Capítulo 10

...

El fin de semana llegó con tranquilidad, y Matt se permitió disfrutar de una muy buena vida. Tanto era así, que su hermana, una muy buena estudiante de gastronomía, le preparó varios postres durante el día —se trataba de unas prácticas—, y él comió hasta hartarse; y Max lo llevó al cine por la tarde.

El buen trato se debía, no solo a que era el más pequeño de la familia, sino a que sus padres estaban en el trabajo, y no volverían a casa por dos o tres días seguidos. Los mayores no querían que se resintiera con ellos, y buscaron formas de distraerlo de mil maneras.

Por lo que podía recordar, los dos siempre se habían comportado así con Matt.

Él no se quejó por el trato un poco infantil, y permitió que lo cuidaran de dicha manera. ¿Había algo mejor que una familia que consideraba tu bienestar en cada pequeña acción? Él no lo creía.

Y fue en esa burbuja de felicidad, que el reloj marcó las siete de la noche.

El omega acababa de tomar un baño relajante, cuando recibió una llamada. Al ver la pantalla de su celular, se dio cuenta de que era su mejor amigo.

—¿Henry? —preguntó algo sorprendido tan pronto como respondió, no esperaba que el chico lo llamara en plena fiesta. Hasta hace dos horas había intercambiado mensajes con él, y este no dejaba de parlotear sobre la perfección de su pareja. De pronto dejó de responder, pero lo atribuyó a que estaba muy cómodo en la fiesta, así que dejó de pensar en ello.

—Mati —lloriqueó el castaño al otro lado.

—¿Todo bien? —Nunca se le hubiera ocurrido que su amigo le marcaría llorando a mares.

—¡Mati, él es un mentiroso! Dijo que le gustaba…pero, dejó que sus amigos intentaran…

Las palabras de Henry sonaban entrecortadas, y Matt no sabía si era porque Henry estaba ebrio, o el ruido ambiental era demasiado alto. Sin embargo, entendió lo suficiente como para saber que las cosas no iban nada bien del otro lado.

—Mati, no quiero…seguir aquí…no puedo volver a casa en este estado…mi madre tenía razón…

—¿Dónde estás? —indagó, sumamente nervioso e indignado. Su amigo no se escuchaba nada bien.

—En una habitación… Me estaba escondiendo entre las personas, lo vi acercarse…y corrí a esta habitación…no sé si me vio…

—¿Puedes mandarme la dirección? Iré por ti —dijo con resolución. Ni siquiera sabía cómo, pero iría por su mejor amigo. —¡Solo no dejes de esconderte de ese idiota!

No pasó mucho tiempo para que la llamada se colgara, y él recibió la ubicación de Henry en tiempo real. Mientras el castaño no se alejara del celular, podría llegar a su lado.

Matt se vistió con el primer pantalón que encontró, y tomó la sudadera que había dejado en la cama. Sin preocuparse por nada más, bajó corriendo las escaleras hasta llegar a la sala, en donde sus hermanos estaban viendo la televisión.

—¡Max! —llamó al mayor, apresurado. —Necesito un favor.

Al ver su rostro pálido y asustado, ambos hermanos se dieron cuenta de que algo serio había pasado. De inmediato se enderezaron y apagaron la televisión.

—¿Qué pasa?

—Algo sucedió con Henry. Él fue a una fiesta…y no entendí muy bien que tenía, pero no se escuchaba nada bien —intentó explicar. —¡Debemos ir por él!

—¿Qué? ¿Cómo puedes asegurar que algo malo le sucedió, si no entendiste nada?

—No bromearía con esto.

Ambos —Mabel y Max— lo miraron, y fue evidente que su preocupación no era fingida, ni un truco. El mayor suspiró.

—En ese caso, ¿no deberíamos llamar a sus padres? Si él realmente está en peligro, sus padres deberían ser los primeros en saberlo.

—Henry no quería que sus padres lo vieran así…por eso me marcó.

—Mati… —intentó persuadirlo Mabel.

—Solo esta vez. Vamos por él, y si es algo grave lo que sucedió, yo mismo contactaré a sus padres.

Los dos vieron su seriedad, y luego se miraron entre ellos. Parecían estar consultando al otro. Por suerte, luego de unos segundos asintieron.

—Bien, iré —aceptó Max al cabo de unos segundos. —Sería malo que le ocurriera una desgracia a tu amigo, y ni siquiera pensáramos en ayudarlo.

—Yo también iré —dijo Mabel, igualmente preocupada. —Ese chico es tan pequeño como nuestro Matt, no quiero ni imaginar el peligro que podría estar corriendo ahora mismo…

—No. —Se negó el mayor. —Ustedes se quedarán aquí, yo iré por él.

—¡No! —Fue el turno de Matt para negarse. —Es mi amigo, y estará asustado si un alfa tan grande como tú se le acerca. ¡Yo voy!

Max no lucía para nada convencido con sus palabras.

—Y no confiará en nadie más que en mí —agregó.

El alfa lo miró, y al cabo de un tiempo se comprometió. —Bien, pero no olvides usar un parche —dijo, señalando al mismo tiempo su cuello descubierto. —Últimamente, te olvidas de usarlos fuera de casa.

Matt subió a su habitación y tomó uno de los parches para cubrir la glándula de su cuello, y lo colocó sin delicadeza. Estaba por volver a bajar, cuando por el rabillo del ojo vio un pequeño cilindro negro. Era el gas pimienta que su padre le había comprado la semana pasada. Nunca lo había tocado, pero decidió que podría ser útil esta noche.

Lo metió a la bolsa de su pantalón, y bajó las escaleras.

—¡Vamos!

—Mabel, si nuestros padres llegaran hoy, diles lo que sucedió. Y procura no preocuparlos demasiado. Aún así, trataré de volver rápido —dijo el mayor.

