capitulo 12

La invitación fue enviada al reino de Gala con algunos obsequios de parte de la emperatriz.

Gustosos de la invitación el rey Darío de Gala mando de inmediato la respuesta a la emperatriz Dalia, está seguía tratando de calmar su ansiedad por la llegada del parto además del completo silencio de su esposo desde su última reunión con el Parlamento Lady Sara se encargó de mantenerla tranquila ocupándola en cosas que necesitaran su atención constante. Su hermano Marco seguía al frente de sus obligaciones, reuniéndose con algunos nobles que querían establecer relaciones políticas y sociales con la familia imperial y específicamente con su hermana. Él trataba de hacer caso omiso a los cambios de humor de su pequeña hermana, sabía que cargar con un matrimonio político era demasiado, por ello se había rehusado hace dos años a casarse para beneficiar a su padre con sus negocios en el puerto. Por ello trató de salir adelante con sus propios negocios para no depender de su familia ni estatus. Le dolía verla sufrir con su embarazo y sobre todo cuando pedía la visita de su majestad con tanta desesperación. Pero al ser su emperador, no podía hacer absolutamente nada para obligarlo a estar al lado de su adorada Dalia.

Dos meses después, el castillo se preparaba para la llegada del rey de Gala. Los sirvientes pasaron tres días seguidos organizando el palacio y los aposentos en dónde se quedaría la comitiva del naciente reino. André trataba de mantener la calma, pues su suegro le exigía estar presente en la reunión que tendría con su futuro aliado.

Sir Baldo trató de explicarle de varias maneras que su pedido era imposible debido a que él no hacía parte del grupo conciliador de su majestad.

— ¿Sigue insistiendo?— pregunto mientras apretaba la pluma.

— Por fin entendió gracias a su hijo Marco. Quien irá en representación de la emperatriz.

— Esa familia quiere masticar hasta mis huesos.—refunfuño

— Debe calmarse, ellos son su familia y han estado ligados al imperio desde que su padre era pequeño.

— Sir Baldo, necesito salir esta noche, así que termine esto por mí.

—¡Majestad! Estamos a semanas de la llegada, no podemos tener un escándalo.

André se levantó de su silla y tomo a Sir Baldo del cuello de su camisa mirándolo agresivamente haciendo que esté se petrificara.

— ¡No me dirás qué hacer! El hecho de que hayas estado a mi lado por mucho tiempo no te da derecho a desautorizarme. Soy tu emperador, y tú, mi súbdito. Así que acata mi orden.

André lo soltó para salir del despacho y pedir a sus caballeros organizarle su caballo para una salida nocturna.

Sir Baldo acomodo sus ropas tratando de mantener la compostura.

Esa noche fue sorprendida por una llovizna Dalia se estremecía del frío en su habitación de repente la luz de la caída de un rayo iluminó su aposento haciéndola ver la enorme mancha de sangre que cubría la cama como pudo grito tan fuerte haciendo que los guardias que cuidaban su puerta la abrieran con gran fuerza.

— ¡Llamen al médico! ¡Sara!

Lady Sara llegó corriendo y al ver la escena ordenó que los caballeros llamaran al médico y a su majestad, pues si no se apresuraban podrían perder al heredero al trono.

Todos corrían de un lado a otro trayendo agua y telas para controlar el sangrado de la emperatriz, el médico imperial llegó acompañado de algunos guardias y al entrar y ver la escena pidió que los dejaran solos, Dalia completamente desconsolada le exigió que Lady Sara se quedará sin quejarse acepto y pidió que los guardias buscarás al emperador lo antes posible.

Los gritos se escuchaban tan fuerte que estaban inquietando a todo el personal hasta el cocinero estaba esperando noticias de la situación de su majestad. Dalia ya no sentía dolor su cuerpo estaba frío por el esfuerzo de pujar para sacar el cuerpo inerte de su primogénito, el médico tomo en sus brazos la criatura que tenía enrollado en el cuello el cordón, Lady Sara no dejo de llorar mientras recibía al pequeño varoncito su emperatriz estaba en shock y no quiso verlo.

El médico con ayuda de las demás damas cuido el cuerpo de su majestad toda la noche para evitar cualquier cambio que pudiera llevarla a la muerte. Ella no durmió mucho recordando el dolor de haber perdido a su pequeño. Sir Baldo trato de avisarle a su emperador, pero los caballeros no daban con su ubicación.

Marco esperaba afuera de la habitación de su hermana mientras contenía las ganas de llorar por lo sucedido. Lady Sara le permitió entrar por la mañana.

Al entrar la escena lo hizo caer, su hermana mirando a la nada, acostada al lado del cuerpo de su primogénito. Marco se acercó rápidamente, tomando en sus brazos el cuerpo frágil de su pequeña hermana. Al sentir su calor, liberó sus lágrimas de dolor.

Su hermano mayor logró que descansara y pidió llamar a Sir Baldo, pues, no comprendía la ausencia de su majestad ante tanta tragedia.

Este esperaba la llegada de su emperador, quien venía con dos de sus caballeros de confianza, André, al verlo bajo de su caballo, mirándolo con enojo.

—Es muy temprano para molestarme.

— Majestad, su imprudencia y falta de decoro hizo sufrir a la emperatriz.

— ¡¿Qué insinúas?! ¡Te cortaré el cuello!

— No me importa si lo hace, lo buscaron toda la noche para informarle que su hijo murió y la emperatriz está en un estado delicado. Así que espero que reflexione por qué esta es mi última audiencia con usted, no puedo seguir sirviendo a alguien que no ama a su pueblo y menos a su primogénito. Ya le informé a sus padres, ellos vienen en camino. Me retiro emperador.

Sir Baldo dejó con la palabra en la boca a André, quien enojado por el sermón gritaba como loco ante sus caballeros. La muerte de su primogénito lo molestó aún más, pues eso significaría seguir atado a las faldas de su madre.

Pidió a las sirvientas que prepararan su baño para poder retirar el perfume de las prostitutas que habían compartido su cama.

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