Las cosas habían cambiado completamente en el palacio, tornándose turbias para la emperatriz, que trataba de seguir a flote tras el anuncio de su esposo, quien no disimulaba en lo absoluto el coqueteo con la joven secretaria.
Después de un mes envío a Sir Baldo al reino de Dalca para convertirse en uno de los miembros de la corte de su tío abuelo él antes de partir le dejo documentos con los movimientos más recientes de su majestad como muestra de agradecimiento por su nuevo estatus, ella sabía que eran de gran ayuda en la pelea que se avecinaba por el imperio. Ella mantuvo a sus padres y suegros completamente sordos con respecto a las actuaciones de André, pero no podía esconderlas de su hermano, quien terminó enterándose de la peor forma de la aventura de su emperador y cuñado.
Lo cual había pasado cuando una mañana Marco absorto en su trabajo decidió llevar el mismo los acuerdos con los campesinos de la frontera al ver la puerta abierta y sin guardias entró sin tocar viendo la escena que hizo que estrujara los documentos, su majestad estaba encima de una mujer que nunca había visto al percatarse del intruso André tapo a su amante con su camisa y lo expulsó de su despacho con un grito que alarmó a los guardias. Marco salió del lugar disimulando el enojo que le produjo la escena sin pensar, corrió hasta el despacho de su hermana para exigir explicaciones por lo que vio, pues ante la ley el emperador estaba deshonrando a la emperatriz.
Al llegar a la oficina, pidió hablar a solas con su hermana, quien, alarmada por la actitud, se levantó de su asiento para escuchar más de cerca lo que trataba de decir.
—¡¿Cuándo me dirías lo que pasa?!
— ¿De qué hablas?
— No te hagas la tonta, vi la amante del emperador, ¡eso es un crimen, Dalia.!
— Él lo sabe, pero no le importa. Además, esta unión es política, él nunca me consideró una mujer, solo una yegua que se debe reproducir.
— Él no te da tu lugar, así que tómalo. Tenemos de tu lado a sus padres y a muchos aliados. Podemos tomar el poder.
— sabes que eso será difícil, él hará lo posible para cambiar eso.
— Él no cuenta con la apreciación de los nobles. Por sus errores de juventud.
— Ahora me preocupa más establecer conexiones con nuestro nuevo aliado, además estoy muy cansada, hermano. Desde que me casé no han acabado los días en los que quiero abrir un hoyo y meterme. Necesito un poco de calma.
— Entonces me encargaré yo. No voy a permitir que él deshonre nuestro acuerdo familiar.
— Marco, no es momento de eso. Hay otras prioridades, cuando todo se solucione me encargaré de eso.
— Debes prometerlo.
— Lo prometo. Iré a descansar, me duele el cuerpo.
Dalia regresó a su aposento y como pudo se despojó de su vestido y se metió entre las sábanas para poder conciliar el sueño. Todo el cansancio se había acumulado y más con el hecho de que debía mantener la compostura para evitar una mala imagen ante sus súbditos.
En cuanto a Lady Sara seguí completamente en silencio al lado de Abigaíl, pues ambas debían solucionar algunas visitas pendientes con la familia imperial, ellas trabajaron lo más rápido posible, pues Lady Sara no podía dejar a un lado el desagrado que le ocasionaba la presencia de la amante de su majestad.
— ¡Terminamos!--- dijo rápidamente.
— Así es Lady Sara. Ya se puede retirar.
— Ja, ja, ja, sigues de insolente, muchacha. Ocupa tu lugar.
— Mi lugar es al lado de mi emperador y ya lo estoy ocupando--- dijo con una gran sonrisa.
— Es fácil conformarse con ser, la ramera es comprensible, tu estatus no da para más.
Abigaíl se levantó de su silla iracunda ante las palabras horribles que había recibido y sin pensar empujó a Lady Sara haciendo que cayera sobre la mesa central.
—¡¿Quién te crees para llamarme ramera?! ¡No voy a permitir que una noble de medio pelo me ofenda!
— Con este agravio mostraste tus colores, Abigaíl. ¿Qué podría esperar de una mujer de tu clase que para escalar en el palacio tiene que entregar su cuerpo?
—¡Estúpida! Eso mismo no hizo tu señora, vendió su vida para ser la emperatriz y darle estatus a su familia. Ella acaso cree que André la ama, las dos son estúpidas creyéndose esa mentira. ¡Así que no te metas conmigo!
La pelirroja tomó los documentos y salió de la oficina, dando grandes pasos con enojo. En cambio, Lady Sara seguía en su posición tratando de no gritar por el enojo de que la amante se comparara con su señora.
Abigaíl no comentó lo sucedido, pues ella mostraría lo valiosa que era así que se decidió buscar la manera en que su emperador la convirtiera en la próxima emperatriz, aunque sabía que no sería fácil, haría hasta lo imposible para que todos se tragaran sus humillaciones.
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Comments
Vicky Ortega
se está poniendo grueso el asunto
2024-11-11
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