PARTE 2. La Caída del Infierno

...Hemos normalizado el hecho de que la Luz y la Oscuridad deben ser enemigos. La luz da calma, la oscuridad da temor....

...Pero si fuese al revés, ¿Sería malo?...

...Para nada, pero todavía no comprenden que el equilibrio es importante, y que de una forma u otra termina siendo parte de nosotros....

...Por muy seres de luz y de bien digamos ser, siempre hay oscuridad en nuestro interior......

Elyon era un muchacho que estaba aburrido de su vida.

Donde había nacido era normal que los chicos jóvenes de su edad aspiraran a ser granjeros, pero eso simplemente no lo entusiasmaba. Él era amante del peligro, de descubrir grandes aventuras y cosas nuevas.

Adoraba cabalgar por la inmensa pradera de girasoles en las Tierras de Kramer sobre su yegua Briar. A él recurrían en el pueblo cuando animales salvajes atacaban, y demás acciones que destacaban su notable valentía.

Por esta razón Elyon no sabía con exactitud qué hacer con su vida, además de sentir que no encajaba entre los demás. Pero no era como que su futuro tuviese tanta relevancia para él.

Hasta que ocurrió ese día...

Fue un día que el consideró normal, luego de un arduo trabajo en el campo se sentó sobre una piedra a ver el atardecer junto a su yegua, cuando de repente sintió la presencia de alguien.

Al girar se encontró con su amiga Falabella, ella era la hija de la Ángel Guardiana de su pueblo. Eran amigos desde pequeños, aunque a veces se le hacia raro el hecho de que un humano pudiese convivir con un ángel.

Falabella volvía de la capital, su madre había querido que ejerciera sus estudios ahí para que fuese parte del ejército de los Ángeles Guerreros.

A Elyon le encantaría tener los viajes y las enseñanzas de Falabella, pero él nació con la desdicha de ser un simple mortal.

—Mi madre quiere que me una al séquito de aprendices cuanto antes. —Informó decaída su amiga, sentándose junto a él.

—Felicidades. —Le dijo Elyon con ánimo, tratando de ocultar su envidia.

No obstante, Falabella lo miró mal, dándole a entender que no era un motivo de alegría.

—Yo no quiero, ¿Acaso no sabes lo que significa? Le dedicaré mi vida a eso, no podré casarme o tener hijos...

—¿Y dónde está lo malo? —Preguntó Elyon, él veía eso sin importancia.

—Elyon. —Fue regañado por ella. —En realidad... He pensado en una forma de hacerle saber a mi madre que no quiero entrar en el séquito.

—¿Cuál?

Falabella suspiró nerviosa.

—Elyon, hace mucho tiempo he querido decirte algo. —La chica tomó valor antes de soltar. —T-Tú me gustas...

Elyon se quedó en silencio pensando en sus palabras, no sabía que responderle. Bueno, si sabía, pero no como decirle de una forma poco ofensiva que el no estaba interesado en ella.

—¿Elyon, yo te gusto? —Preguntó ella impaciente.

—Y-Yo estoy cansado, hablamos luego Falabella. —Evadió el chico tratando de escapar.

—¡No! —Falabella lo detuvo. —Respondeme ahora.

—Falabella, déjame ir.

—¡No entiendes, si me uno al séquito me apartarán de ti! Pero si le digo a mi madre que estamos comprometidos de seguro anulará su decisión...

—Lo siento Falabella, pero yo no siento lo mismo por ti. —Soltó Elyon sincero.

Sin embargo, la joven se tomó ese rechazo muy mal. Elyon se asustó al ver el rostro de su amiga tornarse rojo de la ira.

—¡¿Tú sabes quien soy?! ¡A mi nadie me rechaza! —Falabella le dio una fuerte cachetada. —Vas a pagarla muy caro, Elyon.

