...
La última clase terminó y el profesor recogió los exámenes de cada pupitre él mismo. Y fue justo cuando Matt vio su examen en las manos del hombre de mediana edad, que se permitió soltar un largo suspiro. ¡La tortura había terminado al fin! Y lo que seguía era un precioso fin de semana. ¿Acaso había algo más perfecto?
—¿Cómo te fue? —preguntó Henry a su lado. Acababan de salir del último examen, y sus espíritus estaban agotados pero libres al fin.
—Creo que sobreviviré. —Fue su sentencia.
—Yo reprobaré —susurró. —Reprobaré, y mi madre no dejará que papá me lleve al campamento de verano.
—¿No falta más de medio semestre para eso? Puedes reponerte durante el próximo parcial.
—¡No lo entiendes! Mi madre dijo que debía salir con una calificación mínima de nueve en todas las materias para poder ir. ¡Pero estos exámenes son imposibles! ¿Cómo espera esa mujer que lo logre?
Mientras Henry se quejaba de su miserable futuro, los dos chicos caminaron hacia la salida del edificio de omega.
—Hoy es viernes, eso significa que tienes el fin de semana para curar tu corazón roto por los exámenes. Es lo que yo planeo hacer. Si puedo dormir todo el día, lo haré.
—Ese consejo no me sirve de mucha ayuda…voy a ir de fiesta mañana. —Se lamentó el castaño. —Papá me dio permiso. Pero si mi madre se entera que no pude responder ni la mitad de las preguntas… ¿Sabes lo qué tuve que decir para convencerlo?
—¿Fiesta?
—Si… —Henry esquivó de pronto su mirada, y sintió que eso no era una buena señal. Los problemas se acercaban.
—Ya confiésalo, ¿qué mentira dijiste?
—Yo…solo dije que irías conmigo, y que volveríamos temprano. Incluso, que si no volvíamos a tiempo, dormiríamos en tu casa.
—Henry…
—¡Perdóname! Pero realmente quiero ir a esta fiesta. Es la primera vez que Leo me invita. Y él es tan guapo… —imploró el chico.
—¿Y cómo es eso de dormir en mi casa? Hasta donde sé, no me invitaste a ninguna fiesta, ni me dijiste sobre dormir en casa. ¿Dónde planeabas quedarte?
—En casa de Leo…es vecino de quién dará la fiesta.
Matt miró a su amigo con sorpresa. El chico era bueno y se portaba bien casi todo el tiempo, al menos hasta ahora… “¿Por qué los adolescentes son así?”, se quejó.
—¡Por favor Matt! Deja que mantenga esta mentira, y te prometo que el lunes… ¡No! Toda la próxima semana, te compraré el almuerzo, haré tu tarea, ¡seré tu esclavo! —imploró de nuevo.
La súplica y miseria del castaño eran visibles a kilómetros, y Matt no pudo negarse ni aceptar.
Dio un par de pasos, pasándolo de largo, pero al cabo de tres segundos se detuvo y Henry lo alcanzó.
—¿Aceptas?
—No realmente. Si tus padres llaman a mi casa en medio de la noche, les contaré todo. Si te sucede algo, no quiero ser el responsable —dijo al cabo de unos segundos.
—¡Gracias Mati! —gritó Henry, y lo abrazó con entusiasmo. —¡Es una promesa! A menos que ellos te marquen, no dirás nada. —Su previo ánimo decaído por los exámenes se había esfumado, y comenzó a decir en voz alta sus expectativas sobre la fiesta y mejor aún, sobre cómo esperaba que se desarrollaran las cosas con Leo.
Y para cuando salieron del edificio, Henry había cambiado un poco el tema, parloteando sobre cómo conoció a su amor.
Matt hizo oídos sordos discretamente, pues ya había escuchado esa historia demasiadas veces a lo largo de las últimas dos semanas. Sin embargo, mientras el castaño estaba diciendo cómo es que Leo era el chico más perfecto sobre la tierra, el pelinegro chocó de frente contra alguien.
—¡Carajo! —susurró, cubriendo su nariz. Al abrir los ojos se encontró frente a un par de pectorales, lo que lo sorprendió aún más. —¿Cómo? ¿Quién?
Alzó un poco el rostro, y se encontró con un guapo chico albino.
—Kaleb…
—Soy yo.
—¿Qué haces aquí…?
—Vine para acompañarte, al igual que cada día de esta semana. ¿Lo olvidaste? —dijo el alfa con una media sonrisa.
—Es cierto, es cierto… —Matt aún no se acostumbraba al bonito rostro cuando sonreía. Puedes culparlo, su crimen era ser débil a las caras lindas.
—Bueno, ¿nos vamos ahora?
—Sí, sí —dijo el omega, mientras sobaba su frente por el previo golpe. —Espera, ¿Henry?
—¡Olvídame, olvídame! —exclamó su amigo, sonriendo con burla. Era evidente lo que pensaba. —¡Ve con él! Leo vino por mí. ¡Me voy! ¡Y no olvides tu promesa!
Sin decir nada más, el castaño desapareció en menos de dos segundos, y ambos quedaron viéndose el uno al otro.
—Vamos entonces —dijo Matt, reaccionando con rapidez. Desde aquel día en que ayudó al protagonista, este realmente se había convertido en su escolta a la hora de la salida.
Al principio creyó que se trataba de una broma, pero cuando lo vio aquella tarde esperando fuera del edificio de omega, se percató de que las palabras del joven alfa eran sinceras.