—Bien, bien. Me quedaré y les diré todo si llegan.

Los hermanos salieron de la casa y se subieron al Beetle del alfa. Había que decir que el cuerpo grande de Max resaltaba demasiado en el auto pequeño, pero Matt no tuvo la mente para burlarse de ello otra vez. Estaba más que preocupado por su amigo.

El omega puso la dirección en el navegador, y Max condujo. El camino fue silencioso, aunque constante.

—Maxi… ¿él estará bien? —Matt no solía dejarse llevar por los pensamientos pesimistas, pero al recordar la voz de su amigo…su optimismo caía en picada.

—Tranquilo —consoló el alfa, sin olvidar acariciar su cabeza con suavidad. —Iremos por él, y volveremos a casa. Al final, esta noche quedará solo como un mal recuerdo.

.

Tardaron treinta minutos en llegar al lugar de la fiesta —era una casa grande y espaciosa—, y desde afuera se podía ver que el buen ambiente estaba en su apogeo.

Los universitarios iban y venían con vasos de alcoh0l. La música estaba a tope, y apenas se escuchaban los gritos de las personas.

Los vecinos, sin duda, lo estaban pasando muy mal con todo ese ruido.

—¿Henry vino a una fiesta universitaria? —preguntó el alfa, atónito. —¿No es algo joven para esta clase de ambiente?

—No creía que fuera este tipo de fiesta…pero al parecer, el idiota de su novio va en primer año de universidad, así que suena lógico que lo arrastrara a este ambiente.

—¿No quieres que lo busque solo? —cuestionó, sin bajarse todavía del auto.

—No. También iré.

—Matt…

—No estoy siendo imprudente, ni estúpido Max. Es mi amigo, y pidió mi ayuda. No lo dejaré solo. —La firmeza en su voz sorprendió al mayor. Nunca había escuchado a su hermanito así. —Y seré cuidadoso.

—Bien. Pero no te separarás de mí.

—Separémonos —sugirió el omega, contradiciéndolo. —Yo lo busco en las habitaciones de arriba, y tú abajo. Quién lo encuentre primero, le avisa al otro.

—Matt —advirtió el mayor. Y él alzó el rostro sin vacilar.

—Ve el lugar, es enorme. Si vamos juntos todo el tiempo, tardaremos más, y no sabemos qué podría hacerle el idiota de Leo si lo encuentra primero. Por lo que entendí, dejó a Henry a merced de sus amigos. —La furia del omega no se pudo ocultar.

—Bien —dijo, luego de ver la enorme casa. —Pero tendrás mucho cuidado, y si encuentras problemas me llamas. —Fueron sus últimas palabras, antes de que ambos bajaran del coche.

Se internaron sin problemas en la fiesta, pues no había ninguna clase de restricción para quién podía entrar. Todos estaban más concentrados en sus propios vasos de alcoh0l, y en bailar, que en preocuparse por las personas que llegaban.

Y como había sugerido Matt, se separó de su hermano y subió las escaleras hacia el segundo piso. El sonido no era más bajo, pero si había menos personas.

Para su mala suerte, mientras subía, se vio obligado a evitar a los universitarios que estaban esparcidos por las escaleras, demasiado intoxicad0s como para recordar sus propios nombres.

Fue cuidadoso con sus pasos, pero aún así se tropezó con un chico cuando estuvo en lo alto, pues el segundo piso no contaba con una buena iluminación, y no lo había visto.

Pero eso no fue lo más ridículo, pues…lamentablemente, había caído en el regazo de la persona que estaba a lado de quién lo hizo tropezar.

—¡L-lo lamento! —balbuceó, luego de darse cuenta en dónde estaba sentado. Lo único bueno era que las rodillas no le habían dolido tanto con el golpe, dado a que el suelo estaba alfombrado.

Matt quería levantarse de inmediato, pero la persona sostuvo su cintura en un acto reflejo, y él se congeló ahí mismo.

Esa mano era grande y firme. Y dicha sensación lo hizo más consciente de la persona debajo de él. La temperatura del otro era demasiado elevada, sintiéndola incluso sobre la ropa. Y un agradable olor viajo a su nariz, era la esencia del sándalo.

Sus mejillas se sonrojaron, pero ni así se atrevió a levantar el rostro.

—Fue un accidente…no quería…molestar…

—¡Maldición! —Se quejó una voz que reconoció al instante. Se giró con sorpresa, y ¿a quién vio en ese pasillo mal iluminado? No se había dado cuenta antes, pero luego de poner atención fue fácil reconocerlo. —¡No esperaba esto!

—¿Kaleb? —gritó. Y sintió cómo su corazón comenzaba a latir con mayor rapidez.

—¿Matt? ¿Acaso te lanzaste a mis brazos? —preguntó el albino. —Había maneras menos rudas de hacerlo.

—¡Oh, por dios. Fue un accidente! Me tropecé con ese chico. —Se declaró inocente, mientras señalaba al culpable de la situación actual. Por cierto, ese chico seguía dormido. —Espera, ¿qué haces aquí?

—¿A qué van las personas a una fiesta, Matt? A divertirse —respondió el alfa, sin olvidarse de levantar el vaso que seguía protegido en su mano libre, pues la otra aún descansaba en su cintura.

—¿No eres menor de edad para eso?

—Es refresco, Matt. ¿Parezco alguien qué quebranta las reglas de manera tan fácil? —Sus palabras sonaban naturalmente rebeldes. Sería imposible para cualquiera resistirse, más si estas venían acompañadas de una media sonrisa como la de Kaleb.

“No es justo…”, pensó el omega, sintiendo como su rostro y cuello se calentaban un poco.

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