...
Las cosas se volvieron caóticas en cuanto Henry terminó de pronunciar esa frase. El tipo larguirucho dejó la falsa calma y lanzó el primer golpe. Su puño, sin filtro ni vacilación, impactó en el rostro del castaño, y hubo que decirlo, ¡eso debió doler! Por suerte, el castaño no cayó al suelo inconsciente en ese instante.
Y tan pronto como lo vio, Matt se adelantó, empujando a uno de los cuatro que le rodeaban. Sin embargo, apenas avanzó un paso cuando recibió un empujón que lo tiró al suelo sin oportunidad de protegerse. Y el impacto…realmente lastimó su trasero.
—¡Oh, carajo! —gritó, mientras el sudor frío empapaba su frente. “¡Mi3rda! ¿Por qué vinimos a un lugar tan apartado? No hay nadie más a la vista!”, se lamentó por dentro.
Movió su cuerpo, intentando levantarse, pero el dolor fue más grave de lo esperado.
“No me digas que me acaban de romper…el trasero…literalmente…”, ante el indómito pensamiento se quedó congelado por unos segundos. Temía moverse y terminar con el coxis destrozado.
Hizo lo mejor que pudo para no ponerse a llorar ahí mismo; y aún con el dolor revolviendo su estómago, intentó ponerse de pie nuevamente cuando escuchó la pelea infructuosa del lado de Henry, pues solo estaba siendo un saco de boxeo para su rival; pero antes de poder hacerlo, Fania llegó a su lado.
—Déjame ayudarte —dijo ella, poniendo una mano sobre de su cintura. Sus intenciones eran puras, pero resultaba ser más pequeña que él, y no fue de mucha ayuda.
—Tenemos que sacar a Henry de ahí… —dijo él, al mismo tiempo que apretaba los dientes debido al dolor. Sin embargo, antes de poder terminar, Aldo pasó frente a ellos, y empujó el muro humano que los separaba del castaño.
La mandíbula de Matt casi termina en el suelo al ver cómo ese chico, que siempre era tímido y demasiado amable para su propio bien, golpeaba sin piedad a la mitad de quienes le rompieron el trasero. Su asombro no se pudo ocultar.
—Él…sabe pelear muy bien, y tiene el físico para ello. Pero es un verdadero pacifista. Odia golpear a otros…a menos que sea un caso especial como este —explicó Fania en su oído.
Con el factor sorpresa, Aldo logró derribar por completo a dos de los chicos, pero aunque fuera bueno al lanzar puñetazos, eso no eliminaba el hecho de que había otros dos. No era una pelea para nada justa.
Y se hizo evidente con demasiada rapidez.
Los dos que quedaban en pie del grupo de alfas, rodearon a Aldo y al ver que no podían ganarle solo con la fuerza bruta, utilizaron una técnica deshonrosa. Lo sometieron con una carga directa de feromonas.
El aire a su alrededor se tornó desagradable y pesado, tanto que Fania y Matt resultaron afectados.
—¿Qué rayos hacen? —gritó la chica, con la voz entrecortada. —¡Esto es acoso s3xual! ¡Serán expulsados!
El pelinegro nunca había experimentado algo similar, y por un tiempo no supo que sucedía. Era como si cada célula de su cuerpo se viera forzada a doblegarse. Su nariz ardía, y sus ojos soltaban lágrimas fisiológicas.
Desde luego que intentó soportar la carga y no obedecer ese instinto, pero entre más erguía la espalda, más su cuerpo dolía, tal como si estuviera siendo atizado. Y en menos de dos segundos, se encontró incapaz de rehuir la orden de someterse. Más bien parecía anclado al suelo.
Y por supuesto, fue una sensación humillante.
No obstante, apenas comenzaba a comprender la extraña situación, cuando escuchó a Aldo gritar, pues tal parecía que aquellos dos —no satisfechos con haberlo sometido de una manera sucia—, se acercaron a él para golpearlo.
No fue lindo de escuchar, pero Matt fue incapaz de levantar la cabeza siquiera para echarle un vistazo.
“Así que esta es la diferencia física entre alfa y omega”, pensó con ira.
—¡Suéltenlo! —gritó Fania, llena de miedo.
—¡Chicos! —clamó Henry, cuando vio a los tres en el suelo. Su voz estaba cargada de temor y rabia por igual. Aunque, siendo sinceros, él no estaba en una mejor posición.
