El capitán Fred Oslo había nacido para servir a la corona descendiente de una familia atada militarmente al emperador, creció con la convicción y deber de prepararse para ser la seguridad de su nación y de su majestad. De cabellos oscuros y ojos amarillos que lo hacían parecer un depredador traía locas a las sirvientas que servían cerca a sus oficinas en el castillo muchas se reunían para verlo cada mañana entrenando con sus subalternos con el pecho desnudo y musculoso con su piel bronceada y llena de cicatrices adquiridas a lo largo de su carrera, pero su actitud cortante y fría desmoronaba cada confesión de las doncellas. Su vida giraba alrededor de su deber con el imperio así que muy poco sucumbió a los placeres carnales, los pocos encuentros que hubo fueron en pueblos lejanos con mujeres viudas que le doblaban la edad ahora con veintiséis años y con su nuevo cargo de jefe de la guardia personal del emperador no tenía tiempo de pensar en algo que no fuera el trabajo.
Tanto así que no cuestionaba el actuar de André, pues su único deber era obedecer y proteger.
Por ello, se encargó de cubrir cualquier entrada que pudiera usar Lady Sara para tratar de averiguar la procedencia de la nueva adquisición de su emperador. El hecho llegó a cansarlo más que cualquier entrenamiento, pues Lady Sara se las arreglaba para estar en el momento exacto en que la pareja se encontraba jugueteando como adolescentes. Un mes había pasado hasta que el mismo emperador presentó a la dama como su secretaria ante la emperatriz Dalia, esto lo hizo descansar del juego del gato y del ratón.
El rostro de Lady Sara ni siquiera disimulo el descontento, pues él se encargó de tapar cada oportunidad para saber la identidad de la joven.
La emperatriz fue la más sorprendida por el anuncio y más al ver la confianza con la joven pelirroja que a pesar de tener su vista al suelo se podía ver su emoción por el ascenso y sobre todo por la muestra de afecto de su esposo al acariciar su cadera sin ningún tipo de pudor.
La emperatriz tragó el té caliente con rapidez y se levantó de su asiento y palmeó la mano de su esposo al ver que no dejaba la acción.
— ¡¿Por qué haces eso?!
— Aún lo preguntas, ¡RETÍRENSE!
Todos salieron del lugar al escuchar la orden llena de enojo.
— Mírame esposo. Sabes que en este imperio el concubinato está prohibido.
— ¿Y qué? --- dijo sarcástico
— Definitivamente, me casé con un niño. De la nada traes a una mujer que pasó de ser una sirvienta a tu secretaria, tu perro no deja que se sepa su identidad y por tu comportamiento queda demostrado que me deshonraste con ella.
— Independiente de eso, ella es muy buena en su trabajo, así que espero que te comportes, mi emperatriz.
— No me importa, ¡Esto es un crimen!
— No por mucho, así que cállate. Te aconsejo que hagas tu trabajo y me dejes en paz.
André la empujó como amenaza para luego dar la vuelta y salir del lugar. Dejando a Dalia desconsolada y enojada por la situación que ahora la golpeaba. Su vida había pasado a ser completamente oscura, donde no veía la salida.
Lady Sara, atenta a su señora, no se despegó de la puerta. Al escuchar la conversación, apretó sus puños de la ira, así que trató de mantener la calma, pues pronto saldría su emperador por allí, así que puso sus manos en su espalda y mantuvo la vista al suelo al escucharlo salir. Él ni siquiera la miró.
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Comments
Rocio Raymundo
que descarado es realmente andre
2025-01-12
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