Entre miradas curiosas, envidiosas, y complicadas, ellos caminaron hacia la parada del autobús, igual que los días anteriores.
—Muchas gracias. —No se olvidó de decir.
—Ya me has agradecido muchas veces. Por cierto, no creo que haya riesgo de que el grupo de Perry te moleste luego de hoy. Los vi a medio día, y tuvimos una charla profunda —informó Kaleb, como si no se tratara de nada importante.
Pero Matt entendió el punto, “el servicio privado de escolta termina hoy”.
A decir verdad, ser escoltado por el alfa más popular de la escuela no había sido tan memorable como uno pudiera imaginar, y muchas veces —durante la semana— recibió miradas desdeñosas de los demás, en especial de los omega de cada grado. En teoría, debería alegrarse porque la tortura se terminara, pero no pudo evitar sentirse conflictuado.
—Bien —asintió.—¿Oh? ¿Te golpearon? —El omega se detuvo, y lo miró de arriba a abajo sin vergüenza. No obstante, no vio ningún golpe extra en sus brazos descubiertos, ni su ropa desordenada. Había un leve sonrojo en sus mejillas, pero nada del otro mundo. Tal vez por la exposición al sol.
En resumen, Kaleb lucía tan limpio como podría lucir un adolescente de dieciséis años.
—¡Vamos! Ten un poco de fe en mí. —Se burló el alfa.
—No es eso. Pero tres contra uno, no suena a un encuentro justo.
—He de admitir que intentaron protestar. Por suerte, esta vez no estaba distraído como aquel día. Fue…una conversación productiva.
—¿Y salió bien?
—Demasiado bien.
Matt vio el rostro del albino, y descubrió que este parecía no mentir; aunque se sintió un poco extraño. Era una especie de inquietud cada vez que veía el rostro levemente sonrojado del alfa. Siendo objetivos, la intensidad no era mucha, pero en esa piel blanca resaltaba bastante.
Caminaron un poco más, y el pelinegro se dio cuenta de que Kaleb arrastraba un pie. El movimiento no era evidente, por lo que no se había dado percatado antes. Sin embargo, la evidencia ahí estaba. Y encima, al poner más atención, vio que los labios del chico eran más pálidos de lo normal.
—¿Estás bien?
—¡Ha llegado tu transporte!
Sus frases se superpusieron, y por unos segundos se congelaron. Luego sonrieron un poco incómodos.
—Estoy bien —respondió Kaleb.
—¿Seguro?
—Sí.
—Me iré entonces —asintió Matt.
El omega no estaba contento por dejar el tema así. No obstante, recordaba lo suficiente del libro como para saber que por más que le preguntara al alfa si había algún problema, este no diría nada. Al parecer, la comunicación no era lo suyo; y por el contrario, solo se molestaría por la intromisión. Además, sentía que aún no eran cercanos hasta el punto de preguntar por los inconvenientes del otro.
En ocasiones, no pinchar las heridas de los demás era una mejor opción.
Le dio un vistazo rápido al rostro del albino, y asintió. —Bien, debo irme.
Con un poco de desgana se despidió de Kaleb, y subió al autobús. El transporte no tardó en marcharse.
Abajo, Kaleb vio como el vehículo se alejaba, y solo cuando no vio a nadie alrededor, se permitió caer sin fuerzas en la banca.
Siendo sinceros, sí que había hablado con Perry y su grupo. Y al final, se podría decir que las cosas habían salido bien para él, pero en el proceso…había ocurrido un pequeño accidente.
—Y todo porque el imbécil no sabe pelear con los puños —maldijo al sentir un dolor agudo en el costado del estómago.
Como veía las cosas, debía ver a un médico de inmediato, pues ya había usado todas las gasas que se había robado de la enfermería, y esta última ya estaba empapada también.
—Él tenía razón, debí aprender a tratar mis heridas antes —susurró. —Debería agradecer el fuerte físico que se me otorgó…
Un minuto después, el joven alfa sacó su celular y marcó un número. La llamada tardó un poco en conectarse.
—Joven Kaleb, ¿sucede algo? —preguntó un hombre mayor, al otro lado de la línea.
—Dile a papá que no iré a la cena. Dormiré en la villa.
—Le informaré. ¿Alguna otra orden?
—Llama al doctor Pablo, pídele que visite la villa.
—¿Está usted bien, joven Kaleb? ¿Debería informar al líder?
—Estoy bien. Y ya que lo mencionas, a Rodrigo dile que sucedió algo. Necesitaré su ayuda para resolver tres problemas. Hablaré con él mañana —dijo con frialdad antes de colgar.
Miró la pantalla del celular sin saber qué pensar. Solo pudo sonreír con un toque de auto desprecio.
Odiaba al hombre, y aún así no podía dar un paso sin tener que depender de él. ¿Qué tan patético era?
Luego de eso, se escucharon voces a lo lejos. Más alumnos se acercaban. Kaleb no quería enfrentarse a nadie, por lo que se puso de pie y se marchó.
Por cierto, sin Matt cerca para verlo, sus pasos se volvieron más inestables que antes.
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Comments
Carolina Jiménez
a veces no se puede evitar lo que ya esta por suceder
2024-12-05
8
La mente de un Loco
No sé si las trama principales son demasiado fuerte o que la influencia de Matt es todavía un poco débil
2024-06-24
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Laura ED
me he preguntado lo mismo por mi hermana en cada tontería que hace o quiere hacer
2024-06-23
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