El ex emperador pidió ser llevado ante su hijo ya no estaba atado a una silla, caminaba con ayuda de un bastón gracias a los cuidados de su médico la enfermedad había Sido controlada dándole esperanzas de poder seguir viviendo más tiempo, ahora debía arreglar el caos que había creado su único hijo le dolió tanto la noticia de la perdida de su nieto que sintió que una parte de su pecho se quebraba él ya se había ilusionado con la imagen del pequeño dando vueltas en el jardín y enseñándole a usar la espada.
Julios fue recibido por Sir Baldo, quien le informó que su emperador seguía encerrado en su despacho pidiendo cada hora una botella de vino.
Este de inmediato exigió que los guardias abrieran la puerta, necesitaba exhortar a su primogénito antes de que arruinara más su vida y la del imperio.
André casi salta de su silla al ver cómo se abrían las puertas dejando entrar la luz y allí estaba de pie aquel hombre que le enseño casi todo lo que sabía su mirada era fija no mostraba ni una emoción en ese instante se sintió tan sobrio que se levantó de su asiento y termino haciendo una reverencia a su padre.
— Veo que sigues vivo, pequeño. Sube a tu habitación, aséate y bebe mucho té para que estés sobrio. Tenemos mucho de qué hablar.
— Sí, padre.
André, como si siguiera siendo un pequeño niño, caminó rápidamente hasta su habitación en donde se aseó y se preparó para el sermón de su progenitor. Media hora después, André fue llevado hasta el gran comedor en donde su padre lo esperaba con una taza de té.
— Toma asiento, pequeño.
— Gracias padre.
— No te vi en el funeral de tu hijo, Dalia estaba destrozada al igual que todos, pero por cuestiones de la vida no estabas allí.
— Padre... Yo.
— Creí que te había criado con buenas bases, pero terminé equivocándome, dejé que tu madre te mimara demasiado. Ahora avergüenzas mi legado con tu actitud. Dejaste sola a la mujer que se convirtió en tu esposa y la humillaste siguiendo frecuentando esos lugares, manchaste más mi honor.
Justificando tu actuar por el hecho de ser un matrimonio sin amor, todos hemos hecho sacrificios que nos han costado cosas preciosas, pero gracias a los dioses fuimos recompensados. Tú, al igual que yo, fuimos bendecidos con tener un primogénito y, a pesar de no amar al principio a tu madre, la traté con el respeto que se merecía por ser mi compañera y más cuando naciste. Arreglarás esto o, de lo contrario, tendré que quitarte de tu puesto.
— Si sabías que era así por qué dejaste que me casara con ella. Ella se cree mejor que yo y por su culpa me siguen tratando como un niño.
— Eso no justifica tu falta de empatía con ella. Dalia llevaba a tu hijo, a mi nieto, el futuro de este imperio. ¡ASÍ QUE COMPÓRTATE COMO UN MONARCA!
Su padre lo había dejado más enojado, su mente seguía en contra de la idea de seguir atado a ellos. Por consiguiente, después de su regaño, tomó la decisión de acabar con ese obstáculo lo más pronto posible.
Al día siguiente el emperador mostró su rostro frente a su pueblo pidiendo oraciones para el descanso de su pequeño puso la cara más triste que podía, actuando como si sufriera por la perdida mientras que su esposa descansaba al lado de sus padres tratando de sacar fuerzas para poder seguir delante de su pueblo.
La visita de su tío abuelo Diome II de Dalca la sorprendió después de dos semanas. Este la abrazó con todas sus fuerzas, dándole alivio para seguir caminando en el mundo.
— Abuelo, no debiste venir.
—Cómo no hacerlo si mi niña sufría. Al parecer, se ha convertido en un hábito que esta familia pierda hijos. Ahora que te veo, me recuerdas la tristeza de mi Carlota cuando perdió a mi sobrino. Perder un hijo es un dolor que no se puede describir, así que vine para darte fuerzas para seguir viviendo.
— Fue mi culpa, abuelo.
— Deja de decir eso, las cosas pasan por voluntad de los dioses. Mírame, saldremos de esta y volverás a sonreír.
—¿Y si no puedo?
— Claro que lo harás, estaremos juntos para ayudarte, apenas tienes dieciocho, hay mucho tiempo para hacer crecer la familia.
— Gracias, por venir abuelo.
— Me moría por regresar, además te ayudaré con tu idea. Dentro de tres días llegará el rey Darío, así que estaré presente para brindar confianza a esa nueva alianza.
— Si no me lo recuerdas, hubiese quedado mal, pues, fui yo quien lo invitó.
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Comments
Vicky Ortega
pobrecita perder un hijo es muy doloroso
2024-11-11
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