Capítulo 4. Primera Atracción.

En una de las tantas visitas que Nicolle y Alexander le hicieron, a sus padres les interesó saber cómo era su relación. Fabio tenía el interés de saber si su hija tenía fijación en alguno de los príncipes, y Kao en saber si su "hijo" actuaba adecuadamente como un hombre.

—¿Qué piensas de ambos muchachos, Nicki? —Le preguntó el Rey de Idalia sin vergüenza a su hija. —¿Cuál de los dos te parece más atractivo?

—Siendo honesta, Kao es más hombre que Alexander, en muchos sentidos. —Contestó Nicolle mirando mal al príncipe de Arcelia.

Ese comentario reconfortó al padre de Yara, lo que él no sabía era que Nicolle dijo eso porque ella trataba a la princesa con respeto y empatía, básicamente lo que estaba fuera de los estándares de un hombre. Lo contrario pasaba con Alexander, quien a veces tenía sus riñas con Nicolle por ese mismo tema. A veces la princesa quería opinar sobre algún tema, pero Alexander no lo permitía o no la tomaba en serio, lo que generaba una gran disputa entre ambos que al final terminaba resolviendo Yara.

No obstante, a Thomas no le molestó el comentario de la princesa, al contrario, le pareció gracioso, lo que terminó de poner de malas a Alexander. Últimamente, el príncipe de Arcelia estaba más insoportable estos días, ni siquiera le quería dirigir la palabra a Yara y eso era bastante raro. En verdad le preocupaba.

Alexander se apartó silenciosamente del grupo después de la reunión con sus padres, y Yara decidió seguirlo para tratar de descubrir que le ocurría. Lo siguió hasta una de las piscinas del palacio y, de manera inesperada, vió como el príncipe se quitaba la camisa ante sus ojos para darse un chapuzón.

Sin darse cuenta, Yara quedó hipnotizada observado el pecho descubierto de su mejor amigo siendo recorrido por las gotas de agua. Sintió como su estómago comenzó a hacerle cosquillas y su rostro calentándose cual olla de agua de agua hirviente.

Esta nueva sensación la abrumaba, no la dejaba pensar con claridad. Al no saber el porqué de sus emociones sintió un temor profundo que la hizo salir corriendo. Se sentó debajo de un árbol de cerezo para tratar de tranquilizarse, no entendía porqué ver a su mejor amigo de esa manera la hizo reaccionar así, mucho menos comprendía porqué su corazón latía abruptamente.

—¿Estás bien, Kao? —Nicolle se acercó preocupada hacia su amigo, que estaba envuelto en una crisis.

—S-Si...

—No te creo, luces muy alterado. —La princesa se sentó a su lado. —¿Qué te pasa? Puedes confiar en mi.

—E-Es que... —Yara no sabía que decir, solo que Alexander era el responsable. —Me preocupa Alexander... eso es todo.

—¿Es por eso? De verdad eres un gran amigo Kao. —Comentó Nicolle sorprendida. Yara la miró confundida. —Te preocupas por él aunque ni siquiera lo note. Tranquilo, estoy seguro de que si le preguntas lo que le pasa él logrará abrirse contigo. Tienes esa vibra que hace que podamos confiar en ti, y eso es algo que te hace un gran hombre sin duda.

—¿En serio lo crees? —Cuestionó Yara sin creerlo.—Mi padre suele decirme todo lo contrario...

—Jeje... Créeme, si no fueses tan enano serías el hombre perfecto para casarme. —Bromeó la princesa.

—¡Uy, no! —Expresó por inercia, aunque de inmediato se dio cuenta de su error. —N-No me lo tomes a mal Nicki, tú eres bonita, pero no quiero casarme, no te confundas...

—Tranquilo, tranquilo. Tú tampoco me gustas. —Nicolle reía en lugar de sentirse ofendida. —En realidad me reconforta que no te hayas enojado por mí rechazo, otra razón para decir que eres un gran hombre.

—Y... ¿Te gusta Alexander? —Preguntó Yara por curiosidad. La mueca de desagrado de Nicolle respondió por sí sola.

—¡Uy, no! —Repitió la princesa divertida. —Es guapo, pero es un idiota. Jeje... ustedes dos son como mis hermanos.

Los dos amigos rieron para aliviar la tensión, Yara se sentía mucho mejor y estaba lista para enfrentar a Alexander nuevamente. Se despidió de Nicolle y caminó al último lugar donde lo vió, es decir, la piscina.

Para su confort. Alexander estaba vestido y con su castaño pelo mojado, salvo que ahora su triste mirada se encontraba perdida en el cielo. Yara se le acercó sigilosamente, y cuando Alexander se dio cuenta de su presencia se asustó de un brinco.

—¡Oh! ¿En serio, Kao? —Gruñó Alexander con hartazgo. —Un día de estos pondré cadenas en tus pies.

—¿Qué tienes? —Exigió saber.

—¿De qué hablas? No tengo nada...

—No me engañas. —Afirmó Yara firmemente. —Confía en mí, soy tu mejor amigo.

Alexander pensó detenidamente en sus palabras, desconfiado en sí contarle o no. Yara se sentó junto a él y apoyó su mano sobre su hombro para darle ánimos. Alexander le dedicó una sonrisa triste, luego soltó un suspiro profundo.

—Es que... estos días me traen muy malos recuerdos. —Murmuró el príncipe con voz quebrada, como si estuviese haciendo un esfuerzo para no romper en llanto. —Un día como hoy, mi hermano falleció.

—¿Qué? —Expresó Yara sorprendida. —No sabía que tenías un hermano.

—Si, era mi hermano gemelo. Mi padre no suele hablar mucho de él, y yo tampoco...

—¿Y qué le pasó?

De repente, la expresión triste y deprimida de Alexander cambió a una más oscura y siniestra, el príncipe bajó la mirada mientras empezaba a morderse los labios. Yara se sintió preocupada por ese repentino cambió de actitud, hasta que finalmente el príncipe Alexander se lo reveló con voz sombría:

—Yo lo maté.

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