí un poco apurando el paso hacía las escaleras, bajé varios escalones y me detuve al escuchar su lamento, rápidamente me giré y lo vi en la cima, agitando la cola, mirando los escalones y moviéndose de un lado a otro.

—¿Qué? ¿No sabes bajar escaleras? —regresé por el, papá frunció el ceño.

—¿Eso es normal? —preguntó confundido.

—Quizá nunca aprendió a bajarlas. —murmuró el hombre, Balto se dejó cargar por él y llegamos abajo.

“No lo cargues tanto o lo vas a malacostumbrar”.

Supongo que lo hice en algún momento.

Los seguí de cerca cuando Balto caminó moviendo la cola detrás de Baz, me desvié a la cocina para buscar algún recipiente para darle agua, encontré uno, me giré para servirle agua cuando de repente se atravesó en mi camino, casi metiéndose en mis piernas, haciéndome tambalear y soltar el recipiente para poder sostenerme de la encimera.

—¡Balto! —le regañé frunciendo el ceño, simplemente me miró y bajó la cabeza hacía la puerta, Baz apareció y cruzó los brazos.

—Ven acá, creí que ya nos llevábamos bien. —frunció el ceño.

—Veré si tiene sed. —levanté el recipiente, lo llené de agua y ni siquiera lo había dejado en el suelo cuando el perro se abalanzó sobre el, dando lengüetazos desesperados y casi derramando más de la mitad en el piso.

—Dudo mucho que su abuela permita que el perro se quede en la casa si es así de desordenado. —negó Baz, me mordí los labios y toqué la cabeza de Balto.

—Sólo necesita amor, unas cuantas lecciones y mucha paciencia.

—A veces todo eso no basta.

—Tendrá que bastar.

—¿Por qué su repentina urgencia por tener un perro? —preguntó metiendo las manos en los bolsillos de su jean oscuro, lo medité durante unos segundos.

—Siempre quise tener uno. —respondí con simpleza.

—Parece que el perro ya la conocía de hace tiempo. —indicó al ver como Balto me miraba y se quedaba quieto a mi lado.

Es mío…

—No lo recuerdo, pero tal vez el sí. —le besé la cabeza, agitó la cola antes de lamer mi mejilla, solté una risita.

—Sígame por favor. —suspiró cuando una mucama entró a limpiar el agua derramada. Lo obedecimos, entramos a la otra cabaña en donde un veterinario llegó 15 minutos después, lo revisó superficialmente e incluso le tomaron una especie de radiografía que mostraba todos sus huesitos.

Me pareció extremo hacerle todo eso al pobre perro que conforme pasaban los minutos se asustaba cada vez más.

Soltaba ligeros jadeos y las patas traseras le temblaban, también tenía la cola entre las patas y las orejas abajo, retrocedía o buscaba acercarse a mí, pero lo habían asegurado de la pechera a un gancho para mantenerlo quieto.

—¿Tardará mucho? Se ve asustado. —me acerqué a el, quiso levantarse sobre sus patas traseras, pero la correa no lo dejaba.

—Por el momento sí, está limpio. —respondió el veterinario, se me escapó una mueca y terminé haciéndole mala cara a ambos hombres, solté la correa y rápidamente Balto se pegó a mí, agitado y tembloroso.

—No pasa nada bebé, aquí estoy. —me arrodillé para calmarlo.

Le ladró al veterinario y volvió a pegarse a mí, lo seguí mimando durante algunos minutos hasta que agitó la cola y sus orejitas volvieron a levantarse.

—¿Tienes hambre? De seguro sí. —me levanté, salimos de la cabaña y entramos a la casa, para ese momento Cort ya había regresado e incluso traía un costal mediano de croquetas y otras cosas.

—Hasta plan alimenticio tiene el perro. —soltó con cierto desdén.

—Se llama Balto. —fruncí el ceño, el perrito se acercó a Cort olfateando el costal, agitó la cola y lo vi lamer la bolsa, fuimos a la cocina en donde seguí las instrucciones de las porciones indicadas por su veterinario.

Le puse 2 tazas de croquetas y alguna vitamina en un trozo de embutido, fue más tranquilo al momento de comer que de tomar agua.

