El regreso al palacio principal fue tranquilo, la relación entre los monarcas era distinta. André le sonreía a su esposa mientras platicaban dentro del carruaje. Al llegar se separaron, pues había mucho trabajo y reuniones aplazadas. Él le ordenó que descansara y que al día siguiente retomará sus funciones con el imperio.
Sara se encargó de llevarla a sus aposentos y ordenó a las demás damas organizar el baño de la emperatriz con esencias florales para que su descanso fuera placentero.
Su dama de confianza tenía la tarea de mantener su salud en óptimas condiciones, pues el emperador estaba seguro de que la había dejado en cinta.
Dalia durmió después de esos tres días completamente sola. Ella se sentía extraña en el centro de la enorme cama, se había acostumbrado a despertar en los brazos de su esposo.
Una semana paso rápidamente pocas veces se vieron por el trabajo acumulado, así que cansada de su ausencia decidió ir hasta él sin avisarle, camino en compañía de Lady Sara hasta la puerta de la oficina de su esposo, toco y de inmediato esta fue abierta por Sir Baldo quien al verla se inclinó en señal de respeto hacia ella.
—¡Majestad!
— Sir Baldo, ¿Puedo pasar?
— Claro, majestad.
Sir Baldo se movió de la entrada dándole espacio para que la emperatriz entrase al despacho del emperador.
— Buenos días, André.
—Buenos días, Dalia. ¿Qué te trae por aquí?
— Usted.
—¿Yo?
— Sí. No lo he visto lo suficiente, así que quiero que pasemos el resto de la mañana juntos.— le dijo con mirada fija.
— Es una buena petición, extraño el sabor del cuerpo de mi esposa.— dijo sin siquiera parpadear.
—¿Lo espero?
— Tome asiento mientras termino de firmar estos papeles.
Dalia se acomodó en una de las sillas. Lady Sara y Sir Baldo salieron del lugar para darles privacidad después de haber escuchado esa conversación íntima.
—¡¿No puedo creer que dijeras eso?!
— Hasta ahora reaccionas. Eres muy encantadora esposa mía. ¡Ya terminé!
— Nos vamos entonces.
Andre tomó de la mano a Dalia y la llevó de regreso a su aposento. Ella apretaba su mano al ver los ojos de la servidumbre mientras subían las escaleras. Al entrar André la rodeó con su brazo, haciendo que su corazón se acelerara.
— Voy a comerte completa — le susurro.
— No puedo respirar— le dijo tímidamente.
Andre la cargó llevándola hasta la cama en donde la acostó mientras él se desvestía. Ella lo miraba sin parpadear y su respiración estaba agitada como si hubiera corrido.
— Levántate, voy a quitarte el vestido.
Su cuerpo se movió de inmediato al escuchar la orden con esa voz ronca que la hacía erizar completamente.
Fue inimaginable las caricias recibidas, y el sonido del roce de los cuerpos hacían eco en la habitación, al igual que los gemidos que salían de la boca de la joven emperatriz. Cuando el deseo se apagó, el sol se escondía.
Ellos descansaban uno al lado del otro, cubiertos de sus esencias y completamente saciados, ella estaba convencida de que se había enamorado de su esposo.
Afuera, Lady Sara se encargaba de que nadie interrumpiera a la pareja. Ordenó a los cocineros preparar bebidas refrescantes y platos que llenaran de energía. Andre llevó a su esposa al baño ayudándola a entrar a la tina.
—¿Dónde vas?—le dijo mientras le agarraba la mano.
— Pediré algo de comer, no me tardo.
— Está bien.
André se vistió con algunas prendas y al abrir la puerta se encontró con Lady Sara y las demás damas de su esposa con bandejas llenas de comida y una jarra de té con limón.
— Majestad, aquí traemos comida y bebida refrescante para que puedan disfrutar dentro de sus aposentos.
— Gracias, entren y dejen todo sobre la mesa.
Las tres damas dejaron cada bandeja en la mesa central de la habitación y sin levantar sus miradas salieron del lugar.
Andre regresó al baño en donde su esposa lo miraba como niño cuando ve lo que más aprecia. Él se quitó las prendas y se metió en el agua, haciendo que una parte se derramara.
— Fue rápido, esposo.
— Más rápida fue Lady Sara, creo que ella lee mentes. Cuando abrí la puerta, estaba ella con tus otras damas con comida y bebida para los dos.
— Lo que pasa es que ella es muy eficiente, ha sido así desde que la conozco.
Lavaron sus cuerpos con pequeños roces sensuales, haciendo de que el deseo despertara poco a poco. Andre la hizo suya una vez más, ella le suplicó la final, pues estaba perdiendo las fuerzas y su estómago estaba pidiendo comida.
Vestidos con sus batas se sentaron alrededor de la mesa para poder comer todo antes de que se enfriara completamente.
— Estoy más que satisfecha.
— Sí, creo que he recuperado parte de mis fuerzas. A este paso estarás embarazada antes de que se acabe el mes.
Dalia casi se cae de la silla al escuchar esas palabras. Saber que su esposo quería tener descendientes, tan rápido la tomó por sorpresa.
— Cuidado. Recuerda que debes cuidar tu salud. Además, tenemos que cumplir con los deseos de mi madre.
— Es que se me olvidó.— dijo mientras bebía un poco de té.
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