Su rostro ya estaba magullado, así como el resto de su cuerpo. Inclusive, en su ojo derecho ya comenzaba a formarse un horrible moretón; y en su boca había una herida que no dejaba de sangrar.
El panorama no pintaba nada bien.
Matt apretó los dientes, preocupado por sus amigos y preguntándose qué hacer a continuación… Y, cómo si el mismo cielo respondiera, en ese instante la supresión sobre su cuerpo se eliminó de un segundo a otro.
No estaba preparado, y colapsó en el suelo.
—¿Qué pasó? —preguntó en un susurro. Con sus extremidades todavía temblando, se obligó a levantar el rostro, y se encontró cara a cara con aquel a quién había evitado en los últimos días. —Kaleb…
Mil emociones revolotearon en su pecho nada más ver el lindo rostro del albino, y se tuvo que recordar la pésima situación en la que se encontraba.
“Solo es un rostro bonito…no hay nada más”, dijo en su mente.
El alfa no dijo una palabra, solo se limitó a mirarle. Nadie podía adivinar las emociones que navegaban en ese par de ojos ocultos tras la oscuridad de las gafas.
“Demonios…no deja de ser guapo en ningún momento…”, se lamentó Matt.
—¡Albino, no te metas en esto! —reclamó el larguirucho, al darse cuenta de que sus amigos estaban en el suelo, apretando sus estómagos. Incluso, uno de los cuatro había tenido la desafortunada suerte de ensuciar sus pantalones ahí mismo. Era evidente quién los había derribado. —¡No tiene nada que ver contigo!
Su desastrosa voz le recordó al pelinegro la realidad de la que estaba divagando. “Solo concéntrate en lo importante, Matt Northman…”
—Ya lo reporté a los profesores—dijo Kaleb con indiferencia, sin alejar la mirada del pelinegro.
—¿Qué? ¿Desde cuándo eres un p*to entrometido? —bufó el larguirucho.
—Desde el mismo instante en que tu pequeño grupo comenzó a acosar omegas.
—¡Es un asunto familiar!
—No me interesa. Los profesores no tardan en llegar.
—¡Mi3rda! —gritó con rabia. El larguirucho vio a Henry, que estaba a una corta distancia, y por un momento dudó entre si seguir golpeándolo o alejarse de ahí.
Sin embargo, la respuesta vino por sí sola cuando vio a varios profesores acercándose desde una esquina. Las palabras del albino no habían sido mentira, ciertamente había reportado su pequeña disputa.
La lealtad a sus amigos, así como su vendetta personal pasaron a un segundo término, y se alejó corriendo desenfrenado, preocupado solo por su propio bien. Parecía olvidar que sus víctimas podían acusarlo tan solo con decir su nombre, por lo que daba igual si se marchaba o no.
Para cuando él ya no se veía por ningún lado, Fania se levantó del suelo —aún con su cuerpo entero temblando—, y se acercó a Aldo.
—Hermano… —lloró. —¿Estás bien?
—Eso dolió mucho… —Se quejó el enorme chico con una voz extremadamente suave.
—Idiota, ¿no qué detestas pelear? Mira como terminaste…
—No podía quedarme quieto sin hacer nada. Es nuestro amigo…
—Tú…ash…lo es…
Henry escuchó la conversación de los hermanos, y se sintió culpable. Se dio cuenta de que por su mera imprudencia, sus amigos habían resultado heridos. Fue por eso que comenzó a llorar.
—¡Mi3rda! Lo lamento. ¡No lo volveré a hacer!
—¡Más vale que no! —reclamó Fania, mientras se limpiaba las lágrimas con rudeza, aunque estas seguían brotando no importaba lo que hiciera. —Comprendo todo ese discurso sobre la igualdad omega, pero no por eso vas y encaras a un alfa de la manera en la que lo hiciste, Henry. ¿En qué rayos estabas pensando? ¡Mira como terminaron Aldo y Matt! Y ni querrás ver tu rostro.
Era la primera vez desde que la conocían que Fania mostraba una expresión que no fuera una sonrisa confiada y algo santurrona. El contraste con su semblante serio era demasiado evidente, y los tomó por sorpresa.
Matt asintió, aunque el regaño ni siquiera iba dirigido a él.
—¡No lo haré! —prometió Henry. El chico limpió su rostro. Y fue entonces que los adultos llegaron.