Nasy lo miraba fascinada, los ojos le brillaban tanto que parecían estrellas, Clara y Samu también estaban concentrados en el, mientras que yo estaba perdida en mi cabeza, navegando por el mar que rodeaba mi cerebro y pescando recuerdos al azar.

A veces los recuerdos eran repetidos, en especial los de Balto, lo recordaba de cachorro, lamiéndome, siguiéndome, jugando y viéndolo arrastrar sus juguetes y una manta que le quedaba enorme y ahora apenas alcanzaba a cubrirlo.

—¿En serio están todos viendo como come el perro? —la voz de papá nos hizo reaccionar.

—Se llama Balto. —repetí y sonreí al ver que el perrito volteaba a ver a papá, se lamió el hocico y siguió comiendo tranquilamente.

—Ajá. —suspiró profundamente.

—Es hermoso. —respondió Nasy abrazando a papá por la cintura.

—Gracias. —sonrió levemente.

—Usted no, Balto. —rió Nasy al ver la mueca indignada de papá. Solté una risita, sentí que revolvía mi cabello.

—Tendrán que limpiar todo el desastre del perro. —advirtió.

—Se llama…

—Balto, lo sé. —suspiró profundamente, interrumpiéndome y besándome la cabeza.

Lo saqué al patio para que corriera e hiciera sus cosas, regresó y le armamos una cama en mi alcoba, justo al lado derecho de mi cama en donde se acomodó rápidamente, lo cubrí con su manta y otra frazada encima, su pelaje no era muy grueso y sentía que podría tener frío en la noche.

—Pórtate bien, si necesitas ir al baño puedes despertarme, ¿okey? —le acaricié detrás de las orejas, sacó la lengua para lamerse el hocico y agitó la cola, a veces me parecía sorprendente que me entendiera… O al menos; sentía que me entendía.

Me preparé para dormir y me acomodé en mi cama, cuando papá entró a darme las buenas noches, Balto salió de su cama improvisada y se dedicó a seguir a papá en todo el trayecto desde la puerta hasta mi cama, olfateándolo y casi mordiéndole los pies.

—Necesita que lo entrenen pronto. —se frotó el rostro cuando se sentó a mi lado.

—Está pequeño. —sonreí al ver que se sentaba al lado de la cama, mirando a papá.

—Eso no es pequeño, como sea; sólo esperemos que tú abuela no se vuelva loca mañana cuando llegue y vea que tenemos un nuevo integrante. —se inclinó a besarme la frente, me acomodé y él me cubrió con las frazadas.

—También a Balto. —señalé al ver que el perrito se acostaba en su cama.

—De todos modos se volverá a levantar. —renegó.

—Por favor. —hice puchero.

—Deja de hacerme esas caras y tú, más te vale que te portes bien o dormirás en la cochera. —advirtió cubriendo a Balto con la frazada de mala manera, incluso el perro soltó un ligero gruñido o resoplido.

—Descansa papi, te amo. —sonreí levemente.

—Descansa ángel, también te amo.

—¿Y a Balto?

—Dios… —bufó levantándose, a veces era divertido hacerle ese tipo de bromas—. Ya duérmanse. —salió de la alcoba, apagué la lámpara y me acomodé cerca de la orilla para bajar un brazo y tocar a Balto, sonreí aún más al sentir que acomodaba la cabeza cerca de mi mano.

Lo acaricié con la punta de mis dedos hasta que me quedé dormida.

Evidentemente mi sueño duró muy poco, la noche apenas se sintió como un diminuto parpadeo, Balto me despertó antes de las 6 de la mañana, me cubrí con una frazada y lo saqué al patio, hacía mucho frío, así que sólo salió y regresó en menos de 5 minutos.

¿Quién le habrá enseñado a avisar cuando quería ir al baño?

Subimos de regreso a mi alcoba y apenas me acomodé en mi cama, sentí que saltó a mi lado, recostando la cabeza en mi pierna izquierda, cubrí parte de su cuerpo con mi frazada y cerré los ojos para descansar unos minutos más.

