El rey Darío desembarcó tres días después y fue recibido por Sir Baldo para llevarlo ante el emperador.
Sir Baldo al verlo quedó sorprendido, pues creía que el rey de la tierra de los bárbaros sería un hombre entrado en edad, pero en realidad era un joven en sus veinte de gran altura de tez blanca y a diferencia de su gente no portaba una barba abundante era completamente lampiño, pero eso lo compensaba con su larga cabellera rubia y ojos grises como la plata.
Su comitiva bajó los regalos traídos para la emperatriz, pero al conocer la situación actual, decidieron dejar en el barco las cajas que contenían los juguetes hechos para el primogénito. El rey Darío seguía en silencio, observando como un cazador todo su alrededor. Su guardia decidió caminar a cada lado del carruaje, las personas comenzaron a salir al ver a los grandes hombres de cabellos largos, vestidos con armaduras rústicas y llenas de símbolos.
El monarca se limitaba a escuchar las interminables palabras de Sir Baldo. Quien guardó silencio al llegar a la entrada del castillo, amablemente le abrió la puerta al invitado, quien tuvo que agacharse un poco para no golpear su cabeza con la salida. Dalia fue la primera en asombrarse con la altura de su futuro aliado, ella no podía dejar de verlo.
Su tío abuelo fue el primero en saludar debido a que el emperador no estaba presente por asuntos políticos en el parlamento.
— Bienvenido, joven rey.
— Rey, Diome es un gusto verlo después de mucho tiempo. Majestad Dalia, sentido pésame por la perdida de su primogénito, apenas bajé del barco, me informaron. Acepte estos obsequios, por favor.
— Se lo agradezco, rey Darío. Por favor, adelante tenemos preparado un banquete en su honor, además mis sirvientes llevarán a sus hombres a sus aposentos para que puedan descansar mientras hablamos un poco.
— Es muy amable. Muchachos sean respetuosos con las señoritas.
El rey Darío le ofreció su brazo de apoyo a la emperatriz, quien con una gran sonrisa lo acepto y caminaron hasta el gran salón en dónde un banquete los esperaba.
— Majestad, me gustaría esperar a mis hombres, ellos deben estar hambrientos al igual que yo.
— No se preocupe, esto es solo un abrebocas de lo que les brindaremos, además el baile de celebración será después de firmar nuestra alianza.
— En cuanto a eso, prefiero esperar a mi gente. Además, me parece muy extraño que el emperador no esté presente.
— Tiene asuntos pendientes, además yo fui quien lo invitó, es suficiente con mi presencia.
— Mi señora, no fue mi intención ofenderla, es que pensé que conocería al emperador de estas prósperas tierras.
— No se preocupe, lo conocerá. Solo que hoy no. Ya llegaron sus hombres, así que tomemos asiento.
En el Parlamento, André trataba de contener la furia que luchaba por salir al escuchar cada balbuceo de los vejestorios que conformaban la nobleza. Su padre lo miraba desde uno de los balcones, esperando que siguiera el plan para poder sostener su unión con la familia legendaria del Reino de Dalca.
Mantuvo la compostura y al darles un poco de las migajas y logro mermar un poco la situación de la muerte del heredero.
Salió del recinto completamente cabreado y al llegar a su despacho tomo la botella de vino que estaba en la mesa y la arrojo manchando las paredes de un morado profundo.
—¡VOY A MATARLOS A TODOS!_ gritó con fuerza.
Su padre Julios ingresó unos minutos después viendo el desastre que había causado.
—Creí que esos berrinches se habían quedado en tu infancia, pero veo que no.
— ¡Padre!
— Prepárate estarás en la cena con el rey Darío, tu esposa está haciendo todo el trabajo mientras te comportas como un niño pequeño.
— Ese es su deber, ella fue la de la idea de lamerle las botas a un rey bárbaro.
— Si hubiera tenido otro hijo, tal vez estuvieras en la frontera tratando de proteger al reino, pero la salud de tu madre no me permitió más.
—¿Qué intentas decir?- le dijo mirándolo con furia.
— Creo que me equivoqué en entregarte el trono del imperio. Sabes, hijo, ya no puedo retractarme, ahora me toca arreglar todo y que te conviertas en alguien que proteja mi pueblo. Allá fuera, hay muchos codiciando tu puesto. Parece que quisieras entregarlo.
— Lo siento, padre. _ agachó la cabeza.
— Eso espero, André. Ve a tu habitación y prepárate esta misma noche, debes crear el ambiente propicio para que todo marche bien.
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Comments
Rocio Raymundo
ella a Caba de perder a su bebé y todavía está tratando de ayudar a su pueblo teniendo tanto dolor en su corazón
2025-01-12
0
Vicky Ortega
pobre de la esposa tener q soportar a un chico malcriado
2024-11-11
0
Omaira Charfe
inutil
2024-06-01
1