Dalia se despertó al instante en que las cortinas se abrieron; su dama de compañía lo había hecho a propósito al ver la habitación tan desordenada.
—¡Sara!— gritó mientras se cubría sus ojos.
— Buenos días, majestad. Es una linda mañana para seguir en la cama.
— Eso no era necesario. Deja de reírte, te aclaro que no te contaré nada.
— No es necesario con solo ver el estado de la habitación, es suficiente para deducirlo, además estoy aquí por orden del emperador.
—¡¿Qué dijo?!
— Que me encargara de cuidar tu cuerpo y que te espera para almorzar en el comedor central.
— Prepara mi baño, debes dejarme muy hermosa para mi esposo.
—Por supuesto, amada y encantadora emperatriz.
—¡Vas a seguir!, a veces me arrepiento de tenerte a mi lado.
Sara se encargó de enaltecer su belleza; ambas salieron rápidamente hacia el comedor. Dalia, por el afán, casi tropieza con la falda de su vestido.
— Cálmese, él la está esperando.
— No me importa, avanza o te quedas atrás.
André la esperaba de pie al lado de su silla, estaba impaciente después de haber leído una de las cartas semanales de su madre. Sonrió de inmediato al ver a su esposa entrar al comedor sosteniendo parte de la falda de su vestido.
Así que se acercó y la tomó de la mano para guiarla hasta la silla a su lado.
— Lady Sara, puedes retirarte.
— Sí, majestad.
— Es maravilloso compartir juntos André.
— Así es, desde que nos casamos no habíamos podido convivir aparte de las sabanas.
— ¡Por favor, no diga eso! Los sirvientes están cerca.
— Es normal, estamos casados. Sirvan la comida.
Sirvieron el almuerzo favorito de Dalia. André lo había pedido con el propósito de mantenerla contenta para poder engendrar a su primogénito, pues su madre con lujo de detalles le enumero los pasos para poder procrear un heredero en esos tres días de descanso. Además, le había ordenado a Sara que suspendiera el té anticonceptivo para agilizar más el proceso.
Como pudo, actuó de maravilla, mostrando su lado más atento y carismático para así ganar un peón dentro del poder político del imperio, pues seguía inconforme con las habladurías de algunos nobles que lo descalificaban para gobernar.
— Después de comer iremos a dar un paseo al jardín que está cerca del lago.
—¡Eso me encantaría!
— Es un lugar fantástico, tu abuela hizo un excelente trabajo creando este castillo para mi padre.
— Eso es cierto, mi tío abuelo me habló mucho sobre el legado de mi abuela. Espero dejar una huella durante mi ciclo gobernando este imperio.
— ¿Gobernando?
— Sí, para eso me preparo mi padre y mi tío abuelo. Es mi propósito de nacimiento.
— Es un alivio contar con una ayuda idónea a pesar de ser tan joven.
— Ambos lo somos, tú tienes veinte y yo dieciocho. Mi abuela se casó a los quince y conoció a tu padre cuando él tenía ocho años y a pesar de ser tan joven ayudó mucho al imperio.
— Sí, tienes razón.
André estaba tratando de controlar su enojo, se suponía que ella solo se encargaría de pequeñas actividades y él tendría el control absoluto del imperio, pero los planes del duque eran otros.
Al terminar guio a Dalia hacia el jardín, en donde ella quedó deslumbrada con la belleza de las flores y cómo el lago contrastaba con el paisaje colorido.
— ¿Te gusta?
— Es más hermoso de lo que imaginé. ¿Con razón tiene este nombre?
— Vamos daremos un paseo en el lago.
— Claro.
El resto de los días pasaron entre entretenidos paseos por los alrededores y la alcoba. André estaba demasiado embriagado por el hecho de poseer a su esposa para suplir los meses de abstinencia después del anuncio de la boda. Dalia trataba de estar a la altura, escuchando cada indicación que le daba su esposo para poder disfrutar bajo las sabanas. Ella estaba dentro de una burbuja que la mantenía en un estado de euforia y éxtasis en donde se sentía amada por su esposo.
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Comments
Rocio Raymundo
hasta ahora están bien ellos como pareja 🙂😊
2025-01-12
0
Vicky Ortega
interesante
2024-11-11
0
Anabel Mendoza
buena lectura poco a poco se está poniendo interesante
2024-08-04
1