CAPITULO 3

Capítulo 3: Una Propuesta Inesperada

Los días siguientes al encuentro con Sebastián fueron una espiral incesante de trabajo para Isabela. Entre sesiones de fotos interminables, entrevistas llenas de preguntas repetitivas y aplausos vacíos, intentaba mantener su mente alejada de aquel hombre que había irrumpido en su vida de forma tan repentina. Pero, por mucho que intentara concentrarse, su imagen reaparecía con una persistencia alarmante. Y lo peor de todo: en el fondo sabía que esta historia estaba lejos de terminar.

Una tarde, mientras revisaba correos en su teléfono, Patricia, su agente, la llamó con el entusiasmo de quien acaba de descubrir el último diamante de la colección.

—¡Isa! Cariño, tienes que escuchar esto. Te ha llegado una oferta que no puedes rechazar —comenzó Patricia con una voz acelerada—. Es para ser la imagen de una de las marcas más prestigiosas del mundo. Millones, querida. ¡Millones! Y una campaña global que te catapultará al estrellato absoluto.

Isabela, cansada tras su última sesión de fotos, levantó una ceja con incredulidad. —Eso suena fantástico, pero... ¿por qué yo? Hay muchas otras modelos que podrían hacerlo —dijo, intentando no sonar demasiado hastiada.

—No seas modesta, Isa. ¡Eres la única opción obvia! Y lo mejor de todo —Patricia hizo una pausa teatral—, es que el inversor principal te ha escogido personalmente.

Isabela sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Nada de esto sonaba bien. —¿Quién es el inversor? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Sebastián Spearce —respondió Patricia con una mezcla de sorpresa y satisfacción, como si hubiera revelado un secreto emocionante.

Y ahí estaba. Claro, Sebastián. Porque, por supuesto, ¿quién más podría estar detrás de todo esto? Su corazón dio un vuelco, entre la irritación y una extraña sensación de anticipación. Él no había terminado con ella, y eso quedaba claro.

—¿Isa? —la voz de Patricia rompió el silencio—. ¿Estás ahí?

—Sí... solo me sorprende, eso es todo —respondió Isabela, esforzándose por sonar casual—. ¿Cuándo tengo que reunirme con ellos?

—Mañana mismo, cariño. Esto es una oportunidad única. ¡Te aseguro que te encantará! —insistió Patricia, visiblemente emocionada.

Pero Isabela lo tenía claro: era una trampa. Y, sin embargo, no podía decir que no. No sin entender primero las reglas del juego que Sebastián estaba dispuesto a jugar.

---

Al día siguiente, Isabela llegó al edificio imponente donde se llevaría a cabo la reunión. Vestida con impecable precisión, su exterior exudaba la compostura de una profesional, aunque por dentro la tensión iba en aumento con cada paso que daba. Se preguntaba si Sebastián aparecería. Y lo peor: una parte de ella, por muy irritante que fuera, deseaba que así fuera.

Al entrar en la sala de conferencias, Patricia ya estaba esperándola, con una sonrisa tan amplia que solo podía significar dos cosas: o estaba a punto de cerrarse el negocio de su vida, o había encontrado la fuente secreta de la eterna juventud.

—Estás perfecta, Isa. Esto va a ser pan comido —dijo Patricia, con ese optimismo que siempre la caracterizaba.

Pero antes de que Isabela pudiera responder, la puerta se abrió y ahí estaba él. Sebastián. Impecable en su traje oscuro, irradiando esa confianza aplastante que hacía que todos los demás parecieran amateurs en comparación.

—Buenos días —saludó Sebastián, su voz profunda llenando la sala mientras sus ojos se clavaban directamente en los de Isabela. Ahí estaba esa mirada que siempre parecía decir más de lo que realmente decía.

—Sebastián —respondió Isabela con la frialdad de quien no está impresionada, aunque su corazón latía más rápido de lo que quería admitir.

La reunión fue directa al grano. Sebastián presentó su visión con una profesionalidad impecable, describiendo la campaña como una de las más ambiciosas y prestigiosas del mercado. Mientras hablaba, sus palabras eran correctas, pero Isabela no podía dejar de notar que cada frase dirigida a ella tenía un doble filo, como si cada "trabajo" y "negocio" fuera una invitación oculta. Intentaba centrarse, pero la tensión entre ambos era imposible de ignorar.

Cuando la reunión terminó, Patricia se despidió rápidamente, dejándolos a solas en la sala. Un clásico movimiento de agente. El silencio que siguió fue tan incómodo que Isabela estuvo tentada de romperlo con un chiste sobre lo innecesariamente elegantes que eran las salas de conferencias de los magnates.

Finalmente, Sebastián fue el primero en hablar.

—Me alegra que aceptaras venir —dijo suavemente, esbozando una sonrisa que, si no lo conociera mejor, habría tomado por sincera—. Sabía que este proyecto sería de tu interés.

Isabela lo miró directamente a los ojos, sin intención de dejarse embaucar. —¿Esto fue solo por negocios, Sebastián? —preguntó con franqueza. Ya estaba cansada de los juegos, de las insinuaciones—. ¿O hay algo más detrás de todo esto?

Sebastián arqueó una ceja, claramente divertido por la pregunta. —Negocios, por supuesto. —Hizo una pausa, observando su reacción antes de agregar—. Pero, si soy honesto, también quería verte de nuevo. Me quedó la impresión de que nuestra primera conversación terminó... de forma abrupta.

Isabela no pudo evitar rodar los ojos. —¿Ah, sí? —respondió con sarcasmo—. Supongo que "abrupto" es la palabra que usarías. Pero te recuerdo que no hay necesidad de una segunda parte de esa conversación.

Sebastián sonrió, esa sonrisa tan irritante como seductora. —Eso depende de ti, Isabela. Aunque, si me lo preguntas, tengo la sensación de que esta historia no ha terminado.

Ella se cruzó de brazos, tratando de mantener la compostura, aunque por dentro sabía que había algo más en juego. —Esto es solo trabajo, Sebastián. Lo que pasó aquella noche no se repetirá.

Sebastián, sin perder su compostura, se acercó un poco más, sus ojos fijos en los de ella. —Lo veremos —respondió en un tono que no dejaba lugar a dudas, pero sin perder ese aire ligero y seguro.

Isabela lo observó mientras se alejaba, su figura desapareciendo tras la puerta. Sabía que Sebastián no se rendiría fácilmente, pero también sabía que esta vez sería ella quien mantendría el control. Al menos, eso se repetía a sí misma

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Rubis Correa

Rubis Correa

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2024-02-22

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Jessica

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