Isabela
Capítulo 1: Sombras en el Espejo
Isabela Harrison, recién cumplidos los 22 años, era la mujer que todos deseaban ser. Su nombre resonaba en los círculos más selectos de la moda, y su rostro, una armonía perfecta de rasgos delicados y una melena castaña que caía en cascadas de suaves ondas, se había convertido en un símbolo de la elegancia moderna. Pero detrás de esos ojos verdes, siempre misteriosos, se ocultaban secretos que nadie, ni siquiera aquellos que se atrevían a admirarla de cerca, lograban descifrar. Las luces de las pasarelas y los destellos de las cámaras la seguían, pero en la oscuridad de su vida personal, su mundo se desmoronaba.
La conversación con su novio aún reverberaba en su mente, como un eco cruel que no la dejaba en paz. La relación que todos creían perfecta se había desplomado en cuestión de minutos. Él la había traicionado, y no sólo con otra mujer, sino con la más fría de las justificaciones: "Siempre estás ocupada", había dicho. Como si su apretada agenda como supermodelo pudiera justificar la infidelidad. Isabela aún sentía la quemazón de esas palabras, clavadas en su memoria como cuchillos. En el mundo de la fama, la perfección que proyectaba había eclipsado por completo su vida real, dejándola vacía y sola.
Deambulaba por su lujoso apartamento en el corazón de Nueva York, descalza sobre el suelo de mármol, sintiendo la frialdad bajo sus pies. Las lágrimas caían con una lentitud casi ceremoniosa, pero su orgullo le impedía dejarse quebrar del todo. Sabía que, más que nunca, no podía permitirse un instante de debilidad. Su mundo dependía de la imagen, de una perfección fabricada que tenía que mantener, aunque por dentro se sintiera como una muñeca rota. La soledad, esa vieja compañera, la acosaba desde las sombras, intensificándose con cada segundo que pasaba.
El sonido de la voz de Martina Bergmann rompió el silencio denso que la envolvía. “Isa, tienes que salir de este agujero”, dijo con su habitual tono despreocupado, pero con una firmeza que no admitía objeciones. "Vamos a bailar, a beber. Necesitas despejarte". Martina, siempre su amiga y confidente, era un torbellino que no se detenía ante nada cuando se proponía salvar a Isabela de sí misma. A pesar de sus intentos de resistirse, la insistencia de su amiga y la necesidad desesperada de escapar, aunque fuera solo por una noche, la hicieron ceder.
El club esa noche era un torbellino de luces y sonidos. Las paredes vibraban con los graves de la música, las luces destellaban con un ritmo frenético, y las carcajadas de la multitud resonaban en el aire cargado. Isabela, enfundada en un vestido negro, ajustado y sin mangas, trataba de perderse en el caos. El escote pronunciado en forma de corazón realzaba su silueta, mientras los pliegues en la parte superior del pecho añadían un toque de sofisticación. El vestido, corto y perfectamente ceñido, llegaba justo por encima de sus rodillas, convirtiéndola en el centro de todas las miradas. Pero por más que lo intentaba, los recuerdos seguían acosándola, amenazando con arrastrarla de vuelta a la realidad que tanto ansiaba olvidar.
"¡Vamos, Isa!" Martina le gritó por encima de la música, ofreciéndole un trago que Isabela aceptó sin dudar. El calor del alcohol la recorrió, haciendo que por un breve momento el dolor se desvaneciera. Pero justo cuando comenzaba a sentir un atisbo de alivio, lo vio.
A través de la multitud, entre destellos de luces, sus ojos se cruzaron con los de un hombre. Alto, elegante, con una presencia que lo hacía destacar incluso en un lugar lleno de gente. Había algo en su mirada, en la intensidad con la que la observaba, que hizo que el tiempo se detuviera por un instante. Isabela sintió cómo una chispa de curiosidad, mezclada con una inquietud que no podía explicar, se encendía dentro de ella.
Martina, siempre atenta a los detalles, se inclinó hacia ella con una sonrisa maliciosa. "Es Sebastián Spearce", susurró, su tono lleno de reverencia. "El magnate. Playboy. Heredero de un imperio que cubre medio mundo. Está en todas las revistas de sociedad. No es el tipo de hombre que necesitas ahora, ¿verdad?"
Isabela sabía perfectamente quién era Sebastián. Su nombre y su rostro eran habituales en las columnas de chismes, siempre envuelto en escándalos, romances fugaces y ostentaciones de lujo. Era, en muchos sentidos, la definición de peligro. Pero había algo en la forma en que la miraba, una intensidad que la atraía, especialmente en ese momento de fragilidad.
Antes de que pudiera procesar todo lo que estaba sintiendo, Sebastián se acercó con paso seguro, cada movimiento calculado, irradiando confianza. "¿Te puedo invitar a un trago?" Su voz era suave, pero cargada de una autoridad que hacía que cualquiera cediera ante su presencia. Isabela vaciló, las advertencias de Martina resonando en su mente. Pero también lo hicieron sus propias palabras: "Solo por esta noche, olvídalo". Y sin pensarlo mucho, aceptó.
La conversación entre ellos fue como un baile, llena de insinuaciones y palabras medidas. Entre sorbos de licor y risas ahogadas, la tensión entre ellos crecía con cada minuto que pasaba. La sonrisa de Sebastián era una promesa, una invitación a cruzar un límite que Isabela no había previsto. Pero esa noche, entre el dolor, el alcohol y el deseo de escapar de su propia vida, se sintió arrastrada hacia él.
Horas después, cuando el club comenzaba a vaciarse y las luces se atenuaban, Isabela se encontró en los brazos de Sebastián Spearce, sintiendo su calor y su fuerza. Por un breve momento, fue como si todo el caos de su vida desapareciera, como si él fuera un refugio en medio de la tormenta. Pero en lo profundo de su ser, Isabela sabía que lo que acababa de suceder no era más que una huida, un escape momentáneo que, aunque dulce, no tardaría en transformarse en una amarga realidad.
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Comments
Tinmey
uyuyuyuyuy, que pena.
2024-10-14
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Tinmey
A barbara ,ahora vas a sentirte peor que antes. Doledad ,despecho,indatisfaccion en tu vida, mas exceso de trabajo, una bomba atomica .
2024-10-14
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Jessica
Huy
2024-02-14
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