CAPÍTULO 12

Si Ignis estaba sorprendido, su padre aún más. Si le quitaba su título real, dejaría el de ser heredero directo y la sucesión pasaría a Aqua o a su hijo no nato.

—¡No vas a morir! ¡Haré todo lo posible...—dijo, pero se detuvo al ver como Ignis le daba un abrazo.

Con una pequeña sonrisa, le dio un pequeño toque en hombro y lo ayudó a levantarse, en lo que vinieron los guardias y médicos reales para tratarlo.

—Prepáreme un carruaje para mañana—le dijo su hijo antes de irse—mañana traeré de vuelta a mi hijo y su madre. Y por favor, concédame lo que le pedí.

Dicho eso su hijo fue trasladado a su habitación, mientras el dios guardián, junto con su hermana, la diosa patrona de Ymmitos, observaban todo lo que estaba ocurriendo en el palacio.

—¿No vas a salvarlo?—preguntó su hermana—Tienes el poder de curar su cáncer, siendo que él hará lo que necesitas con la princesa.

—Es un idiota, desea morir—respondió—cederá su título a su hijo, provocando que este, cuando ascienda al trono, convierta a su madre en reina regente. Pero eso no solucionará lo de Katherine y su hermano...

—¿Preocupado?—preguntó de nuevo la diosa—¿Por el príncipe o por tus planes?

—Hermana, ´¿Sabes el enorme deseo que tengo de matarte?—respondió enojado—¿Puedes quedarte en silencio? ¡Tu mera existencia me molesta!

Estaba molesto, rabioso, no le gustaba que las demás divinidades se metieran en sus asuntos; sin embargo, en vista de que la intervención de su hermana era necesaria, le estaba permitiendo mantenerse en su territorio hasta cierto punto.

—Sí o sí, necesitaremos al príncipe y al médico, da igual que vivan o mueran—dijo con clara crueldad—hagamos que el primer monarca se encargue entonces.

—¿Así que entonces estás de acuerdo con traerlo?—preguntó emocionada.

El dios guardián suspiró con profundidad, después de quedarse en silencio, al final el destino estaba obligándolo a mover otras fichas.

Mientras tanto, la noche llegó y con eso la lluvia, que de nuevo se volvió en una tormenta, impidiendo que Henry y su abuela pudieran volver a su casa, por lo que la antigua princesa les pidió que pasaran la noche allí.

—¿Lady Tía?—tocó Henry la puerta de la habitación.

Tenía ganas de verla, al igual que la princesa, en especial porque había algo en el que la atraía, al igual que lo que había en el príncipe; sin embargo, tenía tanto miedo y dolor que aún le costaba abrirse.

Un ruido en seco hizo que Henry forzara un poco la puerta para poder ver lo que estaba ocurriendo, preocupado por la joven embarazada que estaba pretendiendo. Si bien le dio un fuerte golpe para abrir la puerta, el ruido se ocultó a causa de la tormenta, por lo que su abuela no se despertó.

E hizo bien en acudir con urgencia, la mujer embarazada se encontraba sosteniéndose en la cama, ya que al salir del baño, bajo la luz de la vela, no vio un charco de agua producto de una filtración en el techo.

Preocupado, corrió y ayudó a la antigua princesa a ponerse en la cama, mientras que con un trapo y un balde que tomó del almacén, secó el charco y lo colocó debajo de la filtración.

—Si gusta puede dormir en mi habitación, yo dormiré en el salón—dijo Henry—me preocupa que se vuelva a caer.

Tía, anteriormente llamada Freya, un poco sonrojada, ya que el médico estaba solo con una camisa desabotonada, dejando ver su pecho bien trabajado, asintió ante su idea mientras acariciaba con preocupación su vientre. Debía ser muy cuidadosa, casi se caía dos veces en el mismo día, si no fuera porque alguien vino a auxiliarla, su bebé se hubiera hecho daño.

Sin esperar su aprobación y con mucho cuidado, Henry la cargó en brazos y la llevó hasta la segunda habitación que se le fue dada para dormir, agradeciendo que las velas aun no se hubieran consumido, logrando así moverse con claridad.

Al momento de dejarla en la cama, la parte de arriba de su batola se abrió, a causo del movimiento, provocando no solo que su busto quedara al descubierto, sino que ella se quejara un poco.

—¿Qué pasó?—preguntó—¿La lastimé?

Henry estaba tragando fuerte, para no caer en la tentación de ver su busto, aunque se viera claramente su cicatriz propia de una quemadura, estos estaban demasiado hinchados, deduciendo que era por la leche materna en su interior.

En tanto que para la dueña de la pastelería, era no solo vergonzosa debido a mostrar con más cercanía sus deformidades, sino porque el tacto entre los brazos del médico provocó que su busto, hinchado y adolorido, se sintiera bastante más sensible, provocando que se sonrojara aún más.

—Es mi leche—respondió tímida—por lo general extraigo un poco en las noches, pero hoy cuando estaba en el baño no salió, ni siquiera con agua tibia.

El médico sonrió de inmediato, no lograba aguantar ante la timidez y la ternura de la mujer que le gustaba frente suyo. Tanto que se levantó para cerrar con seguro su habitación, de modo que nadie los interrumpiera. Mientras que la pastelera observaba con el corazón desbocado todo lo que hacía su médico.

—¿Henry?—preguntó al sentir como el hombre acariciaba su mejilla.

—Espero no provocar temor con mis palabras, mi lady—dijo acariciando sus labios—pero, ¿Por qué me hace sentir esto?

—¿Qué cosa?—volvió a preguntar sonrojada, mientras sentía como la mano del médico descendía por su cuello, por alguna razón quería que siguiera bajando más.

No fue hasta que el médico se atrevió a besarla en el cuello que se quedó sin palabras, aquello se sentía incluso mucho mejor de lo poco que recordaba cuando concebía aquella noche a su hijo con Ignis. Aquello se sentía con amor, con un cuidado como si ella valiera oro.

"Aun amo al príncipe Ignis, pero me duele lo que me hizo; sin embargo, aunque el médico sea igual a este, es tan distinto y me trata tan dulce, ¿Será por eso que lo prefiero?", pensó Freya mientras cerraba sus ojos y soltaba un suspiro a causa del gozo que sentía.

De inmediato no solo dejó derramar una lágrima, ya que aquello era tan dulce que jamás había experimentado eso en su vida, sino que abrió las piernas, envolviendo como podía el cuerpo del médico.

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