PRIMER DÍA

Aprovechando que Freya hizo un poco de café, y que esta estaba lavando los platos, se dispuso a seguir trabajando en atender a Maxi, pese al enorme cansancio que tenía.

Lo primero que se dispuso a hacer era a terminar de organizar todo en el último cuarto que había en el pequeño apartamento, que Freya aceptó cederle para que él pudiera dormir allí y tuviera su consultorio, debido a la ventaja de que ese cuarto y el de su hijo estaban conectados.

Maxi observaba con curiosidad el trabajo de Maximi, su doctor en ese mes. Sus ojitos brillaban mientras estaba sentado al lado del escritorio, viendo la espalda ancha del hombre. Si ese hombre fuera su papá de seguro tendría al papá más guapo de todos en el vecindario.

Una vez estuvo listo todo, Maximiliano se dispuso a sacar los registros desde la primera cita del pequeño. El primer trabajo que tenía que hacer era tomar los nuevos datos para compararlos con los últimos recabados; sin embargo, algo le preocupó apenas pesó al niño: ¡Había bajado siete kilos! ¡Un niño de cinco años que apenas pesaba 11 kilos!

Frunció un poco el ceño, preocupado. El tratamiento experimental poseía un broncodilatador que podía ser fuerte, pese a estar diseñado para niños; no obstante, hacerlo ahora implicaría que su cuerpo estuviera menos preparador.

Suspiró enseguida, dejando la planilla médica en la mesa un momento, debía formularle una dieta rica en proteínas al niño. Aprovecharía que Elina cocinaría para pedirle varias recetas, por ahora, enviaría el primer reporte al decano.

—¿Maximi?—preguntó el niño al verlo tan distraído.

—Dime, pequeño—respondió con una sonrisa.

—¿Maxi se pondrá bien?—cuestionó—Maxi quiere jugar al caballito como los demás niños que van en la espalda de sus papás.

Entendiendo muy bien que su situación de salud le estaba privando de muchas cosas, le hizo pulpitos en su cabeza para distraerlo un poco.

—Sí, Maxi se pondrá bien—le dijo—Maximi llevará a Maxi en caballito una vez esté mejor, así que tienes que ser bueno e intentar comer las comidas que te dé esta semana.

Maxi asintió, moviendo sus piernas con emoción. Si se portaba bien podía ser como los demás niños y podía sentir, al menos una vez, lo que se sentía tener un papá bueno.

Mientras tanto, en la zona aun protegida por el imperio, en el castillo imperial, se encontraba la princesa Katherine, la cual estaba tan enfadada que hasta había reventado un jarrón en la cabeza de una de sus sirvientas.

El enojo que tenía era tal que su esposo, el príncipe heredero, la estaba ignorando. En esos momentos él la ignoraba por completo, en especial porque con la ocupación rebelde, debía ayudar a su padre; no obstante, él creía que lo único que estaba pasando su esposa era un momento de ira por no prestarle atención.

—¡Maldita Luna Freya!—gritó encolerizada.

Observaba con frialdad, en la penumbra de su vacía habitación, los vidrios de su espejo roto que ella rompió con su mano. Si ella hubiera sabido en la situación crítica en la que estaba, no le hubiera dado dinero a su prima de escapar, ¡La hubiera encerrado hasta que ella hubiera dado a luz y le hubiera arrebato a su bebé!

Al año después de que ella la hubiera mandado fuera de los territorios del emperador, olvidando de su existencia, se casó con Aqua. La vida le estaba sonriendo lindo, ya que a los dos meses de casada, se había enterado de su embarazo; sin embargo, así como este, terminaría abortando todos los productos que concebiría en su interior.

Poco a poco vio como el hombre que decía amarla tanto, al ver que no podía darle un heredero, se conseguía concubinas. No obstante, ninguna le había dado un heredero varón.

Sabiendo que su prima si pudo a dar a luz, en especial a un niño, movió cielo y tierra para contratar bandidos y cazarrecompensas, ¡Hasta le pagó a magos oscuros! Pero siempre estos terminaban fallando.

Estando atada debido a que aquel era terreno invadido, por lo que no tendría poder alguno como si lo tenía dentro del imperio, lo único que podía hacer era valerse de la influencia de su abuela, así como de personas del bajo mundo, para seguir intentando buscar a su prima y robarle a su hijo, de modo que ella pudiera adoptarlo e inventar que su madre biológica había muerto.

—Así sea que deba hacer un trato con el infierno mismo...—dijo viendo su sangre en el piso—juro que ese niño será mío, ¡Mataré a la maldita de Luna Freya!

Odiaba con locura a su prima, aquel adefesio se atrevió no solo a competir por el hombre que ella quería, aun siendo un monstruo en vida, sino también se atrevió a darle un hijo varón. No podía entenderlo, ella era mejor que su prima en todos los sentidos, ¿Por qué abortaba a los hijos que llevaba en su vientre?

El medio día llegó y luego de que almorzaran, Luna Freya, quien había decidido tomar el día libre debido a la tormenta, estaba organizando el inventario que necesitaba para abrir al día siguiente. Mientras tanto, su hijo y Maximiliano se encontraban en el jardín trasero, jugando un poco.

Si todo iba de acuerdo a su plan, en una semana podía comenzar a suministrarle el medicamento pero en pequeñas dosis. Hasta entonces usaría esa semana para que el cuerpo del pequeño tomara todo el peso posible para aguantar, aunque sabía que el tratamiento sería igual de duro.

Por el momento supervisaría cualquier cosa o ataque de su paciente, y si algo pasaba, usaría su don para hacer que el oxígeno volviera a sus pulmones.

—Maxi, Maximi, ¡Les traje te y pastelitos!—dijo su madre colocando una bandeja en la mesa.

—¿Cuándo Maxi tiene sus ataques, quién está con él en la mayoría de casos?—preguntó tomando un poco de té.

—Mi madre—respondió—aunque la mayoría de veces, los ataques ocurren en la noche mientras él duerme.

Maximiliano asintió, podía comprender un poco más la situación del pequeño paciente; sin embargo, más allá de eso, también le daba curiosidad su madre.

Bajo ese disfraz no podía vislumbrar un signo o pista de quién era realmente, aunque en cierto modo le gustaba. Era original, pero dulce a su estilo, podía hacer que el lugar se sintiera menos pesado para su hijo enfermo.

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