La ángel se fue y Elyon seguía sorprendido por lo que acababa de pasar, él nunca había visto a su amiga con esa mirada asesina. Era un poco fastidiosa, si, pero nunca había llegado a ese punto. Él trató de calmarse, se montó sobre su yegua y se dirigió a su casa, con la esperanza de que a Falabella se le pasara el berrinche.

Pero no fue así...

Mientras dormía, escuchó como golpeaban la puerta de su casa con fuerza y gritos de una multitud. Adormilado se levantó de su cama y abrió, topándose con varias personas molestas del pueblo que lo arrastraron fuera de su casa.

Elyon no entendía nada, la confusión y el sueño no lo dejaban procesar nada, hasta que empezó a escuchar como le gritaban con odio.

—¡Asqueroso, infeliz!

—¡Eres un depravado, fuera de aquí!

Elyon no entendía porque lo insultaban de esa forma, hasta las personas que ayudo más de una vez lo tachaban con desprecio.

De repente, todos se callaron, lo que confundió más a Elyon.

—Es él madre, es fue quien se propasó conmigo.

Elyon escuchó la irritante voz de Falabella, pero cuando estuvo a punto de enfrentarla delante de ella una mujer imponente lo miraba de manera frívola.

Miriam, la Ángel Guardiana de Kramer.

—¿Pero qué...? ¿Qué está pasando?

—Cállate, ingrato. —Miriam lo calló. —¿Cómo te atreves a lastimar a mi hija?

—Se-Señora Miriam, no sé de que habla...

—¡Se está haciendo la víctima, mamá! —Exclamó Falabella.

Elyon veía horrorizado a la Guerrera, más aún cuando la vió sacar su látigo "El Victorioso" y extenderlo a su dirección en forma de amenaza.

—¿Dónde están tus padres? —Demandó Miriam.

—Mu-murieron hace tiempo...

—¿¡Crees que estar solo te da derecho de hacer lo que te dé la gana!?

—N-No señorita...

No obstante Miriam le proporcionó un latigazo que dejó ardiendo el hombro de Elyon, él se lamentaba al borde del llanto... ¿Qué hizo para merecer esto?

—¡No perteneces aquí!

—¡Vete, largo!

—¡Nunca vuelvas!

Elyon no esperó que le diesen otro latigazo, motivado por los insultos de su pueblo corrió en dirección a su yegua Briar y cabalgó lejos de Kramer. Escuchó como trataron de seguirlo, los latigazos de la Ángel detrás y su sentencia de exilio. Pero Elyon no vio hacia atrás, no pudo.

Todas las tardes Elyon recordaba su pasado. La humillación, los días que pasó durmiendo en el medio de los bosques y en la llanura sin un lugar a donde ir.

Ahora solo miraba la ventana mientras la lluvia caía y el sol no salía, todo eso quedó como un recuerdo lejano...

—No ha parado de llover.

Elyon se sobresaltó, su armadura de hierro chocó con la apresurada reverencia que le hizo a la mujer que le habló.

Su cabellos dorados y sus ojos del mismo color destellante atraían a cualquiera, y Elyon no era la excepción al admirar con fascinación a su Dios.

—Majestad, no la vi llegar, perdóneme.

—No se preocupe, Sir Elyon. —Dejó pasar Starling con calma.

La Diosa se puso al lado del caballero castaño para mirar la lluvia caer. Elyon estuvo nervioso por un momento, pero al ver las gotas caer se serenó un poco.

—¿Sabes? Dicen las antiguas leyendas que el cielo llora por la muerte. —Comentó Starling. —Sobre todo cuando la tormenta no se detiene con el pasar de los días.

—Tranquila Majestad, de seguro la lluvia no afectará el festival de mañana. —Mencionó Elyon, sacándole una sonrisa a su Reina.

—Espero que no, Sir Elyon. —Concordó la Diosa antes de volver su atención a la lluvia. Tenía una mala vibra, de que algo no estaba bien... —Pero me preocupa que el cielo llore tanto.

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