CAPÍTULO 16

—¡Basta ya!—pidió la princesa.

El médico de inmediato detuvo su discusión, sentándose directo al lado de la mujer que le gustaba. Tomando su mano, la llevo a sus labios y la besó.

—Iré al grano, ya que no me siento bien—dijo Ignis—necesito que regreses conmigo y nos casemos. No consumaremos la unión, solo necesito que mi hijo sea reconocido para heredar mi título.

Dicho eso volvió a toser, agachando su cabeza en señal de debilidad y dejando sorprendida a la princesa. Jamás hubiera pensado que el hombre que una vez amó, que estaba loco por su prima, ahora le estuviera rogando.

—¿Por qué?—fue lo único que ella preguntó—no creo que solo sea mera cuestión del título.

—Estoy muriendo, Freya—respondió con sinceridad—sé el mal que hice y sé que nada remediará lo que pasó... si el día de mañana me voy, al menos estaré tranquilo que si mi hijo es escogido como heredero oficial, tú lo ayudarás como reina regente.

Freya suspiró, agarrando con fuerza la mano de Henry mientras acariciaba su vientre. Si llegaba a aceptar, tendría una posibilidad de ser más fuerte que su prima; sin embargo, debía olvidar todo lo que pudo alcanzar hasta ahora con su sueño.

—Tía...no... princesa—dijo Henry—no soy el hombre más rico ni digno de usted, pero juro dar mi vida para protegerla. Por favor, no vaya con él.

El médico estaba temeroso que la mujer decidiera aceptar la oferta. La quería solo para él, desde el primer momento en que comenzó a atenderla y curar todos sus malestares en sus meses de embarazo.

Hacía unos meses en que tuvo un problema de presión baja, por lo que no puso abrir su negocio en un mes. Fue allí que él comenzó a atenderla, e inclusive había intentado bañarla si no fuera por la negativa de la mujer que en ese entonces ocultaba muy bien si verdadero rostro.

Él la quería solo para ella, aunque el hecho de ser un simple plebeyo le causaba vergüenza ante el hecho de estar cortejando a una princesa.

—Ignis—habló empoderándose un poco—¿Por qué crees que aceptaré?

—Porque estás embarazada de mi hijo y porque me amas—respondió seguro.

Apenas escuchó aquello, de inmediato, ella comenzó a llorar. No quería rebajarse a ese nivel, menos delante de él, pero su yo del pasado estaba dolido, ya que esa atención que tanto anheló por parte de él, solo era condicionado. En realidad no había ningún sentimiento sincero más que su mero egoísmo.

—Yo te...—quiso responderle, pero una sombra negra en la ventana la paró en seco—¡Henry cuidado!

La mujer embarazada se levantó de golpe y cubrió el cuerpo del médico, ya que un tentáculo había entrado por la ventana rumbo al hombre. No obstante, terminó por hacerle un corte pequeño en la cabeza del príncipe y de atravesar el hombro de la princesa, antes de que una fuerza lo aventara contra la calle.

—Así que la perra bruja ha comenzado a moverse—dijo Gilgamesh.

Aquel hombre que llevaba el título de “el primer monarca" sacó una daga llameante que de inmediato clavó en el pecho del ser humanoide lleno de tentáculos.

—¡Maldito cerdo!—dijo la criatura agonizando.

—¡Así que eres tú el demonio que está ayudando a la perra de Katherine!—respondió reconociendo la voz del demonio que estaba dentro del que fue una vez un humano—te lo digo de una vez, a no ser que intentes matar a un espíritu inmortal como yo, es casi que imposible acercarte a ese bebé. Detente ahora o sufre las consecuencias.

Después de la advertencia, vio como el cuerpo de la criatura terminó por destruirse en miles de cenizas. Suspirando un poco, observó el balcón del segundo piso que quedó destruido.

—¡Freya!—gritó el principe con sangre en su cabeza.

—¡Tía!—dijo Henry, quitando del medio de un tirón al principe para tomar en sus brazos a la mujer embarazada—¡¿Por qué lo hiciste?!

—El tentáculo iba directo a su pecho, hubiera muerto si no hacía algo—respondió la princesa con su hombro sangrando—el bebé y yo estaríamos tristes sin usted.

Sintiendo una calidez en su corazón, ya que aquello era como si la princesa lo estuviera escogiendo de manera directa, la levantó en brazos para llevarla a su habitación y curar su hombro.

—¡Espera!—habló Ignis, pero de inmediato fue detenido por una misteriosa mano.

Al darse la vuelta no tuvo de otra más que arrodillarse ante el espíritu de Gilgamesh, un hombre que era reconocido para él a causa de las pinturas en la galería real.

El espíritu, un poco celoso, suspiró mientras negaba con la cabeza. Él quería a los tres para él, cada uno le había llamado la atención, pero lo que vio por parte de la princesa, estando ella embarazada, provocó que cambiará su pensar.

—Ya la princesa hizo su elección, aunque no lo sepa de manera consciente—habló—ahora solo queda que intentes hacer todo lo posible para arreglar la situación antes de que mueras.

—Lo sé—fue lo único que respondió, sintiéndose mal al ver como la princesa estaba escogiendo a un plebeyo por encima de él.

—El karma tiene sus formas crueles, pero justas de actuar—comentó sentándose—aunque eres un reencarnado y yo un espíritu que protege a los reyes, y bien que puedo quitarte ese cáncer, la vida te está pasando factura. Así que...

—Debo callar y soportar—respondió sin dejar que el espíritu terminara de hablar.

Siguió un rato agachado, mientras tenía la mirada vacía, observando la habitación donde Freya había ingresado. Su corazón punzaba de dolor, el ser rechazado se sentía hasta peor que el cáncer. Frunció el ceño, por mucho tiempo estuvo enamorado de Katherine, incluso, cuando murió, se negaba a creer que en efecto ella hubiera sido así, si no fuera porque el propio dios guardián le mostrara.

—Si lo que yo quiero de ella, es una forma de salvarme del infierno—le dijo al espíritu—¿Por qué me duele tanto verla con otro hombre?

Gilgamesh frunció de igual forma la frente, pero se quedó en silencio aun cuando supiera la respuesta. Aquello era parte de la tortura en vida que el príncipe debía pasar por culpa de sus propias acciones.

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