Su día había comenzado desde temprano, estaba en el campo de entrenamiento con sus caballeros desde hace dos meses que no se ejercitaba con ellos, así que aprovechó la mañana para bajarle un poco al estrés del trabajo.
Después de entrenar, Sir Baldo lo acompañó de regreso para que se aseara para luego regresar a su despacho y continuar con su trabajo. Ya en el lugar uno de los guardias le entregó la nota enviada por su esposa, este, al leerla, cambió de semblante.
— Baldo cancela mi agenda de estos tres días, saldré con mi esposa esta misma noche hacia el palacio del lago.
—Pero… Pero señor.
— ¡Es una orden!, envía mi respuesta a mi esposa.
Su secretario envió la respuesta al despacho de la emperatriz mientras cancelaba la agenda de los próximos tres días del emperador. Sabía que debía trabajar el doble por la ausencia de los monarcas.
— No llegaré temprano a casa —exclamó agotado.
Sir Baldó Montgomery era un hombre cinco años mayor que su majestad, André, y estaba casado desde los veinte años con una prima lejana por petición de su padre moribundo. El trabajo en el palacio había sido su recompensa y condena por haber sobresalido en la academia. Alto de complexión delgada y ojos negros escondidos bajo pobladas cejas además de vestir atuendos formales cada día que lo hacían parecer un fantasma por lo oscuro de sus prendas, estaba al lado de su majestad desde hace tres años para ayudarlo a aprender los deberes con el imperio un hombre culto, prudente y leal, convertido en la mano derecha del dios hecho carne.
Su esposa Ena demandaba poca atención, devota de los dioses y dedicada a sus gemelos. Aunque contaba con sirvientes por el estatus noble de su esposo, le gustaba involucrarse en cada aspecto de su hogar.
Lady Sara recibió la pequeña nota y de inmediato se la entregó a su señora.
— Ya llegó la respuesta, mi señora.
— ¡Dámela!
Dalia leyó la nota y una sonrisa se le dibujó en el rostro.
— Por lo visto, aceptó.
— Así es, prepara todo, nos iremos esta misma noche.
— Sí, mi señora.
André organizó el trayecto con sus caballeros mientras esperaba a su esposa. Ella lo encontró en la salida con un vestido ligero para evitar incomodarse durante el viaje.
— Esposo.
— Hola, Lady Sara irá con el resto de sirvientes en el otro carruaje.
— Con permiso, majestad--- se retiró de inmediato.
— Dame tu mano para subir al nuestro, el trayecto será corto, gracias al arreglo del camino que aprobaste hace un mes.
— Sabía que iba a ser de utilidad, esposo.
— Tenías razón.
Se sentaron frente a frente, y la luz de la luna iluminaba un poco el interior del carruaje.
— Gracias por aceptar —le dijo tímidamente.
— Tú lo sugeriste y yo lo hice posible. Es tiempo de descansar después de tanto trabajo, además nunca pudimos tener una luna de miel.
Al escuchar eso, el rostro de la joven se tiñó de rojo hasta las orejas, agradeció que no se pudiera ver mucho por la oscuridad.
— Eso es cierto — Respondió de inmediato.
— Puedes dormir un poco, el viaje será corto.
— No, no tengo sueño, la luna está muy hermosa para perdérselo.
Luego todo se llenó de silencio, André dejó de hablarle y ella siguió mirando el exterior. Él tenía razón, el trayecto no fue muy largo. Ella había escuchado del palacio del lago, un lugar que había sido adornado por su abuela Carlota por petición del rey Julios en sus primeros años de liderar el imperio.
Uno de los caballeros anunció la llegada de inmediato. Se abrieron las rejas, dándole la bienvenida a la caravana de los monarcas.
André le ayudó a bajar rápidamente y ella por primera vez admiró el trabajo de su abuela. Grandes árboles de flores adornaban el camino hacia el palacio y el aroma que desprendía era tan maravilloso. Todo el lugar parecía encantado. En la puerta los esperaban los pocos sirvientes que se encargaban de cuidar el lugar.
— Bienvenidos, majestad. Soy Guillermo, el encargado de cuidar este palacio.
— Buenas noches, denle de comer a mis caballeros y sirvientes.
— Sí, majestad. Ya preparamos sus aposentos para descansar.
— Eso no será necesario, estos días dormiré con mi esposa. Subimos esposa.
Dalia lo vio sorprendida y solo asintió.
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Comments
Rocio Raymundo
hasta a hora los dos están poniendo de su parte aunque tengan mucho trabajo que pasara para que ella después quiera su libertad que curiosidad en verdad
2025-01-12
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