Eran el profesor Bill y el profesor Ricardo.
—¡Chicos! —exclamó preocupado el segundo al ver sus rostros maltrechos. Luego miró a los cuatro alfa que todavía estaban presionando sus estómagos desperdigados por el suelo, y mostró una expresión aturdida. —¿Qué sucedió aquí?
—Ellos nos atacaron… —respondió Matt. Se levantó del suelo, y su rostro palideció cuando el dolor en su trasero lo hizo temblar. Hizo lo mejor que pudo para pretender estar bien, pero la incomodidad era demasiada.
Pensó que lo había ocultado bien, pero ciertos ojos azules lo miraron con detenimiento sin que se diera cuenta.
—¡Llegaron de la nada y su líder empujó a nuestro indefenso Henry! —gritó Fania cuando él se quedó en silencio. Había que reconocer que la chica sacó sus mejores dotes de actriz para comenzar a llorar ahí mismo. Se veía demasiado lamentable.
—Así es —aceptó Aldo. —Lo empujaron sin advertencia.
—¡Y luego, su líder comenzó a golpear al pobre de Henry de la nada! —Fania hizo una pausa para sorberse los mocos con el mayor ruido que su nariz le permitió. Poco le importaba perder su “imagen de chica”. —¡Profesores, miren su rostro! ¿Qué alfa respetable golpea hasta ese punto a un omega?
“¿Por qué oculta detalles?”, se preguntó Matt. El pobre había olvidado que toda la escuela estaba en una carrera contra el tiempo para conseguir un boleto dorado a ese Centro Turístico. Si de pronto alguien se metía en problemas, sin duda su clase sería eliminada del concurso. Era un peso demasiado elevado que Fania quería ahorrarles.
—¡Y también vean como golpeó a mi hermano! ¿Y si le rompieron algo? ¡Y no solo eso! —gritó.
—¿Hay más? —preguntó el profesor Bill con el rostro cenizo.
—¡Ellos! —chilló, señalando a los chicos en el suelo con furia. —¡Ellos nos sometieron con feromonas!
Los profesores se miraron el uno al otro con expresiones de sorpresa. Someter a otro estaba estrictamente prohibido. Era una acción de mal gusto, y de tiempos arcaicos.
A pesar de que las peleas eran castigadas, someter a alguien estaba a un nivel distinto. Era sumamente un acto de acoso s3xual.
El profesor Bill no quiso perder los estribos, y se obligó a mantener la calma. Contrario al siempre amable Ricardo, cuyo rostro mostraba una expresión muy molesta.
Como omega, le indignaba que hubiera alfas que se atrevieran a actuar de dicha manera.
—¿Tienen un testigo? —preguntó el único beta presente, el profesor Bill.
—¡Él! —respondió Fania, señalando a Kaleb, quien seguía sin alejar la mirada de Matt.
Todos voltearon a verlo en ese instante. Cualquiera se habría perturbado al sentir tantos pares de ojos sin esperarlo, pero él mantuvo la misma actitud distante de siempre.
—¿Los viste sometiéndolos? —preguntó el profesor Ricardo mientras que apretaba los dientes.
Kaleb le regresó la mirada, luego buscó un diminuto rostro pálido entre la pequeña multitud.
—Lo vi —dijo. —Ellos sometieron a estos tres chicos. Y Bernardo, su líder, golpeó sin razón al chico de allá. —No se olvidó de señalar a Henry.
Matt escuchó su declaración y se sintió aturdido.
No estaba seguro de cuánto de lo que dijo Kaleb era cierto, o si había visto toda la escena anterior. Pero si tenía certeza de algo, en gran medida los había librado de las consecuencias de la reciente pelea; puesto que, les había dado su respaldo.
Todos conocían a Kaleb. Por lo general, no se juntaba con nadie. Y aunque buscaba peleas, seguía agradando a los profesores por tres razones: Uno, su buen apellido. Dos: sus notas altas. Tres: nunca mentía.
Y si un chico así decía que vio a ese grupo acosándolos, entonces lo había visto y era verdad.
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Comments
Eukarina Rodriguez
hasta a mí me agrada 😍😘 sobre todo la tercera 😃
2025-01-24
3
Ale
¡Eso perra!
2025-01-09
2
El Bosque sin Nombre
Gracias, Kaleb precioso por los favores recibidos 🛐
2024-09-21
9