Listas las mesas, acomodó las sillas y caminó a la cocina para preparar los primeros postres, los cuales consistían en donas, café y chocolate, que los niños pequeños y estudiantes más adultos les gustaban desayunar rumbo a sus clases o trabajos.
—¡Perfecto!—gritó al ver la vitrina llena.
Debido a su capacidad organizativa, aquello era muy fácil, ya que tenía las bases preparadas antes de la apertura del local, a las seis y media de la mañana.
—¡Freya!—escuchó a un niño llamarla por su segundo nombre.
La antigua princesa, con una sonrisa, se volteó e hizo un pequeño salto, saludando con un aplauso a su joven cliente. Matías, de seis años, estaba rumbo con su abuelo a su guardería para que el anciano pudiera irse a trabajar, pero cada vez que pasaba le pedía a este comer una dona.
—¿Abuelo, porque la barriga de Freya está grande?—preguntó asombrado.
Cada que llegaba podía ver como el vientre de La Sombrerera Loca aumentaba, pero esa ocasión era mucho más grande.
—¡Mati, no seas grosero!—lo regañó su abuelo.
—¡No hay problema!—respondió la futura madre—eso es porque un futuro Sombrero loco se está formando dentro. Ya sabes que yo soy la sombrerera principal, por lo que necesito un ayudante en el país de las maravillas.
—¡Habrá un sombrero loco nuevo en la tienda!—gritó entusiasmado el niño.
Con una sonrisa el abuelo de este se volvió a disculpar y luego ordenó lo de siempre, para sentarse en una de las mesas exteriores.
—¡Aquí está!—dijo Matías al ver llegar su comida.
Llena de dulzura al ver la inocencia de su cliente, imaginándose que así sería su hijo, le dejó en la mesa su comida y la de su abuelo, y tras recibir su pago, ingresó de nuevo a la tienda.
Aquella había sido su rutina desde los tres meses que había abierto la tienda, aquello no solo le daba un pan para vivir, sino que le devolvía un poco más la ilusión a la vida.
—¡Pequeño!—dijo al sentir como su bebé pateaba—¿Puedes bailar en otro momento?
Riéndose un poco de su chiste, se sentó detrás del mostrador, esperando la llegada de sus clientes, mientras acariciaba su vientre.
—¿Cuál crees que deba ser tu nombre?—preguntó tomando un poco de chocolate—a este paso mamá no se decidirá aun sobre como nombrarte antes de que nazcas.
Como si su bebé estuviera escuchándola, le respondió dándole otra patada, haciendo que esta brincara de la sorpresa.
—¡Te llamaré bebé ninja!—dijo molestando un poco a su hijo.
El resto del día se la pasó normal, mientras los clientes llegaban y se iban; sin embargo, en la tarde recibió la visita de dos clientas que la dejaron un poco mal.
Alrededor de las cinco de la tarde, cuando se disponía a cerrar la pastelería, llegaron una mujer de mediana edad y su hija, la cual también estaba embarazada, para pedir una orden que consumirían en casa, por ende, se sentaron a esperar en la parte de afuera.
—¡Mira hija!—dijo entre susurros una señora mayor—¡No le da vergüenza vivir sola! ¡De seguro es una libertina!
—¡Mamá!—la regañó su hija—cada quien con su vida, ¡No compliques más la situación! ¡Concéntrate en tus propias cosas!
La mujer embarazada, aunque si tenía curiosidad de ver a aquella chica estar sola, no se metería en donde no llamarían. Ya suficiente tenían con su propia vida, así como la actitud aun conservadora de su madre.
—Bebé, no te avergüences de mí por ser fea y porque no nazcas en un matrimonio—dijo aguantando las ganas de llorar—mamá será buena y te dará todo el amor del mundo, aunque solo seamos los dos.
Los susurros de aquella señora era tan solo uno de los miles que tenía que escuchar a diario sobre su condición; sin embargo, más le dolía el maltrato de Aqua.
Cuando comparaba ambas cosas, aquellas habladurías perdían importancia. En ese momento, haría todo para ser fuerte y traer a su pequeño al mundo a salvo, aunque su corazón estuviera roto por culpa de aquel hombre que tontamente amó desde niña.
