CAPÍTULO 18

Mientras todo eso ocurría, el dios guardián y Lumina se encontraban en el mar de las estrellas. Habían sido convocados por el dios mayor para recibir un designio, el cual se componía en un libro con una extraña cubierta llena de pequeños diamantes.

“Cuando la reencarnación de la verdadera reina despierte, antes de que el príncipe muera y que el destino se lleve al médico...deben entregarle este libro a ella"

Fueron las palabras que aquella voz les dijo a ambos, antes de regresarlos a la dimensión del dios guardián. Este, comprendiendo finalmente la razón por la cual tanto Henry cómo Ignis estaban conectados, pudo atar muchos cabos.

—Hace mil años—habló el dios guardián—cuando el dios mayor me dio la orden de llevar al trono a Freya...nunca me imaginé que fuera por esto.

—Yo tampoco, hermano—dijo Lumina—apenas también lo acabo de saber, menos mal que mandamos a Gilgamesh a cuidarla...sin embargo, me preocupa que la magia maldita de Katherine logre ser más rápido.

—No, para eso están tanto el príncipe como el médico—expresó el dios guardián.

En efecto, Freya ocultaba algo muy valioso en su interior, algo que si sus enemigos y Katherine descubrían, pondría en riesgo a su bebé, qué, pese a todo, su existencia le servía como un catalizador.

Luego de que el príncipe se fuera, mandando un equipo de obreros para arreglar la casa de Freya, esta se fue a dormir unos días en la casa de Henry.

El doctor, emocionado por eso, bajo la mirada oculta de los espías del príncipe, corría rápidamente después de sus clases para poder pasar todo el tiempo posible al lado de Freya; sin embargo, un medio día, todo fue mal.

Justo cuando iba a salir por la puerta principal de la academia, un fuerte dolor en el pecho lo sacudió, desmayandolo en el acto. Al mismo tiempo, el príncipe tenía el mismo padecimiento.

Fue allí que, en la oscuridad de las pesadillas, Henry vio todo el maltrato que Freya sufrió por parte del príncipe. No sabía que había pasado exactamente para haber llegado hasta ese plano, pero ya que estaba justo al frente del príncipe, así fuera en sueños, gozaría golpeando.

—¡Así que te gusta golpear a mujeres!—dijo dándole un puño en el estómago.

Lo más raro fue que, después de darle el puño, el también sintió ese dolor, provocando que cayera de la misma forma que el príncipe.

Fuera lo que fuera que estuviera pasando, aunque sintiera el mismo el dolor, como si fuera parte del príncipe, siguió golpeándolo.

Aquella golpiza, que fue dura para Henry, fue peor para Ignis quién estaba mal a causa del cáncer. Si bien detestaba la idea de que un plebeyo lo estuviera golpeando, no podía negar que la razón por la que lo hacía era cierta.

En ese momento llegó a sentir arrepentimiento, en especial por su hijo quién crecía en su vientre. Si hubiera sabido que en ese momento el la dejó en embarazo, ¿Algo hubiera cambiado al respecto?

—¿Ahora sabes lo que se siente que un hombre te golpee?—dijo Henry tosiendo sangre—joder...¿Por qué siento todo el dolor como si fuera mío?

Ambos se quedaron dormidos uno al frente del otro, formando un símbolo del ying y del yang, mientras que sus cuerpos en el mundo real, poseían un símbolo parecido, que brillaba de un rojo carmesí, en la frente de cada uno.

—¿Abuela?—preguntó Henry recién despertando.

El sonido de la sopa de su abuela lo había traído a la realidad, encontrándose con la frente vendada, acostado en su cama. Aquello lo sorprendió, no había sentido que había sido llevado de regreso a su casa. Aun así, al parecer sus compañeros lo llevaron después de tratarle las heridas del golpe de su caida.

—Doctor Henry—habló Freya—¿Puedo pasar?

—Si—respondió.

Luna Freya había ingresado a la habitación con una pequeña bandeja con sopa, que su abuela le había hecho. Quería ayudarla, pero se sentía mareado por lo que no logró levantarse de la cama. Freya, con cuidado, dejó la bandeja en un pequeña mesa, encima de las piernas del médico.

Luego, al subir la cabeza, se quedó pasmada por lo que estaba viendo. No podía entender cómo, pero uno de los ojos del médico, quién había estado durmiendo tanto tiempo, tenía el mismo color particular que los ojos del príncipe Ignis.

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