Zachary:

Mi alarma sonó a las 5am, me levanté para hacer algo de ejercicio obligatoriamente, al menos unos 50 minutos en la caminadora, trotando o algo por el estilo, una vez que terminé me puse mi abrigo para regresar a la casa, pero decidí ver como mi hija se había levantado para sacar al perro al jardín, al menos hacía sus necesidades afuera de la casa.

Casi reí al ver la rapidez del perro al momento de orinar y regresar corriendo a la casa, vi la silueta de Pam, envuelta en una frazada, cerró la puerta y decidí salir del gimnasio, en la entrada me limpié los pies y me quité el pesado abrigo, colgándolo en el perchero y caminando sigilosamente a mi alcoba para arreglarme y comenzar el día.

Mi madre había salido junto con Adler al búnker, un lugar que mi padre construyó como punto de reunión para el clan, había quedado abandonado desde su muerte, hasta ahora cuyos residentes eran Charlotte Giles y Sammy Jaziri, aún no entendía por qué mamá se empecinaba en mantenerlos con nosotros, ¿para qué revivir una pelea?

Mis músculos adoloridos se relajaron con el agua caliente, me cambié y bajé a la cocina en donde la mucama ya tenía el desayuno servido, o al menos el mío, porque los demás desayunaban cerca de las 8 o 9am, dependiendo de sus actividades pendientes.

Me tomé el café y mastiqué las tostadas cuando de repente escuché unas pequeñas pesuñas en el piso, conocía a la perfección los pasos de Pam cuando usaba sandalias, arrastraba los pies y casi corría.

De repente el ruido se detuvo, oculté mi sonrisa en la taza de café al ver que mi hija se inclinaba para mirar por el umbral de la puerta del comedor, asomó un ojo y el perro se asomó por completo.

—Buen día. —saludé bajando la taza.

—Buen día. —salió por completo, se acercó a besarme la mejilla, aún usaba su pijama afelpado, pero olía a jabón y menta. Balto se acercó a olfatearme, le sonreí un poco.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —pregunté intentando sonar casual.

—Balto me levantó para ir al baño. —respondió frotándose un ojo.

—Eso no suena tan divertido. —fingí una mueca de desagrado, se sentó en la silla a mi lado.

—No importa. —encogió un hombro, la mucama apareció y le ofreció el desayuno que ella negó, alegando que aún no tenía hambre.

—Ya casi se cumple tú tratamiento psicológico, ¿has notado algún cambio? —pregunté abordando sutilmente un tema que nos pone en conflicto a ambos, conforme va recordando cosas es más complicado ocultarle la verdad, anteriormente vivíamos discutiendo y me dolía, es mi hija y la amo con locura, pero al mismo tiempo me preocupaba que volviéramos a lo mismo.

No quería que regresara a Italia bajo ninguna circunstancia.

Ella se quedó en silencio por largos segundos, eternos diría yo, el silencio se cernió sobre nosotros de una manera aplastante y sofocante, posiblemente trataba de pensar en una respuesta creíble, o quizá hacía una clase de recuento mental sobre los avances o pequeños cambios que ha tenido a lo largo de los meses que ha ido a terapias.

—Ya no tengo ataques de estrés o ansiedad como antes. —respondió vacilante.

—¿Has recordado algo? —dejé que la mucama levantara mi plato, me sirvió más café y a Pam una taza de té de manzanilla con leche, a ella le gustaba tomarlo así.

—Sí, recuerdo el viaje al Pozo de San Patricio en Orvieto. —sonrió suavemente y el corazón se me agitó, prácticamente ese día fue el mejor de toda mi vida… Al igual que el día que vi la prueba positiva de paternidad, verla jugar y hablar con Leah me hacía inmensamente feliz en aquel tiempo, hasta que todo cayó en picada.

—Tal vez algún día volvamos a ir. —alcancé su mano y la apreté sutilmente.

—¿Junto con Leah y Rafael? —preguntó lanzando una daga directo a mi corazón, clavándola justo en el centro.

—Con Nasy, Nani, Clara y Samu. —alcancé a responder al sentir que una gruesa cadena rodeaba mi cuello.

—También quiero que vayan Leah y Rafael, ella tiene un hijo, ¿lo sabes? —sonrió rodeando mi mano con las suyas, acariciando distraídamente mis nudillos antes de recostarse en la mesa y mirarme, usando mi mano casi como almohada.

