CAPÍTULO 11

Henry bajó la cabeza y comenzó a besar el vientre del hijo de la pastelera, mientras susurraba palabras que tanto el cómo Ignis estaba hablando al mismo tiempo.

—Bebé—dijeron ambos hombres—bebé.

La princesa cerró un momento los ojos, un poco aturdida por el hecho de que estaba escuchando la voz de los dos hombres, sumado a todo lo extraño de la situación. No obstante, el movimiento de su hijo en su vientre, que se movía a la par de la voz de los dos hombres, era muy extraño.

La voz de su abuela, quien pedía permiso para entrar, detuvo el trance de ambos hombres, perdiendo así la conexión del momento. Henry, aturdido, ya que no recordaba lo que había hecho, compuso su postura y comenzó a curar la herida de la pastelera, un poco sonrojado, mientras su abuela estaba preparando te para todos.

—Me avergüenzo por lo que pasó—se excusó cuando Tía le comentó lo ocurrido—pero no pediré disculpas.

—¿Señor Henry?—preguntó al ver que este estaba besando los nudillos de la mano del brazo herido.

—Permítame cortejarla, mi lady—respondió mientras seguía hablando.

La antigua princesa estaba roja, quería llorar, mientras sentía pesada la respiración. Estaba confundida, y más, por el parecido de ese hombre con el príncipe, pero independiente a eso, era la primera vez que un hombre la cortejaba de esa forma.

Por un momento estuvo tentada a decirle toda la verdad de su identidad; sin embargo, se quedó callada, no quería involucrar al único hombre amable hasta ahora, en problemas de su familia real.

—¿No me tiene asco?—preguntó tocándose el rostro con su mano sana—quiso cortejarme una vez sin saber como era, pero ahora que sabe como soy yo, en realidad, no tiene que hacerlo por obligación.

Dicho eso se levantó y se fue de la habitación, sin dejar que el médico tuviera tiempo de contestarle.

Mientras tanto, en el palacio real, una vez que el príncipe vio lo ocurrido y como su hijo estaba más grande en el vientre de su antigua prometida, estuvo más consciente de que debía traerla de regreso, sin pensar que en las sombras, alguien estaba maquinando en su contra.

Aunque no era de noche, Katherine sabía moverse aún de día para poder llegar hasta su guarida de bruja. Un sitio que colocó con camuflaje mágico, en una antigua cripta en el cementerio real.

Se rio por lo bajo, era tan fácil burlarse de ellos, en especial de Aqua a Ignis. Gracias a su belleza, había logrado incluso pasar por encima de la antigua heredera del trono de su abuela.

La única razón por la que decidió darle dinero y la ayudó a escapar, era porque había puesto un hechizo encima de ella para mantenerla controlada y saber lo que estaba haciendo, para así una vez ella diera a luz, robarle a su hijo y dárselo como sacrificio al demonio con el que una vez hizo un trato.

El demonio que la había ayudado en su pasado, a provocar el incendio que dejó deforme a su prima, estaba exigiendo cada vez más cosas, por lo que había prometido alimentarlo con la sangre del bebé recién nacido, una vez matara a su madre después de dar a luz.

—Espejito, espejito—dijo hablándole a un espejo antiguo—¿Dónde está el monstruo de mi prima?

Sosteniendo una vela, su lugar de rituales y trabajos estaba lleno de telerañas y suciedad, pero lo único que se mantenía hermoso, era un espejo con acabado de oro y diamantes, el cual le mostraba siempre lo que estaba haciendo su prima Freya.

—¿Cómo te atreves a ser feliz?—preguntó—¡¿Cómo te atreviste a quitar tu máscara frente a otros?! ¡Tú debes sufrir siempre!

Katherine, al ver que estaba comiendo de lo más ameno con un hombre muy guapo y una anciana, en su pequeña mesa, sin miedo al mostrar su verdadero rostro, le dio tanta ira que terminó aventando varios frascos de brebajes al piso.

Katherine, usando sus habilidades de bruja, y las facultades del espejo para poder controlar personas alrededor de su prima, logró encontrar al candidato perfecto para sus planes.

Mientras tanto, el rey, aun débil por lo ocurrido, solicitó la presencia de su hijo Ignis en su despecho, a la par que intentaba sentirse un poco mejor pese a lo pálido que estaba. No obstante, al ver como su hijo, con las claras marcas de su cáncer en su cuerpo, provocó que su mano temblara y dejara caer en sus piernas el té caliente.

La sensación de ardor por la quemadura no fue nada, al ver como su hijo, quien antes era muy enérgico y muy arrogante con su imagen, ahora estaba vestido en pleno medio día con su pijama puesta y su cara blanca como el papel, así como sus labios agrietados.

Sintiendo un dolor profundo en su corazón, fue a abrazarlo, pudiendo sostenerlo antes de que se cayera. Su intención era seguir mostrándose enojado, pero nunca pensó que realmente su hijo había absorbido su cáncer. Aunque él estuviera enojado y quería que buscara a su exprometida, seguía siendo carne de su carne, sangre de su sangre, por lo que le dolía verlo en ese estado.

—¡Niño tonto! ¡Perdona a tu padre!—dijo besando su cabeza—de saber que estabas así no hubiera obligado a traerte a mi oficina.

—Padre... mi rey—dijo tosiendo sangre—soy yo quien pide perdón.

Dicho eso se alejó un poco del rey y agachándose, empezó a besar sus pies, pero provocó que cayera a causa de un mareo muy agresivo.

—¡Llamen al médico real!—gritó ordenando el rey.

—Padre, Luna Freya está esperando a su primer nieto—aquella revelación sobre la princesa provocó desconcierto en el rey—ya sé donde ella está, yo mismo iré a buscarla; sin embargo, deseo pedirle un favor.

—¿Por qué me hablas como si estuvieras por morirte, niño tonto?—dijo su padre llorando—No me vayas a dejar como tu mamá lo hizo, ¡No te lo permito!

Ignis vio por primera vez un lado distinto de su padre, ya no era ese hombre estricto de antes, de verdad parecía que le dolía lo que le estaba pasando. Aquello lo dejó sin habla unos segundos, ¿De verdad le importaba pese a todo lo malo que le hizo?

—Padre, quiero que le dé mi título principesco a mi hijo o hija—pidió—si algo me llega a pasar, quiero que mi bebé sea uno de los dos herederos directos al trono.

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