Una semana pasó para que con ayuda de Elina pudieran hacer engordar un poco a Maxi, mientras el doctor supervisaba cualquier ataque que tuviera previo y durante la administración del tratamiento. Las pocas veces que podía ver a la abuela del niño, la señora Luna, era muy poco habladora pero amable.
Una noche de domingo, previa al inicio de la semana, el ex sucesor del ducado se encontraba monitoreando la presión arterial, así como el flujo de oxígeno del pequeño Maxi, quien tuvo un ataque que terminaría agravándose debido a la debilidad inicial producida por la primera etapa del tratamiento.
—¿Cómo ve a mi nieto, doctor?—preguntó la señora Luna.
Freya, tras ver que su hijo había sido estabilizado y ya era casi la hora de su transformación, corrió de inmediato a su baño para poder transformarse sin ser vista, dando la excusa de sentirse mal del estómago.
—El medicamento está ayudándolo—respondió al ver la máquina respiratoria.
Funcionando mediante un cristal mágico, ya que en esa época aun no existía la energía tal cual, una máquina que contenía el broncodilatador en líquido, convertía la sustancia en humo y la llevaba mediante una mascarilla a las fosas nasales del infante.
—No obstante, me quedaré a vigilarlo toda la noche debido al ataque que tuvo—dijo preocupado—¿Su hija, cómo está? ¿Necesita que la revise?
La anciana sacudió la cabeza de inmediato, aludiendo al hecho de que su hija estaba en aquellos días, por lo que no se preocupara, sino que solo velara por su nieto.
—Prepararé un poco de café, ¿Desea?—ofreció la señora, a lo que el doctor aceptó.
La noche transcurrió de esa forma, en vigilia constante, haciendo que los dos quedaran demasiado cansados el día anterior. Aquello hizo que Freya decidiera no abrir, aunque sabía que le costaría un día de trabajo y perdida de sueldo, ya que no era su día de descanso, quería seguir cuidando a su hijo.
No obstante, aquello le costó, porque esa misma mañana, mientras ella estaba limpiando la terraza exterior de su negocio, el carruaje de un miembro de la nobleza baja llegó de improvisto. Enseguida Freya se erizó, sabía muy bien de que se trataba, en su interior maldecía que no hubiera algún cliente que pudiera ayudarla.
Un hombre sudoriento, con los dientes amarillos y un perfume abrumadoramente fuerte, descendió con elegancia del carruaje. Se trataba del primo en tercer grado de un conde, quien usando sus recursos y nombre, quería hacer de las suyas.
—¡Lady Freya!—gritó con fuerza—¡Oh, dulce flor mía!
El hombre corrió de inmediato y agarró con fuerza su muñeca, mientras la besaba, haciendo que Freya se congelara del terror. No le gustaba el contacto tan agresivo, le hacía recordar a lo que sufrió con el príncipe.
—Suel...—habló en un susurro—¡Suélteme!
El miembro de la nobleza baja, al notar la timidez de la mujer que tanto había cortejado y que por su peculiaridad quería como concubina, pensaba que se trataba de una muestra de enamoramiento.
—¿Ya has pensado en mi propuesta?—preguntó—te dejé estos días para que pensaras, sé que eres tímida. Pero no más, ¡Mi corazón no aguanta más! ¡Te llevaré ahora mismo!
Dicho eso, sin importarle tan siquiera que el hijo de esta aun se encontraba convaleciente, comenzó a tirar con fuerza del brazo de la mujer, para raptarla en ese momento. Nadie, ni siquiera los vecinos más cercanos a ella, se atreverían a ayudarla. Aunque el hombre fuera de la nobleza baja, seguía siendo familiar de un conde, por ende, temían enojarlo.
Maximiliano, dejando un momento solo a su paciente, tuvo que descender corriendo ante lo que estaba ocurriendo. Frente de él estaba la madre de Maxi, quien estaba forcejeando con el fin de evitar ser raptada.
—¡Caballero Federico!—gritó dándole un golpe en la barbilla al tipo—¡Cuánto tiempo sin vernos!
El hombre observó a la persona que lo llamó por su nombre, orinándose encima de inmediato. Si no fuera porque era más joven, lo hubiera confundido con el padre de este, el duque Dante; sin embargo, seguía siendo peligroso meterse con alguien más alto en nivel.
—Joven Maximiliano—dijo levantándose—no nos vemos desde la toma de posesión de su hermano como heredero al ducado; sin embargo, en otro momento hablaremos. Ahora debo llevarme a esta mujer, ¡Será una de mis concubinas!
Freya de inmediato no solo retrocedió, sino que pegó tal grito que no solo asustó a todos en el primer piso, sino que levantó a su hijo quien dormía placidamente.
—¡No me pegues!—gritó—¡Aqua no me pegues! ¡NO ME PEGUES!
Anonadado ya que era la primera vez que veía que alguien entrara en pánico tan rápido, como si estuviera viviendo un infierno en vida, se acercó con gran enojo al oído de Federico.
—Agradezca que hice un juramento de no matar y de ayudar a todo aquel que lo necesite—dijo con odio—pero esto no lo pasaré por alto...sino quiere que traiga el infierno a su vida, desaparezca. Sabe que no necesito el nombre de mi padre para hacerlo.
Con miedo, Federico asintió enojado y avergonzado. Había quedado en ridículo por parte de la mujer, aunque temía las represalias de Maximiliano, quien era un futuro médico de gran renombre, apoyado por muchos nobles, juró en su interior volver y hacer pagar a Freya por su rechazo.
Una vez el carruaje del desgraciado hombre estuvo lejos de su vista, se acercó a Freya, quien se había escondido bajo de unas mesas, dentro de la terraza interna, mientras temblaba como si fuera un gatito asustado.
—¿Lady Freya?—preguntó agachándose.
—Yo...yo no lo hice abuela—respondió ensimismada en sus pensamientos—fue...fue Katherine.
Maximiliano frunció el ceño aun más preocupado, según lo que vio, pareciera que Federico activara un detonante psicológico en la mujer que la estuviera castigando, reviviendo recuerdos oscuros.
—Lady Freya, respire profundo—dijo intentando hablarle—soy Maximiliano, el doctor de su hijo.
Aunque la psicología no era su campo, sí entendía, gracias a varios de sus compañeros que decidieron estudiar especializaciones relacionadas con ese tema, que no se podía repetir el detonante que causó el pánico en la persona. Por ende, aunque quisiera consolarla, no podía tocarla hasta que ella se lo permitiera.
—Aqua...seré buena...no me pegues, mis rodillas me duelen mucho—volvió a decir mientras se balanceaba una y otra vez.
El tacto de aquel asqueroso hombre, el cómo la agarró con fuerza de su muñeca, hizo recordar no solo cuando su abuela la regañaba por cosas que no hizo, sino también el trato de Aqua.
Inclusive estaba recordando un suceso previo a su escapa, en donde Aqua empezó a golpear su rodilla con un atizador de chimenea, luego que ella se atreviera a salir al balcón, en la noche, para ver la luna sin problemas de ser vista.
El príncipe, quien estaba en una reunión con su padre, al ver desde el jardín externo aquello, corrió de inmediato a su habitación a reprenderla. Le había dado la orden expresa de estar encerrada, no quería que nadie viera a ese adefesio horrendo, que dentro de poco sería su concubina oficial.
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Comments
Topy71 🇦🇷
El Príncipe no se llamaba Ignis?
2023-09-13
0
Barbarasl73 🇨🇱
y con el permiso de quién hdp???
2023-09-08
1
Barbarasl73 🇨🇱
Tsssss y estés sicopata???
2023-09-08
1