—He escuchado que tiene un hijo. —asentí, Rafael me llamó el día que su nieto nació, no tuve el valor de responder la llamada, simplemente escuché el mensaje de voz que dejó, todas las emociones impregnaron su voz en aquel mensaje de 45 segundos que dejó.

Me estaba comportando como la mierda con él después de todo lo que ha hecho por mí.

—Se ve hermoso, es un bebé pequeño y le dicen rojito. —los ojitos esmeraldas le brillaron y recordé vagamente su emoción al saber que Leah estaba embarazada, ella decía que sería la mejor tía y que siempre mimaría al niño.

Le estaba arrebatando descaradamente momentos preciosos con sus amigos por miedo a que me la lastimen otra vez.

¿Valía la pena?

Obviamente.

—¿Papá? —su vocecita me hizo mirarla otra vez porque no me había dado cuenta de que dejé de mirarla y me concentré en un punto muerto de la mesa.

—Dime. —sonreí un poco acariciándole el cabello, verla con el cabello largo me hacía recordar la primera vez que la vi, aunque también el cabello corto le quedaba bien.

—¿Por qué haces todo esto?

—¿A qué te refieres?

—Mudarnos mucho. —levantó la cabeza sin dejar de mirarme, aniquilándome con sus preciosos iris esmeraldas.

Nathan estaba cada vez más cerca desde hace unos meses y la llegada del perro me hacía creer que ya sabía en donde estábamos, yo no sabía que ambos tenían una mascota, Rafael jamás me lo dijo y Pam nunca habló sobre ello, pero otro de los escoltas literalmente vio a Nat bajar de un auto junto con el perro y dejarlo en el bosque.

Si pudo descuidar a mi hija obviamente pudo abandonar a un perro.

—Siempre quise viajar contigo y quiero hacerlo antes de que entres a la universidad. —respondí brevemente, tratando de estar seguro de mis palabras.

—Samu pierde clases.

—Samu puede estudiar desde casa al igual que Nasy, regresaremos a Alemania en agosto, en septiembre entrarás a la universidad. —me terminé el café.

—¿Cómo entraré a una universidad si no sé qué estudiar? —frunció el ceño, su pequeña y respingona nariz se arrugó ligeramente y ese gesto me parecía precioso en ella.

—Tienes hasta el 20 de febrero para decidirlo, a partir de ese día son las inscripciones y exámenes de algunas universidades. —encogí un hombro, arrugó aún más las cejas.

—Una vez dijiste que había conferencias, ¿no?

—Comienzan el primer día de febrero. —asentí, ligeramente cohibido y sorprendido de que recordara aquel dato que mencioné solo una vez hace meses.

—Entonces tendré que ir a esas conferencias. —suspiró pesadamente, se levantó, besó mi mejilla nuevamente, giré el rostro mostrándole la otra mejilla, escuché su risita y el corazón se me agitó frenético al sentir que me besaba con fuerza varias veces, casi apretándome contra ella—. Eres un mimado. —rió separándose.

—Igual tú. —sonreí mirando como salía del comedor con Balto detrás de ella.

Suspiré suavemente, me levanté y me vestí para salir al segundo bunker, Baz subió conmigo, el chófer arrancó y los escoltas se “camuflaron” en otros dos autos y un par de motociclistas, dimos algunas vueltas y desvíos antes de dirigirnos a una de las entradas secretas, un viejo almacén abandonado que estaba a nombre de la familia Aster/Klein, anteriormente era usado por alguno de los primos de Baz, hasta que crearon su propia empresa independiente.

Bajamos las escaleras que llevaban al sótano, movimos un estante de madera y el tablero se encendió con una tenue luz verde, ingresé la clave, mi huella dactilar, el escáner de retina se activó y me posicioné frente a la luz azulada, literalmente la puerta se abrió por si sola, entramos y bajamos un par de escalones que se dirigían a una mesa con una enorme pantalla unida a la pared.

Todo el circuito tecnológico era impenetrable y dicha pantalla era nuestro único medio de comunicación seguro, Baz envió el enlace para la llamada y unos 5 segundos después la pantalla se iluminó con la imagen de Adler, tenía la barba crecida y se veía agotado, lo había visto hace un par de días y no se veía de esa manera.

