CAPÍTULO 7

Escuchó de nuevo la voz del dios guardián, quien veía en su dimensión como el príncipe Ignis estaba influyendo su energía mágica.

—Salvando a mi padre—respondió entre lágrimas y en un susurro, para que no fuera escuchado—puedo ser un villano desgraciado como usted lo dice, pero aun me importa mi padre.

El dios guardián, sorprendido por aquella muestra de humanidad hacia un enfermo por parte del príncipe malvado que torturó en el limbo, observó también al extraño hombre que se había conectado con Ignis en aquel bucle temporal que había hecho.

"¿Tú detuviste el tiempo para que viera lo que mi hermano estaba haciendo?"

Volvió a preguntar mentalmente, de modo que aquel misterioso hombre no lo creyera loco por hablarle a la nada.

"Quería que vieras lo que Aqua estaba haciendo; sin embargo, no esperé que ese hombre se sintonizara contigo...¿Puede ser que él está destinado contigo?"

"¿Cómo que está destinado conmigo?"

No entendía para nada lo que el dios guardián le estaba diciendo, era la primera vez que lo veía y más en dicha situación, en serio estaba demasiado confundido.

"Bueno, no directamente contigo. Puede que lo esté con alguien cercano a tí...es raro, ya que no es mi especialidad. Creo que hay otro dios metido en esto, mientras investigo el asunto procura el bienestar de tu padre, en estos días estarás recibiendo más información de mi parte".

De inmediato el hombre extraño desapareció de la escena, terminando así ese bucle temporal. Dejando todos atónitos a todos en el comedor, incluyendo a Aqua, quien estaba observando como Ignis le estaba influyendo su propia energía mágica para salvar a su padre.

Aquello era contra natura, ya que estaba prohibido para la magia salvar a un destinado a morir; sin embargo, a riesgo de quedarse sin poder alguno, su hermano estaba dando todo para mantener al rey con vida.

—¿Hijo?—preguntó Regis con la vista borrosa.

—Esta vez será distinto—respondió Ignis—repararé todo el mal que hice, lo juro. Aún sí, me quedo sin magia y sin la oportunidad de heredar el trono.

De inmediato Ignis se quedó inconsciente, después de toser sangre negra. Y en el mundo de los sueños, el recuerdo que había estado viendo de manera recurrente se hizo más y más lúcido, aunque no del todo.

“¡¿Qué has hecho?!”, le preguntó a la mujer que había empujado a la otra mujer embarazada en el pozo de lázaro.

“¿Cómo?”, preguntó esta asustada.

Un fuerte rayo impactó en la tierra, provocando que aquel recuerdo en sus sueños terminara de manera abrupta. Mientras todo eso ocurría, Henry, quien acababa de llegar a su casa luego de visitar a Aristia, estaba en el suelo de la cocina, con su frente sangrando.

Había decidido ir a hacerse un poco de café para estudiar, de modo que no molestara a su abuela quien dormía; sin embargo, por un segundo sintió como su cuerpo se volvía de piedra y ya no estaba en su casa, sino que en el palacio real al frente del rey.

Lo más increíble no solo fue eso, sino que podía ver como una masa negra, que de inmediato lo identificó como cáncer, estaba en los pulmones del monarca. Aquello era extraño, ya que no poseía ninguna habilidad mágica, por ende, era imposible tener esa habilidad.

—¡Henry!—el grito de su abuela lo alarmó—¿Qué ocurrió?

La anciana, al ver a su nieto ensangrentado en el suelo, corrió a auxiliarlo. Sabía muy bien que este era muy torpe, pero jamás al punto de caerse a tal extremo.

—Está bien, abuela—respondió levantándose—es solo que ando cansado por los exámenes finales, recuerde que en unos meses me gradúo. De por sí soy torpe, ahora cansado más.

Poco convencida con la respuesta, vio como su nieto se dirigió a su estudio para curar su herida, por lo que no tuvo de otra más que prepararle el café y de paso unos bocadillos para la larga noche que tendría.

Mientras su abuela estaba terminando algunas cosas en la cocina, Henry es encontraba en su despacho limpiándose un poco la herida con antiséptico, para luego colocarse una pequeña gasa. No había sido tan profunda; sin embargo, no podía dejar de pensar en lo raro que se sintió así como en lo que recorrió su cuerpo al momento de volver, sintiendo como un rayo lo azotaba contra el piso.

Suspiró con pesadez al verse bajo la luz de las lámparas de aceite, que reflejaban su figura en el espejo. Si bien era cierto que podía considerarse como un hombre "guapo" por encima del promedio, así como un buen prospecto debido a su trabajo, no dejaba de ser alguien considerado muy torpe frente a los demás hombres de la sociedad.

De tan solo recordar lo nervioso que estaba cuando faltaba poco para su cita de control con lady Aristia, le daba una vergüenza que su cara parecía un tomate.

En La Academia Real De Medicina, patrocinada por las propias arcas del rey Regis, solo podrían entrar los aspirantes a médicos, sin distinción de su género, sexo o condición económico, si pasaban un arduo examen de admisión, por ende, todos los graduados eran considerados unos genios.

Al ver en su cuaderno de notas, luego de ver una disección a una madre en embarazo que había sido arrollada por un carruaje, corrió nervioso, apenas terminó su clase, teniendo en mente poder encontrarse con lady Aristia y saber si estaba bien. No quería que nada malo le pasara, ya que no solo la veía como una paciente, sino que desde el primer momento le había gustado, aunque no hubiera podido ver bien su rostro debido a su uniforme de trabajo.

Su nerviosismo llegó a tal punto, que terminó tropezando en uno de los escalones que daban al cuarto piso de la torre residencial.

Sintiendo la mirada de los demás alumnos, así como profesores, no pudo evitar sentirse avergonzado. Ya de por sí era conocido por ser alguien muy torpe y tímido, pese a la enorme inteligencia que tenía, la ansiedad por reunirse con su paciente ponía a prueba todo su temple.

—¡Bien hecho, Dr. Henry Glassman!—se dijo así mismo mientras se limpiaba sus pantalones—es por esto que ninguna mujer te ve como candidato a marido, por más médico que seas.

Después de recriminarse por varios segundos, subió con cuidado los últimos escalones hasta llegar a la habitación que usaba cuando tenía que quedarse largos periodos de tiempo en la academia. Lo único que había ganado de su carrera era un dolor en una de sus piernas y el que se despeinara más de lo que ya estaba.

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Comments

J. Casanova

J. Casanova

Glasman cómo el the good doctor

2023-12-13

2

Mary

Mary

Yo no entiendo yo estaba leyendo esta pero tenía otra portada

2023-09-13

2

Angela Cortes

Angela Cortes

la envidia es uno de los pecados más terribles y se hacen cosas horrendas este es el caso de Caterine

2023-09-11

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