Aunque si tuviera que analizar también su pasado más lejano, ya tenía experiencia aguantando las habladurías debido a su condición física.
—Solo respira y calla—repitió una y otra vez su mantra.
Lista la orden para llevar, se las dio en su mesa y con una sonrisa le dieron su pago para luego marcharse sin mirar hacia atrás, solo esperaba que no notaran, gracias a su antifaz, lo rojo que estaban sus ojos.
Una vez estuvo sola, comenzó a cerrar la tienda. No solo por su condición ya le costaba atenderla de noche, sino que esa calle era sola a altas horas, por lo que por seguridad prefería cerrar todo.
No obstante, lo que jamás pensó fue que, escondido entre las escaleras de la tienda y su apartamento en el segundo piso, estuviera un extraño hombre encapuchado, el cual no solo corrió hacia ella para atacarla, sino que con ira le apuñaló varias veces su vientre.
Tirada en el piso mientras el hombre se encargaba de robar todo lo de valor en su tienda, comenzó a llorar mientras palpaba su vientre, encima de un charco de sangre. No supo cuando se quedó dormida; sin embargo, una extraña luz dorada la despertó. Sin saber si ya el ladrón se había ido, abrió con cuidado sus ojos, encontrándose un pequeño orbe flotando encima de ella.
—¡Oh, princesa Luna Freya! ¡¿Cuánta desdicha has tenido que pasar?!—preguntó una pequeña voz—¿Qué tanto estás dispuesta a sacrificar para salvar a tu hijo?
—Mi vida...—respondió tosiendo sangre—por favor, no quiero perder lo único bueno que tengo.
El pequeño orbe dorado y misterioso, compadecido por la situación de la mujer, posó encima de su vientre y comenzó a pasar luz a este, provocando que la sangre que había derramado volviera a su cuerpo.
—Perderás la mitad de tu juventud—dijo el orbe.
—Pero si no soy bella—respondió a la petición.
—Una cosa es ser bella y otra es ser joven—habló de nuevo la extraña entidad—en este caso estoy usando una parte de tu energía vital para salvar tanto tu vida como la de tu hijo; sin embargo, esto provocará que por las noches seas alguien distinto. Así que para no ser tachada de bruja y quemada en una hoguera...
—No debo ser vista de noche—dijo antes de quedarse dormida—está bien, entiendo.
Aquellas fueron las últimas palabras que recordó antes de quedarse dormida, mientras veía como el orbe seguía encima de su vientre. Esa misma noche, luego de que el orbe terminara su trabajo y dejara en su cama el cuerpo de la princesa, no solo fortificó su hogar y su tienda, sino que siguió al ladrón que había hurtado el lugar y casi la había matado.
El hombre, quien se estaba riendo mientras contaba el dinero, estaba buscando a su vendedor de drogas habitual; sin embargo, al entrar a un callejón oscuro, se escuchó su grito a más no poder, siendo callado enseguida.
El callejón desértico a esa hora fue testigo de una sangrienta escena, dejando como evidencia un charco de sangre que no solo estaba hirviendo sino que también desapareciendo. Encima de la sangre se encontraba el orbe que había ayudado a Luna Freya, observando como esta desaparecía.
A sus espaldas se escucharon pasos de tacones, una mujer de cabello rubio y puntas rosas se acercaba hacia donde se encontraba el orbe.
—No te sientas culpable—dijo la mujer—no hay que tener piedad por aquellos que no la tienen ni siquiera por las embarazadas.
—¿Estás segura de que todo esto funcionará, Rosabell?—preguntó el orbe—no es que dude de ti, pero si ellos no están listos para ese momento...
—El salvado de la muerte y la resucitada en vida ya han dado el primer paso—respondió marchándose del lugar junto con el orbe—estoy segura de que estarán listos.
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Comments
Barbarasl73 🇨🇱
maldita, esa fue su prima, que envío a un asesino 😡.
2023-09-08
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Estrella Reyes Reyes
que maldita esta bruja diosa,no puede dar nada si no es con una pilleria y ese,pago siempre perjudica mas que lo que ayuday con todo lo que ellos han sufrito sobretodo la prota,un cambio sin condiciónes seria lo justo.no te molestes autora,es que las injusticias,aunque sean,ficticias me enojan y se leen tan reales que me enfurecen
2023-08-29
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