—¿Hay algún problema? —preguntó con la voz impregnada de cansancio.

—Eso me pregunto yo, no se han reportado en dos días, ¿qué ocurrió? —Baz cruzó ligeramente los brazos.

—¿Desde cuando tengo que rendirte cuentas? —levantó una ceja, a veces era divertido ver las discusiones o bromas entre padre e hijo.

—Lamento preocuparme, pero tienes un nieto que parece grabadora preguntando por ti.

—El menor de los Jaziri ha estado cerca, buscan a Sami, a veces ambos, pero la mayoría de las veces solo vemos a Taher, Raed va y viene.

—¿En dónde está mamá? —pregunté apoyando las manos en la mesa.

—Hablando con la hermana de Pam, pasa mucho tiempo encerrada con ella.

—¿Corre peligro? —fruncí el ceño.

—¿Tú madre o Charlotte? —una ligera sonrisa arrugó la comisura de su boca.

—Ambas.

—No, dos escoltas entran con ella, han tenido confrontaciones, pero nada más allá de gritos y amenazas. —se frotó el rostro.

—¿Cuándo regresarán? —pregunté sintiendo un revoltijo en el estómago y en el pecho.

—Cuando Taher se distraiga un poco.

—¿Necesitas apoyo? —preguntó Baz.

—No, sospecho que, si Taher está aquí, Raed puede rondar en Escocia, saldremos cuando sea oportuno.

—De acuerdo, cuídense. —asentí.

—Igual ustedes, Cort me dejó un correo de voz, me dijo que tenían un estúpido perro enorme.

—Sí… Es una larga historia. —Baz se frotó la frente.

—Nos veremos pronto. —sonrió un poco y colgó.

—¿Cort odia los perros? —pregunté cuando ambos salimos de aquella sala de comunicación.

—Les tiene pavor.

—Ha estado en el ejército desde muy joven, constantemente trabajan con sabuesos, ¿no? —fruncí el ceño.

—El entrenamiento lo hizo aguantarse el miedo que les tiene, creí que podría superarlo, pero no fue así.

—¿Puedo saber el motivo? —indagué mientras subíamos a la camioneta.

—La madre de Cort tenía un novio que organizaba peleas callejeras de perros, el sujeto tenía como a 5 perros en malas condiciones, Cort era niño y un día siguió al imbécil y llegó al local donde guardaba a los perros, dijo que quiso alimentarlos y lo atacaron. —suspiró profundamente.

—¿En verdad?

—Eso dijo, pero tiempo después su madre atrapó a su novio amenazando a Cort con dichos perros, alegando que lo lanzaría a las jaulas si seguía haciendo ruido, cortó con él, me lo dijo y evidentemente me hice cargo de él, hasta la fecha Cort sigue diciendo que Héctor Páez jamás lo amenazó, no quería meterlo en problemas porque era el novio de su madre. —sonrió amargamente—. Cort siempre ha sido un niño muy tierno, tiene un corazón muy noble y lo han hecho sufrir bastante, me odié a mi mismo por enviarlo a la escuela militar, pero era la mejor opción, prefiero que forme una coraza a su alrededor para protegerse que seguir dañándose.

—No quiero que Pam recupere la memoria, prefiero que haga una vida nueva y olvide todo lo que vivió en Italia, no quiero que me la dañen otra vez. —confesé liberando la presión que no sabía que apretaba mi pecho, la cadena se aflojó en mi cuello y pude respirar profundamente.

—A veces el daño es necesario en la vida, es aprendizaje y fortaleza, estás en todo tu derecho de educar y criar a tú hija como quieras, pero no olvides que incluso Nathan la conoció antes que tú y que gracias a él tienes 2 hijas. —me lanzó una daga de doble filo.

—Lo sé. —miré por la ventana, dando por terminada la charla y sintiendo que el peso de la culpa volvía a instalarse en mi pecho.

¿Debería de cambiar algo?

Posiblemente tendría que hacerlo, pero no ahora… No estaba preparado aún para enfrentar el pasado y el presente completamente distorsionado y el futuro incierto que teníamos por delante.  

