Aquella chica definitivamente era una caja de sorpresas.
Uriel estaba sorprendido por los conocimentos que tenía su acogida. Después de la cena tan caótica que tuvieron decidió hacerle una especie de prueba para conocer lo que sabía.
Se sorprendió al saber que dominada los temas de política, historia, matemáticas y literatura... pero cuando tocaban temas triviales o culturales la joven colapsaba por completo.
Era inteligente, pero tan inocente a la vez.
Aunque quiso quedarse indagando más tiempo con ella su deber como rey llamó, por lo que tuvo que irse a primera hora de la mañana a la ciudad a atender sus asuntos. No obstante, antes de irse Yara le insistió en que mantuviera su identidad en secreto.
A pesar de que a Uriel le parecía un error seguir con esa farsa, no era su asunto en realidad. Él prometió guardar el secreto con la condición de que si llegaban a descubrirla que no lo fuese a culpar a él.
Ella sola tendría que enfrentarse a su realidad.
Como estaba herida no podía hacer mucho en realidad. Una de las opciones que le dio Uriel fue salir al jardín, claro, sin alejarse mucho, y Yara vió esa opción como un respiro de aquellas cuatro paredes que conformaban su habitación.
Sin embargo, antes de salir pasó cerca del cuadro de Uriel con su padre y hermana, intentó averiguar que escondía el bulto pero se dio cuenta de que este había desaparecido. Era obvio, Uriel tuvo que haberlo retirado.
Bufó fastidiada, y sin más que hacer decidió salir al exterior.
Sorin era un reino con bastantes colinas y montañas, por lo que no le extrañó encontrarse con aquella granja que tenía la vista de un hermoso valle como paisaje. Los animales que se criaban ahí como las vacas, las gallinas y las ovejas también lucían simpáticos.
Sin embargo, por muy hermoso que fuera no se comparaba con los jardines de su hogar. Extrañaba los estanques cristalinos y el gran árbol de cerezo donde hacia su rutina de artes marciales...
¿Esos lugares habrán sobrevivido a las bombas?
O todo estaría muerto, marchito y sin nada más que llantos de soledad.
—Buenas tardes. —La voz de un hombre la sobresaltó del susto. —Disculpe, no quise asustarlo... su majestad.
Yara frunció el ceño por la forma en que aquel hombre la llamó. Pensaba que estando en el castillo de Uriel ella no tendría ningún tipo de autoridad, por no decir que no se acostumbraba a que la llamaran "majestad".
—¿Q-Qué? ¿Tú sabes quién soy?
La rubia divisó bien al hombre, parecía un simple jardinero con ropa de campesino y la piel tostada por el sol. Aunque su instinto le decía que ese hombre no era de Sorin...
—En realidad soy nativo de Platina, y es un gran honor para mi conocer al futuro rey. —Confesó el hombre, haciendo una reverencia.
—Vaya, pues... gracias por su adulación. —Dijo Yara con un poco de incomodidad.
—Oh, lamento mi imprudencia, jeje... Mi nombre es Kenji, Kenji Mango. —Se presentó con cortesía. —Y sé que es muy atrevido, pero he notado su tristeza.
—¿Quién no estaría triste en mi situación? —Dudó ella bajando la mirada.
Yara se apartó con un poco de desconfianza, no confiaba en aquel hombre aunque tampoco quería que la viera vulnerable. Kenji por otro lado, se puso pensativo por varios minutos.
—Si le hace sentir mejor, hay un lugar cerca que me hace sentir como en casa. —Expresó animado el jardinero, extendiéndole la mano. —Acompáñeme mi señor.
—No sé si deba salir del área...
—Venga majestad, que usted tiene tanto derecho de pasear como lo tiene ese arrogante rey del sol.
El hombre insistió en llevarla, al final Yara decidió estrechar su mano para que la guiara. Aquella acción hizo que recordara a Alexander, la primera y única persona a la con la que ha entrelazado sus manos.
¿Cómo estaría el? ¿Lo trataría bien el rey de Kyrena? No le preocupaba tanto como a Nicolle, él era hombre y sabía defenderse a su manera. Al que no conocía era a Rysto Terranova, y no sabía de lo que era capaz de hacer.
Y lo poco que se decía de él no eran cosas buenas.
—Es aquí.
La voz de Kenji la regresó a la realidad, y no pudo evitar sorprenderse al ver delante de ella una versión miniatura de un árbol de cerezo como el que tenía en el jardín. Sin embargo, lucía un poco apagada, como si estuviera a diez respiros de marchitarse.
—Sé que no es mucho, pero así como lo ve ese árbol está en su máximo punto. —Explicó Kenji. —La riego todos los días, la pongo a que tome el sol de la mañana y la escondo del sol de la tarde pero así se queda: pequeña y frágil.
—¿Entonces por que sigue cuidándolo?
—Porque en mi familia nos transmitieron la enseñanza de que si regamos algo con fe nunca morirá, en vez de eso permanecerá por la eternidad. —Relató el jardinero mirando de manera compasiva a su superior. —No debe marchitarse majestad, aún hay un pueblo que tiene fe de su regreso y 7 reinos que esperan su redención... debe aferrarse a la fe.
¿A la fe? Era más complicado que eso, Yara se sentiría segura si tuviera un plan o alguna idea para continuar, pero simplemente no se le ocurría nada. Su vida dependía de Uriel, y cualquier cosa que lo hiciera enojar podía arriesgarla a ella y a su reino...
《¿Se le ofrece algo, majestad?》
Yara se sobresaltó nuevamente al escuchar la voz de Kenji interrumpir sus pensamientos.
Pero más que un llamado actual parecía un recuerdo...
—¿Tú me dijiste eso? —Le preguntó Yara.
—¿Qué cosa, mi señor? —Cuestionó Kenji confundido.
—Nada... ¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Kenji Mango, majestad. —Contestó el jardinero, a lo que Yara reaccionó sorprendida. —¿Sucede algo?
—No... gracias por tus palabras Kenji. —Evadió la rubia. Kenji sonrió como si nada.
—Ya sabe majestad, si le gustaría hablar con alguien de sus tierras no dude en venir conmigo.
—Lo tomaré en cuenta. —Agradeció Yara para luego retirarse de ahí.
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Taylor Suárez
Mango🥭?
2024-10-15
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