JUEGO DE MANOS
Sólo estuve en el momento y en el lugar equivocado.
Su piel contra la mía, su sabor en mi lengua, su voz en mi oído llamando ese maldito apodo.
Sólo estuve en el momento y lugar equivocado.
Me tomó sin importarle nada. Me arrastró a un mundo lleno de oscuridad. Se convirtió en mi propia luz.
Sólo estuve…
Aunque quizás, él me hubiese encontrado de cualquier forma.
Lo hizo, eventualmente.
Siempre supo dónde encontrarme.
Nunca hubo escapatoria.
_____________
La chica no dejaba de mirarme.
No parecía importarle que en más de una ocasión dejé que mis ojos se encontraran con los suyos con la clara intención de advertirle que era consciente de su escrutinio; sin embargo, esto no la detuvo de volver a mirarme fijamente desde el otro lado de la habitación.
La sección de historia de la biblioteca pública se hallaba casi vacía, lo cual era impresionante teniendo en cuenta que las veces que había venido aquí me pasaba unos buenos minutos recorriendo todos los sectores en busca de un lugar disponible para trabajar. Podría hacerlo desde la biblioteca de la universidad, pero este lugar se sentía diferente. Aquí no había un silencio absoluto, lo cual debería incomodarme, pero no lo hacía. Por alguna razón ese murmullo bajo es lo que me hacía volver siempre, elegir esta biblioteca en lugar de la otra.
Era viernes por la tarde, y la clase de tecnología había sido cancelada a última hora, por lo que decidí que bien podría ahorrarme tiempo y comenzar a estudiar para el examen de historia que se acercaba.
Estaba muy concentrada en mis apuntes esparcidos sobre la mesa hasta que sentí ese picor, la sensación de estar siendo observada. Levanté la vista confundida y un poco nublada debido a las buenas horas que llevaba leyendo sobre el renacimiento cuando mis ojos quedaron atrapados en dos pozos de agua caribeña. Los ojos azules más claros que había visto en mi vida me miraban sin inmutarse. El rostro que abarcaba esos ojos estaba cubierto por un sinfín de diminutas pecas, espolvoreando una delicada y pequeña nariz que daba paso a una pequeña boca rosácea. El hermoso rostro en forma de corazón estaba enmarcado por espeso y brillante cabello color miel, con un corte recto que parecía terminar unos pocos centímetros bajo sus hombros.
La acosadora se encontraba en una mesa en el extremo opuesto de la habitación, sus propios papeles repartidos frente a ella. Pero no dejaba de mirarme, de hecho, en un momento consideré que quizás miraba a alguien detrás de mí, por lo que eché una miradita sobre mi hombro, allí no había nadie más que estanterías y mesas que aún quedaban vacías.
Volví a mirarla, y aún estaba vigilándome. Sintiéndome repentinamente incómoda con toda esta situación decidí que había tenido suficiente de historia por hoy, por lo que bajé la mirada y comencé a guardar mis cosas. El sonido de la silla frente a mí arrastrándose me sobresaltó.
Al parecer la chica había reunido el coraje para acercarse después de todo.
—Hola, lo siento si te he estado viendo como loca desde allí, probablemente corrías hacia la estación de policía más cercana, así que decidí hablarte para que no estuvieras preocupada o lo que sea —inspiró hondo luego de su presentación, como si el siguiente paso en su monólogo fuese de vital importancia —. Soy Nerea.
Todavía no hablé, no me sonaba de nada, así que quería que se explicara mejor que eso. Ella pareció entenderlo mientras tomaba otro necesario aliento.
—De acuerdo, no te habló de mí. Comprensible, le dije que quería conocerte primero, aunque no pensé que haría lo que le pidiera, aunque otra vez, él siempre lo hace, ¿no es de lo más lindo? —la chica seguía parloteando mientras mi mirada se dirigía hacia la salida, preguntándome cuánto tiempo me tomaría llegar allí y si ella me atraparía si corriera —Oh, lo siento. Lo estoy haciendo otra vez, siempre que hablo me voy por las ramas, Marco siempre me dice que no podría callarme durante diez minutos, aunque mi vida dependiera de ello…
Cualquier cosa que haya dicho después de eso no me importó. Ella había dicho lo suficiente para que mi corazón tartamudeara.
—¿Marco? —mi voz sonó asquerosamente áspera en comparación a la delicada melodía que salía de su boca.
Eso pareció interrumpir sus divagaciones, al parecer hablar fue una mala idea ya que su boca se iluminó con una sonrisa impresionante que podría patrocinar cualquier pasta dental del mundo, entonces sus palabras cortaron a través de mí.
—Marco Laudano, lo conoces, ¿no? Cuando le dije que había elegido esta universidad me dijo que tenía una amiga estudiando aquí, entonces me habló de ti.
No respondí, no podía. Estaba sorprendida de que Marco le hablara a alguien de mí, o de que incluso tuviera el valor de presentarme como una amiga suya.
Entonces Nerea soltó las peores palabras conocidas por el hombre.
—Después de escuchar tantas cosas geniales de ti decidí que quería conocerte, y ya que eres amiga de Marco no será como hablar con un completo extraño ni nada. Oh, seguramente él no te dijo absolutamente nada de mí, bueno es un novio obediente, eso no puedo negárselo.
¿Qué?
—¿Novio?
Ella me miró como si no entendiera el asombro de mi pregunta.
—¿Sí? Soy su novia, ¿no te dijo ni siquiera que tiene novia?
No, no lo hizo. No tendría por qué. No pude encontrarme con su mirada curiosa, en cambio terminé de guardar mis apuntes en mi mochila.
—No hemos hablado en un tiempo —dije a modo de explicación.
Ella pareció comprender y asintió, conforme con la respuesta.
—Es verdad, te fuiste de la ciudad hace meses y…
Me puse de pie.
—Escucha, me alegra haberte conocido. Veo que Marco realmente lo está haciendo bien y pareces ser una persona agradable. Me encantaría quedarme, pero trabajo por las noches y tengo que ir a prepararme para el trabajo, así que…
Un poco de culpa me golpeó cuando la desilusión apareció en sus ojos. Desafortunadamente, no fue demasiada como para convencerme de quedarme.
—Oh, lo entiendo. Está bien —su rostro se iluminó nuevamente —, podemos quedar el fin de semana para tomar un café, puedes pedirle mi número a Marco, en verdad me gustaría que seamos amigas, no conozco a casi nadie por aquí.
Yo tampoco. Pero eso no parecía importarme. Eso estaba perfecto para mí.
Asentí, haciendo mi camino hacia la puerta.
—Te llamaré entonces.
Esperaba que no se sintiera demasiado desilusionada cuando la llamada nunca llegara.
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