Capítulos
1 Sinopsis.
2 Capítulo 1; Soledad.
3 Capítulo 2; Amenaza.
4 Capítulo 3; Dulcemente amargo.
5 Capítulo 4; Liebe.
6 Capítulo 5; Asfixia.
7 Capítulo 6; Ofensa.
8 Capítulo 7; Solitario
9 Capítulo 8; Opciones.
10 Capítulo 9; Mi niña.
11 Capítulo 10; 27.
12 Capítulo 11; Agotamiento.
13 Capítulo 12; Mini rojito.
14 Capítulo 13; Año nuevo, recuerdo nuevo.
15 Capítulo 14; Vacío llenado con whisky.
16 Capítulo 15; Te extraño
17 Capítulo 16; De regreso.
18 Capítulo 17; L.M.U
19 Capítulo 18; La más bella.
20 Capítulo 19; Confesión.
21 Capítulo 20; Sin problemas, no hay guerra.
22 Capítulo 21; My sweet-hurt
23 Capítulo 22; Maldición familiar.
24 Capítulo 23: Sospechoso
25 Capítulo 24; Onda expansiva.
26 Capítulo 25: Él viene por mí.
27 Capítulo 26; My kind of love is painful.
28 Capítulo 27; Otra historia.
29 Capítulo 28; Crisis.
30 Capítulo 29: El primer golpe.
31 Capítulo 30; Mi otra mitad.
32 Capítulo 31; Espía.
33 Capítulo 32; Temporal.
34 Capítulo 33; Maldito.
35 Capítulo 34; Sweet.
36 Capítulo 35; Taaffeíta.
37 Capítulo 36; Tratos.
38 Capítulo 37; Oui
39 Capítulo 38: Desgaste.
40 Capítulo 39; Fragmentado.
41 Capítulo 40: Locura.
42 Capítulo 41; Sfax.
43 Capítulo 42; El diablo.
44 Capítulo 43; Hogar, dulce hogar.
45 Capítulo 44; Ligero como el humo.
46 Capítulo 45; ¿Es real?
Capítulos

Updated 46 Episodes

1
Sinopsis.
2
Capítulo 1; Soledad.
3
Capítulo 2; Amenaza.
4
Capítulo 3; Dulcemente amargo.
5
Capítulo 4; Liebe.
6
Capítulo 5; Asfixia.
7
Capítulo 6; Ofensa.
8
Capítulo 7; Solitario
9
Capítulo 8; Opciones.
10
Capítulo 9; Mi niña.
11
Capítulo 10; 27.
12
Capítulo 11; Agotamiento.
13
Capítulo 12; Mini rojito.
14
Capítulo 13; Año nuevo, recuerdo nuevo.
15
Capítulo 14; Vacío llenado con whisky.
16
Capítulo 15; Te extraño
17
Capítulo 16; De regreso.
18
Capítulo 17; L.M.U
19
Capítulo 18; La más bella.
20
Capítulo 19; Confesión.
21
Capítulo 20; Sin problemas, no hay guerra.
22
Capítulo 21; My sweet-hurt
23
Capítulo 22; Maldición familiar.
24
Capítulo 23: Sospechoso
25
Capítulo 24; Onda expansiva.
26
Capítulo 25: Él viene por mí.
27
Capítulo 26; My kind of love is painful.
28
Capítulo 27; Otra historia.
29
Capítulo 28; Crisis.
30
Capítulo 29: El primer golpe.
31
Capítulo 30; Mi otra mitad.
32
Capítulo 31; Espía.
33
Capítulo 32; Temporal.
34
Capítulo 33; Maldito.
35
Capítulo 34; Sweet.
36
Capítulo 35; Taaffeíta.
37
Capítulo 36; Tratos.
38
Capítulo 37; Oui
39
Capítulo 38: Desgaste.
40
Capítulo 39; Fragmentado.
41
Capítulo 40: Locura.
42
Capítulo 41; Sfax.
43
Capítulo 42; El diablo.
44
Capítulo 43; Hogar, dulce hogar.
45
Capítulo 44; Ligero como el humo.
46
Capítulo 45; ¿Es real?

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